QUE HABLEN LOS PRIMEROS CRISTIANOS

EL RETO A LA IGLESIA DE HOY A LA LUZ DEL CRISTIANISMO PRIMITIVO

Capítulo 7 Lo que creyeron los primeros cristianos acerca de l a predestinación y el libre albedrío

Muchos cristianos evangélicos creen que la Reforma de Lutero volvió la iglesia a las normas de los primeros cristianos. Muchos también creen que los cristianos evangélicos de hoy enseñan lo mismo que enseñaba Lutero. Sin embargo, ninguna de estas suposiciones está en lo correcto.

Probablemente a usted le extrañará aprender que nuestra doctrina actual sobre la salvación por la fe es muy diferente de la doctrina de los primeros cristianos. Tal vez le extrañará aun más aprender que nuestra doctrina sobre la salvación también es muy diferente de la de Martín Lutero y los otros reformadores. En verdad, enseñamos sólo la mitad de la doctrina de la Reforma sobre la salvación.

Es cierto que Lutero a veces dijo que el hombre se salva “sólo por la fe”. Pero también es cierto que enseñó que el hombre está tan totalmente depravado que él ni siquiera puede ejercer fe en Dios o aceptar el don de la salvación. Por eso, según Lutero, las únicas personas que tienen la fe salvadora son aquellas a quienes Dios se la ha dado. Y Dios da esa fe solamente a aquellos que él predestina arbitrariamente para ello desde antes de la creación. Al decir “arbitrariamente”, quiero decir que Lutero enseñaba que Dios da esa fe a algunas personas, y no a otras, sin tomar en cuenta el deseo, la fe, la justicia, las acciones o las oraciones de estas personas.

Al final, Lutero no pudo sino lamentar: “Esa fe es la del grado más alto—creer que él es misericordioso, el mismo que salva a tan pocos y condena a tantos. Creer que él es justo, el que según su propia voluntad nos dispone sin remedio a la condenación.”1 De esta manera los reformadores no enseñaron que el hombre se salva sólo por la fe, o que se salva por recibir a Cristo. Enseñaron que los predestinados a la salvación se salvan de pura gracia y los demás se condenan eternamente.

Es una creencia popular, pero sin base, que Juan Calvino inició la doctrina de la predestinación. Calvino sencillamente repetía la teología establecida por todos los reformadores. Así que, los que hoy en día dicen que la oferta de la salvación se ofrece libremente a todo el mundo contradicen una doctrina fundamental de la Reforma.

Después de la Reforma, por varios siglos los cristianos evangélicos trataron de convencer a un mundo dudoso que nuestras vidas y nuestros destinos eternos son predestinados arbitrariamente por Dios. Decían que el Dios que los predestina de esta forma es un Dios de amor. Pero yo digo: ¡Qué ironía! ¡Los primeros cristianos trataron de convencer al mundo dudoso que la vida y el destino de los hombres no se determinan por predestinación!

Los primeros cristianso creyeron en el libre albedrío

Los primeros cristianos creyeron firmemente en el libre albedrío. Por ejemplo, Justino propuso el siguiente argumento a los romanos: “Hemos aprendido de los profetas, y lo afirmamos nosotros, que los correctivos, los castigos y los galardones se miden conforme al mérito de los hechos de cada uno. De otra manera, si todo sucediera sólo por suerte, no hubiera nada a nuestro poder. Porque si un hombre se predestinara a lo bueno y otro a lo malo, el primero no mereciera la alabanza ni el segundo la culpa. Si los hombres no tuvieran el poder de evitar lo malo y de escoger lo bueno según su propia voluntad, no fueran responsables por sus hechos, sean buenos o malos… Porque el hombre no sería merecedor de recompensa o alabanza si él mismo no escogiera lo bueno, o si sólo fuera creado para hacer lo bueno. De igual manera, si un hombre fuera malo, no merecería el castigo, ya que él mismo no hubiera escogido lo malo, siendo él capaz de hacer sólo lo que fue creado para hacer.”2

Clemente escribió de semejante manera: “Ni alabanza ni condenación, ni recompensa ni castigo, sería justo si el hombre no tuviera el poder de escoger [lo bueno] y evitar [lo malo], si el pecado fuera involuntario.”3

Arquelao, escribiendo pocos años después, dijo lo mismo: “Toda la creación de Dios, Dios la hizo muy bien. Y él ha dado a cada persona el poder del libre albedrío, y por la misma norma ha instituido la ley de juicio… Y por cierto todo el que quiera, puede guardar sus mandamientos. Pero el que los desprecia y se vuelve en contra de ellos, sin duda alguna tendrá que hacer frente a esa ley de juicio… No cabe duda de que cada persona, utilizando el poder de su libre albedrío, puede fijar su camino en la dirección que él quiera.”4

Metodio, un mártir cristiano que vivió cerca de los fines del tercer siglo, escribió de semejante manera: “Aquellos [paganos] que deciden que el hombre no tiene libre albedrío, sino afirman que se gobierna por las disposiciones inevitables de la suerte, son culpables de impiedad ante el mismo Dios, ya que le hacen la causa y el autor de las maldades humanas.”5 Los primeros cristianos no creían en el libre albedrío sin base, sino se basaron firmemente en las siguientes Escrituras y otras semejantes:
•?“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3.16).
•?“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3.9).
•?“Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22.17).
•?“Os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Deuteronomio 30.19).

De esta manera, vemos que en el principio el mundo pagano, no los cristianos, creían en la predestinación. Mas, en una de las peculiaridades de la historia cristiana, Lutero apoyó a los romanos paganos y se opuso a los primeros cristianos. No quiero decir que, en efecto, se hizo partidario de los romanos. Digo que literalmente se hizo su partidario. Por ejemplo, Lutero escribió lo siguiente acerca de la suerte y la predestinación: “¿Por qué será tan difícil que nosotros los cristianos entendamos estas cosas? ¿Por qué se nos consideran irreligiosos, raros y vanos si discutimos estas cosas y las sabemos, cuando los poetas paganos, y todo el mundo, hablaban de ellas muchas veces? Hablando sólo de Virgilio [un poeta pagano romano], ¿cuántas veces habla él de la suerte? ‘Todas las cosas quedan fijas bajo ley inmutable.’ Otra vez: ‘Fijo está el día de todos los hombres.’ Otra vez: ‘Si la suerte te llama.’ Y otra vez: ‘Si tú quieres romper la cadena de la suerte.’ La meta de este poeta es mostrar que la suerte tuvo más que ver con la destrucción de Troya, y con la grandeza de Roma, que todos los esfuerzos unidos de los hombres… De eso podemos ver que todo el mundo tenía el conocimiento de la predestinación y de la presciencia de Dios igual como tenían el conocimiento de la existencia de la deidad. Y los que quisieron mostrarse sabios disputaban tanto que, siendo entenebrecidos sus corazones, se hicieron necios (Romanos 1.21-22). Negaron o fingieron no saber las cosas las cuales los poetas, y todo el mundo, y hasta sus propias conciencias, creyeron ser conocidas en todo el mundo, y muy ciertas, y muy verdaderas.”6

¿Cómo explicaron los cristianos primitivos los pasajes que al parecer enseñan la predestinación?

De lo que yo puedo observar, muchos cristianos evangélicos— quizás la mayoría—dicen que creen en la predestinación. Mas, sus oraciones y sus acciones muestran que en realidad no creen. Otros se desesperan ante toda la confusión religiosa y admiten: “No sé qué creer”.

El problema consiste en que la Biblia nos dice: “Escoge, pues, la vida, para que vivas”; pero también nos dice que: “No depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia”. Por una parte, dice que Dios es paciente, “no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3.9). Por otra parte, dice que Dios “de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece” (Romanos 10.18).

Yo he luchado con tales pasajes contradictorios, según parece, casi toda mi vida. Me dio bastante consolación hallar que los primeros cristianos tuvieron explicaciones lógicas—y bíblicas— de estas aparentes contradicciones. En verdad, su manera de explicar la presciencia de Dios y el libre albedrío del hombre son de las más razonables que jamás he oído.

Por contraste, otra vez los gnósticos eran los que enseñaban que los humanos somos predestinados arbitrariamente o para la salvación o para la condenación. Recuerde que según ellos somos totalmente depravados porque fuimos creados por un Dios inferior. No es de extrañarse, entonces, que enseñaron que podemos ser salvos sólo si Dios nos escoge para la salvación. En su obra titulada, De los puntos principales, Orígenes escribe de muchos de los argumentos de la biblia que los gnósticos usaban. Contestó muchas de las preguntas acerca del libre albedrío y de la predestinación que su alumnos le hicieron.

Aquí doy una parte de lo que escribió Orígenes: “Una de las doctrinas enseñadas por la iglesia es la del juicio justo de Dios. Este hecho estimula a los que creen en él para que vivan piadosamente y que eviten el pecado. Reconocen que lo que nos trae o alabanza o culpa está dentro de nuestro poder. “Es nuestra responsabilidad vivir en justicia. Dios exige esto de nosotros, no como si dependiéramos de él, ni de otro, ni de la suerte (como creen algunos), sino como si dependiera de nosotros mismos. El profeta Miqueas demostró eso cuando dijo: ‘Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia’ [Miqueas 6.8]. Moisés también dijo: ‘Yo he puesto delante de ti el camino de la vida y el camino de la muerte. Escoge lo bueno y sigue en él’ [Deuteronomio 30.15, 19].

“Tome en cuenta cómo nos habla Pablo de manera que da a entender que tenemos libre albedrío y que nosotros mismos somos causa o de nuestra ruina o de nuestra salvación. El dice: ‘¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras; vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino obedecen a la injusticia’ [Romanos 2.4-8].

“Pero hay ciertas declaraciones en el Antiguo Testamento como también en el Nuevo que pudieran hacernos concluir lo contrario: Que no depende de nosotros o el guardar sus mandamientos para ser salvos, o el desobedecerlos para perdernos.

Así que, examinémoslos uno por uno. “Primero, las declaraciones en cuanto a Faraón han causado dudas en muchos. Dios dijo varias veces: ‘Yo endureceré el corazón de Faraón’ [Éxodo 4.21]. Claramente, si Faraón fue endurecido por Dios y pecó como resultado de ese endurecimiento, él no fue responsable por su pecado. Y no tuvo libre albedrío.

“Vamos a añadir a este pasaje otro que escribió Pablo: ‘Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?’ [Romanos 9.20-21].

“Ya que sabemos que Dios es tanto bueno como justo, veamos cómo el Dios bueno y justo pudo endurecer el corazón de Faraón. Tal vez por un ejemplo usado por el apóstol en la epístola a los Hebreos podemos ver que, en una sola obra, Dios puede mostrar misericordia a un hombre mientras endurece a otro, sin la intención de endurecerlo. ‘La tierra’, dice él, ‘bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa al agricultor, por la bendición de Dios. Pero la que produce espinos y abrojos no tiene valor, y está próxima a ser maldecida. Su fin es el ser quemada’ [Hebreos 6.7-8].

“Tal vez nos parezca raro que aquel que produce la lluvia dijera: ‘Produzco tanto los frutos como también los espinos de la tierra’. Mas, aunque raro, es cierto. Si no hubiera lluvia, no hubiera ni frutos ni espinos. La bendición de la lluvia, por tanto, cayó aun sobre la tierra improductiva. Pero ya que estaba descuidada y no cultivada, produjo espinos y abrojos. De esta manera, las obras maravillosas de Dios son semejantes a las lluvias. Los resultados opuestos son semejantes a las tierras o cultivadas o descuidadas.

“También las obras de Dios son semejantes al sol, el cual pudiera decir: ‘Yo hago suave y hago duro’. Aunque estas acciones son opuestas, el sol no hablaría mentira, porque el calor que suaviza la cera es el mismo que endurece el lodo. De semejante manera, por una parte, los milagros hechos por mano de Moisés endurecieron a Faraón a causa de la maldad de su corazón. Pero suavizaron a la multitud egipcia, que salió de Egipto con los hebreos [Éxodo 12.38].

“Veamos a otro pasaje: ‘Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia’ [Romanos 9.16]. Aquí Pablo no niega que los humanos tenemos que hacer algo. Sino alaba la bondad de Dios, quien lleva lo que se hace a su fin deseado. El sencillo deseo humano no basta para alcanzar el fin. Solo el correr no basta para que el atleta gane el premio. Tampoco basta para que los cristianos ganemos el premio que da Dios por Cristo Jesús. Estas cosas se llevan a cabo sólo con la ayuda de Dios.

“Como si hablara de la agricultura, Pablo dice: ‘Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo da Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento’ [1 Corintios 3.6-7]. Ahora pudiéramos decir con razón que la cosecha del agricultor no es trabajo sólo del agricultor. Tampoco es trabajo sólo del que riega. Al fin y al cabo, es trabajo de Dios. Así mismo, no es que no tengamos nada que hacer para que nos desarrollemos espiritualmente a la perfección. Mas, con todo, no es obra de sólo nosotros, porque Dios tiene una obra aun más grande que la nuestra. Así es en nuestra salvación. La parte que hace Dios es muchísimo mayor que la nuestra.”7

¿Puede Dios ver el futuro?

Aunque no creyeron en la predestinación, los primeros cristianos creyeron fuertemente en la soberanía de Dios y en su habilidad de prever el futuro. Por ejemplo, entendieron que las profecías de Dios acerca de Jacob y Esaú (Romanos 9.13 y Génesis 25.23) resultaron de esta habilidad de prever el futuro, y no de una predestinación arbitraria de los hombres a una suerte fija. Vieron que hay una gran diferencia entre el prever algo y el causarlo.

  • volver al indice