CELIBATO

Entonces él les dijo: No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado. Pues hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba. Mateo 19:11-12

Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo; pero si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando. 1 Corintios 7:8-9

Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente… Estos son los que no se contaminaron con mujeres, pues son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va. Estos fueron redimidos de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero. Apocalipsis 14:1, 4

El que es puro en la carne, siga siéndolo, y no se envanezca, sabiendo que es otro el que le concede su continencia. Clemente de Roma (30-100 d.C.)

Si alguno puede permanecer en castidad para honrar la carne del Señor, que lo haga sin jactarse. Si se jacta, está perdido; y si llega a ser conocido más que el obispo, está contaminado. Ignacio (105 d.C.)

Entre nosotros hay muchos y muchas que, hechos discípulos de Cristo desde la niñez, permanecen vírgenes hasta los sesenta y los setenta años, y yo me glorío que se los puedo mostrar de entre toda la raza humana. Justino Mártir (160 d.C.)

Por tanto, no contraemos matrimonio sino para la procreación y educación de los hijos o, si renunciamos a él, vivimos en perpetua continencia. Justino Mártir (160 d.C.)

Y hasta es fácil hallar entre nosotros muchos hombres y mujeres que han llegado célibes (vírgenes) hasta su vejez con la esperanza de alcanzar así una mayor intimidad con Dios. Ahora bien, si el permanecer en virginidad y celibato nos acerca más a Dios, mientras que el mero pensamiento y deseo de unión aparta, si huimos aun de los pensamientos, mucho más rechazaremos las obras. Porque nuestra religión no consiste en cuidados discursos, sino en la demostración y la enseñanza de las obras: o hay que permanecer tal como uno nació, o hay que casarse una sola vez. Atenágoras (175 d.C.)

“Sobre las vírgenes no tengo un precepto del Señor; mas les doy un consejo, como quien ha conseguido la misericordia del Señor, a fin de ser fiel.” En cambio dice en otro verso: “Que Satanás no les tiente por su incontinencia.”Así pues, si en el Nuevo Testamento notamos a los apóstoles hacer ciertos permisos por motivo de la incontinencia de algunos, a fin de que no apostaten de Dios, porque estando endurecidos podrían desesperar de la salvación, no se admiren si en el Antiguo el mismo Dios quiso hacer algo semejante por la costumbre del pueblo. Ireneo (180 d.C.)

El que permanece célibe por no separarse del servicio del Señor, alcanzará una gloria celestial. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Pero más altos aún y más dichosos grados son la paciencia corporal. Ella eleva a la santidad la continencia de la carne; sostiene a la viudez, conserva la virginidad, y al voluntario eunuco lo levanta hasta el reino de los cielos. Tertuliano (197 d.C.)

A nosotros no puede invadirnos este error, porque nos cerca la muralla de la observancia fiel de la castidad; pues ésta nos defiende del estupro y adulterio voluntario… Otros muchos cristianos, así jóvenes como viejos, viven más seguros de estos riesgos, porque vencen este error con virginal continencia. Tertuliano (197 d.C.)

Y hay muchos entre nosotros que disfrutan, sin jactarse, de la virginidad perpetua de un cuerpo intacto. Marco Minucio Félix (200 d.C.)

Nosotros no rechazamos el matrimonio; simplemente nos abstenemos de él voluntariamente. Ni prescribimos el celibato como una regla, sino sólo lo recomendamos. Lo consideramos como un buen estado, sí, quizá la mejor opción, si cada hombre lo usa diligentemente de acuerdo a su capacidad. Pero, al mismo tiempo, defendemos firmemente el matrimonio. Tertuliano (207 d.C.)

Si le ofrecemos nuestra castidad, quiero decir, la castidad de nuestro cuerpo, recibiremos de El la castidad del espíritu... Este es el voto del nazareno, que es superior a los demás votos. Porque ofrecer un hijo o una hija, una ternera o una propiedad, todo esto es algo exterior a nosotros. Pero ofrecerse uno mismo a Dios y agradarle, no con méritos de otro, sino con nuestro propio trabajo, esto es más perfecto y sublime que todos los votos; el que esto hace es imitador de Cristo. Orígenes (225 d.C.)

Nosotros tenemos por patria el paraíso… allí (están) las vírgenes que triunfaron de la concupiscencia de la carne con el vigor de la castidad, allí los galardonados por su misericordia, que hicieron obras buenas. Cipriano (250 d.C.)

El Señor no ordena el celibato, pero si lo exhorta… Cuando Él dice que en la casa de su Padre hay muchas moradas, indica que las hay de distintas clases. Ustedes (vírgenes) están en busca de las mejores habitaciones. Cipriano (250 d.C.)

Todos los deseos irracionales de una persona virgen son rechazados del cuerpo por la enseñanza divina. Metodio (290 d.C.)

El Señor no declara dar los mismos honores a todos… Él anuncia que la orden y el coro santo de vírgenes entrarán primero en compañía con Él en el descanso de la nueva dispensación, como en una cámara nupcial. Pues ellos son mártires, no porque soportaron los sufrimientos del cuerpo por un breve tiempo, sino porque lo soportaron durante todas sus vidas. Metodio (290 d.C.)

VER TAMBIÉN MATRIMONIO; VÍRGENES

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