CULTO CRISTIANO
Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Hechos 2:42
No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca. Hebreos 10:25
Te acordarás noche y día del día del juicio, y buscarás cada día las personas de los santos. Ya predicando la palabra, y caminando para consolar y meditando para salvar un alma por la palabra, ya ocupado en oficio manual, trabajarás para rescate de tus pecados. Bernabé (70-130 d.C.)
Huyamos de toda vanidad; odiemos absolutamente las obras del mal camino. No vivan solitarios, replegados en ustedes mismos, como si ya estuvieran justificados, sino, reuniéndose en un mismo lugar, aprendan juntos lo que a todos en común conviene. Bernabé (70-130 d.C.)
Busquen constantemente la compañía de los santos, para que sean reconfortados con sus consejos. Didaché (80-140 d.C.)
Cuando se reúnan en el domingo del Señor, partan el pan, y para que el sacrificio sea puro, den gracias después de haber confesado sus pecados. El que de entre ustedes estuviere enemistado con su amigo, que se aleje de la asamblea hasta que se haya reconciliado con él, a fin de no profanar su sacrificio. Didaché (80-140 d.C.)
Reúnanse a menudo para buscar lo que convenga a sus almas, porque de nada les servirá el tiempo que han profesado la fe, si no fueren hallados perfectos el último día. Didaché (80-140 d.C.)
Si alguno no está dentro del límite del altar, carece de pan [de Dios]. Porque si la oración de uno y otro tiene una fuerza tan grande, ¡cuánto más la del obispo y la de toda la iglesia! Por lo tanto, todo el que no acude a la congregación, con ello muestra su orgullo y se ha separado él mismo; porque está escrito: Dios resiste a los soberbios. Ignacio (105 d.C.)
Sean, pues, diligentes en congregarse con más frecuencia para dar gracias a Dios y para su gloria. Porque cuando se congregan con frecuencia, los poderes de Satanás son abatidos; y sus asechanzas acaban en nada frente a la unidad de su fe. Ignacio (105 d.C.)
Apresúrense a congregarse, como en un solo templo, Dios; como ante un altar, Jesucristo. Ignacio (105 d.C.)
Congréguense en asamblea con un corazón sencillo. Ignacio (105 d.C.)
Que se celebren reuniones con más frecuencia. Dirígete a todos por su nombre. Ignacio (105 d.C.)
Asimismo, vengamos aquí con más frecuencia, y esforcémonos en progresar en los mandamientos del Señor, para que, unánimes, podamos ser reunidos para vida. Porque el Señor ha dicho: Vengo para congregar a todas las naciones, tribus y lenguas. Segunda de Clemente (150 d.C.)
Estos [pues, que están mezclados en muchos y varios asuntos de negocios] no se juntan con los siervos de Dios, sino que se descarrían, siendo ahogados por sus asuntos. Hermas (150 d.C.)
Terminadas las oraciones, nos damos el ósculo (beso) de la paz. Luego, se ofrece pan y un vaso de agua y vino a quien dirige, que los toma, y da alabanza y gloria al Padre del universo, en nombre de su Hijo y por el Espíritu Santo. Después pronuncia una larga acción de gracias por habernos concedido los dones que de Él nos vienen. Y cuando ha terminado las oraciones y la acción de gracias, todo el pueblo presente aclama diciendo: Amén, que en hebreo quiere decir así sea. Cuando el primero ha dado gracias y todo el pueblo ha aclamado, los que llamamos diáconos dan a cada asistente parte del pan y del vino con agua sobre los que se pronunció la acción de gracias, y también lo llevan a los ausentes. Justino Mártir (160 d.C.)
A continuación se describe cómo se realizaban los cultos en las iglesias primitivas.
El día que se llama del sol [el domingo], se celebra una reunión de todos los que viven en las ciudades o en los campos, y se leen los recuerdos de los apóstoles o los escritos de los profetas, mientras hay tiempo. Cuando el lector termina, el que dirige nos exhorta con su palabra y nos invita a imitar aquellos ejemplos. Después nos levantamos todos a una, y elevamos nuestras oraciones. Al terminarlas, se ofrece el pan y el vino con agua como ya dijimos, y el que preside, según sus fuerzas, también eleva sus oraciones y acciones de gracias, y todo el pueblo exclama: Amén. Entonces viene la distribución y participación de los alimentos consagrados por la acción de gracias y su envío a los ausentes por medio de los diáconos. Justino Mártir (160 d.C.)
Los que tienen y quieren, dan libremente lo que les parece bien; lo que se recoge se entrega al que dirige para que socorra con ello a huérfanos y viudas, a los que están necesitados por enfermedad u otra causa, a los encarcelados, a los forasteros que están de paso: en resumen, se le constituye en proveedor para quien se halle en la necesidad. Celebramos esta reunión general el día domingo, por ser el primero, en que Dios, transformando las tinieblas y la materia, hizo el mundo; y también porque es el día en que Jesucristo, Nuestro Salvador, resucitó de entre los muertos. Justino Mártir (160 d.C.)
(Escrito por un crítico pagano del cristianismo) Mientras las sociedades autorizadas y organizaciones tradicionales se reúnen abiertamente y a la luz del día, los cristianos mantienen reuniones secretas e ilícitas para enseñar y practicar sus doctrinas. Se unen entre sí por un compromiso más sagrado que un juramento y así quedan confabulados para conspirar con más seguridad contra las leyes y así resistir más fácilmente a los peligros y a los suplicios que les amenazan. Celso (178 d.C.)
La mujer y el varón deben ir decentemente vestidos a la iglesia, con paso natural, saludándose con alegría, llenos de amor sincero, puros de cuerpo y de alma, dispuestos para orar a Dios. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Nos reunimos en asamblea o congregación con el fin de recurrir a Dios como una fuerza organizada. Esta fuerza es agradable a Dios. Oramos hasta por los emperadores, por sus ministros y autoridades, por el bienestar temporal, por la paz general. Tertuliano (197 d.C.)
El sacramento de la eucaristía, instituido por el Señor en el momento de la cena para todos, lo tomamos nosotros también en las reuniones antes del amanecer y no lo recibimos de manos de otros fuera de los que presiden. Tertuliano (197 d.C.)
¿Por qué (los cristianos) no tienen altares, ni templos, ni estatuas conocidas, por qué nunca hablan en público ni se reúnen a la vista de todos…? Marco Minucio Félix, citando a un pagano antagonista (200 d.C.)
Cuando nos reunimos con los hermanos en un solo lugar para celebrar sacrificios divinos con el sacerdote de Dios, debemos tener en cuenta la modestia y disciplina. No debemos gritar en nuestras oraciones desordenadamente en voz alta. Él no tiene necesidad que le pidamos con mucha bulla, porque Él ve los pensamientos de los hombres. Ana oró a Dios, no con una clamorosa petición, sino en silencio y con modestia en el interior de su corazón. Ella pronunció su oración en secreto, pero con una fe abierta. Ella habló con su corazón, no con su voz. Cipriano (250 d.C)
Primero (nuestros perseguidores) nos ahuyentan. Y aunque estuviéramos solos, perseguidos por todos, y en peligro de ser muertos, guardamos nuestras celebraciones en tales tiempos. Y todo lugar que hubiese sido la escena de los continuos sufrimientos que acontecieron a algunos de nosotros, llegó a ser un lugar para nuestras reuniones solemnes: fuera un campo, un desierto, una barca, una posada o una prisión. Dionisio de Alejandría (262 d.C.)
VER TAMBIÉN SANTA CENA; TEMPLOS