CAPÍTULO 14 LOS MÁRTIRES DE 1573-92

Cinco piadosos cristianos quemados en estacas en Antwerp en el año 1573

La cueva terrible de homicidas de la ciudad de Antwerp: aunque llena de estacas, de cuerpos muertos y de las cenizas de los santos, no estaba todavía saciada con las muchas masacres que habían sido ejecutadas contra los inocentes corderos de Cristo por causa de la verdad.

Esto sucedió también en el caso de cinco piadosos cristianos: Hans van Munstdorp y Janneken Munstdorp su esposa, juntamente con Mariken, Lijsken y Maeyken. Esto sucedió en el año 1573. Mientras estaban reunidos para escuchar la palabra de Dios, fueron juntos aprehendidos y confinados en la prisión de Antwerp.

Pero cuando de ninguna manera pudieron hacer que se desviaran de la firmeza de su fe a pesar de las muchas amenazas terribles, las disputas con muchos hombres mundanos y eruditos y otros modos de castigo que usaron en contra de ellos, determinaron dar muerte a todos ellos. Y esto, no de manera fácil o acelerada, sino por medio de fuego, hasta que se les extinguiera la vida.

Esto fue primeramente ejecutado contra Hans van Munstdorp, quien como por el mes de septiembre de 1573 fue sacado de entre la compañía, retirándolo de los otros cuatro como oveja para el matadero. Según la sentencia que se le había señalado, fue dado muerte en una gran hoguera, muerte grave y severa que firmemente soportó con un corazón lleno de gozo.

La razón por la cual a las otras cuatro personas no les dieron muerte juntamente con él fue sencillamente porque su esposa, Janneken Munstdorp, estaba en los últimos días de su embarazo y estaba a punto de dar a luz, lo que ocurrió corto tiempo después de que quemaron a su queridísimo esposo. Ella dio a luz a una niñita, a la cual ella, como estaba ya a punto de morir, llamó Janneken como ella misma. Ella entonces se esforzó grandemente para hacer llegar la hijita a sus amigos, antes que los sacerdotes vinieran a llevársela. Ella se la encomendó de corazón a los amigos, y también escribió un testamento lleno de instrucciones excelentes a su hijita, cuando ésta apenas tenía un mes de edad, testamento que sus amigos preservaron para ella.

Cuando casi había llegado la hora de su sacrificio, ella fue sentenciada a seguir una muerte similar a la de su esposo. Las otras tres mujeres, Mariken Lijsken y Maeyken, recibieron el mismo mensaje. Ellas entonces se prepararon gozosas y de buena voluntad, aguardando la hora de su redención.

Esta sentencia les fue ejecutada en la fecha y hora ya determinada, cuando ofrecieron al Señor un sacrificio vivo, santo y agradable, por el cual ellas en el más allá serán eximidas del fuego eterno, y les será permitido entrar al bendito gozo del paraíso de Dios. “Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos” Apocalipsis 7:16-17.

Una carta de Hans van Munstdorp dirigida a su esposa, cuando ambos se encontraban en la prisión de Antwerp.

Un saludo muy cariñoso a ti, mi amada esposa, a quien de todo corazón amo, y a quien estimo más que a cualquier otra criatura. Ahora te tengo que abandonar por causa de la verdad, por causa de la cual debemos estimar todas las cosas como pérdida y amar a Él por sobre todas las cosas.

Aunque los hombres nos separen aquí, espero que el Señor nos vuelva a reunir en su reino eterno donde nadie podrá separarnos.

Te informo mi amada esposa que aún tengo la mente fija para adherirme sin dudar a la verdad eterna. Espero que éste también sea el propósito de tu mente, lo cual me causaría gozo escucharlo… por tanto, mi fiel corderita, guárdate y no codicies lo malo. No mires hacia atrás como la mujer de Lot, no sea que te suceda lo mismo que a ella… Acuérdate de la palabra del Señor: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” Lucas 9:22.

Por tanto, mi amada corderita, a quien yo amo como a mi propia alma, persevera con firmeza. No te preocupes de carne y sangre, pues todo pasará. Aunque aquí tengamos un cuerpo rechazado y vil, el Señor lo transformará según su propio cuerpo glorioso, si permanecemos en la verdad hasta la muerte.

Nota: por medio de un buen amigo, llegó hasta nuestras manos una copia de un testimonio de consuelo que Janneken Munstdorp, esposa de Hans van Munstdorp, escribió en la prisión de Antwerp poco después de haber sido martirizado su esposo y cuando ella esperaba la muerte todos los días. El siguiente testimonio fue escrito a su querida hijita, a quien dio a luz en prisión, que ahora tenía apenas un mes de edad, para un recuerdo y una despedida de este mundo.

Testamento escrito a Janneken, mi única hijita, mientras estaba confinada por la causa del Señor en la prisión de Antwerp, 1573.

Que el verdadero amor y la sabiduría del Padre te fortalezcan, mi queridísima hijita. Yo te encomiendo al Dios Todopoderoso; que Él te guarde y te haga crecer en su temor, o que te lleve al eterno hogar en tu juventud. Esta es la petición de mi corazón al Señor. Esto oro por ti, que eres tan joven, y a quien tengo que dejar aquí en este mundo malvado y perverso.

Ya que el Señor ha ordenado que deba yo dejarte aquí, privándote de padre y madre, te encomendaré al Señor, que Él haga contigo según su voluntad. Por tanto, mi querida corderita, yo que estoy encarcelada por causa del Señor, no puedo ayudarte de ninguna manera. Me alejé de tu padre por la causa del Señor: lo pude tener sólo por un corto tiempo. Se nos permitió vivir juntos sólo por medio año, luego fuimos arrestados porque buscábamos la salvación de nuestras almas.

A él lo apartaron de mí sin saber en la condición que me encontraba, y tuve que permanecer encarcelada y verlo siendo apartado de mi lado. A él le causó gran pena tener que permanecer aquí en la cárcel. Y ahora que debajo de mi corazón te he llevado en gran tristeza por nueve meses, y que aquí en la cárcel te he dado a luz con gran dolor, te me han quitado.

He aquí, ando esperando la muerte cada mañana, y ya pronto seguiré a tu querido padre. Y yo, tu querida madre, te escribo, mi querida hija, para que tengas una memoria, algo que te haga recordar a tu querido padre y a tu querida madre.

Y ahora que he sido entregada a la muerte y tengo que dejarte aquí sola, recuerda por medio de las letras de este testimonio cuando obtengas el uso de razón, procures temer a Dios, y veas y examines por qué y por quién los dos morimos. Y no te avergüences de confesarnos ante el mundo, pues sabrás que no fue por causa de alguna maldad. Es el mismo camino por el cual también los profetas y los apóstoles anduvieron, el camino angosto que conduce a la vida eterna. No se hallará otro camino por el cual hallar la salvación.

Por tanto, mi corderita, busca este camino angosto cuando tengas el uso de razón, aunque a veces hay mucho peligro en él según la carne, así como podemos ver si con diligencia leemos las Escrituras. Mucho se dice en ellas acerca de la cruz de Cristo. Y hay muchos en este mundo que son enemigos de la cruz, quienes buscan librarse y escaparse de ella.

Pero mi hijita, si con Cristo buscamos y heredamos la salvación, también debemos cargar su cruz. Y esta es su cruz: seguir sus pisadas, y ayudarle a llevar sus reproches. Pues Cristo mismo dice que seríamos perseguidos, muertos y dispersos por causa de su nombre.

Sí, Él mismo anduvo por la senda del reproche delante de nosotros y nos dejó un ejemplo para seguir sus pisadas. Pues por su causa hay que abandonar todo: padre, madre, hermana, hermano, esposo, hijo y hasta nuestra propia vida.

Yo también abandonaré todas estas cosas por causa del Señor, cosa que el mundo no se digna de sufrir. Pues si hubiésemos continuado en el mundo, no habríamos sufrido molestias. Pues cuando amábamos toda forma de injusticia, podíamos vivir en paz con el mundo. Pero cuando deseamos temer a Dios y apartarnos de tales costumbres impropias, entonces no nos dejaron en paz y empezaron a buscar nuestra sangre. Entonces tuvimos que llegar a ser presa de todos y llegamos a ser espectáculo a todo el mundo. Aquí ellos buscan asesinarnos y quemarnos. Somos puestos en postes y estacas, y nuestra carne es dada como comida a los gusanos.

De esta manera, mi queridísima hija, le ha sucedido ya a tu querido padre. Aunque no todos somos escogidos para esto, el Señor lo quiso para nosotros. Por tanto, sigue el ejemplo de tu padre y madre.

Y mi hijita querida, esto te pido, desde que eres bastante pequeña y joven. He escrito esta carta cuando tenías apenas un mes de edad. Y puesto que la hora de mi muerte se acerca, te digo que cumplas mi súplica, uniéndote siempre con los que temen a Dios sin tener en cuenta a las grandes multitudes cuyos caminos conducen al infierno. Antes bien, fíjate en el pequeño rebaño de israelitas que no tienen libertad por ningún lado, y siempre tienen que huir de una tierra a otra, para luego obtener tu patria en el más allá. Si buscas tu salvación, es fácil saber cuál es el camino a la vida o el camino que conduce al infierno. Pero sobre todas las cosas, busca el reino de los cielos y su justicia, y cualquier otra cosa que necesites en la vida, se te añadirá…

Aquí te dejo. ¡Oh si le hubiese agradado al Señor permitir que yo te criara! Habría hecho lo mejor que pudiera hacer. Pero parece que no es la voluntad del Señor. Y aun si hubiese sido su voluntad, y yo hubiese permanecido contigo por algún tiempo, el Señor hubiera podido apartarme de ti. Entonces tendrías que quedarte sin mí, así como sucedió con tu padre y conmigo, que pudimos vivir juntos por tan corto tiempo. Por nada del mundo nos hubiéramos abandonado. Pero nos apartaron por la causa del Señor.

El Señor que te creó y te hizo, ahora me quita de ti. Es su santa voluntad. Ahora me toca pasar por este camino angosto por el que los profetas y los mártires de Dios pasaron. Ahora están esperando bajo el altar hasta que el número de ellos se cumpla, entre los cuales tu padre ya se cuenta. Y ahora yo estoy a punto de seguirlo. Pues a la muerte me han entregado…

Queridísima Janneken, no te hemos dejado mucho de los bienes de este mundo. Sin embargo te dejamos un buen ejemplo para que temas a Dios, lo cual es mucho mejor que los bienes temporales de este mundo. Sigue en nuestros pasos y tendrás suficiente riqueza. Es verdad que eres pobre aquí, pero poseerás riquezas si temes a Dios y te apartas del pecado

Por tanto, mi querida corderita, no ceses de temer a Dios a causa de la cruz, pues el cristiano no se hace digno sino por la mucha tribulación y persecución en este mundo. Cristo dice: “El discípulo no es mayor que su maestro, ni el siervo más que su señor. Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa…?” El que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.” Mateo 10:24,25. Si a Él le persiguieron, también a nosotros nos perseguirán. Pues su reino no era de este mundo. Si su reino hubiera sido de este mundo, el mundo lo habría amado. Así también es ahora. Ya que nuestro reino no es de este mundo, el mundo nos odia. Pero mejor es para nosotros que seamos despreciados por el mundo, que luego tengamos que lamentarnos eternamente. Los que no quieren probar lo amargo aquí, tampoco podrán esperar la vida eterna en el más allá…

Por tanto, mi hijita querida, esté contenta. Sé siempre honorable y generosa para con todos los hombres. Y deja que tu modestia sea manifiesta a todos los hombres cuando seas joven.

Aquí te dejo entre mis amigos. Espero que mi padre y mi madrasta y mis hermanos te cuiden bien. Sujétate a ellos y obedéceles en todo, a no ser que sea contario a Dios…

Ahora me despido de ti, mi querida Janneken Munstdorp, y te beso tiernamente con un beso eterno de la paz. Sígueme a mí y a tu padre, y no te avergüences de confesarnos ante el mundo, pues nosotros no nos avergonzamos de confesar nuestra fe ante el mundo y ante esta generación adúltera.

Ahora te encomiendo al Señor y a la palabra consoladora de su gracia. Adiós. Sígueme, mi queridísima hija. Una vez más adiós, mi más querida en la tierra. Adiós. Sígueme.

Escrita el 10 de agosto de 1573 en Antwerp.

Éste es el testamento que escribí en la cárcel para mi hija Janneken, a quien llevé y di a luz aquí en mis prisiones.

Por mí, tu queridísima madre, encarcelada por la causa del Señor.

Janneken Munstdorp.

Hans Bret, atornillaron su lengua para impedir hablar, 1576



Para silenciar la voz de los cristianos, las autoridades ordenaban atornillarles sus lenguas. Aquí el verdugo lo realiza con Hans.


Hans Bret, de veintiún años de edad, era hijo de un inglés llamado Tomás Bret. Además de sus labores cotidianas, las cuales ejecutaba al servicio de su amo, estaba muy interesado y ocupado en el estudio de la palabra del Señor en la cual él se ejercitaba en la mañana y en la tarde, exhortando a los que lo escuchaban por medio de pasajes instructivos de las Sagradas Escrituras, a tener una vida de virtud y piedad.

Aquellas exhortaciones las hacía Hans con gran fervor y edificante doctrina, que muchos buscaban estar con él, percibiendo en él la obra del poder de Dios y el avance que tenía en el conocimiento de Cristo, del que él, aunque tan joven de años, tan ricamente estaba lleno, y que tampoco guardaba sólo para sí, sino que permitía que de él se desbordara y fluyera, para ganancia y beneficio de su prójimo.

Pero el diablo, el enemigo de la justicia y del crecimiento de la virtud y de la iglesia de Cristo, no podía tolerar eso. Pues, percibiendo en este siervo el celo piadoso en la verdad y la diligencia para convertir a los que se desvían, él, con sus instrumentos (hombres sedientos de sangre, los cuales siempre han deshonrado el templo de Dios, matando a sus corderos, asesinando a sus santos, derramando la sangre de ellos y dando su carne por comida a las bestias del campo), buscaron turbar a este siervo de Dios con aflicciones, y disminuir la brillantez de su luz, la cual en parte realizó.

Aproximadamente dos meses después de que fue bautizado según el mandato de Cristo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, el sexto día del mes de mayo del año 1576, como a las nueve de la noche, el magistrado de Antwerp, junto con muchos siervos, llegaron a la casa del amo de Hans Bret, quien había sido traicionado junto con todos los de su casa.

Vigilaron cuidosamente detrás de la casa por donde había dos salidas, así como por el frente, con hombres armados y alguaciles. Luego tocaron a la puerta delantera, que Hans fue a abrir sin saber que los que estaban sedientos de la sangre de su amo y la de los de su casa y de la suya propia, estaban frente de la puerta. Él preguntó quién estaba allí. Ellos dijeron: “Abre”, fingiendo querer comprar algo.

Al mismo tiempo, al escuchar que habían metido una herramienta en la puerta para abrirla desde afuera, comenzó él a pensar que se trataba de los tiranos y los lobos que venían a devorar a los inocentes e indefensos corderos de Cristo. Y no les abrió la puerta.

Pero ellos pudieron abrirla desde afuera. Dándose cuenta de eso, Hans entró corriendo en la casa, donde su amo, junto con la esposa de él y otras varias mujeres, estaban sentados a la mesa comiendo, y les dio la alerta. Todos a una se levantaron y salieron corriendo hacia la parte posterior de la casa, pensando escaparse por la puerta trasera. Así también lo pensaba Hans Bret, el cual salió corriendo junto con ellos. Pero cuando abrieron la puerta trasera, los alguaciles del magistrado se les lanzaron con gran crueldad, apresándolos con gran prisa, capturando a todos cuantos Dios les permitió, entre los cuales se encontraba este siervo de Dios. Pero el amo de él, junto con otros, fue maravillosa y admirablemente librado y preservado por medio de la mano y la ayuda de Dios.

Fue así como este inocente cordero de Cristo fue a caer en las manos de los lobos. Fue confinado en prisión por la enseñanza de nuestro Señor Jesucristo y la práctica de la misma.

Ahora, bien, cómo procuraban seducirlo con engaños, falsas promesas y amenazas severas, buscando con ello desalojarle y despojarlo de la salvación de su alma; y cómo ellos por motivo de que él había escrito algunas cartas a sus hermanos y amigos, lo echaron en una odiosa mazmorra; junto con las varias disputas que sostuvo con los sacerdotes y los seductores de almas, y cómo él las respondió y qué valor manifestó por medio de la ayuda de Dios; todo esto se tratará por completo en las siguientes cartas escritas por él.

Cuando había estado encarcelado durante ocho meses, los tiranos por fin usaron el máximo de su poder en el caso de este siervo de Dos y fiel seguidor de Cristo. El viernes, antes del Derthien-Avondt, en el año 1577, lo hicieron comparecer ante la corte. Él se presentó muy valientemente, ya que le habían puesto ataduras no por causa de crimen, maldad o injusticia alguna que él hubiera cometido, sino por la doctrina de su Amo y Señor, Jesucristo, por la justicia y la verdad, por las cuales los hijos de Dios siempre han tenido que sufrir constantemente, ellos quienes han ayudado a Cristo a cargar su cruz como insignia auténtica de que son siervos, discípulos y seguidores de Cristo.

Habiendo sido traído delante de los señores y jueces, le preguntaron si a él lo habían bautizado. Él finalmente lo confesó y lo reconoció, sin sentir vergüenza por lo que había hecho por mandato de su Amo y Señor, Jesucristo. Él sabía que no le habían preguntado para que él les enseñara, más bien querían sacarle una palabra de la boca por la cual pudieran sentenciarlo a muerte.

Cuando los señores y los jueces criminales habían escuchado sus palabras, se levantaron y salieron para sentenciarlo a muerte. Y habiendo regresado de su consulta malvada, pronunciaron y declararon la sentencia que le habían impuesto al siervo de Dios: que él debería ser quemado públicamente en vida, en la estaca, hasta que la muerte le viniera.

Cuando había recibido la sentencia, otra vez lo condujeron a prisión. Él sin desanimarse fue con ellos, y sin duda se dirigió a la gente común con ciertos comentarios sobre las Escrituras, explicando que la causa de su prisión y sufrimiento no era por maldad o crimen algunos, sino por practicar los mandamientos de Dios, lo cual el mundo no soporta.

De esta manera Hans Bret fue llevado de regreso de la corte a la cárcel, donde fue confinado y mantenido hasta el siguiente día, que era el sábado. Entonces por la mañana, el verdugo vino hasta él en la prisión a fin de atornillarle la lengua firmemente, cerrarle la boca e impedir así que hablara. ¡Oh, qué crueldad miserable!

Los asesinos y los peores criminales tienen el privilegio y el permiso de usar la lengua con libertad. Pero he aquí a un seguidor de Cristo, un hijo de Dios, uno que está apartado del mundo, en quien habita la justicia y en el que no se ha hallado causa de muerte: miren cómo a él se le prepara a la muerte, cerrándole la boca y firmemente atornillándole la lengua, para que la verdad no sea proclamada, ni la justicia escuchada, ni testimonio alguno dado acerca del nombre de Cristo. ¡Oh Cristo, baja la mirada, y alienta a tus santos!

Cuando el verdugo llegó, le ordenó que sacara la lengua, lo cual él (siervo fiel y piadoso de Dios) hizo sin negarse, ya que no tenía miembro alguno del cuerpo que no estuviera dispuesto a entregar al sufrimiento por el nombre de Cristo. Pues estaba seguro que todos los padecimientos de este mundo no son dignos de ser comparados con el gozo y la gloria que Dos les ha prometido a los que vencieren.

Y cuando sacó la lengua, el verdugo se la aseguró con un pedazo de hierro y se la atornilló bien fuerte con una tenaza o tornillo, y luego tocó la punta de la lengua con un hierro ardiente para que se inflamara y no dejara deslizar o aflojar el tornillo. ¡Oh crueldad más amarga y gran tiranía!

Cuando lo habían traído a la plaza del mercado, cerca de la estaca y de la hoguera, se levantó por su propia cuenta y descendió del carro, estando de buen ánimo en Dios y perseverante en el conflicto. Con las manos dobladas, se arrodilló en el suelo, alzando humilde los ojos al cielo, preparándose así a adorar a su Dios y Señor para encomendarse a Él.

Pero cuando esos hombres malvados vieron esto, no podían tolerar ni soportarlo. A él apresuradamente lo levantaron del suelo, impidiéndole invocar a Dios de rodillas. Y con gran crueldad lo condujeron hacia la estaca.

Para sufrir todo esto, él humilde y mansamente entró en la choza que había sido construida de paja y madera, encaminándose a donde sería fijado en la estaca, lo ataron con cadenas que le pusieron alrededor del cuerpo. Todo esto él sufrió con gran valor por la verdad y la Palabra de Cristo.

Cuando estaba parado en la choza, fijo a la estaca, encendieron el fuego, quemando y devorando a este cordero. Su cuerpo en verdad fue quemado, pero su alma fue recibida en el paraíso. Así terminó la vida este joven y piadoso cristiano de veintiún años el cual ofreció y entregó su cuerpo por la Palabra de Dios en el año 1577 en Derthien-Avondt.

Aquí siguen algunas cartas que Hans Bret escribió cuando estaba en la cárcel.

Carta de Hans Bret, escrita en prisión a su querida madre, Antwerp, 1576.

Que la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre celestial, por medio de su único Hijo, Jesucristo, y el consuelo del Espíritu Santo sean contigo para el crecimiento de tu fe y la salvación de tu alma. Amén.

Sólo de Él esperamos la fortaleza para resistir a estos lobos crueles para que no puedan tener poder sobre nuestras almas. Pues más crueles son que los lobos. No se satisfacen con desgarrarnos el cuerpo sino que también buscan devorar y matar a nuestras almas, tal como se lo dije a tres sacerdotes.

Sin embargo, según las palabras de Cristo, no pueden dañarnos el alma.

No miramos ahora las cosas que se pueden ver, sino que esperanza tenemos en las que no se pueden ver—en lo imperecedero, en ser coronados con la corona de vida eterna, sí, y en llegar a ser revestidos de blanco lino fino, y descansar junto con las almas que están debajo del altar, las que por la Palabra de Dios fueron muertas. Hasta que el número de nuestros hermanos se haya cumplido, los cuales también serán matados según el testimonio de Juan en su Apocalipsis.

Por tanto, querida madre, anhelo de sábado a sábado ofrecer mi sacrificio. Con cuántas ganas había anhelado poder ofrecer mi sacrificio este día, pero al Señor no le ha complacido. Por tanto, espero poder ofrecer mi sacrificio el sábado siguiente, si al Señor así le place. Entonces tendré con el Señor ese gozo y felicidad que oído jamás ha escuchado y el corazón del hombre jamás puede imaginar; sí el que está preparado para los justos, los que no se avergonzaban de confesar el nombre del Señor ante esta generación adúltera mientras tenían aliento para hablar en el cuerpo, sí, hasta que fueron privados del habla.

Pues mi querida madre, nada más me ha sucedido a mí de lo que a todos los hombres justos les ha sucedido desde el principio del mundo hasta el día presente. Si ellos mataron a Cristo, el autor de la fe, en quien no había pecado, ¿qué le han de hacer a sus siervos? Pues ni es mayor el discípulo que su maestro, dice Cristo. Por tanto, consuélese mi querida madre, y regocíjese en saber que no me pueden hacer nada más de lo que el Señor les permita. Pues el Señor dice que aun los cabellos de nuestras cabezas están contados, y que ni un pajarillo se cae al suelo sin su voluntad. Pero ¿cuánto más valemos nosotros que los pajarillos? Sí, Él dice que no debemos temer a los que matan el cuerpo, pues no tienen poder sobre el alma. Por tanto, resígnese y ore al Señor por mí y por mis compañeros de prisión.

Así pues, querida madre, es hora de parar por falta de papel. Le saludo, madre mía, y también a todas mis queridas hermanas, con el beso santo de la paz. Saluda por mí también a todos a quienes conoces, también a mi amo, sí, y a todos los amigos. G. y mi hermana K., que con ustedes esté el Señor, y con todos nosotros, y que les guarde.

Así pues, mi queridísima madre, adiós, y que el Señor esté contigo. Creo que ya no verás más mi rostro en esta vida. Tampoco sé si voy a tener alguna otra oportunidad de escribir. Así pues, que el Dios de Abraham, Isaac y Jacob esté con todos ustedes. Amén.

Por mí, tu hijo, preso por el testimonio de Jesucristo.

Lawrens Jans Noodtdruft de Delft, 1577 d.C.

Había un hermano piadoso llamado Lawrens Jans, un zapatero, que prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios que gozar por un tiempo de los placeres del pecado con los pecadores, con la esperanza de disfrutar después la libertad en el cielo con todos los verdaderos hijos de Dios. Prefirió morir a su propia carne y a los placeres de este mundo por un pequeño tiempo, que pagar después con un lamento eterno en la tormenta del infierno. En consecuencia, fue arrestado por los perseguidores de la verdad en agosto de 1576 en Antwerp, donde soportó la mísera cárcel, y por la gracia de Dios resistió muchas tentaciones. Puesto que estaba edificado firmemente sobre Cristo, los gobernadores de este mundo lo condenaron a muerte. Por consiguiente, en enero de 1577 fue quemado vivo, testificando la genuina fe de la verdad con su sangre y muerte. De esta manera, a cambio de su casa terrenal destruida, consiguió una casa eterna, que no ha sido hecha por manos, que permanecerá por siempre en los cielos. Ya que este amigo de Cristo no pudo conseguir papel, escribió a sus amigos con una aguja sobre dos cucharones.

Lawrens Jans llevado rumbo a la estaca para ser quemado.


En una cuchara escribió lo siguiente: “Les deseo a todos mis hermanos y hermanas mucha gracia de Dios nuestro Padre; que la paz de nuestro Señor Jesucristo, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones; y que el amor de Dios, que sobrepasa todo conocimiento, crezca en ustedes, para que estén firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor. ¡Oh mis queridos amigos, ayúdense unos a otros! Esto les ruego, yo, que soy un preso indigno en el Señor.”

En la otra cuchara escribió: “Que la gracia y paz de Dios el Padre y de nuestro Señor Jesucristo estén contigo, querida y amada hermana mía en el Señor, Weyndelken con su hija M.; esto les deseo con todo mi corazón delante de Dios, que prueba los corazones y las mentes, para que vivan delante de él, protegidos y prosperados en su verdad, a la cual él las llamó; siempre mirando a Cristo y a todos los justos. Adiós, en este tiempo, adiós.

Lawrens Jans Nudtruft, de Delft.”

Mattheus Mair, 1592



El verdugo metiendo y sacando del agua a Mattheus, deseando conseguir su renuncia.


En el año 1592, Mattheus Mair fue apresado por Wier, en el distrito de Baden. Esto fue llevado a cabo por un sacerdote, quien al salir de la iglesia, y viendo a este hermano, mandó a su sierva a seguirlo para ver si iba a salir del pueblo. También la ordenó a hablar con él, como si tuviera deseos de convertirse a su religión y acompañarle para conocer a sus compañeros. Entretanto, el sacerdote mandaría a más personas para hablar con él. Con tales palabras la sierva detuvo al hermano, mientras el sacerdote envió a algunos campesinos a arrestarlo y llevarlo al pueblo de Baden. Seis días después, el 28 de julio, como no los escuchó, ni renunció la verdad, la horda despiadada de sacerdotes procedió contra él. Sin embargo, guardaron en secreto los detalles de su conversación con él. Cuando fue llevado a la muerte, estuvieron presentes su cuñado y algunos de sus amigos, y ellos ofrecieron pagar dinero por él. Pero ni siquiera consiguieron hablar con él.

Al salir entre la gente, él preguntó dónde estaban su cuñado y sus amigos y como ellos podrían venir a él; dijo que deseaba hablar con ellos para que encargaran a sus hermanos y hermanas, personas piadosas, a cuidar a su esposa y sus hijos. Entonces uno de sus amigos lo consoló y le animó a que permaneciera fiel y valiente porque pronto iba a vencer. En seguida alguien hirió al amigo que había dicho esto y le dijo que él también era hereje y debía ser tratado de la misma manera que los demás.

Cuando el verdugo había metido al hermano Mattheus al agua, lo sacó de nuevo tres o cuatro veces y cada vez le preguntó si iba a retractarse. Pero cada vez dijo, “No,” mientras pudo hablar. Por tanto fue ahogado el 29 de julio, permaneciendo fiel por el poder de Dios. Hubo muchos comentarios sobre su muerte por personas de toda clase, diciendo que lo habían asesinado y que el traidor Judas y el sacerdote eran malditos, porque Mattheus era conocido como un hombre piadoso y bueno; por lo tanto Dios también le dio poder para permanecer fiel hasta el fin.

Conclusión del siglo XVI

Querido lector, aquí te hemos presentado muchos ejemplos hermosos de hombres, mujeres, jóvenes y doncellas, quienes siguieron fielmente a Jesucristo en la verdad, temiendo a Dios desde la profundidad de sus almas, y con corazones puros buscaron la vida eterna; los cuales florecieron y resplandecieron como luces brillantes delante de todo el mundo, en el amor y poder de Dios. De sus bocas fluía la santa palabra y la doctrina del Señor, la cual se mostró más en la manifestación del Espíritu que en el lenguaje elegante o la sabiduría humana. Porque todos sus pensamientos, palabras y acciones eran para agradar a su líder y único pastor. Por causa de su nombre, entregaron con alegría sus vidas a la muerte temporal. No buscaron un reino de paz terrenal en este mundo, sino, como verdaderos peregrinos, viajaron rumbo hacia la patria eterna y celestial, sabiendo bien y habiendo experimentado que los que quieren vivir piadosamente, tendrán que sufrir persecución.

En el último día, el crucificado Jesucristo aparecerá con sus poderosos ángeles en las nubes del cielo como Todopoderoso, victorioso y glorioso rey, para tomar venganza de todos los que no han conocido a Dios, ni han obedecido su evangelio, para ser glorificado con todos los santos de Dios. Aparecerá con todos los creyentes elegidos en la resurrección y la revelación de la gloria celestial, para ser vestidos de ella por el poder de Cristo y heredar con Él la gloria eterna en la perfección, y poseerla por toda la eternidad. Amén.

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