CAPÍTULO 8 LOS MÁRTIRES 1541-1550 d.C
Leonardo Berkop, 1542 d.C.

En la ciudad de Salzburgo en 1542, Leonardo Berkop fue arrestado por la fe. Muchos lo indujeron a apostatar, pero él se paró firme en el camino estrecho de la verdad de Dios. Entonces, lo condenaron a muerte. Después, lo llevaron al lugar de su ejecución, en el cual prendieron fuego muy cerca a él e inmediatamente lo asaron. Pero Leonardo se adhirió firmemente a Dios y dijo a sus verdugos mientras quemaban su cuerpo: “Este lado ya está quemado, voltéenme y quémenme también del otro lado. Pues, este sufrimiento es insignificante en comparación con el eterno.”
De esta manera, él obtuvo la victoria sobre la bestia y su imagen. En lugar de recibir su marca o actuar en contra de Dios, su Padre celestial, semejante a los siete hijos valientes que temían a Dios (2 Macabeos 7), entregó su cuerpo para ser quemado en el fuego. Todo este sufrimiento de ningún modo pudo separarlo del amor de Dios.
María Bekun y su cuñada Úrsula, 1544 d.C.

María Bekun, expulsada de su hogar por su madre debido a que ella se había unido a los anabaptistas, escapó de Frisia a casa de su cuñada Úrsula, cerca a Deventer. Su madre puso a la policía tras su rastro. Una mañana muy temprano, una cuadrilla armada rodeó la casa y capturaron a María, sacándola de la cama. María pidió a Úrsula que la acompañara a ir con ellos. El amor de ambas era más fuerte que la muerte. La madre y la hermana de Úrsula vinieron a verla, pero no pudieron conmoverla, porque ella había escogido sufrir la aflicción en lugar de tener el gozo del mundo y fue con María a la ciudad de Deventer. Allí, los líderes ciegos del mundo buscaron con sutileza ganarlas para las instituciones humanas. Pero ellas respondieron: “Nosotras no hacemos caso de los decretos del Papa ni de los errores del mundo”
Ya que ellas consideraban a todas las instituciones del papado como casas de herejía, fueron llevadas al tribunal de Delden. Los hijos de Pilato y Caifás las sentenciaron a morir en la hoguera, lo cual les produjo gozo: el ser dignas de sufrir por el nombre de Cristo y llevar su reproche con Él. Cuando fueron llevadas a la estaca, mucha gente lloraba al ver su firmeza. Pero ellas cantaban y decían: “No lloren. Nosotras no sufrimos por ser criminales, sino porque nos unimos a Cristo.”
Cuando la muerte se acercaba, María dijo a Úrsula: “Querida hermana, el cielo está abierto para nosotras; pues si sufrimos por un corto tiempo ahora, seremos siempre felices al lado de nuestro Novio.” Luego se dieron el beso de la paz, y oraron a Dios que perdonara a sus jueces, los cuales como el mundo estaban hundidos en la ceguera.
Primero tomaron a María, quien suplicaba a las autoridades que no derramaran más sangre inocente. Y con gran alegría caminó hacia la estaca, diciendo: “Oh Cristo, a ti me he entregado. Estoy segura que viviré contigo por siempre. Dios del cielo, en tus manos encomiendo mi espíritu.” Después de quemar a María, las autoridades preguntaron a Úrsula si iba a renunciar. Ella respondió: “No, no renunciaría las riquezas eternas por la muerte. Mi carne es también buena para ser quemada por el nombre de Cristo.”
De este modo ambas permanecieron firmes hasta el fin y sellaron la palabra de Dios con su muerte, dándonos ejemplo.
Francis de Bolswirt: ¡Éste es el único camino!,1545 d.C.
En Bolswirt, Friesland, vivía un verdadero cordero de Cristo, íntegro en el temor de Dios. Fue arrestado y llevado a Liwarden, donde fue interrogado por el concejo de la ciudad. Francis era acusado de no prestar juramento, ni participar de la santa cena en las iglesias del Estado. A esto, él respondió: “Cristo nos enseña que no debemos jurar en ninguna manera; y puesto que ustedes son incrédulos e impuros, yo no tendré comunión con ustedes.” Con estas palabras, las autoridades se ofendieron y dijeron: “Nosotros no somos ladrones ni asesinos. Entonces, ¿por qué nos llamas impuros? Más bien, nos parece que tú sostienes una falsa doctrina; y herejes como tú hay muchos, a los cuales pensamos exterminarlos por completo.”
Por tanto, las autoridades, aconsejadas por los sacerdotes de Jezabel, se expresaron acerca de Francis, diciendo: “Él desprecia nuestra misa y condena nuestras costumbres. Y nosotros, según una orden estricta, hemos llegado al acuerdo que él merece la muerte.”
De esta manera, fue sentenciado a morir en la hoguera el domingo de Ramos de 1545. Después de oír su sentencia, Francis se dirigió a las autoridades y les dijo: “Yo les perdono de todo corazón por lo que harán conmigo, deseando que puedan arrepentirse y vivir según las palabras de Dios. Yo, ahora voy a la santa ciudad, a la heredad de mi Padre.” Entonces, fue conducido a la muerte como una oveja al matadero. Muchos que lo vieron lloraron. Pero él les decía: “No lloren; más bien, prepárense ustedes mismos y mueran a sus pecados. Este es el verdadero camino para entrar a la vida.”
Después que hubo orado abiertamente y entregado su alma a la paz de Dios, el verdugo comenzó su trabajo. Fue la voluntad de Dios que de este modo él sea contado entre los mártires.
Hans Blietel: 1545 d.C.
Este hermano fue encarcelado en Ried, Baviera. Se ofreció una suma de dinero por su arresto. Para este propósito hubo un traidor, el cual, con palabras suaves, pretendiendo ser muy celoso y mostrando deseos de estar con él, lo llevó a su casa. Hans pensó que aquel hombre estaba preocupado por la salvación de su alma; y fue con él. Así, dicho traidor, encerrándolo en su casa, le dijo: “Hans, eres prisionero.” El traidor prometió soltarlo a cambio de dinero. Pero, puesto que Hans rehusó acceder a su petición, aquél fue a las autoridades y lo traicionó. Mientras éste se dirigía a las autoridades para dar la información sobre Hans, su esposa pedía lo mismo al hermano. Pero él no quiso darle nada; y con la ayuda de Dios sufriría cualquier tribulación.
En tanto, las autoridades llegaron acompañadas con un gran número de hombres armados y arrestaron a Hans, al traidor y su esposa. Atándolos bien, con cadenas y cuerdas, las autoridades castigaron duramente tanto al traidor y su esposa como al hermano, pues pensaron que ellos habían tomado el dinero del hermano. Su traición se convirtió en dolor para ellos.
Hans Blietel, después de haber estado en prisión por cuatro o cinco semanas, cerca del día de San Juan, fue sentenciado a ser quemado vivo. Hacia el lugar de su muerte, los sacerdotes lo sedujeron a abandonar el anabaptismo. Pero él les dijo: “Ustedes son los que deberían abandonar su engaño malvado. Yo no oiré a sus falsos profetas. Hoy debo seguir al Señor mi Dios y cumplir lo que he prometido.” Por consiguiente, los sacerdotes lo dejaron en paz.
En el camino a su muerte, vio a unos de sus conocidos llamado Michael Dirks. Hans lo miró con un rostro alegre, señalándole el cielo. De este modo se dirigía hacia la muerte y el fuego. Este escenario produjo una gran tristeza a Michael y su esposa, los cuales no comieron por tres días, y luego buscaron unirse a la iglesia y llegaron a ser discípulos de Cristo.
Ya en el lugar de su muerte, Hans levantó su voz dirigiéndose a la multitud reunida allí: “Esta es la verdad divina. Arrepiéntanse, abandonen sus vidas injustas, malvadas y viciosas. Porque si no lo hacen, el Dios eterno vendrá por sus pecados y los castigará por toda la eternidad y demandará la sangre inocente de sus manos y los castigará por ello.”
Atado a una escalera, mientras el fuego ardía, él testificaba que ésa era la verdad y el camino a la vida eterna. Este amante de Dios también cantó en medio del fuego cual oro puro y precioso.
Richst Heynes: después de haber dado a luz en la cárcel, la torturaron, 1547 d.C.
En el año 1547, una mujer piadosa cuyo nombre era Richst Heynes, vivía en el Ilst, en Friesland. Ella también dobló sus hombros bajo el yugo del Señor Jesús, escuchando y siguiendo su bendita voz, evitando la voz de todo extraño que se opusiera a Él. Pero los enemigos de Dios, al ver esto, rápidamente buscaron hacerle daño e impedir lo que hacía. Para este fin, le enviaron siervos tiránicos, que llegaron como lobos rapaces y apresaron a esta cordera indefensa. Su esposo, al darse cuenta, pudo escapar con gran peligro de perder la vida. A ella la maltrataron de manera atroz sin la más mínima compasión, aunque se encontraba embarazada y a punto de dar a luz. Pero a pesar de ello, se la llevaron con ellos, mientras sus pequeños hijos lloraban y gemían. La llevaron hasta Liwarden y la echaron en prisión, donde después de tres semanas dio a luz a un hijo varón.
Después, la torturaron tan cruelmente que no podía llevarse las manos a la cabeza. Así ella fue maltratada con torturas inhumanas, principalmente porque se negaba a traicionar a sus hermanos, pues aquellos lobos de ninguna manera se sentían satisfechos, sino que tenían más sed de sangre inocente. Sin embargo, el Dios fiel, quien es una fortaleza en la hora de necesidad y escudo a todos los que en Él confían, guardaba sus labios para que nadie fuera traicionado por ella. Y siendo que nada podía separarla de Cristo, después de sentenciarla, la echaron en un saco como si se tratara de una bestia irracional, y la lanzaron al agua, ahogándola. Todo esto ella soportó con paciencia y firmeza como cordero inocente de Jesucristo por el nombre del Señor, permaneciendo fiel hasta la muerte. Por esta razón fue hallada digna de recibir de Dios la corona de la vida eterna.
Seis hermanos y dos hermanas quemados en la hoguera en el mismo día en Ámsterdam el 20 de marzo de 1549

Cerca de veinte personas, entre hombres y mujeres, se hallaban en la prisión de Ámsterdam por causa de la verdad de Cristo. Y algunos escaparon de ella de la siguiente manera:
Uno de los prisioneros tenía dos hermanos, los cuales pasaban su tiempo en las tabernas. Un día, sentados en una de ellas, un poco embriagados, pensando en su hermano encarcelado y en el día que iban a quitarle la vida, juraron rescatar a su hermano de la cárcel aún si eso les costara sus vidas. Y lo confirmaron levantando sus manos, tirando sus sombreros al aire y poniendo a Dios como testigo.
A la mañana siguiente, estando más sobrios, se turbaron al pensar en su peligroso plan de rescatar a su hermano de la cárcel. Pero al recordar su solemne juramento y a su hermano, decidieron llevar a cabo su plan. Tomaron una cuerda, un bloque engrasado y un gancho de metal; los empacaron en una canasta y las guardaron en la casa de Jan Jans que se encontraba detrás de la prisión.
Cuando llegó la noche, ya listos, lanzaron el gancho atado a la cuerda hacia la ventana que daba a la celda de su hermano y subieron. Luego, encontraron a su hermano y lo bajaron sirviéndose de la cuerda. De la misma manera recataron a los demás prisioneros, excepto a Ellert Jan, el cual rehusó salir diciéndoles que él estaba animado para morir como una ofrenda a Dios, y no esperaba una vida larga ni mejor. En esto consistía su felicidad. Pues temía que en el camino, a través de este largo desierto, su coraje decaería y así nunca atravesaría el Jordán ni llegaría a la tierra prometida. También dijo que era muy bien conocido por su pierna de madera, lo cual facilitaría su captura.
Pero otros ocho de ellos se hallaban en otras mazmorras donde casi no podían escuchar lo que sucedía. Ellos permanecieron en confinamiento hasta el día de su muerte, excepto Litgen a quien le perdonaron la vida debido a su embarazo. Ella dio a luz un niño en medio de sus cadenas. El dolor del parto le afectó de tal modo que causó trastornos en su mente, después de lo cual se estableció por un largo tiempo en una pequeña casa en Ámsterdam hasta que murió.
Cuando llegó el día de la ejecución de las ocho personas mencionadas, El primo de Ellert Jans, el que tenía la pierna de madera, vino a ver el espíritu que éste mostraría en la hora de su muerte. Mientras todo el pueblo oía la sentencia del tribunal, se asombraron al ver el feliz semblante de Ellert Jans. Éste amonestaba al pueblo reunido allí a no ser seducidos por la Babilonia. Y afirmaba que nunca antes había experimentado un día tan alegre como ése. Al verlo su primo, lo guardó en su corazón; y desde entonces llevó sobre sí el peso de la cruz.
De esta manera todos ellos terminaron sus vidas con gran gozo, quemados vivos en la hoguera.
La sentencia de estos mártires obtuvimos del libro de las sentencias criminales de la ciudad de Ámsterdam. Estos fieles discípulos de Cristo eran considerados criminales por la sociedad medieval.
Dos jovencitas, enfrentaron alegres el reproche del viejo mundo, 1550 d.C
Cerca del año 1550 en Bamberg, dos jovencitas abrazaron a Cristo por la fe y fueron bautizadas según las enseñanzas de Cristo; y abandonando el pecado, buscaron caminar en nueva vida con Él. Los anticristianos trataron de impedirles su decisión; y lograron echar a estas dos corderas jóvenes a la prisión, donde fueron torturadas con gran severidad. También buscaron medios anticristianos para empujarlos a apostatar. Pero ya que ellas permanecieron firmes durante toda su prueba, las autoridades, las cuales generalmente siguen el consejo de los falsos profetas, las condenaron a muerte; lo cual produjo gozo e intrepidez en ellas.

Mientras eran llevadas al lugar de la ejecución, sus perseguidores les pusieron coronas de pajas en la cabeza en son de burla y reproche. Después de lo cual, una le dijo a la otra: “Ya que Cristo llevó una corona de espinas por nosotras, ¿Por qué no deberíamos llevar estas coronas de paja en honor a Él?”
De este modo, estas dos ramas jóvenes, armadas de paciencia según el ejemplo de su Capitán, permanecieron fieles en la muerte y obtuvieron la corona de Dios en el cielo. Ellas mostraron mucho ánimo y firmeza en la muerte. Ellas tenían los verdaderos cimientos de las palabras de Cristo, a quien invocaron en su angustia: murieron con gran esperanza.
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