QUE HABLEN LOS PRIMEROS CRISTIANOS

EL RETO A LA IGLESIA DE HOY A LA LUZ DEL CRISTIANISMO PRIMITIVO

Capítulo 18 ¿Qué quiere decir los primeros primeros cristianos a nosotros ?

No podemos borrar de la historia de los primeros cristianos

La mayoría de los evangélicos sencillamente pasamos por alto a los primeros cristianos. Rara vez hablamos de ellos en nuestras iglesias, y no tomamos en cuento sus escritos en lo mínimo. Nuestra actitud me hace pensar de la actitud de los fariseos hacia Juan el Bautista. Cuando los fariseos procuraron atrapar a Jesús haciéndole la pregunta de dónde venía su autoridad, Jesús respondió: “Yo también os haré una pregunta... El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres? Ellos entonces discutían entre sí, diciendo: Si decimos del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? Y si decimos, de los hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta. Y respondiendo a Jesús, dijeron: No sabemos” (Mateo 21.24-27).

¿No es cierto que nuestra actitud hacia los primeros cristianos es muy parecida a esto? No podemos decir que sus creencias son correctas, porque entonces tendríamos que reconocer que las nuestras no son correctas. Por otra parte, no queremos acusar a ellos de ser herejes, porque no podemos negar su fe invencible y su amor cristiano sobresaliente. Además, si dijéramos que son herejes, también tendríamos que decir que los distintos libros de nuestro Nuevo Testamento fueron coleccionados y compilados por herejes. Por lo tanto, igual que los fariseos, rehusamos responder. No adoptamos ninguna opinión. Sencillamente pasamos por alto a los primeros cristianos, como si el no prestarles nada de atención los hiciera desaparecer. Pero pasarlos por alto no borra de la historia las verdades de las cuales ellos testifican.

Nos falta la humildad respecto a nuestras creencias

Hagan el favor de entenderme: No estoy diciendo que todos nosotros debemos desechar de inmediato todas nuestras creencias y adoptar las de los primeros cristianos. Sencillamente estoy diciendo que si vamos a ser honrados, tenemos que admitir que no siempre hemos sido honrados. Por ejemplo, muchas de nuestras doctrinas acerca de la salvación se parecen mucho a las de los gnósticos. Bueno, es posible que los gnósticos tuvieran razón. ¿Pero realmente creemos que sí? Seamos honrados.

Por lo menos, debemos reconocer la posibilidad de que algunas de nuestras doctrinas no sean correctas, aunque siempre las hayamos creído de todo corazón. Cuando primero leí los escritos de los primeros cristianos, me dio vergüenza darme cuenta de que los primeros cristianos no enseñaban mucho de lo que yo había enseñado a otros por muchos años ya. En verdad, ellos claramente calificaban de heréticas a algunas de las creencias que yo tenía. Por no decir más, esta experiencia me hizo más humilde. Pero tal vez eso mismo es lo que a todos nos falta: una dosis fuerte de humildad teológica.

Hace poco explicaba a un amigo cristiano lo que los primeros cristianos primitivos creían y practicaban. La mayoría de lo que yo decía concordaba con lo que él creía. Se emocionó bastante de lo que yo le decía, creyendo que el testimonio de los primeros cristianos daba testimonio positivo de que las creencias de él eran correctas. Pero cuando yo comencé a contarle de algunas de las creencias de ellos que no concordaban con las de él, se vio perplejo y se calló. Luego moviendo la cabeza negativamente, dijo con toda seriedad:
—Estaban muy equivocados ellos, ¿verdad? No se le ocurrió la posibilidad de que él mismo pudiera estar equivocado.

Tal vez no estamos dispuestos a cambiar nuestras creencias a base del testimonio de los primeros cristianos. Pero por lo menos debemos dejar de juzgar con tanta severidad a aquellos que, en toda honradez, interpretan las Escrituras de manera diferente a la que las interpretamos nosotros . . . especialmente si sus interpretaciones concuerdan con las de los primeros cristianos. Jesús nos advierte: “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido” (Mateo 7.1-2).

Parece que muchos de nosotros no creemos en verdad lo que Jesús dijo. Juzgamos sin misericordia las interpretaciones sinceras de otros. Y creemos que Jesús se sonreirá y nos alabará en el día del juicio. Pero tal vez estamos equivocados. Tal vez las interpretaciones nuestras sean las incorrectas. Tal vez Jesús haga exactamente lo que dijo. Tal vez nos juzgue precisamente de la manera que hemos juzgado a otros.

Los escritos de los primeros cristianos nos dan un punto de referencia

Como muchos otros, yo verdaderamente creo que la Biblia es la única autoridad para los cristianos, un libro inspirado y sin error. Pero nosotros los cristianos que creemos la Biblia estamos divididos entre cientos de diferentes denominaciones y sectas. Por lo general, tales divisiones no resultan porque hay cristianos que tuercen las Escrituras para motivos egoístas con intención de engañar. Al contrario, es verdad que muchas enseñanzas en la Biblia no están muy claras. Muchos pasajes de la Biblia se pueden entender de diferentes formas.

Como resultado de eso, aun los cristianos que creen la Biblia se sienten obligados a fijar otra base de autoridad, además de la Biblia. Por ejemplo, muchos ponen mucha confianza en los impresos de su denominación o las autoridades eclesiásticas. Muchos confían en los pastores, en los seminarios, en los comentarios bíblicos, en los credos, o en las tradiciones de la iglesia evangélica. Pero, ¿cuánto valor tienen, en realidad, tales fuentes de autoridad? ¿Puede un seminario tener más entendimiento que otro? ¿Podemos saber que nuestro pastor sí tiene razón y el otro pastor no? ¿Cómo podemos estar seguros de que un autor como Matthew Henry, escribiendo un comentario en el siglo decimoséptimo, entendió lo que los apóstoles querían decir.

Aquí nos pueden ayudar los escritos de los primeros cristianos. Sí, nos pueden ayudar bastante. Estos escritos no son inspirados, y nunca pretenden ser inspirados. Los escritores de la iglesia primitiva no levantaban sus escritos al mismo nivel que las Escrituras. Tampoco debemos hacerlo nosotros. Sin embargo, de sus escritos podemos saber lo que creían los cristianos al final de la época apostólica. Esto nos da un punto de referencia que es mucho más valioso que cualquier otro punto de referencia que tenemos en el siglo veinte, sea seminario, comentario o pastor. Si vamos a usar los escritos de los primeros cristianos como punto de referencia, tenemos que ser honrados con ello. Algunas denominaciones citan los escritos de la iglesia primitiva para apoyar sus doctrinas eclesiásticas. Cuando eso hacen, se basan en que el testimonio de los primeros cristianos es evidencia fuerte de lo que los apóstoles creían. No obstante, yo he confrontado a líderes de estas mismas denominaciones con otras creencias de los primeros cristianos, creencias que no concuerdan con las de su denominación. ¡Y todo cambió muy rápido! En este momento, lo que creían los primeros cristianos no tenía importancia. En otras palabras, cuando los escritos de los primeros cristianos concuerdan con lo que nosotros creemos, los apreciamos. Cuando no concuerdan, los despreciamos y no los tomamos en cuenta. ¿Será honrado esto? Si esto hacemos, ¿estamos buscando en realidad la verdad de Dios?

La unidad sin la uniformidad

Después de estudiar los escritos de los primeros cristianos, tengo que concluir que había un núcleo de creencias y prácticas que ellos habían recibido de los apóstoles. Casi sin excepción, los primeros cristianos aceptaban estas creencias y prácticas. Pero a la vez, evidentemente había muchos puntos que los apóstoles no habían explicado a la iglesia primitiva, ni a nadie. En tales puntos había mucha diversidad entre los primeros cristianos. Mas aun así, no se dividieron en una multitud de diferentes sectas a causa de estos puntos. En verdad, discutían estas cosas muy poco entre sí. Por ejemplo, Justino creía que muchas profecías de la Biblia se cumplirían literalmente durante el milenio. Pero muchos otros cristianos creían de otra manera. Vean el espíritu apacible de Justino cuando él habló de sus opiniones milenarias con un grupo de judíos: “Como dije antes, yo y muchos otros tenemos esta opinión. Creemos que estas profecías se cumplirán de esta manera. Pero, por otra parte, les dije también que hay muchos que creen de otra manera, y son de la fe pura y justa. Son también cristianos.”1 Es muy típico de los primeros cristianos tal espíritu poco contencioso, libre de prejuicios. No permitían que su diversidad de opiniones destruyera su espíritu apacible. Aunque intransigentes en su obediencia a Cristo, los primeros cristianos eran flexibles en los puntos que los apóstoles no habían fijado con certeza. Debiéramos imitar su espíritu apacible.

Evaluando las iglesias de hoy

Después de estudiar los escritos de los primeros cristianos, me hice para atrás y me puse a evaluar mi propia espiritualidad. Como dije antes, según las normas actuales, soy cristiano con una entrega más que ordinaria. Pero según las normas de la iglesia primitiva, soy débil espiritualmente. Entonces, me hice la pregunta: “Cuando Dios me evalúa, ¿qué ve?”

Tal vez la iglesia de hoy en día debe hacerse esta pregunta. ¿Qué ve Dios en la iglesia actual? ¿Está contento con lo que ve en nosotros? ¿Nos está derramando sus mejores bendiciones? ¿O será que nos ve del mismo modo que vio a la iglesia del cuarto siglo, después de Constantino?

Hago esta pregunta porque me parece que vemos actualmente las mismas condiciones que existían en el cristianismo de entonces, el cristianismo del siglo cuarto. Veo hoy la misma sensación de bienestar que había en el mundo religioso en el siglo cuarto. En aquel tiempo, los cristianos creían que vivían en una época nueva de bendición y prosperidad espiritual. Se jactaban de milagros, de sanidades sobrenaturales, y del gran crecimiento en la iglesia. Lo mismo veo en la iglesia de hoy. Muchos cristianos afirman que estamos viviendo en una época nueva, en la cual Dios está colmando a la iglesia de prosperidad material, milagros, y muchas bendiciones—bendiciones que él no dio antes a la iglesia durante los dos mil años de su historia.

Muy bien. Es posible que, por alguna razón, Dios esté colmando de bendiciones espirituales a la iglesia actual. Pero a base de lo que veo en la historia de la iglesia primitiva, es muy poco probable que sea así. Es mucho más probable que estamos engañándonos a nosotros mismos. Pensémoslo bien. ¿Por qué daría Dios una cruz de aflicción a los cristianos fieles de la iglesia primitiva, mientras él nos da a nosotros prosperidad material, salud milagrosa, y además muchos placeres carnales? Por favor no me entiendan mal. Yo no niego que Dios hace milagros. He leído de sanidades milagrosas y de otros milagros en la iglesia primitiva. Pero estas cosas eran poco comunes, y la iglesia daba poco énfasis a tales cosas. Después de que la madre de Constantino supuestamente halló la cruz de Jesús, entonces sí ¡qué ola más grande de milagros y sanidades sobrenaturales inundó a la iglesia!

La iglesia del cuarto siglo también creía que el crecimiento rápido de la iglesia indicaba que Dios aprobaba su obra y sus métodos. Lo mismo veo hoy. Las iglesias que destacan las bendiciones materiales, las sanidades y otros milagros están creciendo bastante rápidamente. Pero ¿será eso evidencia de la aprobación de Dios? Recordemos que la iglesia creció diez veces más rápido después de la conversión de Constantino que antes. Aun entre los evangélicos tradicionales el crecimiento se ha convertido en una obsesión. Los métodos que producen el crecimiento se están adoptando en una iglesia tras otra. Por ejemplo, la manía actual donde vivo yo es la construcción de grandes complejos lujosos para la recreación. Las iglesias los llaman “centros de la vida familiar”. De lo que yo he visto, las iglesias que tienen tales centros de recreación crecen más rápido que las que no los tienen. Pero ¿qué importa? La iglesia primitiva del cuarto siglo bien demostró que podemos usar los métodos humanos— como los templos lujosos y las fiestas religiosas—para hacer crecer la iglesia. Pero la iglesia del cuarto siglo no pudo demostrar que podemos usar los métodos humanos para hacer una iglesia mejor.

No es demasiado tarde para volver

Los cristianos de los primeros siglos produjeron una revolución espiritual en el mundo porque no temieron desafiar las actitudes, la vida, los valores del mundo antiguo. Su cristianismo era mucho más que un credo, un conjunto de doctrinas. Era una manera distinta y nueva de vivir. Y toda la fuerza del mundo romano— militar, económico y social—no pudo pararlo. Sin embargo, después de trescientos años, empezó a fracasar. ¿Por qué? Porque los cristianos perdieron su fe obediente en Dios. Opinaron que podían mejorar al cristianismo con los métodos humanos, usando los métodos del mundo. Pero no mejoraron al cristianismo. Destruyeron su corazón. Hay un refrán muy práctico en las partes rurales de Texas (E.E. U.U): “Si no está quebrado, no lo repare”. En otras palabras, no procure mejorar lo que no está fallando. El supuesto mejoramiento puede causar daño.

El cristianismo primitivo no estaba fallando. No le faltaba “mejoramiento”. Pero los cristianos del siglo cuarto se convencieron de que bien podían mejorar al cristianismo. “Si ser cristiano trajera bendiciones materiales y prosperidad, pudiéramos convertir a todo el mundo”, razonaron. Pero a fin de cuentas, la iglesia no convirtió al mundo. El mundo convirtió a la iglesia. Pero todavía, de alguna manera los cristianos de hoy en día no se han convencido ni con las lecciones de la historia. La iglesia de hoy todavía se goza de su matrimonio con el mundo. Y todavía creemos que podemos mejorar al cristianismo por medio de los métodos humanos. Pero en el sentido verdadero, el cristianismo no mejorará hasta que vuelva a la santidad práctica, el amor no fingido, y la abnegación verdadera de los primeros cristianos. Ya debemos habernos divorciado del mundo—un divorcio que sí tuviera la bendición inequívoca de Dios.

¿Dónde están la cruz de abnegación y sufrimiento, y el estandarte de fe y amor, que llevaban los primeros cristianos? Quedaron tirados en las calles polvorientas de Nicea. Pero no es demasiado tarde. La iglesia puede volver, recogerlas, levantarlas y llevarlas otra vez.

  • volver al indice