SANTA CENA

I. El significado de la santa cena o eucaristía
II. Cómo fue celebrada la santa cena

I. El significado de la santa cena o eucaristía (Volver arriba)

Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. Mateo 26:26-28

Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. Juan 6:51-55

La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? 1 Corintios 10:16

Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por ustedes es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga. De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. 1 Corintios 11:23-27

El pan, es la medicina de la inmortalidad y el antídoto para que no tengamos que morir, sino vivir para siempre en Jesucristo. Ignacio (105 d.C.)

No tengo deleite en el alimento de la corrupción o en los deleites de esta vida. Deseo el pan de Dios, que es la carne de Cristo, que era del linaje de David; y por bebida deseo su sangre, que es amor incorruptible. Ignacio (105 d.C.)

Sean cuidadosos, pues, observando una eucaristía porque hay una carne de nuestro Señor Jesucristo y una copa en unión en su sangre. Ignacio (105 d.C.)

(Los herejes gnósticos) se abstienen de la eucaristía y de la oración, porque ellos no admiten que la eucaristía sea la carne de nuestro Salvador Jesucristo, cuya carne sufrió por nuestros pecados, y a quien el Padre resucitó por su bondad. Por tanto, aquellos que hablan contra este don de Dios peligran de muerte. Ignacio (105 d.C.)

A este alimento lo llamamos eucaristía. A nadie le es lícito participar si no cree que nuestras enseñanzas son verdaderas, ha sido lavado en el baño de la remisión de los pecados y la regeneración, y vive conforme a lo que Cristo nos enseñó. Porque no los tomamos como pan o bebida comunes, sino que, así como Jesucristo, nuestro Salvador, se encarnó por virtud del Verbo de Dios para nuestra salvación, del mismo modo nos han enseñado que esta comida, de la cual se alimentan nuestra carne y nuestra sangre, es la carne y la sangre del mismo Jesús encarnado, pues en esos alimentos se ha realizado el prodigio mediante la oración que contiene las palabras del mismo Cristo. Los apóstoles, en sus comentarios, que se llaman evangelios, nos transmitieron que así se lo ordenó Jesús cuando, tomó el pan y, dando gracias, dijo: Hagan esto en conmemoración mía; esto es mi cuerpo. Y de la misma manera, tomando el cáliz dio gracias y dijo: estoo es mi sangre. Y sólo a ellos lo entregó. Justino Mártir (160 d.C.)

Cristo, tomó el pan criatural y, dando gracias, dijo: “Esto es mi cuerpo.” Y del mismo modo, el cáliz, también tomado de entre las criaturas como nosotros, confesó ser su sangre, y enseñó que era la ofrenda del Nuevo Testamento. La iglesia, recibiéndolo de los apóstoles, en todo el mundo ofrece a Dios, que nos da el alimento, las primicias de sus dones. Ireneo (180 d.C.)

¿Cómo dicen (los herejes) que la carne alimentada con el cuerpo y la sangre del Señor se corrompe y no puede participar de la vida? Cambien, pues, de parecer, o dejen de ofrecer estas cosas. Por el contrario, para nosotros concuerdan lo que creemos y la eucaristía y, a su vez, la eucaristía da solidez a lo que creemos. Le ofrecemos lo que le pertenece, y proclamamos de manera concorde la unión y comunidad entre la carne y el espíritu. Porque, así como el pan que brota de la tierra, una vez que se pronuncia sobre él la invocación de Dios, ya no es pan común, sino que es la eucaristía compuesta de dos elementos, terreno y celestial, de modo semejante también nuestros cuerpos, al participar de la eucaristía, ya no son corruptibles, sino que tienen la esperanza de resucitar para siempre. Ireneo (180 d.C.)

Están enteramente locos quienes rechazan toda la economía de Dios, al negar la salvación de la carne y despreciar su nuevo nacimiento, pues dicen que ella no es capaz de ser incorruptible. Pues si ésta no se salva, entonces ni el Señor nos redimió con su sangre, ni el cáliz de la eucaristía es comunión con su sangre, ni el pan que partimos es comunión con su cuerpo. Porque la sangre no puede provenir sino de las venas y de la carne, y de todo lo que forma la sustancia del hombre, por la cual, habiéndola asumido verdaderamente el Verbo de Dios, nos redimió con su sangre. Como dice el apóstol: “En él tenemos la redención por su sangre y la remisión de los pecados.” Ireneo (180 d.C.)

Luego, por la sabiduría divina, se hace útil a los hombres, y recibiendo la palabra de Dios, se convierte en eucaristía, que es el cuerpo y la sangre de Cristo. De modo semejante también nuestros cuerpos, alimentados con ella y sepultados en la tierra, se pudren en ésta para resucitar en el tiempo oportuno: es el Verbo de Dios quien les concede la resurrección, para la gloria de Dios. Ireneo (180 d.C.)

Coman mi carne, dice El, y beban mi sangre. Estos son los alimentos apropiados que nos suministra el Señor: ofrece su carne y vierte su sangre, y nada falta para el crecimiento de los hijos, ¡Oh misterio increíble! Nos manda despojarnos de nuestra vieja y carnal corrupción y renunciar al alimento viejo, recibiendo, en cambio, otro régimen, el de Cristo. Le recibimos a El mismo, en cuanto esto es posible, para introducirlo dentro de nosotros y así abrazar a nuestro Salvador, para que podamos de esta manera corregir las pasiones de nuestra carne. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Por analogía, el vino se mezcla con agua, y el Espíritu, con el hombre. Y lo primero, la mezcla de vino y agua, alimenta para la fe; lo segundo, el Espíritu, conduce a la inmortalidad. Y la mezcla de ambos, de la bebida y del Verbo, se llama eucaristía, don laudable y excelente, que santifica en cuerpo y alma a los que lo reciben con fe. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

La iglesia es donde va a beber su fe: la fe que se sella con el agua, que se viste con el Espíritu Santo, que se alimenta con la eucaristía. Tertuliano (197 d.C.)

Al ofrecer el cáliz ha de guardarse la tradición del Señor, ni hemos de hacer nosotros otra cosa más que la que el Señor hizo primeramente por nosotros, a saber, que en el cáliz que se ofrece en su conmemoración se ofrezca una mezcla de agua y vino... No puede creerse que la sangre de Cristo esté en el cáliz, con la cual hemos sido redimidos y vivificados, si no hay en el cáliz el vino por el que se manifiesta la sangre de Cristo. Cipriano (250 d.C.)

Vemos que el agua representa al pueblo, mientras que el vino representa la sangre de Cristo. Así pues, cuando en el cáliz se mezclan el agua y el vino, el pueblo se une con Cristo, y la multitud de los creyentes se une y se junta a aquel en quien cree. Esta unión y conjunción de agua y vino en el cáliz del Señor hace una mezcla que ya no puede deshacerse…. Por esto al consagrar el cáliz del Señor no se puede ofrecer ni agua sola ni vino solo: si uno ofrece solo vino, se hará presente la sangre de Cristo sin nosotros; si sólo hay agua, se hará presente el pueblo sin Cristo. En cambio, cuando se mezclan ambas cosas hasta formar un todo sin distinción y perfectamente uno, entonces se consuma el misterio celestial y espiritual. Cipriano (250 d.C.)

II. Cómo fue celebrada la santa cena (Volver arriba)

En lo concerniente a la eucaristía, den gracias de esta manera. Al tomar la copa, digan: “Te damos gracias, oh Padre nuestro, por la santa viña de David, tu siervo, que nos ha dado a conocer por Jesús, tu servidor. A ti sea la gloria por los siglos de los siglos.”Y después de partir el pan, digan: “¡Padre nuestro! Te damos gracias por la vida y por el conocimiento que nos has revelado por tu siervo, Jesús. ¡A ti sea la gloria por los siglos de los siglos! De la misma manera que este pan que partimos, estaba esparcido por las altas colinas, y ha sido juntado, te suplicamos, que de todas las extremidades de la tierra, reúnas a tu iglesia en tu reino, porque te pertenece la gloria y el poder (que ejerces) por Jesucristo, en los siglos de los siglos.” Que nadie coma ni beba de esta eucaristía, sin haber sido antes bautizado en el nombre del Señor; puesto que el mismo dice sobre el particular: “No den lo santo a los perros.” Cuando estén saciados, den gracias de esta manera. Didaché (80-140 d.C.)

Cuando se reunieren en el domingo del Señor, partan el pan, y para que el sacrificio sea puro, den gracias después de haber confesado sus pecados. El que de entre ustedes estuviere enemistado con su amigo, que se aleje de la asamblea hasta que se haya reconciliado con él, a fin de no profanar su sacrificio. He aquí las propias palabras del Señor: “En todo tiempo y lugar me traerán una víctima pura, porque soy el gran Rey, dice el Señor, y entre los pueblos paganos, mi nombre es admirable.” Didaché (80-140 d.C.)

Consideren como eucaristía válida la que tiene lugar bajo el obispo o bajo uno a quien él la haya encomendado. Ignacio (105 d.C.)

Terminadas las oraciones (en el culto), nos damos el ósculo de la paz. Luego, se ofrece pan y un vaso de agua y vino a quien dirige, que los toma, y da alabanza y gloria al Padre del universo, en nombre de su Hijo y por el Espíritu Santo. Después pronuncia una larga acción de gracias por habernos concedido los dones que de Él nos vienen. Y cuando ha terminado las oraciones y la acción de gracias, todo el pueblo presente aclama diciendo: Amén, que en hebreo quiere decir así sea. Cuando el primero ha dado gracias y todo el pueblo ha aclamado, los que llamamos diáconos dan a cada asistente parte del pan y del vino con agua sobre los que se pronunció la acción de gracias, y también lo llevan a los ausentes. Justino Mártir (160 d.C.)

A este alimento lo llamamos eucaristía. A nadie le es lícito participar si no cree que nuestras enseñanzas son verdaderas, ha sido lavado en el baño de la remisión de los pecados y la regeneración, y vive conforme a lo que Cristo nos enseñó. Porque no los tomamos como pan o bebida comunes. Justino Mártir (160 d.C.)

El día que se llama del sol [el domingo], se celebra una reunión de todos… y se leen los recuerdos de los apóstoles o los escritos de los profetas… Después nos levantamos todos a una, y elevamos nuestras oraciones. Al terminarlas, se ofrece el pan y el vino con agua como ya dijimos… y el que preside, según sus fuerzas, también eleva sus oraciones y acciones de gracias, y todo el pueblo exclama: Amén. Entonces viene la distribución y participación de los alimentos consagrados por la acción de gracias y su envío a los ausentes por medio de los diáconos. Justino Mártir (160 d.C.)

Al ofrecer al Rey nuestra ofrenda le rendimos honor y le mostramos afecto. Esto es lo que el Señor, queriendo que lo hiciésemos con toda simplicidad e inocencia, enseñó a ofrecer diciendo: “Si al presentar tu ofrenda ante el altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, primero ve a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda.” Ireneo (180 d.C.)

Mas, como la iglesia lo ofrece con simplicidad, ante Dios este sacrificio (la eucaristía) se le tiene por puro… Conviene, pues, que ofrezcamos a Dios el sacrificio y que en todo seamos gratos a Dios, con pensamientos puros, con fe sin hipocresía, con esperanza firme, fervientes en el amor, ofreciendo las primicias de sus criaturas. Y sólo la iglesia ofrece esta ofrenda pura a Dios, cuando la presenta en acción de gracias por los dones que provienen de la creación. Ireneo (180 d.C.)

El sacramento de la eucaristía, instituido por el Señor en el momento de la comida y para todos, lo tomamos nosotros también en las reuniones antes del amanecer y no lo recibimos de manos de otros fuera de los que presiden… Sufrimos con escrúpulo que se caiga al suelo algo de nuestro cáliz o de nuestro pan. Tertuliano (197 d.C.)

VER TAMBIÉN CULTO CRISTIANO; DÍA DEL SEÑOR

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