QUE HABLEN LOS PRIMEROS CRISTIANOS

EL RETO A LA IGLESIA DE HOY A LA LUZ DEL CRISTIANISMO PRIMITIVO

Capítulo 14 Los muros restantes de la iglesia primitiva se derrumban

Como he dicho, la iglesia al principio del cuarto siglo tenía mucha contención y división sobre puntos doctrinales. La contención más apasionada tenía que ver con el origen y la naturaleza del Hijo de Dios. La controversia empezó con una pregunta hipotética que Alejandro, obispo de Alejandría, hizo a los ancianos de su congregación. Arrio, uno de los ancianos, se expresó de manera poco ortodoxa, y pronto Alejandro y Arrio se trabaron en una disputa acalorada. Muy pronto la congregación entera se involucró en su disputa, y con el tiempo muchas otras congregaciones se involucraron también.

Constantino empezó a preocuparse de que esta división en la iglesia causara que Dios dejara de bendecir al imperio romano. Cuando los métodos antiguos de la iglesia primitiva no pudieron resolver el problema, Constantino sugirió un nuevo método: un concilio de la iglesia al cual asistirían representantes de todas las iglesias de todo el mundo. Bien que había otras reuniones en tiempos anteriores de representantes de varias iglesias, pero dichas reuniones siempre habían incluido sólo representantes de las iglesias de cierta localidad. La idea de tener un concilio de representantes de las iglesias de todo el mundo era nueva y excitante.

Todos los representantes de las iglesias viajaron a Nicea, el sitio escogido para el concilio, en el país moderno de Turquía. El gobierno pagó los gastos del viaje para todos. El gobierno también pagó el hospedaje y la comida de los representantes una vez que habían llegado a Nicea. Hasta proveyó diversiones para ellos, todo pagado. El mismo emperador Constantino servía como presidente del concilio, dirigiendo las discusiones. Durante los dos meses que duró el concilio, los representantes de las iglesias quedaron impresionados por su habilidad como líder. Constantino persuadió al concilio que hiciera un credo para toda la iglesia, el cual definiría la relación de Dios el Padre y Dios el Hijo. Esta también era idea nueva, ya que en tiempos anteriores cada congregación tenía su propio credo.

El mismo Constantino propuso los términos que usarían en el nuevo credo universal. Para excluir la doctrina de Arrio, Constantino insistió en que la palabra griega homoousios se empleara para describir la relación de Jesús con su Padre. Esta palabra usualmente se traduce al español con la frase, “siendo de la misma sustancia”. De la manera en que se usaba en el concilio de Nicea, homoousios no contradecía en nada las creencias de los primeros cristianos. Sin embargo, esta palabra no aparece en las Escrituras, y nunca se había usado antes en los credos de las congregaciones.

No obstante, bajo la presión de los argumentos de Constantino, casi todos los representantes de la iglesia en el concilio de Nicea firmaron el documento nuevo... todos menos cinco. Constantino entonces desterró a los cinco que rehusaron firmar, uno de los cuales fue Arrio.1 Luego Constantino hizo una proclamación: “Si algún tratado escrito por Arrio se descubre, que sea echado al fuego, para que no sólo su doctrina depravada sea suprimida, sino mucho más que no quede de él memoria alguna. Por lo tanto, decreto que el que tuviera un libro escrito por Arrio, si no lo entrega ahora de inmediato, cuando fuere hallado, será castigado con la pena de muerte.”2

Constantino también instó que el concilio de Nicea tomara otras medidas para prevenir que surgieran desacuerdos y divisiones en la iglesia. El creía que la iglesia sería más fuerte si se organizara de la manera que el gobierno romano estaba organizado. Por eso, el concilio fijó leyes que dio autoridad a ciertos obispos, llamados metropolitanos, sobre otras iglesias. Por ejemplo, al obispo de Alejandría le fue dada autoridad sobre todas las congregaciones de Egipto y Libia. Además, el concilio decretó que ningún obispo nuevo podía ser nombrado sin la aprobación del metropolitano.

Muchos de los metropolitanos eran los obispos de las iglesias donde los apóstoles habían enseñado personalmente hacía muchos años. Por esto, podemos decir que esta nueva ley se asemejó a la práctica primitiva de referir los problemas que surgían a los ancianos de las iglesias apostólicas. Sin embargo, la práctica de la iglesia primitiva se había basado en la creencia que estas iglesias estaban más cercanas a la autoridad apostólica. La práctica nueva se basaba en una nueva creencia: que los obispos actuales de estas iglesias tenían autoridad directa de Dios, sí, revelación actual. Ya que se creía que la autoridad de los metropolitanos venía directa de Dios, la sumisión a ellos no se dejaba a la voluntad de cada congregación.3 De esta manera, el concilio de Nicea destruyó la práctica original de los primeros cristianos, práctica que había servido como muro de protección a la iglesia primitiva.

Pero ni con eso terminó el concilio de Nicea. Se hicieron más leyes con el propósito de establecer uniformidad en todas las iglesias. Por ejemplo, el concilio decretó que todos los cristianos debían orar sólo de pie los domingos y durante los 50 días entre el domingo de la resurrección y el domingo de la ascensión.4 De esta manera, lo ocurrido en Nicea destruyó la independencia de cada congregación de creyentes. Ahora, los cambios de teología y cualquier innovación no tendrían que diseminarse lentamente de una congregación a otra. Un concilio de toda la iglesia podía lograr en pocos días lo que antes no se hubiera logrado a través de siglos.

Como punto final, Constantino proclamó que el nuevo credo de Nicea era inspirado por Dios. El dijo: “Lo que se ha recomendado al juicio de trescientos obispos no puede ser sino la doctrina de Dios, ya que el Espíritu Santo quien mora en las mentes de todos estos hombres formales los ha iluminado eficazmente respecto a la voluntad divina”.5 Otro cristiano del siglo cuarto lo expresó de la siguiente manera: “Aun si todos los miembros del concilio hubieran sido laicos, siendo iluminados por Dios y por la gracia del Espíritu Santo, no hubieran podido errar de ninguna manera.”6 Con esto, vemos que la convicción de que Dios no daría ninguna nueva revelación después de los apóstoles se había destruido.

Los efectos de Nicea sobre los primeros cristianos

Desde el punto de vista humano, parecería que Constantino logró algo maravilloso. Jamás debería de romperse la iglesia por controversias doctrinales y prácticas divisivas. Los representantes de las iglesias se regocijaban de lo que habían logrado.

Pero su regocijo no duró mucho. Trescientos años de conservatismo estricto no podía deshacerse tan rápido. Cuando los obispos volvieron a sus congregaciones, y las congregaciones pensaron detenidamente en el credo y los decretos de Nicea, una reacción conservadora surgió. A causa de esta oposición, Eusebio se vio obligado a defenderse ante su congregación. Tenía que explicar por qué él había firmado el credo.7 Los conservadores todavía creían que cualquier cambio los involucraría en el error, y les disgustó que el credo de Nicea empleara términos que no se encontraban en las Escrituras. Tampoco les gustó que quedaran abrogados los credos locales que se habían usado a través de varios siglos. Finalmente, cuando varios herejes se escondieron tras el credo de Nicea para poder propagar sus doctrinas erróneas, los conservadores empezaron a insistir que se aclarara y se agrandara el credo para explicar con más precisión lo que los cristianos habían creído desde tiempos antiguos.

Es posible que esta reacción hubiera tenido éxito en parar la fuente de cambio que amenazaba a la iglesia, si no hubiera sido por la persistencia y la habilidad de un hombre: Atanasio. Este había sido diácono en la iglesia de Alejandría cuando surgió la controversia de Arrio. Aunque diácono, había asistido al concilio de Nicea, pero no había tenido ningún papel importante en él. El credo de Nicea tenía la intención de preservar lo que la iglesia siempre había enseñado acerca de Jesucristo, y la intensión de Atanasio no era sino apoyar la teología ortodoxa de los cristianos primitivos. Sin embargo, con el correr de los años, la necesidad de apoyar el credo de Nicea se hizo más importante a Atanasio que el apoyar la doctrina de los primeros cristianos. Se apoderó de él la idea de que el credo no podía ser cambiado de ninguna manera— sin importarle que las alteraciones fueran ortodoxas o no lo fueran. El creía que el credo había sido inspirado por Dios, lo mismo que las Escrituras. Aunque al principio defendió la doctrina ortodoxa de los primeros cristianos acerca de Cristo, al fin contradijo lo que una vez había defendido. Pero aun así, ganó el apoyo de casi toda la iglesia.

Los primeros cristianos vencidos por credos—y más credos

El concilio de Nicea no logró unir a la iglesia como había esperado Constantino. En verdad, había más divisiones y más contenciones después de Nicea que antes. Los dos siglos después de la conversión de Constantino se caracterizaron por los argumentos teológicos sin fin, por las riñas constantes, y las grandes divisiones en la iglesia. En esta época, los cristianos tomaron la espada y comenzaron a matarse los unos a los otros a causa de las disputas teológicas. Con la estructura del cristianismo rompiéndose y destruyéndose, el énfasis siguió cambiando de la vida cristiana a la doctrina cristiana.

De estas disputas salían grandes teólogos de gran prominencia, quienes al fin llegaron a ser los verdaderos “padres” de la teología cristiana. Hubo otros concilios, y más credos. Los argumentos se centraban primero en Jesús, después en el Espíritu Santo, y después en Jesús otra vez. Con el paso de los años, más y más personas afirmaban haber tenido nuevas revelaciones de Dios. Gregorio de Nacianzo, uno de los líderes en los debates sobre el Espíritu Santo, declaró: “El Antiguo Testamento proclamaba al Padre abiertamente y al Hijo oscuramente. El Nuevo [Testamento] manifestaba al Hijo y sugería la deidad del Espíritu Santo. Ahora el mismo Espíritu mora entre nosotros y nos provee de una demostración más clara de sí mismo. Porque cuando la deidad del Padre aún no se había reconocido, era peligroso proclamar la deidad del Hijo. Y cuando [la deidad] del Hijo aún no se había recibido, [era peligroso] imponernos la carga (si me permiten usar tal expresión atrevida) con el Espíritu Santo.”8

La teología sencilla y flexible de la iglesia primitiva se reemplazó por credos rígidos y dogmáticos. Al fin, estos credos reemplazaron muchas veces a las Escrituras como la autoridad que gobernaba la iglesia. Con cada concilio que se celebraba, más terminología que no tenía base en las Escrituras se añadía a la dogma de la iglesia. En cada caso, el propósito de los credos era sencillamente repetir y reafirmar lo que la iglesia siempre había enseñado. Pero a fin de cuentas, los credos contribuyeron a la contaminación de la doctrina cristiana auténtica.

Tenemos un ejemplo notable de eso en el credo escrito por el concilio de Calcedonia, en 451 d. de J.C. Este credo hace la declaración que Jesús fue “nacido de la virgen María, la madre de Dios”.9 Al decir así, los que escribieron este credo no tenían ninguna intención de deificar a María o de venerarla. La frase, “madre de Dios”, se añadió para oponerse a la falsa enseñanza de que María había dado a luz a uno que no era más que humano, y sobre quien la vida de Dios descendió después. En otras palabras, el credo sencillamente afirmaba que el ser en la matriz de María era el verdadero Hijo de Dios. Como en el caso del credo de Nicea, la intención del credo de Calcedonia era apoyar la doctrina ortodoxa, pero las interpretaciones que se dieron a ese credo después no fueron ortodoxas.

Podemos decir, pues, que Atanasio, Gregorio de Nacianzo, y los grandes concilios de la iglesia no cambiaron radicalmente la doctrina cristiana. Ellos sencillamente prepararon un fundamento que después podía ser usado por alguien para hacer esos cambios. En el último cuarto del siglo cuatro, surgió tal persona. Este maestro llegó a ser el maestro cristiano con mayor influencia que haya nacido... sí, su influencia llegó a ser mayor que la de los mismos apóstoles.

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