QUE HABLEN LOS PRIMEROS CRISTIANOS

EL RETO A LA IGLESIA DE HOY A LA LUZ DEL CRISTIANISMO PRIMITIVO

Capítulo 13 Cómo el cristianismo primitivo se destruyó

El cristianismo era como un tesoro precioso que los apóstoles encomendaron a otros hombres de alta confianza, llenos del Espíritu Santo. La iglesia primitiva salvaguardó este tesoro precioso dentro de una fortaleza inexpugnable, fortificado tras cuatro muros altos. Estos muros eran:

1. Ninguna revelación nueva.

Era difícil que una doctrina nueva lograra establecerse porque la iglesia primitiva tenía la firme creencia de que no recibiría ninguna nueva revelación después del tiempo de los apóstoles. Además, mantenían un espíritu muy conservador. Creían que cualquier cambio de doctrina los involucraría inmediatamente en el error.

2. La separación del mundo.

La separación de la iglesia del mundo protegía a la iglesia de la influencia de las corrientes de actitudes y prácticas mundanas.

3. El recurrir a las iglesias apostólicas.

La práctica voluntaria de recurrir con cualquier pregunta a los ancianos de las iglesias donde habían enseñado los apóstoles aseguraba la iglesia a la tradición apostólica.

4. La independencia de cada congregación.

Si surgía una doctrina falsa, era difícil que se diseminara por toda la iglesia primitiva porque cada congregación se administraba independiente de las demás.

Mientras estos cuatro muros quedaban intactos, el cristianismo puro de los apóstoles quedaba seguro de grandes contaminaciones. Quizás con el recorrer de los años estos muros se hubieran destruido ellos mismos. Nunca lo sabremos, porque se derribaron con grandes golpes primero.

No digo que los muros se derribaron bajo los golpes de la persecución. Al contrario, a través de casi trescientos años, Satanás daba a la iglesia primitiva un golpe de persecución tras otro. Pero los muros altos que protegían a la iglesia primitiva no rindieron casi nada. Lo cierto es que el fuego de la persecución refinaba a la iglesia primitiva, separando la escoria del oro espiritual.

Parece que después de tres siglos, Satanás se dio cuenta de que no podía destruir a la iglesia primitiva con la persecución. Cuando cambió de tácticas, dentro de pocos decenios hizo lo que no había podido hacer durante todos aquellos trescientos años. Ahora en vez de usar los golpes brutales, usaba la persuasión lisonjera para destruir al cristianismo desde adentro de los muros. Me hace pensar de una de las fábulas de Esopo que leí cuando era muchacho: Un día el sol y el viento discutían quién de ellos era el más fuerte. Cuando ninguno de los dos se rindió después de mucha discusión, el sol propuso una prueba. El que ganaba la prueba sería tenido como el más fuerte. Viendo a un hombre con un abrigo de lana que caminaba por un camino en el campo, el sol propuso que cada uno de ellos trataría de hacer que el caminante se quitara el abrigo. El viento estuvo de acuerdo. El sol le invitó a ser primero, mientras él se retiró detrás de una nube.

El viento desencadenó toda su fuerza, dando contra el caminante con tanto ímpetu que casi le derribó. Pero el caminante, inclinándose contra la fuerza del viento, luchaba por seguir su camino. Y aunque el viento daba con más y más fuerza, el caminante logró mantenerse de pie, y sólo estrechó su abrigo contra su pecho. Al fin, jadeando y fatigado, el viento se rindió. Luego el sol salió de detrás de la nube y tiernamente calentó al caminante con sus rayos delicados. Dentro de pocos minutos, el caminante se quitó el abrigo.

Así mismo, cuando Satanás trató de vencer al cristianismo a pura fuerza, fracasó del todo. Pero cuando cambió de tácticas y lo colmó de honores, obsequios y palabras lisonjeras, se rindió pronto.

Un cambio de énfasis: de la vida piadosa a la doctrina

Como dije anteriormente, del segundo siglo al tercero había muy poco cambio en las creencias fundamentales de la iglesia. Sin embargo, algo iba cambiando. Hacia la mitad del tercer siglo, la iglesia había perdido la pureza de su vitalidad espiritual. Muchos cristianos empezaban a adoptar las modas inmodestas de los mundanos y se enredaban cada vez más en la búsqueda de las riquezas. Y más cristianos negaban al Señor cuando hacían frente a la persecución.1

Mientras la iglesia primitiva iba perdiendo su vitalidad espiritual, reforzaba más y más su estructura eclesiástica. Por ejemplo, más y más énfasis se daba a la autoridad de los obispos. Y no sólo eso, el obispo de Roma empezaba a afirmar que él tenía autoridad sobre las demás iglesias.2

Se ha dicho que “el patriotismo es el último refugio del sinvergüenza”.3 Cuando hablamos del cristianismo, la teología es el último refugio de la iglesia débil. La teología no exige nada de fe, nada de amor, nada de sacrificio. El “cristiano” que carece de una fe verdadera y una relación vital con Dios puede afirmar que cree una lista de doctrinas, lo mismo que puede el cristiano fuerte y espiritual.

Mientras la iglesia primitiva iba perdiendo vigor, daba más y más énfasis a la doctrina. Hacia los fines del tercer siglo, después de bastante tiempo sin persecución, empezaron a surgir cada año más riñas sobre puntos de doctrina entre las diferentes iglesias. El historiador de la iglesia, Eusebio, contemporáneo de esta época, escribió de la situación triste en que se encontraba la iglesia: “A causa de la gran libertad [otorgada por el gobierno], caímos en la flojedad y la pereza. Tuvimos envidia y hablamos mal los unos de los otros. Es casi como si tomáramos armas los unos contra los otros, porque los ancianos atacaban a otros ancianos con sus palabras como si fueran lanzas, y el pueblo se dividía en distintos bandos.”4 Como resultado, la iglesia no estaba preparada espiritualmente para la gran ola de persecución que se estalló contra ella en el principio del cuarto siglo. Esta persecución, aunque severa, no duró mucho. Los primeros decenios del siglo cuatro trajeron grandes cambios a la iglesia. Estos cambios amenazaban la vida de la iglesia más que la persecución jamás la había amenazado.

Cómo Constantino trató de cristianizar el imperio

Desde el tiempo del emperador Nerón del primer siglo, no había ninguna dinastía permanente de emperadores romanos. Al contrario, un emperador reinaba un tiempo y luego era derrotado por otro. En el año 306 d. de J.C., cuatro rivales compartían la autoridad imperial de Roma. Severo reinaba sobre Italia y África del Norte. Constantino reinaba en Bretaña y Galia. Dos otros compartían el imperio oriental. Cuando Severo fue destronado por otro rival llamado Majencio, Constantino se declaró el único emperador legítimo del imperio occidental.

Constantino era líder bastante hábil, un hombre de decisión y de acción, capaz tanto de inspirar al pueblo como también de organizarlo. Poco después de declararse el único emperador legítimo del occidente, empezó a cruzar los alpes para asaltar a Roma y destronar a Majencio. Después de ganar una serie de victorias, Constantino empezó la última fase de la marcha a Roma en el año 312. Mientras se acercaba a Roma, tuvo una experiencia que iba a tener un impacto profundo en la historia del cristianismo y del mundo entero.

Eusebio, el historiador eclesiástico, unos años después escribió de lo que Constantino relató de su experiencia aquel día. “El dijo que pasado mediodía, cuando el día empezaba a declinar, vieron sus propios ojos la señal de una cruz de luz en el cielo, arriba del sol, en la que estaba esta inscripción: ‘Por esta señal, vencerás’.”5 Constantino dijo que después tuvo un sueño en que Cristo le dijo que hiciera un estandarte militar en la forma de una cruz. Este estandarte le brindaría protección en todas las batallas contra sus enemigos. Guiado por estas experiencias, Constantino ordenó que le hicieran un estandarte especial. Tenía una lanza dorada vertical, cruzada por una barra horizontal—para formar una cruz. Una corona de oro, adornada con joyas, estaba colocada encima de la barra transversal, y debajo estaban escritas las iniciales de Jesucristo.

Llevando este estandarte a la batalla, los ejércitos de Constantino vencieron completamente a los ejércitos de Majencio, cerca del puente Milvio, como tres kilómetros fuera de la ciudad de Roma. Así es que cuando Constantino se hizo el único emperador del imperio occidental, atribuyó su victoria al Dios de los cristianos.

La relación de Constantino desde este momento con la iglesia se puede entender sólo si se entiende la relación que los emperadores romanos siempre habían tenido con la religión de sus súbditos. Los romanos siempre eran muy religiosos, y siempre atribuían su éxito y prosperidad a los dioses que los bendecían. La religión en el imperio romano era asunto público, y siempre se entrelazaba con el estado. Oraciones y sacrificios se hacían a los dioses en las fiestas del pueblo, y la adoración a los dioses en estas ocasiones se consideraba la obligación de todo patriota. Ofender a los dioses era delito contra el estado.6

Constantino creyó que en verdad el Dios de los cristianos le había dado la victoria, y que ese mismo Dios protegería siempre al imperio... con tal que los emperadores le adoraran y la iglesia le fuera fiel. Por esta razón, Constantino empezó a colmar de bendiciones a la iglesia y a sus líderes. Uniéndose con el emperador del oriente, promulgó el edicto de Milán en 313. Este edicto afirmó: “[Resolvemos] otorgar tanto a los cristianos y a todos los hombres la libertad de seguir la religión de su conciencia, para que todas aquellas deidades celestiales que existieran puedan inclinarse a nuestro favor y al favor de todos aquellos que viven bajo nuestro gobierno.”7

Notemos que Constantino no hizo del cristianismo la única religión oficial del imperio romano. Sencillamente reconoció que la religión cristiana era una religión legítima igual a las demás religiones del imperio. Con todo, el cristianismo ahora era la religión del mismo emperador, y por eso gozaba de más prestigio que las religiones paganas. Muchos templos de la iglesia primitiva se habían destruido en la persecución que hubo antes de que ascendiera Constantino al trono. Por eso Constantino ordenó que los volvieran a construir, pagando los gastos del cofre público. También empezó a pagar a los ancianos de la iglesia un salario con dinero estatal, e hizo leyes que eximieron a los líderes de la iglesia de cualquier servicio obligatorio del estado. Esto hizo Constantino porque quería que los obispos y diáconos dedicaran su tiempo y energías a sus congregaciones. Creía que una iglesia próspera aseguraba la bendición de Dios sobre el imperio.8 Constantino también levantó a los cristianos a posiciones prominentes en su gobierno y escogió a muchos de sus ministros de estado de entre los cristianos. Hasta pidió que los obispos cristianos acompañaran a sus ejércitos a las batallas para que tuvieran la bendición de Dios.9

Los muros de protección empiezan a derrumbarse Por dos siglos y medio, el cristianismo había cambiado muy poco. Cuatro muros altos lo habían protegido de grandes cambios. Pero el muro de más afuera, el muro de un espíritu muy conservador que no permitía ningún cambio, ahora era amenazado. Antes de esto, cualquier doctrina o práctica nueva se había rechazado de inmediato por los líderes de la iglesia. Pero después de la “conversión” de Constantino, la iglesia empezó a examinar de nuevo su actitud que condenaba cualquier cambio como la introducción del error.

Por ejemplo, la iglesia primitiva siempre había dicho que era práctica hereje pagar un salario a sus obispos y ancianos. Pero cuando Constantino ofreció pagar los salarios, la iglesia reconsideró su posición y decidió aceptar la oferta. La iglesia empezó a decir que una nueva era había amanecido para el cristianismo, y que las normas antiguas ya no tenían que seguirse. Muchos cristianos ahora decían que Dios mismo había cambiado las normas. Eusebio escribió: “Tiene que tomar en cuenta todo aquel que considera a fondo estos hechos que ha aparecido una era nueva y distinta en la historia de la iglesia primitiva. Una luz antes de esto desconocida ha comenzado a alumbrar en las tinieblas de la raza humana. Y todos tenemos que confesar que estas cosas son sólo la obra de Dios, quien levantó a este emperador piadoso para contrarrestar la multitud de los incrédulos.”10

Cuando describe como Constantino invitó a los líderes de la iglesia a sus cámaras privadas para que se socializaran con él, Eusebio se parece más a un niño ingenuo que a un líder formal de la iglesia: “Los hombres de Dios entraron sin temor en las cámaras reales más privadas. Allí comían algunos a la misma mesa del emperador, y otros se reclinaban en los divanes a ambos lados. Uno hubiera podido pensar que se formaba un cuadro del reino de Cristo dado en figuras—un sueño más bien que la realidad.”11 El muro exterior que había protegido a la iglesia ya estaba roto. Ya no creían más los cristianos que cualquier cambio los involucraría en el error. Al contrario, la iglesia empezó a creer que el cambio podía traer un mejoramiento. Decían que tal vez el cristianismo de los apóstoles no era la cumbre del cristianismo, sino sólo el principio. Hasta empezaron a creer que Dios ahora podía dar nuevas revelaciones. Los cristianos ahora creían que la profecía de Hageo acerca del templo que edificaba Zorobabel podía aplicarse a la iglesia: “La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera”12 (Hageo 2.9). Según ellos, la iglesia estaba por alcanzar nuevas cumbres.

Cómo la amistad con el mundo arruinó a la iglesi

a El próximo muro que empezó a derrumbarse era él de la separación con el mundo, y éste pronto se destruyó por completo. La iglesia era como una joven ingenua enamorada con un novio nuevo. El mundo quiso la amistad de la iglesia, y la iglesia no vio ningún inconveniente en tal amistad. Por primera vez en la historia, ser cristiano daba prestigio social. Y hasta preferencia se daba a los cristianos cuando se escogían a los oficiales del estado. Sin embargo, esta amistad con el mundo corrompió el corazón de la iglesia. Cuando Constantino comenzó a hacer leyes para cristianizar a la sociedad, pronto desapareció la distinción entre los cristianos y los mundanos. Antes de eso, había muy poco que atraía a un incrédulo a la iglesia sino sólo la fe en Dios. Los que se convertían en la prosperidad se probaban en los tiempos de persecución, y si no eran sinceros, se salían de la iglesia. Pocas personas no regeneradas en realidad se atrevían a quedarse en la iglesia. Pero ahora que el cristianismo daba prestigio social, muchos entraban en la iglesia. Muy pronto, el nombre “cristiano” no significaba nada. Sólo indicaba que una persona afirmaba mentalmente que aceptaba el credo cristiano y que había recibido los sacramentos de la iglesia.

Tan pronto como la iglesia se hizo amiga del mundo, empezó a actuar como el mundo. Esto no se podía evitar, ya que el mundo no puede actuar como Dios lo quiere. Actuar como Dios lo quiere, requiere el poder de Dios. Y la muchedumbre no regenerada, aunque llamados cristianos, no tuvieron el poder de Dios. Además, ni desearon actuar según la voluntad de Dios, ya que la voluntad de Dios exige mucha paciencia, la voluntad de sufrir, y una plena confianza en él.

“¡Los desafiamos a que nos persigan!” Al principio, los nuevos métodos del mundo parecían más eficaces que los métodos antiguos. Por ejemplo, la iglesia cambió de método en responder a la persecución u oposición que venía del gobierno. Antes que esto, los cristianos se habían escondido de sus perseguidores, o habían huido. Rehusaban vengarse de ellos, o dañarlos de ninguna manera. Pero ahora, la muchedumbre de gente no regenerada no estaba dispuesta a aceptar la opresión, o la tortura, o hasta la muerte—sin defenderse.

Por ejemplo, cuando el hijo de Constantino mandó a uno de sus generales a Constantinopla para deponer al obispo de la iglesia allí, la congregación hizo un tumulto. Durante la noche, mientras dormía el general, atacaron la casa donde se hospedaba, prendiéndole fuego. Cuando al fin corrió el general de la casa, medio aturdido por el humo, le echaron mano. Lo arrastraron por las calles de la ciudad y de modo salvaje lo apalearon hasta darle muerte.13 Y esto no era caso único; era lo normal cuando el gobierno se oponía a la iglesia. El carácter de la iglesia había cambiado.

Cómo imponían silencio a los herejes

El mundo también tenía otro modo de tratar a los herejes. Constantino razonó que la iglesia sería más saludable si no hubiera herejes para engañar a la gente. Por esto dispuso usar su poder para eliminar a los herejes por medio del edicto que doy a continuación:

“Comprendan ahora, por medio del presente estatuto, ustedes que son novacianos, valentines, marcionitas, paulicianos, y montanistas y todos los demás que idean y apoyan las herejías por medio de sus asambleas privadas… que sus ofensas son tan abominables y completamente infames que un día no bastaría para numerarlas todas… Ya que no es posible dar más lugar a sus errores mortales, con el presente les advertimos que desde el día de hoy se les prohíbe reunirse. Hemos dado la orden que sus templos les sean quitados. Les prohibimos terminantemente que se hagan más sus reuniones supersticiosas e insensatas, no sólo en lugares públicos, sino también en casas particulares, o en cualquier lugar.”14

Pocos decenios antes de eso, había sido un delito ser cristiano. Ahora era un delito ser hereje. Y la iglesia aceptó este cambio sin siquiera un murmullo de protesta. Era bastante difícil disputar con los herejes. Era mucho más fácil usar de la autoridad del estado para imponerles silencio.

Pero pronto varios grupos dentro de la iglesia calificaron a otros grupos como herejes, y usaron la espada los unos contra los otros. Con el tiempo, muchos más cristianos se mataron entre sí que los que habían muerto por la espada de los romanos en la época de la persecución. Sí, cien veces más. Aunque es triste decirlo, cuando los ejércitos musulmanes invadieron a Egipto en el año 639, muchos cristianos les dieron la bienvenida como a libertadores. Su vida era mucha más fácil bajo el gobierno de los musulmanes que había sido bajo la mano de sus compañeros cristianos.

El evangelismo por medio de arquitectura deslumbrante

Al principio, los cristianos celebraban sus cultos en casas privadas (Romanos 16.5). Cuando las congregaciones crecían, convertían casas en salones de reunión y los llamaban “casas de oración”. Nadie se atraía a la iglesia primitiva por la arquitectura de sus templos, sino por las enseñanzas y las vidas piadosas del pueblo que constituía la iglesia. Sin embargo, Constantino razonó que más personas serían atraídas al cristianismo si los templos fueran más impresionantes. Por esto, con dinero del estado, él edificó templos deslumbrantes que competían en magnificencia con los templos paganos. Los nuevos templos tenían columnatas impresionantes y techos abovedados. Muchos de ellos tenían hasta fuentes de agua y pisos elegantes de mármol. Constantino quería que ningún pagano pasara por un templo cristiano sin que se despertara en él el deseo de mirar por dentro.15 Su idea resultó muy bien. Los paganos se atraían a los nuevos templos magnificentes y como resultado, millares de ellos “se convirtieron”.

En vez de llevar la cruz, los cristianos ahora vendían la cruz

Pronto la madre de Constantino, Elena, se aprovechó de las circunstancias. Hizo un viaje a Jerusalén y dijo haber descubierto el sepulcro de Jesús. Dijo además que halló tres cruces dentro del sepulcro, pero que no sabía cuál era de Jesús. Así es que llevó las tres cruces a una mujer mortalmente enferma, quien al tocar la cruz de Jesús se curó.16 Así comenzó una ola de manía por las reliquias.

Dentro de poco, las reliquias aparecían por todos lados: los huesos de los profetas, los trozos de la cruz, alguna prenda del vestido de los apóstoles, y otras cosas más. Millares de personas testificaron haberse curado de sus enfermedades por tocar a tales reliquias, o aun por sólo verlos. Y en poco tiempo, los negociantes estaban haciendo buenas ganancias, vendiendo tales reliquias supersticiosas.

Hacia los fines del sexto siglo, una dama noble pidió a Gregorio, entonces el obispo de Roma, que le mandara la calavera del apóstol Pablo para que ella la colocara en la iglesia que estaba edificando para honrar al apóstol. Gregorio respondió en una carta, diciendo: “Lamento que no puedo hacer lo que usted me pide. No me atrevo a hacerlo. El cuerpo de San Pedro y de San Pablo producen tan grandes milagros y terrores en sus iglesias que uno no puede siquiera acercarse a orar allí sin llenarse de gran temor.”17 Gregorio siguió diciendo que un sacerdote había caído muerto cuando por casualidad había tratado de mover uno de los huesos de Pablo.

Gregorio siguió en su carta: “Debe saber que no es costumbre de los romanos, cuando obsequian alguna reliquia de los santos, atreverse a tocar cualquier parte del cuerpo [del santo]. En vez de eso, una tela se pone dentro de una caja y se coloca cerca del cuerpo sagrado del santo. Cuando se levanta [la tela], se deposita con la reverencia debida en la iglesia que se va a dedicar. Los efectos producidos por este depósito son tan poderosos como si hubieran llevado el mismo cuerpo a ese lugar especial.”18 Gregorio siguió diciendo que un obispo romano había cortado con una tijera una de estas telas benditas y de la tela había salido sangre.

La vía para alcanzar el corazón del pagano es a través de su estómago

El pueblo de Roma no se deleitaba en ninguna otra cosa tanto como en los banquetes. La iglesia primitiva había tenido la costumbre de recordar a los mártires de la iglesia cada año en el aniversario de su muerte con una “comida fraternal” y un culto conmemorativo. Ahora algunos cristianos innovadores se dieron cuenta de que podrían atraer a los incrédulos a la iglesia si estas comidas fraternales fueran convertidas en fiestas para todo el pueblo. La idea resultó muy bien, y muchos pueblos enteros “se convirtieron” al cristianismo de esta manera.

¿No indica el crecimiento la bendición de Dios?

Habiendo aceptado el hacer cambios, ¿cómo podía la iglesia primitiva saber si Dios aprobaba los cambios? La respuesta era fácil: para ellos el crecimiento indicaba la bendición de Dios. El cristianismo había crecido rápidamente por los primeros tres siglos, pero después de la conversión de Constantino la iglesia creció bastante de la noche a la mañana. Para el tiempo del edicto de Milán (313 d. de J.C.), probablemente una décima parte del imperio romano se había convertido al cristianismo. Pero eso había llevado casi trescientos años. Ahora, dentro de menos de cien años después del edicto de Milán, casi todas las demás personas “se convirtieron”. La iglesia creía que este crecimiento rápido indicaba que Dios aprobaba los cambios que se estaban haciendo. Cuando aceptaron esa idea, la iglesia pronto adoptó cualquier práctica que trajera más crecimiento. Por ejemplo, introdujeron el uso de las imágenes en la iglesia, una práctica abominable para los primeros cristianos .

Dos de los muros que habían protegido al cristianismo primitivo quedaron completamente destruidos. Sólo dos quedaron: (1) el referir los problemas a las iglesias apostólicas, y (2) la independencia de cada congregación. Sin saberlo, Constantino derribó estos dos muros restantes con un solo evento: el concilio de Nicea.

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