LIBRE ALBEDRÍO Y PREDESTINACIÓN
I. El libre albedrío en los hombres y ángeles
II. La elección
III. La predestinación
IV. Sinergismo
I. El libre albedrío en los hombres y ángeles (Volver arriba)
II. La elección
III. La predestinación
IV. Sinergismo
A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra ustedes, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia. Deuteronomio 30:19
Por cuanto aborrecieron la sabiduría, y no escogieron el temor de Jehová, ni quisieron mi consejo, y menospreciaron toda reprensión mía, comerán del fruto de su camino, y serán hastiados de sus propios consejos. Proverbios 1:29-31
Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra; si no quisiereis y fuereis rebeldes, serán consumidos a espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho. Isaías 1:19-20
Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios. Miqueas 6:8
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Mateo 7:21
Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Mateo 7:24
Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios. Apocalipsis 3:10-12
Y así dice la Escritura: No se tienden injustamente las redes a los inconstantes. Lo cual quiere decir que con razón se perderá el hombre que, teniendo conocimiento del camino de la justicia, se precipita a si mismo por el camino de las tinieblas. Bernabé (70-130 d.C.)
Escribo a todas las iglesias, y hago saber a todos que de mi propio libre albedrío muero por Dios, a menos que ustedes me lo estorben. Ignacio (105 d.C.)
Por el contrario, cada uno camina, según el mérito de sus acciones, hacia el castigo o hacia la salvación eterna. Si todos los hombres fuesen conscientes de esto, nadie escogería la maldad por un momento, sabiendo que así emprendería la marcha hacia su condena eterna en el fuego, sino que por todos los medios se contendría y se adornaría con las virtudes, para alcanzar los bienes de Dios y verse libre del castigo. Justino Mártir (160 d.C.)
Por otra parte, si el género humano no tiene faculta para huir de las cosas malas y escoger lo bello, no es responsable de nada de lo que haga. Pero demostramos con el siguiente argumento que el hombre obra bien o mal por libre decisión del espíritu. Justino Mártir (160 d.C.)
El Espíritu Santo reprende a los hombres porque habiendo sido creados impasibles e inmortales a semejanza de Dios con tal de que guardaran sus mandamientos, y habiéndoles Dios concedido el honor de llamarse hijos suyos, ellos, por querer asemejarse a Adán y a Eva, se procuran a sí mismos la muerte... Queda así demostrado que a los hombres se les concede el poder ser dioses, y que a todos se da el poder ser hijos del Altísimo, y culpa suya es si son juzgados y condenados como Adán y Eva. Justino Mártir (160 d.C.)
No fuimos creados para la muerte, sino que morimos por nuestra propia culpa. La libertad nos perdió; esclavos quedamos los que éramos libres; por el pecado fuimos vendidos. Nada malo fue hecho por Dios, fuimos nosotros los que produjimos la maldad; y los que la produjimos, somos también capaces de rechazarla.” Taciano (160 d.C.)
El hombre fue creado racional, y por ello semejante a Dios, libre en sus decisiones y con un fin en sí mismo; y si alguna vez se convierte en paja y otra en trigo, es por su propia responsabilidad. Ireneo (180 d.C.)
Dios siempre ha protegido, por una parte la libertad y decisión del ser humano, y por otra su exhortación a él: por ello quienes no obedecen son justamente juzgados por su desobediencia, y quienes obedecen y creen reciben la corona incorruptible. Ireneo (180 d.C.)
Esta frase: “¡Cuántas veces quise recoger a tus hijos, pero tú no quisiste!,” bien descubrió la antigua ley de la libertad humana; pues Dios hizo libre al hombre, el cual, así como desde el principio tuvo alma, también gozó de libertad, a fin de que libremente pudiese acoger la Palabra de Dios, sin que éste lo forzase. Dios, en efecto, jamás se impone a la fuerza, pues en él siempre está presente el buen consejo. Por eso concede el buen consejo a todos. Tanto a los seres humanos como a los ángeles otorgó el poder de elegir, pues también los ángeles usan su razón, a fin de que quienes le obedecen conserven para siempre este bien como un don de Dios que ellos preservan. En cambio no se hallará ese bien en quienes le desobedecen, y por ello recibirán el justo castigo. Ireneo (180 d.C.)
Si, en efecto, unos seres humanos fueran malos por naturaleza y otros por naturaleza buenos, ni éstos serían dignos de alabanza por ser buenos, ni aquéllos condenables, porque así habrían sido hechos. Pero, como todos son de la misma naturaleza, capaces de conservar y hacer el bien, y también capaces para perderlo y no obrarlo. Ireneo (180 d.C.)
Y también: “Si el criado dice en su corazón: Mi amo tarda en venir, y empieza a golpear a sus compañeros, a comer, beber y emborracharse, cuando su amo llegue, en el día que menos lo espere, lo echará y le dará su parte entre los hipócritas.” Todos los textos semejantes a éstos, que muestran al ser humano como libre y capaz de tomar decisiones, nos enseñan cómo Dios nos aconseja exhortándonos a obedecerle y apartarnos de la infidelidad, pero sin imponerse por la fuerza. Ireneo (180 d.C.)
Por eso el Señor dice que el reino de los cielos es de los violentos: “Los violentos lo arrebatan,” quiere decir aquellos que se esfuerzan, luchan y continuamente están alerta: éstos lo arrebatan. Ireneo (180 d.C.)
Por su generosidad Dios dio a conocer al ser humano el bien de la obediencia y el mal de la desobediencia.... Por eso su conocimiento de ambas cosas va en los dos sentidos, a fin de que pueda elegir lo mejor con discernimiento… Aquellos, pues, que se han apartado de la luz del Padre transgrediendo la ley de la libertad, se han alejado por su culpa, pues se les concedió la libertad y el libre albedrío. Ireneo (180 d.C.)
Creer y obedecer está en nuestro poder. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Ni alabanza ni condenación, ni recompensa ni castigo, sería justo si el hombre no tuviera el poder de escoger [lo bueno] y evitar [lo malo], si el pecado fuera involuntario. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Dios no corona a aquellos que se abstienen de lo malo sólo por obligación. Es imposible que una persona viva día tras día de acuerdo a la justicia verdadera en contra de su propia voluntad. El que se hace ‘justo’ bajo obligación de otro no es justo en verdad… Es la libertad de cada persona la que produce la verdadera justicia y revela la verdadera maldad. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
El hombre fue hecho por Dios como ser libre, capaz de albedrío y decisión propia: precisamente es en esto donde más en particular se manifiesta que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios…en aquello más esencial que procede del mismo Dios, esto es, el alma, que ha recibido el sello del ser divino en lo que se refiere a la libertad de albedrío y de decisión…. Dios llama, amenaza y exhorta al hombre que, dotado de voluntad y de libertad, es capaz de obediencia o de rebelión. Tertuliano (197 d.C.)
Le fue concedida plena libertad de elección al hombre en uno u otro sentido, para que siempre fuese dueño de sí para hacer libremente el bien y para evitar libremente el mal; pues, por otra parte, convenía que el hombre estuviera bajo el juicio de Dios y que fuese justo por sus méritos propios, es decir, libre. En efecto, no podía asignarse razonablemente una recompensa del mal ni del bien a aquel que fuese bueno o malo por obligación, no por voluntad propia. Para esto se dio la ley, la cual no anula, sino que pone a prueba la libertad con que uno o libremente se somete o libremente la transgrede. Por esto tenían que estar ambos caminos abiertos al libre albedrío... una reflexión sobre la libertad del hombre mostrará que él es el culpable de todo el mal que cometió. Tertuliano (197 d.C.)
Sin embargo, habiendo sido otorgada a las criaturas racionales, como hemos mostrado muchas veces, la facultad del libre albedrío, fue esta libertad de su voluntad lo que arrastró a cada una, bien a mejorarse con la imitación de Dios, o a deteriorarse por negligencia. Orígenes (225 d.C.)
Aquellos [paganos] que deciden que el hombre no tiene libre albedrío, sino afirman que se gobierna por las disposiciones inevitables de la suerte, son culpables de impiedad ante el mismo Dios, ya que le hacen la causa y el autor de las maldades humanas. Metodio (290 d.C.)
Toda la creación de Dios, Dios la hizo muy bien. Y él ha dado a cada persona el poder del libre albedrío, y por la misma norma ha instituido la ley de juicio… Y por cierto todo el que quiera, puede guardar sus mandamientos. Pero el que los desprecia y se vuelve en contra de ellos, sin duda alguna tendrá que hacer frente a esa ley de juicio… No cabe duda de que cada persona, utilizando el poder de su libre albedrío, puede fijar su camino en la dirección que él quiera. Arquelao (320 d.C.)
II. La elección (Volver arriba)
Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia. Colosenses 3:12
Elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo. 1 Pedro 1:2
Y procuraban día y noche, en toda la comunidad, que el número de sus elegidos pudiera ser salvo, con propósito decidido y sin temor alguno. Clemente de Roma (30-100 d.C.)
A estos hombres de vidas santas se unió una vasta multitud de los elegidos, que en muchas indignidades y torturas, víctimas de la envidia, dieron un valeroso ejemplo entre nosotros. Clemente de Roma (30-100 d.C.)
Por tanto, acerquémonos a Él en santidad de alma, levantando nuestras manos puras e inmaculadas a Él, con amor hacia nuestro Padre bondadoso y compasivo, el cual ha hecho de nosotros su porción elegida. Clemente de Roma (30-100 d.C.)
Por tanto, juntémonos con los inocentes e íntegros; éstos son los elegidos de Dios. Segunda de Clemente (150 d.C.)
Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el hombre a quien el Señor no imputará pecado, ni hay engaño en su boca. Esta declaración de bienaventuranza fue pronunciada sobre los que han sido elegidos por Dios mediante Jesucristo nuestro Señor, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Clemente de Roma (30-100 d.C.)
Él también bendijo; he aquí, quita los cielos y los montes y las colinas y los mares, y todas las cosas serán allanadas para sus elegidos, para que Él pueda cumplirles la promesa que había hecho con gran gloria y regocijo, siempre y cuando ellos guarden las ordenanzas de Dios, que han recibido con gran fe. Hermas (150 d.C.)
Porque el Señor juró por su propia gloria, con respecto a sus elegidos: que si, ahora que se ha puesto este día como límite, se comete pecado, después no habrá para ellos salvación; porque el arrepentimiento para los justos tiene un fin; los días del arrepentimiento se han cumplido para todos los santos; en tanto que para los gentiles hay arrepentimiento hasta el último día. Hermas (150 d.C.)
Pero la parte blanca es la edad venidera, en la cual residirán los elegidos de Dios; porque los elegidos de Dios serán sin mancha y puros para la vida eterna. Hermas (150 d.C.)
Son elegidos por su anhelo de una mejor preparación y entrenamiento. Éstos son los que están dispuestos a oír lo que les dice, a poner en orden sus vidas, a progresar por una cuidadosa observancia de la ley de la justicia. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
III. La predestinación (Volver arriba)
Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilatos, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera. Hechos 4:27-28
Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Romanos 8:29
Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad. Efesios 1:4-5
Una de las doctrinas enseñadas por la iglesia es la del juicio justo de Dios. Este hecho estimula a los que creen en él para que vivan piadosamente y que eviten el pecado. Reconocen que lo que nos trae o alabanza o culpa está dentro de nuestro poder. Los siguientes diez párrafos pertenecen a Justino Mártir.
Es nuestra responsabilidad vivir en justicia. Dios exige esto de nosotros, no como si dependiéramos de él, ni de otro, ni de la suerte (como creen algunos), sino como si dependiera de nosotros mismos. El profeta Miqueas demostró eso cuando dijo: ‘Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia’ [Miqueas 6.8]. Moisés también dijo: ‘Yo he puesto delante de ti el camino de la vida y el camino de la muerte. Escoge lo bueno y sigue en él’ [Deuteronomio 30.15, 19].
Tome en cuenta cómo nos habla Pablo de manera que da a entender que tenemos libre albedrío y que nosotros mismos somos causa o de nuestra ruina o de nuestra salvación. El dice: ‘¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras; vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino obedecen a la injusticia’ [Romanos 2.4-8].
Pero hay ciertas declaraciones en el Antiguo Testamento como también en el Nuevo que pudieran hacernos concluir lo contrario: Que no depende de nosotros o el guardar sus mandamientos para ser salvos, o el desobedecerlos para perdernos. Así que, examinémoslos uno por uno.
Primero, las declaraciones en cuanto a Faraón han causado dudas en muchos. Dios dijo varias veces: ‘Yo endureceré el corazón de Faraón’ [Éxodo 4.21]. Claramente, si Faraón fue endurecido por Dios y pecó como resultado de ese endurecimiento, él no fue responsable por su pecado. Y no tuvo libre albedrío.
Vamos a añadir a este pasaje otro que escribió Pablo: ‘Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?’ [Romanos9.20-21].
Ya que sabemos que Dios es tanto bueno como justo, veamos cómo el Dios bueno y justo pudo endurecer el corazón de Faraón. Tal vez por un ejemplo usado por el apóstol en la epístola a los Hebreos podemos ver que, en una sola obra, Dios puede mostrar misericordia a un hombre mientras endurece a otro, sin la intención de endurecerlo. ‘La tierra’, dice él, ‘bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa al agricultor, por la bendición de Dios. Pero la que produce espinos y abrojos no tiene valor, y está próxima a ser maldecida. Su fin es el ser quemada’ [Hebreos 6.7-8].
Tal vez nos parezca raro que aquel que produce la lluvia dijera: ‘Produzco tanto los frutos como también los espinos de la tierra’. Mas, aunque raro, es cierto. Si no hubiera lluvia, no hubiera ni frutos ni espinos. La bendición de la lluvia, por tanto, cayó aun sobre la tierra improductiva. Pero ya que estaba descuidada y no cultivada, produjo espinos y abrojos. De esta manera, las obras maravillosas de Dios son semejantes a las lluvias. Los resultados opuestos son semejantes a las tierras o cultivadas o descuidadas.
También las obras de Dios son semejantes al sol, el cual pudiera decir: ‘Yo hago suave y hago duro’. Aunque estas acciones son opuestas, el sol no hablaría mentira, porque el calor que suaviza la cera es el mismo que endurece el lodo. De semejante manera, por una parte, los milagros hechos por mano de Moisés endurecieron a Faraón a causa de la maldad de su corazón. Pero suavizaron a la multitud egipcia, que salió de Egipto con los hebreos [Éxodo 12.38].
Veamos a otro pasaje: ‘Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia’ [Romanos 9.16]. Aquí Pablo no niega que los humanos tenemos que hacer algo. Sino alaba la bondad de Dios, quien lleva lo que se hace a su fin deseado. El sencillo deseo humano no basta para alcanzar el fin. Solo el correr no basta para que el atleta gane el premio. Tampoco basta para que los cristianos ganemos el premio que da Dios por Cristo Jesús. Estas cosas se llevan a cabo sólo con la ayuda de Dios.
Como si hablara de la agricultura, Pablo dice: ‘Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo da Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento’ [1 Corintios 3.6-7]. Ahora pudiéramos decir con razón que la cosecha del agricultor no es trabajo sólo del agricultor. Tampoco es trabajo sólo del que riega. Al fin y al cabo, es trabajo de Dios. Así mismo, no es que no tengamos nada que hacer para que nos desarrollemos espiritualmente a la perfección. Mas, con todo, no es obra de sólo nosotros, porque Dios tiene una obra aun más grande que la nuestra. Así es en nuestra salvación. La parte que hace Dios es muchísimo mayor que la nuestra. Justino Mártir (160 d.C.)
Hemos aprendido de los profetas, y lo afirmamos nosotros, que los correctivos, los castigos y los galardones se miden conforme al mérito de los hechos de cada uno. De otra manera, si todo sucediera sólo por suerte, no hubiera nada a nuestro poder. Porque si un hombre se predestinara a lo bueno y otro a lo malo, el primero no merecería la alabanza ni el segundo la culpa. Si los hombres no tuvieran el poder de evitar lo malo y de escoger lo bueno según su propia voluntad, no serían responsables por sus hechos, sean buenos o malos… Porque el hombre no sería merecedor de recompensa o alabanza si él mismo no escogiera lo bueno, o si sólo fuera creado para hacer lo bueno. De igual manera, si un hombre fuera malo, no merecería el castigo, ya que él mismo no hubiera escogido lo malo, siendo él capaz de hacer sólo lo que fue creado para hacer. Justino Mártir (160 d.C.)
Pero, alegan, fue Dios quien endureció el corazón del faraón y de sus ministros. ¿Acaso quienes así lo acusan no han leído lo que en el evangelio respondió Jesús a sus discípulos cuando le preguntaron: “¿Por qué les hablas en parábolas?” El contestó: “A ustedes se les concede conocer el misterio del reino de los cielos; a ellos les habló en parábolas para que, viendo, no vean, y oyendo no oigan…” Dios sabe quiénes son los que no habrán de creer, pues conoce de antemano todas las cosas, los entrega a su incredulidad, retira de ellos su rostro y los abandona en las tinieblas que ellos mismos eligieron. ¿Por qué admirarse, entonces, de que en aquel tiempo abandonó en su incredulidad al faraón y a sus ministros, los cuales jamás habrían creído en él? Ireneo (180 d.C.)
(Saturnino, un maestro hereje) enseñó que… El Dios de los judíos sería uno de los ángeles (creadores del mundo). Y como el Padre quiso aniquilar a todos los principados, Cristo vino a destruir al Dios de los judíos, para salvar a los que creían en él: estos son los que tienen una chispa de su vida. Dijo que los ángeles habían formado dos razas de seres humanos, una malvada y otra buena. Y como los demonios prestaban su auxilio a los perversos, el Salvador vino para acabar con los hombres malvados y los demonios, y a salvar a los buenos. Ireneo (180 d.C.)
Nosotros, los que hemos nacido recientemente, recibimos el crecimiento del que es perfecto y anterior a toda la creación, y el único bueno y excelente; y a semejanza de aquél, para obtener de él el don de la incorrupción, puesto que hemos sido predestinados a existir cuando aún no existíamos, según el preconocimiento del Padre; y comenzamos a existir por el ministerio del Verbo en los tiempos prefijados. Ireneo (180 d.C.)
No que Dios por sí mismo haya planeado castigarlos, sino que a ellos se les echa encima el sufrimiento de haberse separado por sí mismos de todos los bienes. Mas los bienes divinos son eternos y no tienen fin. Ireneo (180 d.C.)
Y creo que resulta evidente después de lo dicho, que la verdadera iglesia es una, la realmente primitiva, en la cual están inscritos los que son predestinados como justos. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Ciertos hombres (los herejes) que sostienen ideas contrarias, malinterpretan estos pasajes. Ellos destruyen el libre albedrío al introducir (la idea) de una naturaleza pecaminosa e incapaz de salvación; mientras sostienen que otros pueden ser salvos, de tal forma que no pueden perder la salvación. Orígenes (248 d.C.)
IV. Sinergismo (Volver arriba)
Sinergismo es la doctrina, la cual afirma que la voluntad del hombre puede y debe cooperar con el Espíritu Santo para lograr la salvación. Según este entendimiento el ser humano es capaz de rechazar la gracia de Dios.
El cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad. Romanos 2:6-8
Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, son salvos, si no creísteis en vano. 1 Corintios 15:1-2
Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos. Hebreos 12:25
Cuando estas dispuesto a hacer lo bueno, Dios también esta listo para ayudarte. Ignacio(105d.C.)
“Y espero, Señor, que ahora seré capaz de guardar estos mandamientos que tú has mandado, capacitado por el Señor.” “Los guardarás,” me dijo, “si tu corazón es puro ante el Señor, sí, y los guardarán todos cuantos purifiquen sus corazones de los deseos vanos de este mundo y vivan para Dios.” Hermas (150 d.C.)
“¿Por qué, pues, señor,” le pregunté, “no se arrepintieron todos?” “A aquellos cuyo corazón Él vio que estaba a punto de volverse puro y de servirle a Él de todo corazón, Él les dio arrepentimiento; pero a aquellos en los que vio astucia y maldad, que intentaban arrepentirse en hipocresía, a éstos no les dio arrepentimiento, para que no profanaran de nuevo su nombre.” Hermas (150 d.C.)
Veamos otro pasaje: ‘Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia’. Aquí Pablo no niega que los humanos tenemos que hacer algo. Sino alaba la bondad de Dios, quien lleva lo que se hace a su fin deseado. El sencillo deseo humano no basta para alcanzar el fin. Solo el correr no basta para que el atleta gane el premio. Tampoco basta para que los cristianos ganemos el premio que da Dios por Cristo Jesús. Estas cosas se llevan a cabo sólo con la ayuda de Dios. Justino Mártir (160 d.C.)
Como si hablara de la agricultura, Pablo dice: ‘Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo da Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento’. Ahora pudiéramos decir con razón que la cosecha del agricultor no es trabajo sólo del agricultor. Tampoco es trabajo sólo del que riega. Al fin y al cabo, es trabajo de Dios. Así mismo, no es que no tengamos nada que hacer para que nos desarrollemos espiritualmente a la perfección. Mas, con todo, no es obra de sólo nosotros, porque Dios tiene una obra aun más grande que la nuestra. Así es en nuestra salvación. La parte que hace Dios es muchísimo mayor que la nuestra. Justino Mártir (160 d.C.)
De modo semejante, quien sirve al Señor nada le añade, ni a Dios le hace falta el servicio humano. Sino que El concede la vida, la incorrupción y la vida eterna a quienes le siguen y le sirven. Ireneo (180 d.C.)
Un hombre que trabaja solo para libertarse de sus deseos pecaminosos nada logra. Pero si él manifiesta su afán y su deseo ardiente de eso, lo alcanza por el poder de Dios. Dios colabora con los que anhelan su ayuda. Pero si pierden su anhelo, el Espíritu de Dios también se restringe. Salvar al que no tiene voluntad es un acto de obligación, pero salvar al que sí tiene voluntad es un acto de gracia. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
VER TAMBIÉN ÁNGELES; HOMBRE, DOCTRINA DEL; SALVACIÓN