CRISTIANISMO

I. Descripción de los cristianos
II. Crecimiento del cristianismo
III. El significado del nombre “cristiano”
IV. Verdaderas acusaciones contra los cristianos
V. Falsas acusaciones contra los cristianos
VI. Defensa del cristianismo

I. Descripción de los cristianos (Volver arriba)

Ustedes son la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbran a todos los que están en casa. Así alumbre su luz delante de los hombres, para que vean sus buenas obras, y glorifiquen a su Padre que está en los cielos. Mateo 5:14-16

Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena su manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de ustedes como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar sus buenas obras. 1 Pedro 2:11-12

(Los cristianos) eran todos humildes en el ánimo y libres de arrogancia, mostrando sumisión en vez de reclamarla, más contentos de dar que de recibir, y contentos con las provisiones que Dios les proveía. Y prestando atención a sus palabras, las depositaban diligentemente en sus corazones, y tenían los sufrimientos de Cristo delante de los ojos. Así se les había concedido una paz profunda y rica, y un deseo insaciable de hacer el bien… Eran sinceros y sencillos, y libres de malicia entre ustedes… No se cansaban de obrar bien, sino que estaban dispuestos para toda buena obra. Estando adornados con una vida honrosa y virtuosa en extremo, ejecutaban todos sus deberes en el temor de Dios. Los mandamientos y las ordenanzas del Señor estaban escritos en las tablas de su corazón. Clemente de Roma (30-100 d.C.)

Así pues, todos son compañeros en el camino… adornados de pies a cabeza en los mandamientos de Jesucristo. Ignacio (105 d.C.)

Porque los cristianos no se distinguen del resto de la humanidad ni en la localidad, ni en el habla, ni en las costumbres. Porque no residen en ciudades propias, ni usan una lengua distinta, ni practican alguna clase de vida extraordinaria… Pero si bien residen en ciudades de griegos y bárbaros, según ha dispuesto la suerte de cada uno, y siguen las costumbres nativas en cuanto a alimento, vestido y otros arreglos de la vida, pese a todo, la constitución de su propia ciudadanía, que ellos nos muestran, es maravillosa (paradójica), y evidentemente desmiente lo que podría esperarse. Residen en sus propios países, pero sólo como transeúntes; comparten lo que les corresponde en todas las cosas como ciudadanos, y soportan todas las opresiones como los forasteros. Todo país extranjero les es patria, y toda patria les es extraña. .. Se hallan en la carne, y, con todo, no viven según la carne. Su existencia está en la tierra, pero su ciudadanía está en el cielo. Obedecen las leyes establecidas, y sobrepasan las leyes con sus propias vidas. Aman a todos los hombres, y son perseguidos por todos. No se hace caso de ellos, y, pese a todo, se les condena. Se les da muerte, y aun así están revestidos de vida. Epístola a Diogneto (125-200 d.C.)

En una palabra, lo que el alma es en un cuerpo, esto son los cristianos en el mundo. El alma se desparrama por todos los miembros del cuerpo, y los cristianos por las diferentes ciudades del mundo. El alma tiene su morada en el cuerpo, y, con todo, no es del cuerpo. Así que los cristianos tienen su morada en el mundo, y aun así no son del mundo. El alma que es invisible es guardada en el cuerpo que es visible; así los cristianos son reconocidos como parte del mundo, y, pese a ello, su religión permanece invisible. La carne aborrece al alma y está en guerra con ella, aunque no recibe ningún daño, porque le es prohibido permitirse placeres; así el mundo aborrece a los cristianos, aunque no recibe ningún daño de ellos, porque están en contra de sus placeres. El alma ama la carne, que le aborrece y (ama también) a sus miembros; así los cristianos aman a los que les aborrecen. El alma está aprisionada en el cuerpo, y, con todo, es la que mantiene unido al cuerpo; así los cristianos son guardados en el mundo como en una casa de prisión, y, pese a todo, ellos mismos preservan el mundo. El alma, aunque en sí inmortal, reside en un tabernáculo mortal; así los cristianos residen en medio de cosas perecederas, en tanto que esperan lo imperecedero que está en los cielos. Epístola a Diogneto (125-200 d.C.)

Sus mujeres, oh rey, son puras como vírgenes, y sus hijas son modestas. Sus hombres se guardan de toda unión ilegítima y de toda impureza… Por consiguiente, si algunos de ellos tiene esclavos varones o mujeres o hijos, con amor hacia éstos, los persuaden a ser cristianos. Y cuando lo han logrado, los llaman hermanos sin distinción. No adoran a dioses extraños, y se dirigen por sus caminos con toda modestia y alegría. La falsedad no tiene lugar entre ellos. (Arístides 125 d.C.)

Justino describe cómo veía en su vida pasada a los cristianos cuando éstos eran llevados a la muerte.

Y yo mismo, me deleitaba con la doctrina de Platón y oía hablar de los crímenes que se imputaban a los cristianos, pero les veía acercarse serenos a la muerte y a las demás cosas que parecen temibles a los hombres, comprendía que era imposible que aquellos hombres viviesen en la maldad y en el amor de los placeres. Justino Mártir (160 d.C.)

Yo no deseo ser un rey. No anhelo ser rico. Rechazo toda posición militar. Detesto la fornicación. No soy llevado por un amor insaciable de ganancias [financieras] para hacerme a la mar. No compito por una corona. Estoy libre de una sed excesiva por la fama. Desprecio la muerte. Soy superior a todo tipo de placeres. Mi alma no es consumida por la pesadumbre. Si soy esclavo, soporto la servidumbre; si soy libre, no me jacto de mi buen nacimiento. ¡Mueran al mundo, repudiando la locura que hay en él! ¡Vivan para Dios! Taciano (160 d.C.)

Entre nosotros no hay deseos de vanagloria, ni seguimos variedad de opiniones. Pues, habiendo renunciado lo popular y terrenal por obedecer los mandamientos de Dios y seguir la ley del Padre de la inmortalidad, rechazamos todo aquello que descansa sobre la base de opiniones humanas… Pues las cosas que vienen de Dios sobrepasan en valor a los premios de este mundo. Taciano (160 d.C.)

Entre nosotros fácilmente podrán encontrar personas sencillas, y artesanos, que si con palabras no son capaces de mostrar con razones la utilidad de su religión, muestran con las obras que han hecho una buena elección. Porque no se dedican a aprender discursos de memoria, sino que manifiestan buenas acciones: no hieren al que los hiere, no llevan a los tribunales al que les despoja, dan a todo el que pide y aman al prójimo como a sí mismos… estando persuadidos de que de toda esta vida presente hemos de dar cuenta al Dios que nos ha creado a nosotros y que ha creado al mundo, escogemos la vida moderada, piadosa y despreciada. Atenágoras (175 d.C.)

(Los cristianos) son los que más que todas las naciones de la tierra han hallado la verdad… Los mandamientos del mismo Señor Jesucristo los tienen grabados en sus corazones y los guardan, esperando la resurrección de los muertos y la vida del siglo por venir. No adulteran, no fornican, no levantan falso testimonio, no codician los bienes ajenos, honran al padre y a la madre, aman a su prójimo y juzgan con justicia. Lo que no quieren que se les haga a ellos no lo hacen a otros. A los que los agravian, los exhortan y tratan de hacérselos amigos, ponen empeño en hacer bien a sus enemigos, son mansos y modestos... Se contienen de toda unión ilegítima y de toda impureza... No desprecian a la viuda, no contristan al huérfano; el que tiene, le suministra abundantemente al que no tiene. Si ven a un forastero, le acogen bajo su techo y se alegran con él como con un verdadero hermano. Porque no se llaman hermanos según la carne, sino según el alma. Están dispuestos a dar sus vidas por Cristo, pues guardan con firmeza sus mandamientos, viviendo santa y justamente según se lo ordenó el Señor Dios, dándole gracias en todo momento por toda comida y bebida y por los demás bienes. Atenágoras (175 d.C.)

Por amor a otro el cristiano se hace pobre a sí mismo, para que no pase por alto ningún hermano que tenga necesidad. Comparte, especialmente si cree que él puede soportar la pobreza mejor que su hermano. También considera que el sufrir de otro es su propio sufrir. Y si sufre algo por haber compartido de su propia pobreza, no se queja. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Nosotros nos conducimos quieta y modestamente. Podría decir que somos conocidos más como individuos que como comunidades organizadas. Somos notables sólo por reformar nuestros vicios pasados. Tertuliano (212 d.C.)

II. Crecimiento del cristianismo (Volver arriba)

Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin. Mateo 24:14

Pero no hallándolos, trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá. Hechos 17:6

Si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro. Colosenses 1:23

La obra no es ya de persuasión, sino que el cristianismo tiene más poder, siempre que sea aborrecido por el mundo. Ignacio (105 d.C.)

En una palabra, lo que el alma es en el cuerpo, esto son los cristianos en el mundo. El alma se desparrama por todos los miembros del cuerpo, y los cristianos por las diferentes ciudades del mundo… El alma, cuando es tratada duramente en la cuestión de carnes y bebidas, es mejorada; y lo mismo los cristianos cuando son castigados aumentan en número cada día. Epístola a Diogneto (125-200 d.C.)

La iglesia engendra un gran número de frutos, es decir, de salvos, porque ya no es un intercesor, Moisés, ni un mensajero, Elías, quienes nos salvan sino el Señor en persona, que da más hijos a la iglesia que a la sinagoga del pasado. Ireneo (180 d.C.)

Entre más nos persigan ustedes, más crecemos nosotros. La sangre de los cristianos es una semilla… Y después de meditar en ello, ¿quién habrá entre ustedes que no quisiera entender el secreto de los cristianos? Y después de inquirir, ¿quién habrá que no abrace nuestra enseñanza? Y cuando la haya abrazado, ¿quién no sufrirá la persecución de buena voluntad para que también participe de la plenitud de la gracia de Dios? Tertuliano (197 d.C.)

Estos bárbaros numerosos son, pero están encerrados en los límites de un reino; los cristianos habitan provincias sin fronteras. Ayer nacimos, y hoy llenamos el imperio: las ciudades, las islas, los castillos, las villas, las aldeas, los reales, las tribus, las decurias, el palacio, el Senado, el consistorio. Solamente dejamos vacíos los templos para ustedes. Tertuliano (197 d.C.)

Y en la actualidad, a medida que las costumbres depravadas se difunden de día en día, los ritos repugnantes de esta turba impía (los cristianos) se extienden por todo el orbe, como la mala hierba que crece más rápidamente. Se trata de una conspiración que hay que sacar completamente a la luz y condenar. Marco Minucio Félix, citando a un pagano antagonista (200 d.C.)

El que nuestro número aumente de día en día no es un delito que ponga de manifiesto nuestro error, sino más bien un signo de aprobación, ya que noble y excelente género de vida es aquel que lleva a perseverar en él a quien lo practica y a adherirse al extraño. Marco Minucio Félix (200 d.C.)

Observamos cuan poderosa ha llegado a ser la palabra en pocos años, a pesar de las conspiraciones contra aquellos que conocen el cristianismo… a pesar del pequeño número de sus maestros, fue predicado en todo el mundo. Como resultado, griegos y bárbaros, sabios e ignorantes, se rindieron a la adoración de Jesús. Podemos decir con libertad que tal resultado está más allá del poder humano. Orígenes (248 d.C.)

Toda forma de adoración será destruida, excepto la de Cristo, la cual prevalecerá sola. En verdad, un día triunfará; pues sus principios toman posesión de la mente de los hombres cada vez más todos los días. Orígenes (248 d.C.)

Nuestro número está creciendo continuamente… la ley divina ha sido recibida desde donde se levanta el sol hasta su ocaso. Y cada sexo, toda edad, nación y pueblo, con la misma mente, obedece a Dios. Lactancio (304-313 d.C.)

III. El significado del nombre “cristiano” (Volver arriba)

Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía. Hechos 11:26

Por tanto, es apropiado que no sólo seamos llamados cristianos, sino que lo seamos… Rueguen, sólo, que yo tenga poder por dentro y por fuera, de modo que no sólo pueda decirlo, sino también desearlo; que pueda no sólo ser llamado cristiano, sino que lo sea de veras. Ignacio (105 d.C.)

Confesamos que somos cristianos, aunque sabemos que semejante confesión lleva consigo la pena de muerte. Justino Mártir (160 d.C.)

Porque se nos acusa de que somos cristianos, es decir, buenos, mas aborrecer lo que es bueno resulta contrario a la justicia. Por otra parte, si alguno reniega de ese nombre y afirma que no es cristiano, lo dejan libre, como quien no tiene otro delito de que ser acusado. Pero si alguno confiesa, le imponen la pena por la sola confesión, siendo así que lo oportuno sería examinar la conducta del que confiesa y del que niega, para que por los actos pueda conocerse la calidad de cada uno. Justino Mártir (160 d.C.)

No se preocupen absolutamente nada de nosotros, a quienes llaman cristianos y, aunque no cometamos injusticias y nos portemos de la forma más piadosa y justa permiten que se nos persiga, que se nos secuestre y que se nos expulse; que la mayoría nos ataque únicamente por nuestro nombre. Atenágoras (175 d.C.)

También Santos, mientras sus verdugos esperaban que a fuerza de torturas conseguirían hacerle confesar algún crimen, no dijo su nombre ni el de su nación, ni el de su ciudad, ni aun si era esclavo o libre, sino que a todas las preguntas respondía en latín: “Soy cristiano.” Esto era para él su nombre, su patria y su raza, y los gentiles no pudieron hacerle pronunciar otras palabras. Los mártires de Lyon, Francia (177 d.C.)

Pero ahora ambas cosas se desprecian; ni se trata de inquirir la pureza de la doctrina ni la vida perfecta de su autor; sólo el nombre es acusado, sólo el nombre es perseguido; a una religión no examinada, a un autor no conocido, a unos discípulos no oídos, sola una vez los condena, no por convencidos de malos, sino porque se llaman así (“cristianos”). Tertuliano (197 d.C.)

Si lo que se odia es el nombre, ¿qué culpa tienen los nombres? ¿De qué se puede acusar a los vocablos sino de que suena a bárbaro la voz de algún nombre, o mal augurio, o a maldición, o a impurezas? El nombre cristiano, pero, en cuanto a su etimología se deriva de unción. Aun cuando ustedes malamente lo pronuncian diciendo ‘crestiano’, que ni siquiera tienen un conocimiento exacto de este nombre, compuesto de suavidad y de bondad. Se odia, pues, en hombres inofensivos un nombre inofensivo. Tertuliano (197 d.C.)

Un sacrílego padece en el tormento mientras niega: si confiesa, líbrenle del potro y dale la pena del delito; mas el cristiano padece mientras confiesa, y si niega, queda absolutamente libre de todo castigo como inocente. Grita en el potro el cristiano: yo soy cristiano. El dice lo que es, y tú quieres oír lo que no es… Por esto nos atormentan si confesamos, nos sentencian si perseveramos, nos absuelven si negamos, porque la batalla solo es a causa del nombre. Tertuliano (197 d.C.)

IV. Verdaderas acusaciones contra los cristianos (Volver arriba)

Escrito por un filósofo cínico, antagonista de los cristianos.

Porque estos desgraciados (los cristianos) viven en la convicción de que serán inmortales y que vivirán por siempre, por lo que desprecian la muerte… Aún más, su primer legislador (Cristo) los persuadió de que todos ellos se habían hecho hermanos desde que hubieron traicionado a los dioses helénicos, adorado a su maestro crucificado y vivido de acuerdo con sus leyes; por consiguiente, estimaban todas las cosas con igual indiferencia, considerándolas posesión común. Luciano (165 d.C.)

Las cinco siguientes citas fueron escritas por Celso, un romano incrédulo, enemigo de los cristianos.

Hay una raza nueva de hombres nacidos ayer, sin patria ni tradiciones, asociados entre sí contra todas las instituciones religiosas y civiles, perseguidos por la justicia, universalmente cubiertos de infamia, pero auto glorificándose con la común blasfemia: son los cristianos. Mientras las sociedades autorizadas y organizaciones tradicionales se reúnen abiertamente y a la luz del día, ellos mantienen reuniones secretas e ilícitas para enseñar y practicar sus doctrinas. Se unen entre sí por un compromiso más sagrado que un juramento y así quedan confabulados para conspirar con más seguridad contra las leyes y así resistir más fácilmente a los peligros y a los suplicios que les amenazan. Celso (178 d.C.)

Una última observación se impone: supo¬niendo que Jesús, en conformidad con los profe¬tas de Dios y de los judíos, fuese el hijo de Dios, ¿cómo es que el Dios de los judíos les ordenó, por medio de Moisés, que adquiriesen las riquezas y el poder, que se multiplicasen hasta llenar la tierra, que masacrasen a sus enemigos sin perdo¬nar siquiera a los niños y exterminar toda la raza, lo que él mismo hace ante sus propios ojos, tal como cuenta Moisés? ¿Por qué los amenaza él, si desobedecieron sus mandamientos, de tratarlos como enemigos declarados, mientras que el Hijo, el nazareno, formula preceptos completamente opuestos: el rico no tendrá acceso hasta el Padre, ni el que ambiciona el poder, ni el que ama la sabiduría y la gloria; no nos debemos inquietar con las necesidades de subsistencia más que los cuervos; es necesario preocuparnos menos de la vestimenta que los lirios; si les diesen una bofe¬tada es preciso aprestarse a recibir una segunda? ¿Quién miente entonces: Moisés o Jesús? ¿Será que el Padre, cuando envió al Hijo, se olvidó de lo que le había dicho a Moisés? ¿Habrá cambiado de opinión, renegado de sus propias leyes y en¬cargado a su mensajero el promulgar otras completamente contrarias? Celso (178 d.C.)

Vamos a tratar de otro asunto. Los cristianos no pueden soportar la vista de templos, de altares ni de estatuas… Los persas comparten ese mismo sentimiento… Sé de buena fuente que entre los per¬sas la ley no permite construir altares, templos, es¬tatuas. Se considera locos a quienes lo hacen… El menosprecio que los cristianos muestran hacia los templos, las estatuas y los altares es como el signo y la señal de reunión, misteriosa y secreta, que entre sí intercambian. Celso (178 d.C.)

¡Ah! Sin duda, si se tratase de obligar a un hombre piadoso a cometer alguna acción impía o a pronunciar alguna palabra vergonzosa, él ten¬dría razón para soportar mil torturas a preferir hacerlo; pero tal no es el caso, cuando les mandan celebrar al Sol, o cantar un bello himno en honor a Atenas. Son formas de piedad y no podrá nunca haber en eso demasiada piedad… Supongan que les ordenen jurar por el Jefe del Imperio. No hay ningún mal en hacer tal cosa. Porque, es entre sus manos en donde fueron colocadas las cosas de la tierra, y es de él de quien reciben todos los bienes de la existencia… Si procuran destruir este principio, el príncipe los castigará, y razón tendrá; es que si todos los demás hiciesen como ustedes (los cristianos), nada im¬pediría que el Emperador se quedara solitario y abandonado y el mundo entero se tornaría presa de los bárbaros más salvajes y más groseros. Celso (178 d.C.)

(Ustedes, cristianos) apoyen al Emperador con todas sus fuerzas, compartan con él la defensa del Derecho; combatan por él, si lo exigen las circunstancias; ayúdenlo en el control de sus ejércitos. Por ello, cesen de huir de los deberes civiles y de rechazar el servicio militar; tomen su parte en las funciones públicas, si fuere preciso, para la salvación de las leyes y de la causa de la religión. Celso (178 d.C.)

Esta es la razón porque los cristianos son considerados enemigos públicos: ellos no rinden honores vanos, falsos y necios al Emperador. Tertuliano (197 d.C.)

Cuando ustedes nos acusan de haber abandonado las costumbres instituidas por nuestros antepasados, deben considerar una y otra vez, si esta acusación no se aplica a ustedes también. Tertuliano (197 d.C.)

Nuestra lucha es contra las instituciones de nuestros antepasados, contra la autoridad de las tradiciones, contra leyes humanas, contra los razonamientos de los sabios de este mundo, contra la antigüedad, y contra las costumbres que teníamos. Ya que todas estas cosas han ayudado en la creación del sistema falso de sus dioses. Tertuliano (197 d.C.)

Pero es precisamente esta eficacia del amor entre nosotros (los cristianos) lo que nos atrae el odio de algunos que dicen: miren cómo se aman, mientras ellos se odian entre sí. Mira cómo están dispuestos a morir el uno por el otro, mientras ellos están dispuestos, más bien, a matarse unos a otros. El hecho de que nos llamemos hermanos lo toman como una infamia. Tertuliano (197 d.C.)

(Los cristianos) menosprecian los templos como si fueran casas de los muertos. Rechazan a los dioses. Se ríen de cosas sagradas [de la idolatría]. Aunque pobres ellos mismos, sienten compasión de nuestros sacerdotes. Aunque medio desnudos, desprecian el honor y las túnicas de púrpura. ¡Qué descaro y tontería increíble! No temen las tormentas presentes, pero temen las que quizás vengan en el futuro. Y aunque no temen en nada morir ahora, temen una muerte después de la muerte. Marco Minucio Félix, citando a un pagano antagonista (200 d.C.)

A lo menos aprendan de su situación actual, gente miserable, que es lo que en verdad les espera después de la muerte. Muchos de ustedes (los cristianos)… están en necesidad, soportando frío y hambre, y trabajando en trabajos agotadores. Pero su dios lo permite. O él no quiere ayudar a su pueblo, o él no puede ayudarlos. Por tanto, o él es dios débil, o es injusto… ¡Fíjense! Para ustedes no hay sino amenazas, castigos, torturas, y cruces… ¿Dónde está su dios que los promete ayudar después de resucitar de entre los muertos? El ni siquiera los ayuda aquí ahora. Y los romanos, sin la ayuda del dios de ustedes, ¿no gobiernan todo el mundo, incluso a ustedes también, y no disfrutan los bienes de todo el mundo? Mientras tanto, ustedes viven en incertidumbre y ansiedades, absteniéndose aun de los placeres decentes. Marco Minucio Félix, citando a un pagano antagonista (200 d.C.)

Ustedes (los cristianos) no asisten a los juegos deportivos. No tienen ningún interés en las diversiones. Rechazan los banquetes, y aborrecen los juegos sagrados… Así, pobres que son, ni resucitarán de entre los muertos ni disfrutarán de la vida ahora. De esta manera, si tienen ustedes sensatez o juicio alguno, dejen de fijarse en los cielos y en los destinos y secretos del mundo… Aquellas personas que no pueden entender los asuntos civiles no tienen esperanza de entender los divinos. Marco Minucio Félix (200 d.C.)

Engañados por semejante error, (los cristianos), se prometen a sí mismos, por ser virtuosos, una vida feliz y eterna después de la muerte, y a los demás un castigo eterno, por ser in justos. Marco Minucio Félix, citando a un pagano antagonista (200 d.C.)

V. Falsas acusaciones contra los cristianos (Volver arriba)

A continuación una cita de Tácito, un historiador romano no cristiano, describe los tormentos de la primera persecución imperial contra los cristianos llevada a cabo por Nerón, lo cual servía de espectáculo y diversión para los romanos.

A fin de contrarrestar el rumor (que señalaba a Nerón como el culpable del incendio de Roma), él acusó a personas llamadas por la gente “cristianos” y quienes eran odiados por sus fechorías, culpándolos y condenándolos a los mayores tormentos. El Cristo de quien habían tomado el nombre, había sido ejecutado en el reino de Tiberio por el procurador Poncio Pilatos; pero aunque esta superstición había sido abandonada por un momento, surgió de nuevo, no sólo en Judea, el país original de esta plaga, sino en la misma Roma, en cuya ciudad cada ultraje y cada vergüenza encuentra un hogar y una gran diseminación. Primeros unos fueron detenidos y confesados, y, después, basándose en su denuncia, un gran número de otros, quienes no eran acusados del crimen del incendio sino del odio a la humanidad. Su ejecución (la muerte de los cristianos) constituyó una diversión pública; fueron cubiertos con las pieles de fieras y después devorados por perros, crucificados o llevados a la pira y quemados al venir la noche, iluminando la ciudad. Para este espectáculo Nerón facilitó sus jardines, y hasta preparó juegos de circo en los cuales se mezcló con el pueblo con el traje de carretero, o montado en un carro de carrera. Tácito (100 d.C.)

Porque cuando el procónsul deseaba prevalecer sobre Germánico (un cristiano que enfrentaba el martirio), le mandó que tuviera compasión de su juventud, él, haciendo uso de violencia, arrastró a la fiera hacia él, deseando conseguir más rápidamente ser librado de su vida injusta y arbitraria. De modo que después de esto la multitud, asombrada del valor de los cristianos amados de Dios y temerosos de Dios, levantó un clamor, diciendo: “Fuera los ateos; que vayan a buscar a Policarpo.” Martirio de Policarpo (135 d.C.)

Estos desgraciados, incitados por el demonio, aterrorizados por los tormentos que veían padecer a los fieles, y movidos a ello por los soldados, declararon que infanticidios, banquetes de carne humana, incestos y otros crímenes, que no se pueden nombrar, ni aun imaginar, ni es posible que jamás hombre alguno haya cometido, eran cometidos por nosotros los cristianos. Estas calumnias, esparcidas entre el pueblo, conmovieron de tal manera los ánimos contra nosotros, que aun aquellos que hasta entonces, por razones de parentesco, se habían mostrado moderados, se enardecieron contra nosotros. Entonces se cumplió lo que dijo el Señor: “Llegará un día en que aquellos que les quiten la vida crean hacer una obra agradable a Dios.” Los mártires de Lyon, Francia (177 d.C.)

Los delitos ocultos con los cuales nos calumnian son: Que en la congregación nocturna sacrificamos y nos comemos un niño. Que en la sangre del niño degollado mojamos el pan, y empapado en la sangre comemos un pedazo cada uno. Que unos perros que están atados a los candeleros los derriban corriendo para alcanzar el pan que les arrojamos bañado en sangre. Que en las tinieblas que ocasiona el forcejeo de los perros, encubridores de la torpeza, nos mezclamos impíamente con las hermanas o las madres.” Tertuliano (197 d.C.)

Ustedes optan por llamarnos enemigos de la raza humana. Tertuliano (197 d.C.)

Ustedes piensan que los cristianos son la causa de toda desdicha común y de toda aflicción que viene sobre el pueblo. Si el río Tíber sube hasta las murallas de la ciudad; si el Nilo no llega a regar los campos; si el cielo está sereno y no da lluvia; o si hay un terremoto; si hay hambre y pestilencia; inmediatamente el pueblo grita: “los cristianos a los leones.” Tertuliano (197 d.C.)

También es conocido lo concerniente a su banquete, pues todo el mundo habla de ello por doquier… En un día señalado se reúnen (los cristianos) para el banquete personas de ambos sexos y de toda edad con todos sus hijos, hermanas y madres. Allí, después de un copioso festín, cuando el ambiente del banquete se ha calentado y la embriaguez ha inflamado el ardor de la pasión incestuosa, incitan a un perro, que ha sido atado a un candelabro, a realizar saltos y brincos, echándole una pizca de carne más allá del perímetro de la cuerda con la que está atado. Derribada y extinguida así la luz que sirve de testigo, se entregan, protegidos por las tinieblas impuras, a las solicitaciones de una pasión repugnante por medio de la incertidumbre del azar, de manera que aunque no todos sean de hecho incestuosos, son sin embargo igualmente cómplices del incesto, pues cualquier cosa que cada uno de ellos pueda realizar responde al deseo de todos. Marco Minucio Félix, citando a un pagano antagonista (200 d.C.)

VI. Defensa del cristianismo (Volver arriba)

Nosotros no somos ateos, adoramos al Creador de todo este universo, el cual no necesita sangre, ni libaciones, ni perfumes, como afirmamos. Justino Mártir (160 d.C.)

(Parte del testimonio de Justino) Y yo mismo, me deleitaba con la doctrina de Platón y oía hablar de los crímenes que se imputaban a los cristianos, pero les veía acercarse serenos a la muerte y a las demás cosas que parecen temibles a los hombres, comprendía que era imposible que aquellos hombres viviesen en la maldad y en el amor de los placeres. Porque el lujurioso y el intemperante y el que cuenta entre las cosas buenas los banquetes en que se sirven carnes humanas, ¿cómo puede abrazar la muerte, que le ha de privar de todos estos bienes? ¿Cómo no ha de preferir el permanecer constantemente en esta vida? Justino Mártir (160 d.C.)

Avergüéncense de atribuir a hombres inocentes las cosas que ustedes (los paganos) hacen públicamente y de reprochar las cosas que están íntimamente unidas a ustedes y a sus dioses. Justino Mártir (160 d.C.)

Los cristianos no son culpables de canibalismo. Les está prohibido matar a nadie. Más aún, ni siquiera miran cuando se está perpetrando un asesinato, al paso que los paganos encuentran en ello un placer especial, como lo demuestran los espectáculos de gladiadores. Los cristianos tienen mucho más respeto por la vida humana que los paganos. Por ello, condenan la costumbre de abandonar a los niños recién nacidos. Atenágoras (175 d.C.)

Atalo (un cristiano) por su parte, al ser tostado en una parrilla, como exhalase muy mal olor su cuerpo, habló de esta manera al pueblo “Esto que están haciendo es comerse a los hombres; nosotros ni comemos a los hombres, ni hacemos mal alguno.” Los mártires de Lyon, Francia (177 d.C.)

Ellos nos persiguen, no porque hacemos el mal; sino por el sólo hecho de ser cristianos, ellos piensan que pecamos contra la vida. Esto se debe a la manera como nos conducimos en este mundo y porque les exhortamos a adoptar una vida similar. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Ustedes piensan que el cristiano es un hombre que comete todos los crímenes, un enemigo de los dioses, del Emperador, de las leyes de la moralidad y de toda la naturaleza. Sin embargo, lo obligan a negarse (de ser cristiano) para absolverlo, sin lo cual no podrían hacerlo. Por tanto ustedes juegan de manera rápida y libre con las leyes. Tertuliano (195 d.C.)

Esto es lo primero que pedimos que se observe en nuestra causa: el aborrecimiento que la maldad tiene contra sólo el nombre ‘cristiano’. Tertuliano (197 d.C.)

Los malhechores rehúsan andar en público, procuran esconderse; presos, tiemblan; acusados, niegan; en el tormento con facilidad confiesan, condenados se entristecen, sentenciados se descargan. Esto no sucede con el cristiano: ninguno se avergüenza de serlo, ni tiene otra pena sino porque antes no lo ha sido; si lo prenden se honra, si le acusan no se defiende, si le preguntan confiesa, si le condenan da gracias. ¿Cómo será, pues, malo aquello que no tiene las propiedades naturales de la maldad que son temor, vergüenza, tergiversación, pena, llanto? ¿Qué calidad, pues, de maldad es esta que los cristianos cometen, donde los delincuentes honran el delito, los presos se gozan, la acusación es su deseo, y la pena su gloria? Tertuliano (197 d.C.)

Ni es reprensible tomar nosotros el nombre del maestro; que los filósofos platónicos tomaron el nombre de Platón. Los epicúreos de Epicuro, los médicos de Erasistrato, los gramáticos de Aristarco, los cocineros se llamaron apicios por Apicio… En todas las edades nadie se ha dado por ofendido, a nadie se ha castigado por tomar del maestro el nombre de la profesión, ¿y sólo en el cristiano es un delito? Tertuliano (197 d.C.)

Por lo que respecta al hecho de que muchos nos consideren pobres, no es desgracia, sino gloria. De la manera que nuestra mente se debilita por la riqueza, también se fortalece por la pobreza. Mas, ¿quien es pobre si nada desea? ¿Si no codicia lo que tienen otros? ¿Si es rico para con Dios? Al contrario, el pobre es aquel que desea más, aunque tenga mucho. Marco Minucio Félix (200 d.C.)

A nosotros, en cambio, no nos está permitido ver ni oír hablar de un homicidio y hasta tal punto nos guardamos de la sangre humana que en los alimentos no admitimos siquiera la sangre de los animales comestibles. Marco Minucio Félix (200 d.C.)

Por lo que respecta a los banquetes incestuosos, se trata de una pura invención tramada contra nosotros por la conspiración de los demonios, para ensuciar la gloria de nuestra castidad esparciendo sobre ella una infamia repugnante y lograr así que los hombres, antes de informarse de la verdad, se alejen de nosotros aterrorizados por esa vergonzosa reputación. Marco Minucio Félix (200 d.C.)

Entre los persas es lícito unirse a su madre, entre los egipcios y atenienses son legítimos los matrimonios con las hermanas; los incestos son enaltecidos en sus historias y tragedias, que leen y oyen de buena gana. De igual modo, dan culto a dioses que han cometido uniones incestuosas con su madre, su hija o su hermana… Así, traman la mentira del incesto contra nosotros, incluso sin tener conciencia de ello. Marco Minucio Félix (200 d.C.)

Nosotros (los cristianos), en cambio, mostramos el pudor no en el rostro, sino en el alma: de buena gana permanecemos unidos con el vínculo de un único matrimonio y ejercemos el deseo de engendrar con una sola mujer, o con ninguna. Marco Minucio Félix (200 d.C.)

Y hay muchos entre nosotros que disfrutan, sin jactarse de la virginidad perpetua de un cuerpo intacto; en suma, el deseo del incesto está tan lejos de nosotros que a algunos incluso una unión honesta les avergüenza. Marco Minucio Félix (200 d.C.)

Si rechazamos sus honores y sus púrpuras, no es porque contemos sólo con lo más bajo de la plebe, y si todos conocemos un único bien, no es porque seamos conspiradores, pues mostramos la misma serenidad en grupo que individualmente, ni tampoco somos charlatanes en los rincones por el hecho de que se avergüenzan o temen oírnos en público. Marco Minucio Félix (200 d.C.)

Así pues, para terminar, nos distinguimos fácilmente no por una marca corporal, como creen, sino por el signo de la inocencia y de la modestia; nos amamos unos a otros, lo cual les aflige, porque no sabemos odiar; y nos llamamos hermanos, cosa que les produce envidia, como es propio de hombres que tienen a un único Dios por padre, que son partícipes de la misma fe y coherederos de la esperanza. Marco Minucio Félix (200 d.C.)

(Respuesta a Celso, el crítico del cristianismo:)Se nos insta que ‘ayudemos al rey con toda nuestra fuerza, que colaboremos con él en la preservación de la justicia, que peleemos por él, y si él lo exigiera, que peleemos en su ejército, o que mandemos un regimiento para apoyarlo.’ Respondemos que sí ayudamos a los reyes, cuando necesitan de nuestra ayuda, pero en una manera divina, vistiéndonos ‘con toda la armadura de Dios’. Esto hacemos obedeciendo lo que nos mandó el apóstol: ‘Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia’. Entre más uno se supera en la santidad, más puede ayudar a los reyes. Orígenes (225 d.C.)

VER TAMBIÉN APÓSTOLES, LOS DOCE; CULTURA Y CRISTIANISMO; EVANGELISMO; PERSECUCIÓN; VIDA DE LOS CRISTIANOS, EL ESTILO DE

  • VOLVER AL ÍNDICE