DIEZMOS
Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde. Malaquías 3:10
Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad. Hechos 4:34-35
Cada primer día de la semana cada uno de ustedes ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas. 1 Corintios 16:2
Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. 2 Corintios 9:7
Reciban en nombre del Señor a los apóstoles que les visitaren… Al salir el apóstol, deben proveerle de pan para que pueda ir a la ciudad donde se dirija: si pide dinero, es un falso profeta. Si alguien, hablando por el espíritu, les pidiere dinero u otra cosa, no le hagan caso; pero si aconseja que se dé a los pobres, no le juzguen. Didaché (80-140 d.C.)
Ahora bien, ¿puede un Espíritu divino recibir dinero y profetizar? No es posible que un profeta de Dios haga esto. Hermas (150 d.C.)
Los que tienen las manchas son diáconos que ejercieron mal su oficio, y saquearon la sustancia de viudas y huérfanos, e hicieron ganancia para sí con las administraciones que habían recibido para ejecutar. Estos, pues, si permanecen en el mismo mal deseo, son muertos y no hay esperanza de vida para ellos. Hermas (150 d.C.)
Por eso el Señor… en vez de simplemente pagar el diezmo, ordenó repartir los bienes entre los pobres; y no únicamente estar dispuestos a dar y compartir, sino también a dar generosamente a aquellos que nos arrebatan nuestros bienes: “Si alguien te quita la túnica, dale también el manto; no le reclames al otro lo que te arrebata; y trata a los demás como quieres que ellos te traten” Ireneo (180 d.C.)
Por esta razón ellos consagraban el diezmo de sus bienes. En cambio, quienes han recibido la libertad, han consagrado todo lo que tienen al servicio del Señor. Le entregan con gozo y libremente lo menos valioso, a cambio de la esperanza de lo más valioso, como aquella viuda pobre que echó en el tesoro de Dios todo lo que tenía para vivir . Ireneo (180 d.C.)
La ley no exigirá los diezmos de quien ha consagrado todos sus bienes a Dios y ha dejado padre, madre y toda su familia para seguir al Verbo de Dios. Ireneo (180 d.C.)
Pero ellos (los falsos maestros), y a mi juicio con toda razón, no quieren enseñar abiertamente a todos, sino sólo a quienes pueden pagar bien por tales misterios. Pues estas cosas no se parecen a aquéllas de las que dijo el Señor: “Den gratis lo que gratis han recibido.” Ireneo (180 d.C.)
(Entre los herejes) Ella entonces se siente profetisa… y en agradecimiento no sólo le da una gran parte de sus riquezas, de donde él amontona una buena cantidad de dinero… Otras mujeres más fieles, llevadas por el temor de Dios, no se dejan seducir. Ireneo (180 d.C.)
Tenemos una especie de caja, sus ingresos no provienen de cuotas fijas, como si con ello se pusiera un precio a la religión, sino que cada uno, si quiere o si puede, aporta una pequeña cantidad el día señalado de cada mes, o cuando quiere. En esto no hay compulsión alguna, sino que las aportaciones son voluntarias, y constituyen como un fondo de caridad. En efecto, no se gasta en banquetes, o bebidas, o despilfarros chabacanos, sino en alimentar o enterrar a los pobres, o ayudar a los niños y niñas que han perdido a sus padres y sus bienes, o a los ancianos confinados en sus casas, a los náufragos, o a los que trabajan en las minas, o están desterrados en las islas o prisiones o en las cárceles. Tertuliano (197 d.C.)
Los cristianos no descuidan posibilidad alguna de sembrar el evangelio en todas partes de la tierra. Algunos se han afanado por recorrer no sólo las ciudades, sino también los pueblos y aldeas para convertir a los demás al culto de Dios. Nadie dirá que hicieran esto con afán de enriquecerse, ya que muchas veces ni siquiera aceptan lo necesario para su alimento; y si alguna vez se ven forzados a ello por su necesidad, se contentan con lo indispensable, por más que muchos quieran compartir con ellos y entregarles más de lo necesario. Orígenes (225 d.C.)
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