QUE HABLEN LOS PRIMEROS CRISTIANOS

EL RETO A LA IGLESIA DE HOY A LA LUZ DEL CRISTIANISMO PRIMITIVO

Capítulo 17 El renacimiento del cristianismo primitivo

Lutero prendió el fuego que transformó al cristianismo del Occidente para siempre. Si no hubiera hecho ninguna otra contribución al cristianismo, la iglesia siempre tendría porqué agradecerle. Su confrontación osada con la iglesia católica romana inspiró a millares de personas más a que dudaran las enseñanzas de esa iglesia y que rompieran con su esclavitud. Entre estas personas estaban algunos cristianos que se llamaban “los hermanos”, aunque sus enemigos los llamaron “anabaptistas”, nombre que aún se les da.

De los distintos grupos llamados por este nombre, no todos tenían tanto en común. Por esta razón, en este capítulo, utilizo el nombre “anabaptista” para referirme a “los hermanos” que salieron de la Reforma en Suiza, y a sus sucesores. Desechando los dogmas y las tradiciones que habían reinado por siglos, los anabaptistas procuraron restaurar el cristianismo puro del Nuevo Testamento con el estudio de sólo las Escrituras. Las otras alas de la Reforma consideraban algunas de sus conclusiones sumamente revolucionarias y radicales. Por ejemplo, los anabaptistas enseñaban que debe haber una separación entre la iglesia y el estado. Desde el tiempo de Constantino, la iglesia y el estado estaban casados, podemos decir, el uno con el otro. Nadie —ni Lutero ni Calvino—se había atrevido a romper este matrimonio antiguo. La estructura completa de la sociedad de ese tiempo dependía de ese matrimonio. Muchos creían que la enseñanza de los anabaptistas sobre la separación de la iglesia del estado conduciría a la anarquía.

Había otra enseñanza de los anabaptistas que inquietaba al mundo de entonces. Enseñaban que el bautismo de los niños no tenía valor y que, por lo tanto, todos los creyentes verdaderos debían recibir el bautismo después de creer como adultos. De esta enseñanza recibieron el sobrenombre “anabaptista”. Este nombre significa “el que rebautiza”. Después del tiempo de Agustín, se bautizaba a todos los niños porque Agustín enseñó que el niño no bautizado no podía ser salvo. Desde el tiempo del emperador romano Justiniano (527-565), el que rebautizara a un católico caía bajo pena de muerte. Todos los grandes reformadores—Lutero, Zwinglio y Calvino—apoyaban el bautismo de niños. No bautizaron otra vez a los que dejaban la Iglesia Católica para unirse a la iglesia de ellos. En ningún país se permitía el bautizar a un creyente adulto. Casi no había ningún país, estado o cuidad en toda Europa que diera permiso a los anabaptistas para que vivieran en él. Uno de los anabaptistas lamentó: “Al maestro fiel que predica la palabra del Señor con buena conciencia no se le permite vivir, en cuanto sepamos nosotros, en ningún reino, país, o ciudad bajo el cielo, si a él lo descubrieran.”1

Dentro de pocos años, casi todos los líderes originales de los anabaptistas habían sido arrestados y ejecutados. Las autoridades perseguían a los anabaptistas dondequiera que estaban. Tenían que huir de un lugar a otro y tener sus reuniones en los bosques y en otros lugares escondidos. A pesar de eso, predicaban el evangelio sin descansar y muchos se unieron a ellos.

Los primeros líderes de los anabaptistas tuvieron muy poca oportunidad, o ninguna, de leer los escritos de los cristianos primitivos. Sin embargo, lograron recrear la vida y la doctrina de la iglesia primitiva extraordinariamente bien. El hecho de que los anabaptistas sacaron sus creencias solamente de la Biblia, y no de los escritos de los primeros cristianos, verifica muy bien que el cristianismo primitivo también tenía su base sólo en la Biblia.

Semejanzas asombrosas entre los anabaptistas y los cristianos primitivos

En alto grado, los anabaptistas rechazaron las cosas de este mundo; vivían como ciudadanos del reino celestial. Los de las otras iglesias los aborrecieron a causa de esto. Distinto a Lutero, quien despreció el evangelio de Mateo, los anabaptistas tomaron muy en serio las enseñanzas de Jesús en el sermón del monte. Dieron gran énfasis a que el cristiano renacido tiene que vivir de acuerdo a estas enseñanzas. Las obedecían muy literalmente. La mayoría de las iglesias de hoy en día cuidan a los necesitados, pero las iglesias de la Reforma no lo hacían. Como resultado de esto, los anabaptistas contrastaron grandemente con la iglesia luterana, la iglesia reformada, como también con la iglesia católica en su cuidado fraternal los unos de los otros. Los anabaptistas decían a las demás iglesias:

“Enseñamos y practicamos la piedad, el amor y la comunidad, y los hemos enseñado y practicado por diecisiete años. Alabado sea Dios para siempre, que aunque nos han quitado muchas de nuestras propiedades, y nos las quitan aún, y aunque muchos padres y madres piadosos han sido entregados a la espada o al fuego, y aunque—como todos saben—no podemos vivir en tranquilidad en nuestros hogares…con todo, ninguno de los que se han unido a nosotros, ninguno de los niños huérfanos entre nosotros, se ha visto obligado a pedir limosna. Si ésta no es la práctica cristiana, mejor abandonáramos el evangelio completo de nuestro Señor.

“¿No es una hipocresía triste e intolerable que aquellas pobres gentes [los luteranos] se jactan de tener la palabra de Dios, de ser la iglesia cristiana verdadera, pero nunca se acuerdan de que han perdido totalmente la marca del cristianismo verdadero? [Juan 13.35; 1 Juan 3.16-18]. Muchos de ellos viven en pleno lujo, vestidos de seda y terciopelo, de oro y plata, y de toda pompa y esplendidez,…pero dejan que sus miembros pobres y afligidos anden pidiendo limosnas. [Obligan] que sus pobres, sus hambrientos, sus dolientes, sus ancianos, sus cojos, sus ciegos y sus enfermos anden mendigando pan a las puertas de sus casas. “Oh predicadores, queridos pastores, ¿dónde está el poder del evangelio que ustedes predican?… ¿Dónde están los frutos del Espíritu que han recibido?”2

Igual a los primeros cristianos, los anabaptistas también predicaban el mensaje de la cruz. Preguntaban: “Si la Cabeza [Cristo] tenía que soportar tan grande persecución, dolor, aflicción y angustia, ¿sería posible que sus siervos, sus hijos y los miembros de su cuerpo vivieran en paz y libertad en cuanto a su carne?”3 Pero aunque fueron perseguidos, torturados y ejecutados cruelmente, ellos rehusaron resistir a sus perseguidores o vengarse de ellos.

Uno de los ejemplos más conmovedores de un amor verdadero por otros es él de Dirck Willems. Huyendo de las autoridades católicas que le perseguían, Willems corrió sobre el hielo que se había formado encima de un lago. Llegando sin novedad a la ribera, echó un vistazo hacia atrás y vio que el agente que le perseguía se había hundido en el agua helada y que no escaparía de morir ahogado. Willems volvió al agente en peligro y le rescató del agua. Pero el magistrado que quedaba aún sobre la otra ribera ni a causa de eso le tuvo misericordia. Ordenó que el agente arrestara a Willems. Después de ser encarcelado y juzgado, Willems fue quemado vivo.

Otra vez, de acuerdo al ejemplo de los primeros cristianos, los anabaptistas rehusaron usar la espada para apoyar a su patria. No la usarían ni para defender a la patria ni para ejecutar a los malhechores.4 Obedientes a las palabras del Señor Jesús, rechazaron cualquier juramento.5 En vez de predicar un evangelio de salud y prosperidad, subrayaron la importancia de la vida sencilla. En verdad, a causa de la persecución, la mayoría de ellos vivían en pobreza calamitosa.

Aun su teología se asemejaba mucho a la de los primeros cristianos . Aunque el lema de la Reforma era “la salvación sólo por la gracia”, los anabaptistas enseñaban que la obediencia es esencial a la salvación. Pero con todo, no enseñaban que la salvación se gana con una acumulación de buenas obras, y rechazaron completamente las obras ceremoniales que los católicos enseñaban para la justificación. Subrayaron que la salvación es un don de Dios.

En sus puntos esenciales, su doctrina acerca de la salvación era idéntica con la de los primeros cristianos. Pero porque enseñaban que la obediencia es esencial para la salvación, los luteranos y los cristianos reformados los llamaban “asaltantes del cielo”.6 En esta época cuando los otros grupos de la Reforma subrayaban las doctrinas de Agustín, los anabaptistas rechazaron totalmente la doctrina de la predestinación. Al contrario, enseñaban que la salvación es para quienquiera, y que cada quien escoge por sí mismo o aceptar la gracia de Dios ofrecida para la salvación de su alma, o rechazarla.

No obstante, no todas las doctrinas de los anabaptistas eran idénticas a las de los primeros cristianos. Por ejemplo, su enseñanza acerca del bautismo difería un poco. Me parece que otra vez esto es un ejemplo de la primera ley de Newton sobre la teología. Tanto la iglesia católica, como también la luterana y la reformada, se aferraban a la creencia de los primeros cristianos en cuanto al bautismo: que somos renacidos por el bautismo y que el bautismo es tanto el medio de la gracia de Dios como también la señal de ella. Sin embargo, el bautismo en estas iglesias se había degenerado en una ceremonia sin significación, ceremonia administrada a todos los niños recién nacidos. Así perdieron la creencia de los primeros cristianos de que ser renacido por el bautismo resultaba en una transformación total de la vida. Reaccionando a este abuso del bautismo, los anabaptistas corrieron al otro extremo, por lo menos en sus enseñanzas verbales. Enseñaban que el bautismo era la señal de la gracia de Dios, pero no el medio de ella. Decían que el bautismo en agua simbolizaba que el creyente moría a su vida anterior y que se resucitaba a una vida nueva en Cristo.7

Aunque sus enseñanzas verbales diferían de las de los primeros cristianos, los anabaptistas lograron restaurar el bautismo al papel que había desempeñado en el cristianismo primitivo. Como primer punto, rechazaban la doctrina de Agustín de que los niños no bautizados serían condenados. Bautizaban sólo a aquellos que tenían fe personal en Jesús y que se habían arrepentido de sus pecados pasados. Enseñaban que uno nace de nuevo por el proceso entero de la fe personal, el arrepentimiento, el bautismo en agua, y el bautismo del Espíritu Santo.8 Esto armoniza muy bien con las creencias de los primeros cristianos, quienes también enseñaban que la fe personal y el arrepentimiento debían preceder al bautismo.

La historia se repite otra vez

Las analogías entre los anabaptistas y los primeros cristianos no toca sólo sus creencias y prácticas. La decadencia de los dos grupos también se parece. Mientras eran perseguidos, los anabaptistas brillaban con el celo del evangelio y un espíritu cristiano que casi igualaba a los de los primeros cristianos. Aunque se les prohibía predicar, siempre evangelizaban más energéticamente que cualquier otro grupo de la Reforma. E igual a los primeros cristianos, su sangre servía como la semilla para la propagación del movimiento.

Pero también igual a la iglesia primitiva, el movimiento anabaptista decayó espiritualmente, no porque se les perseguía, sino porque faltaba la persecución. Tan pronto como los gobiernos de Europa les concedían la tolerancia religiosa, se retiraban a sus enclaves de tranquilidad, perdiendo el vigor de su visión de compartir lo que creían con las demás iglesias. Su ética de trabajar arduamente condujo a muchos a la prosperidad material. Pronto les interesaban más las riquezas de esta vida que las riquezas de la vida venidera.

Otra vez, siguiendo el camino trazado por la iglesia primitiva, cuando los anabaptistas perdieron su vigor espiritual, se enredaron en las disputas doctrinales. Después de unos siglos, el movimiento empezó a romperse en una serie sin fin de desacuerdos y divisiones.

Aunque los primeros anabaptistas habían subrayado la transformación del hombre interior, sus sucesores pusieron más énfasis en las cosas exteriores. El vestido y la apariencia del cristiano se volvieron más importantes que la condición de su corazón. Algunos líderes anabaptistas trataron de legislar la justicia personal, fijando muchas reglas hechas por hombres, en vez de dejar que el Espíritu de Dios cambiara al hombre comenzando desde el interior.

¿Está muerto el anabaptismo?

A pesar de la decadencia espiritual del movimiento, los anabaptistas dejaron su efecto en la iglesia. Aunque mucho más pequeño que las otras dos alas de la Reforma, muchas de sus enseñanzas ahora son aceptadas por la mayoría de los evangélicos: por ejemplo, la separación entre la iglesia y el estado; el no perseguir a otros por su fe; el bautismo de creyentes solamente tras el arrepentimiento personal y la conversión; la salvación accesible a quienquiera.

Además, los anabaptistas no han desaparecido. Los menonitas y otros grupos que se originaron con ellos descienden directamente de los anabaptistas originales. Pero lamentablemente, no han podido recapturar el celo y el poder de sus antecesores. Como vimos, los anabaptistas eran los evangelistas más eficaces de las tres alas de la Reforma, pero muchos de sus sucesores de hoy en día tienen poco celo para el evangelismo. Muchos de ellos esconden su luz. Les interesa más si uno de los miembros de su iglesia tiene botones en la chaqueta de su traje que si comparte su fe con sus compañeros humanos. Se han puesto trabas ellos mismos por su preocupación con los aspectos exteriores de la religión.

No digo esto con la intención de criticarlos o juzgarlos. Lo digo en amor y con una tristeza sincera. En lo profundo de su corazón todavía arden los rescoldos de la visión ferviente de los anabaptistas. Y la visión de los primeros cristianos. Pueda que Dios aún avive estos rescoldos, haciendo de ellos una llama ardiente que traería un avivamiento a toda la iglesia.

  • volver al indice