Libros , tratados y mensajes en mp3 demostrando las doctrinas y practicas de la iglesia primitiva
Los materiales en esta página demuestran las doctrinas y prácticas de los primeros cristianos con el fin de volver a practicar las verdades de la Iglesia Primitiva
“LO QUE EL BAUTISMO SIGNIFICABA A LOS PRIMEROS CRISTIANOS”
En la iglesia evangélica de hoy, el bautismo en agua generalmente se considera cosa de poca importancia, por lo menos cuando se trata los pasos a la salvación. Pero el bautismo tenía el más alto significado a los primeros cristianos. Ellos relacionaron tres puntos de gran importancia con el bautismo:
1. El perdón de los pecados. Ellos creyeron que el bautismo cancelaba todos los pecados pasados. Por ejemplo, Justino escribió: “No hay otra manera [de obtener las promesas de Dios] sino sólo ésta: conocer a Cristo, ser lavados en la fuente de la cual habla Isaías para la remisión de los pecados, y desde ese momento en adelante, vivir vidas sin pecado.” (Justino, 150 d.C)
En cuanto al bautismo y al perdón de los pecados, ellos se basaron en los siguientes pasajes bíblicos, y otros semejantes:
“Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hechos 22.1“Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación del Espíritu Santo” (Tito 3.5). “El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo” (1 Pedro 3.21) “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados” (Hechos 2.38).
2. El nuevo nacimiento. Basándose en las palabras de Jesús a Nicodemo, los primeros cristianos también creían que el bautismo en agua era el medio por el cual uno nacía de nuevo. Ireneo hizo mención de eso en un tratado sobre el bautismo: “Siendo leprosos en el pecado, somos lavados de nuestras transgresiones antiguas por medio del agua sagrada y la invocación al Señor. De esta manera somos regenerados espiritualmente como niños recién nacidos, así como el Señor ha dicho: ‘El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios’” (150-205 d.C) (Juan 3.5).
3. La iluminación espiritual. Los primeros cristianos creían que la persona recién bautizada, después de recibir el Espíritu Santo, tenía una comprensión más clara de las cosas espirituales, porque recibía iluminación como un hijo de Dios y un ciudadano de su reino.
Clemente de Alejandría escribió de estas tres obras espirituales y su relación con el bautismo: “Esta obra a veces se llama gracia; otras veces, iluminación, perfección, o lavamiento. Es el lavamiento por el cual nos limpiamos de nuestros pecados; la gracia por la cual la condenación de nuestros pecados se cancela; y la iluminación por la cual vemos la santa luz de la salvación, esto es, por medio de la cual vemos a Dios claramente.” (180-200 d.C)
En una carta a un joven amigo cristiano, Cipriano explicó su propio bautismo en semejante forma: “Considerando mi carácter en ese tiempo, yo creía que fuera cosa difícil que un hombre naciera de nuevo. . . . O que un hombre por haber sido avivado a una vida nueva en el baño del agua salvadora dejara lo que siempre había sido—que fuera transformado en el corazón y el alma mientras aún retuviera su cuerpo físico. . . . Antes yo daba rienda suelta a mis pecados como si fueran en realidad una parte de mi ser, innatos a mi naturaleza. Pero después, con la ayuda del agua del nuevo nacimiento, la mancha de aquellos años se lavó, y una luz de lo alto, serena y pura, penetró en mi corazón ya reconciliado. Entonces por el Espíritu mandado del cielo, en un segundo nacimiento, me hizo un nuevo hombre.” (200-258 d.C)
El bautismo no era una ceremonia sin significado
Para resumir, para los primeros cristianos el bautismo era la ceremonia sobrenatural de iniciación a la vida cristiana. Por medio de esa ceremonia el nuevo converso pasaba de la naturaleza vieja de la carne a la naturaleza del nuevo hombre renacido. Pero por favor no consideren equivalente esta ceremonia a la ceremonia sin significado de la iglesia después del concilio de Nicea. Los primeros cristianos no separaban el bautismo de la fe y el arrepentimiento personal. El bautismo de ellos no era un rito mágico que pudiera regenerar a una persona sin que fuera acompañado de la fe y el arrepentimiento. Ellos enseñaban claramente que Dios no tenía ninguna obligación de conceder el perdón de pecados sencillamente porque una persona pasara por la ceremonia del bautismo. Entendían que una persona sin fe no podía renacer por medio del bautismo.
En su Primera Apología, Justino explicó a los romanos como la fe, el arrepentimiento, y el bautismo son inseparablemente entretejidos: “Aquellos que están convencidos de que lo que enseñamos es cierto y que desean vivir de acuerdo con ello, les instruimos que ayunen y que oren a Dios para recibir el perdón de todos sus pecados pasados. También ayunamos y oramos con ellos. Entonces los llevamos a un lugar donde hay agua, y son regenerados de la misma manera en que nosotros mismos fuimos regenerados. Reciben luego el lavamiento de agua en el nombre de Dios y de nuestro Salvador Jesucristo, y del Espíritu Santo. Porque Cristo dijo: ‘El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios’” (150 d.C) (Juan 3.3).
La ceremonia de iniciación que usan los evangélicos hoy
Es interesante notar que los evangélicos aún reconocen que se necesita algún tipo de ceremonia de iniciación para señalar el renacimiento cristiano. Pero extrañamente, hemos rechazado la ceremonia histórica del bautismo, y hemos hecho nuestra propia ceremonia—el llamamiento al altar.
Cuando Pedro predicó a los judíos en el día de Pentecostés, sus oyentes clamaron: “¿Qué haremos?” ¿Qué les dijo Pedro, que pasaran adelante y que invitaran a Jesús a entrar en sus corazones? No. El les dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados” (Hechos 2.38). Ya que aun nosotros sentimos la necesidad de asociar nuestro nacimiento espiritual con un día y una hora fija, ¿por qué no lo asociamos con el bautismo, y no con el llamamiento al altar? En realidad, el llamamiento al altar y las oraciones correspondientes salieron de los grandes movimientos de avivamiento de los siglos dieciocho y diecinueve, y ningún cristiano antes de esa época usaba tales medios.