IGNACIO
Ignacio (35-105 d.C.) fue obispo de Antioquía y un discípulo personal del apóstol Juan. Fue martirizado en Roma cerca del año 105. En su camino a Roma, bajo custodia, escribió cartas a varias iglesias, las cuales fueron preservadas por Policarpo.
Por tanto, les exhorto a todos a ser obedientes a la palabra de justicia y a soportarlo todo, según vieron con sus propios ojos en los bienaventurados Ignacio, Zósimo y Rufo… Estando persuadidos de que todos éstos no corrieron en vano, sino en fe y justicia, y que están en su lugar debido en la presencia del Señor, con el cual han sufrido también. Porque no amaron al mundo presente, sino a Aquel que murió por amor a nosotros y fue resucitado por Dios para nosotros. Policarpo (135 d.C.)
Me escribieron, y también Ignacio, pidiéndome que si alguno fuera a Siria llevara consigo las cartas suyas. Y esto es lo que haré si tengo una buena oportunidad, sea yo mismo o aquel a quien enviaré como embajador en su nombre también. Las cartas de Ignacio que él me envió, y tantas otras cartas como hay en posesión nuestra, se las enviamos, según nos encargaron; y van incluidas con esta carta; de ellas van a recibir gran beneficio. Porque hay en ellas fe y resistencia y toda clase de edificación, que pertenece a nuestro Señor. Además, respecto al mismo Ignacio y a los que estaban con él, si es que tienen noticias fidedignas, dénnoslas a conocer. Policarpo (135 d.C.)
Por eso la tribulación es necesaria para quienes se salvan; para que, en cierto modo triturados, molidos y dispersos por el poder del Verbo de Dios, sirvan cocidos para el banquete del Rey. Así se expresó uno de los nuestros (Ignacio) que, condenado al martirio, fue arrojado a las fieras: “Soy trigo de Cristo, y me masticarán los dientes de las fieras, para que se me encuentre como trigo de Dios.” Ireneo (180 d.C.)