MÁRTIRES, MARTIRIO
I. Descripciones y exhortaciones de los mártires
II. Galardones por el martirio
III. Honor a los mártires
I. Descripciones y exhortaciones de los mártires (Volver arriba)
II. Galardones por el martirio
III. Honor a los mártires
El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. Juan 12:25
Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Filipenses 1:21
Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida. 2 Timoteo 4:6-8
Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de Satanás; pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni aun en los días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre ustedes, donde mora Satanás. Apocalipsis 2:13
Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? Apocalipsis 6:9-10
A continuación una cita de Tácito, un historiador romano no cristiano, describe los tormentos de la primera persecución imperial contra los cristianos llevada a cabo por Nerón, lo cual servía de espectáculo para el mundo romano:
A fin de contrarrestar el rumor (que señalaba a Nerón como el culpable del incendio de Roma) él acusó a personas llamadas por la gente “cristianos y quienes eran odiados por sus fechorías, culpándolos y condenándolos a los mayores tormentos. El Cristo de quien habían tomado el nombre, había sido ejecutado en el reino de Tiberio por el procurador Poncio Pilatos; pero aunque esta superstición había sido abandonada por un momento, surgió de nuevo, no sólo en Judea, el país original de esta plaga, sino en la misma Roma, en cuya ciudad cada ultraje y cada vergüenza encuentra un hogar y una gran diseminación. Primeros unos fueron detenidos y confesados, y, después, basándose en su denuncia, un gran número de otros, quienes no eran acusados del crimen del incendio, sino del odio a la humanidad. Su ejecución (la muerte de los cristianos) constituyó una diversión pública; fueron cubiertos con las pieles de fieras y después devorados por perros, crucificados o llevados a la pira y quemados al venir la noche, iluminando la ciudad. Para este espectáculo Nerón facilitó sus jardines, y hasta preparó juegos de circo en los cuales se mezcló con el pueblo con el traje de carretero, o montado en un carro de carrera. Tácito (100 d.C.)
En las dos siguientes citas se describe de qué manera la muerte de cristianos servía de entretenimiento para los romanos como acto final de sus espectáculos. He aquí el ejemplo de algunos mártires:
Diciendo estas (palabras de valor) y otras cosas, (Policarpo) iba llenándose de valor y gozo, y su rostro se henchía de gracia, de modo que no sólo no se desmayó ante las cosas que le decían, sino que, al contrario, el procónsul estaba asombrado y envió a su propio heraldo a proclamar tres veces en medio del estadio: “Policarpo ha confesado que es un cristiano.” Cuando el heraldo hubo proclamado esto, toda la multitud, tanto de gentiles como de judíos que vivían en Esmirna, clamó con ira incontenible y grandes gritos: “Éste es el maestro de Asia, el padre de los cristianos, el que derriba nuestros dioses y enseña a muchos a no sacrificar ni adorar.” Diciendo estas cosas, a grandes gritos pidieron al asiarca Felipe que soltara un león a Policarpo. Pero él dijo que no podía hacerlo legalmente, puesto que ya había dado por terminados los juegos. Entonces ellos decidieron gritar unánimes que Policarpo debía ser quemado vivo. Martirio de Policarpo (135 d.C.)
De nuevo debieron padecer los mismos suplicios; las varas, los mordiscos de las fieras que los arrastraban por la arena y todo lo que el vulgo furioso pedía a gritos. Al fin las parrillas al rojo, sobre las cuales se asaban las carnes de los mártires, despidiendo olor intolerable, que se extendía por todo el anfiteatro. Ni esto bastó para calmar aquellos instintos sanguinarios, muy al contrario, aumentó su furor con el deseo de vencer la constancia de los mártires… Aquel día ellos dieron el espectáculo al mundo en lugar de los variados juegos de los gladiadores. Los mártires de Lyon, Francia (177 d.C.)
Escribo a todas las iglesias, y hago saber a todos que de mi propio libre albedrío muero por Dios, a menos que ustedes me lo estorben… Déjenme que sea entregado a las fieras puesto que por ellas puedo llegar a Dios. Soy el trigo de Dios, y soy molido por las dentelladas de las fieras, para que pueda ser hallado pan puro [de Cristo]. Antes atraigan a las fieras, para que puedan ser mi sepulcro, y que no deje parte alguna de mi cuerpo detrás, y así, cuando pase a dormir, no seré una carga para nadie. Entonces seré verdaderamente un discípulo de Jesucristo, cuando el mundo ya no pueda ver mi cuerpo. Ignacio (105 d.C.)
Que pueda tener el gozo de las fieras que han sido preparadas para mí; y oro para que pueda hallarlas pronto; es más, voy a atraerlas para que puedan devorarme presto, no como han hecho con algunos, a los que han rehusado tocar por temor. Así, si es que por sí mismas no están dispuestas cuando yo lo estoy, yo mismo voy a forzarlas. Que vengan el fuego, y la cruz, y los encuentros con las fieras [dentelladas y magullamientos], huesos dislocados, miembros mutilados, el cuerpo entero triturado, vengan las torturas crueles del diablo a asaltarme. Siempre y cuando pueda llegar a Jesucristo. Ignacio (105 d.C.)
Por tanto seamos imitadores de su resistencia en los sufrimientos; y si sufrimos por amor a su nombre, glorifiquémosle. Porque Él nos dio este ejemplo en su propia persona, y nosotros lo hemos creído. Policarpo (135 d.C.)
En aquella hora los mártires de Cristo que eran torturados estaban ausentes de la carne, o, mejor dicho, que el Señor estaba presente y en comunión con ellos? Y prestando atención a la gracia de Cristo, despreciaban las torturas del mundo, comprando al costo de una hora el ser librados de un castigo eterno. Martirio de Policarpo (135 d.C.)
Pero un hombre, que se llamaba Quinto, un frigio llegado recientemente de Frigia, cuando vio las fieras se acobardó. Fue él que se había forzado a sí mismo y a otros a presentarse por su propia y libre voluntad. De éste el procónsul, con muchos ruegos, consiguió que hiciera el juramento y ofreciera incienso. Por esta causa, pues, hermanos, no alabamos a los que se entregan ellos mismos, puesto que el evangelio no nos enseña esto. Martirio de Policarpo (135 d.C.)
Justino testifica cómo veía en su vida pasada a los cristianos cuando éstos eran llevados a la muerte.
Y yo mismo, me deleitaba con la doctrina de Platón y oía hablar de los crímenes que se imputaban a los cristianos, pero les veía acercarse serenos a la muerte y a las demás cosas que parecen temibles a los hombres, comprendía que era imposible que aquellos hombres viviesen en la maldad y en el amor de los placeres. Justino Mártir (160 d.C.)
Ustedes, matarnos, sí, pueden; pero dañarnos, no. Justino Mártir (160 d.C.)
Fue tal la fortaleza de Blandina, que los verdugos que se relevaban unos a otros desde la mañana hasta la noche, después de aplicarla todos los tormentas, tuvieron que desistir, rendidos de fatiga. A pesar de todo, ella, como un fuerte atleta, renovaba sus tuerzas confesando la fe. Y pronunciando estas palabras: “Soy cristiana” y “nosotros no hacemos maldad alguna,” parecía descansar y cobrar nuevos ánimos olvidándose del dolor presente. Los mártires de Lyon, Francia (177 d.C.)
También Santos (un cristiano que enfrentaba la muerte)… mientras sus verdugos esperaban que a fuerza de torturas conseguirían hacerle confesar algún crimen, no dijo su nombre ni el de su nación, ni el de su ciudad, ni aun si era esclavo o libre, sino que a todas las preguntas respondía en latín: “Soy cristiano.” Esto era para él su nombre, su patria y su raza, y los gentiles no pudieron hacerle pronunciar otras palabras. Mientras sus miembros se abrasaban, él permanecía firme e inconmovible en su confesión, porque estaba bañado y fortificado por las aguas de vida que manan del cuerpo de Cristo. Los mártires de Lyon, Francia (177 d.C.)
Los verdaderos mártires andaban alegres, reflejándose en sus caras una cierta majestad y nobleza, de modo que las cadenas para ellos eran un adorno, que aumentaba su hermosura, como la de una desposada vestida de su traje de boda. Los mártires de Lyon, Francia (177 d.C.)
Por eso la iglesia de todas partes, por el amor a Dios, todo el tiempo está enviando al Padre una multitud de mártires. Ireneo (180 d.C.)
De este modo los mártires dieron testimonio y despreciaron la muerte, no según la debilidad de la carne, sino según lo que estaba dispuesto de su espíritu. Ireneo (180 d.C.)
Ananías, Azarías y Misael fueron arrojados al horno de fuego, prueba que sirvió como profecía de lo que sucederá al fin de los tiempos, cuando los justos sufrirán la prueba del fuego. Ireneo (180 d.C.)
La iglesia está llena de aquellas personas, mujeres y hombres castos, que durante todas sus vidas han contemplado la muerte que conduce a Cristo. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Aunque amenazados con la muerte en manos de un tirano y traídos delante de tribunales… el hombre libre por ningún medio abandona la piedad. Ni la esposa que vive con un esposo malvado, ni el hijo que tiene un padre malo, ni el siervo que tiene un mal amo fracasan al sostener noblemente la virtud. Pero ya que es noble para un hombre morir por la virtud, por la libertad y por él mismo, también lo es para la mujer… Por tanto, sabemos que hijos, mujeres y siervos a menudo han alcanzado los grados más altos de excelencia, en contra de la voluntad de sus padres, amos y esposos. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Las siguientes tres citas son fragmentos de una carta dirigida a cristianos encarcelados en tiempos de persecución.
Los demás impedimentos y aun sus mismos parientes les han acompañado tan sólo hasta la puerta de la cárcel. En ese momento han sido separados del mundo. ¡Cuánto más de sus cosas y afanes! ¡No se aflijan por haber sido sacados del mundo! Tertuliano (197 d.C.)
Si con sinceridad reflexionamos que este mundo es una cárcel, fácilmente comprenderíamos que no han entrado en la cárcel sino que han salido. Porque mucho mayores son las tinieblas del mundo que entenebrecen la mente de los hombres. Más pesadas son sus cadenas, pues oprimen a las mismas almas. Más repugnante es la fetidez que exhala el mundo porque emana de la lujuria de los hombres. En fin, mayor número de presos encierra la cárcel del mundo, porque abarca todo el género humano, amenazado, no por el juicio del procónsul, sino por la justicia de Dios. Tertuliano (197 d.C.)
En la cárcel se entristece el que suspira por las dichas del mundo; pero el cristiano, que afuera había renunciado al mundo, en la cárcel desprecia a la misma cárcel. En nada les preocupe el rango que ocupan en este siglo, puesto que están fuera de él. Si algo de este mundo han perdido, gran negocio es perder, si perdiendo han ganado algo mucho mejor. Y ¡cuánto habrá que decir del premio destinado por Dios para los mártires! Tertuliano (197 d.C.)
Pues no se quejan los cristianos, dicen (los romanos), porque los perseguimos; que si ellos desean tanto padecer, deben amarnos mucho, pues les damos lo que quieren… Verdaderamente deseamos padecer; pero con aquel deseo que el soldado ama la guerra. Tertuliano (197 d.C.)
Segando nos siembran: más somos cuanto derraman más sangre; pues la sangre de los cristianos es la semilla (de la iglesia). Tertuliano (197 d.C.)
Qué hermoso espectáculo para Dios, cuando el cristiano se enfrenta al dolor, cuando enfrenta las amenazas, suplicios y tormentos, cuando desprecia sonriente el estrépito de la muerte y el horror que inspira el verdugo, cuando hace valer su libertad frente a reyes y príncipes y sólo se somete al único Dios, a quien pertenece, cuando, triunfante y victorioso, desafía a quien pronunció la sentencia contra él. Porque al final venció quien obtuvo aquello por lo que luchó. Marco Minucio Félix (200 d.C.)
Pero, en nuestro caso, incluso los niños y las mujercitas, gracias a la capacidad para soportar el dolor que les es inspirada, se burlan de las cruces y de los tormentos, de las fieras y de todos los fantasmas de los suplicios. Marco Minucio Félix (200 d.C.)
Más bien fue la voluntad de Dios que soportemos todos los horribles reproches por confesarlo como Dios, que escapar por un breve tiempo de tales sufrimientos, conformándonos nosotros mismos a la voluntad de los enemigos de la verdad por medio de nuestras palabras. Orígenes (228 d.C.)
Hemos aprendido del evangelio a no relajar nuestros esfuerzos en tiempos de paz, entregándonos al tiempo libre; ni cuando el mundo hace guerra contra nosotros, a ser cobardes y a apostatar del amor del Dios de todas las cosas. Orígenes (248 d.C.)
Si es glorioso para los soldados de este mundo retornar triunfantes a sus países, cuando el enemigo es derrotado, ¿cuánto más excelente y glorioso será retornar triunfante al paraíso, después de vencer al diablo; y llevar trofeos de victoria a aquel lugar donde Adán fue expulsado como pecador? Cipriano (250 d.C.)
Cuando la gente ve que hay hombres lacerados de varias clases de torturas, pero siempre siguen indomados aun cuando sus verdugos se fatigan, llegan a creer que el acuerdo entre tantas personas y la fe inconquistable de los moribundos sí tiene significado. [Se dan cuenta de] que la perseverancia humana por sí sola no podría resistir tales torturas sin la ayuda de Dios. Aun los ladrones y hombres de cuerpo robusto no pudrían resistir torturas como éstas… Pero entre nosotros (los cristianos), los muchachos y las mujeres delicadas, por no decir nada de los hombres, vencen a sus verdugos con silencio. Ni siquiera el fuego los hace gemir en lo mínimo… Estas personas, los jóvenes y el sexo débil, soportan tales mutilaciones del cuerpo y hasta el fuego aunque hubiera para ellos escape. Fácilmente pudieran evitar estos castigos si así lo desearan [al negar a Cristo]. Pero lo soportan de buena voluntad porque confían en Dios. Lactancio (304-313 d.C.)
II. Galardones por el martirio (Volver arriba)
Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos. Salmos 116:15
El mártir fiel libra un alma del mal. Proverbios 14:25 (Versión de los LXX)
A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi padre que está en los cielos. Mateo 10:32-33
Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. Hechos 5:41
No temas en nada lo que vas a padecer… Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida. Apocalipsis 2:10
Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Apocalipsis 6:9
Y hallaron que el fuego de sus inhumanos verdugos era frío: porque tenían puestos los ojos en el hecho de ser librados del fuego eterno que nunca se apaga; en tanto que los ojos de sus corazones contemplaban las buenas cosas que están reservadas para aquellos que soportan con paciencia cosas que no oyó ningún oído o ha visto ojo alguno, y que nunca han entrado en el corazón del hombre, pero que les fueron mostradas a ellos porque ya no eran hombres, sino ángeles. Martirio de Policarpo (135 d.C.)
Por tanto, les exhorto a todos a ser obedientes a la palabra de justicia y a soportarlo todo, según vieron con sus propios ojos en los bienaventurados Ignacio, Zósimo y Rufo, sí, y en los otros también que han venido a ustedes, así como en el mismo Pablo y en el resto de los apóstoles; estando persuadidos de que todos éstos no corrieron en vano, sino en fe y justicia, y que están en su lugar debido en la presencia del Señor, con el cual han sufrido también. Porque no amaron al mundo presente, sino a Aquel que murió por amor a nosotros y fue resucitado por Dios para nosotros. Policarpo (135 d.C.)
“¿Estás triste, Hermas? El lugar de la derecha es para otros, los que han agradado ya a Dios y han sufrido por su Nombre. Pero a ti te falta mucho para poder sentarte con ellos; pero así como permaneces en tu sencillez, continúa en ella, y te sentarás con ellos, tú y todos aquellos que han hecho sus obras y han sufrido lo que ellos sufrieron.” “¿Qué es lo que sufrieron?,” pregunté yo. “Escucha,” dijo ella: “Azotes, cárceles, grandes tribulaciones, cruces, fieras, por amor al nombre del Señor. Por tanto, a ellos pertenece el lado derecho de la santidad, y a los que sufrirán por el nombre del Señor. Pero para el resto hay el lado izquierdo. Hermas (150 d.C.)
Por eso la tribulación es necesaria para quienes se salvan; para que, en cierto modo triturados, molidos y dispersos por el poder del Verbo de Dios, sirvan cocidos para el banquete del Rey. Ireneo (180 d.C.)
Batalla es para nosotros cuando somos provocados a la sala de los tribunales para combatir con peligro de la vida en defensa de la verdad. Victoria es alcanzar aquello por que se pelea. Esta victoria tiene por gloria agradar a Dios, por despojos vida eterna. Si nos prenden, si en el tribunal somos convencidos de nuestra fe, conseguimos lo que queremos; luego vencemos cuando morimos; luego escapamos cuando nos prenden, y triunfamos cuando padecemos. Tertuliano (197 d.C.)
¡Qué placer disfrutar allá del reino del cielo sin temor de morir y qué dicha tan soberana y perpetua con una vida sin fin! Allí (está) el coro glorioso de los apóstoles, allí el grupo de los profetas gozosos, allí la multitud de innumerables mártires que están coronados por los méritos de su lucha y sufrimientos. Cipriano (250 d.C.)
III. Honor a los mártires (Volver arriba)
Porque a Él, siendo el Hijo de Dios, le adoramos, pero a los mártires, como discípulos e imitadores del Señor, los respetamos y queremos como merecen, por su afecto incomparable hacia su propio Rey y Maestro. Que nuestra suerte sea también ser hallados copartícipes y condiscípulos de ellos. Martirio de Policarpo (135 d.C.)
El centurión, pues, viendo la oposición levantada por parte de los judíos, le puso en medio (el cuerpo muerto de Policarpo) y lo quemó según su costumbre. Y así nosotros, después, recogimos sus huesos, que son mucho más valiosos que piedras preciosas y que oro refinado, y los pusimos en un lugar apropiado; donde el Señor nos permitirá congregarnos, según podamos, en gozo y alegría, y celebrar el aniversario de su martirio para la conmemoración de todos los que ya han luchado en la contienda y para la enseñanza y preparación de los que han de hacerlo más adelante. Martirio de Policarpo (135 d.C.)
La sabiduría es alabada en los himnos… Pues la muerte de los mártires también es elevada en medio de melodías. Tertuliano (213 d.C.)
¡Oh, con qué afectuoso gozo acoge (a los mártires) la madre iglesia, verlos volver del combate! Con los héroes triunfantes, vienen las mujeres que vencieron al siglo a la par que a su sexo. Vienen, juntos, las vírgenes, con la doble palma de su heroísmo, y los niños que sobrepasaron su edad con su valor. Cipriano (250 d.C.)
VER TAMBIÉN IGNACIO; MUERTE (III. La actitud de los cristianos hacia la muerte); PERSECUSIÓN; POLICARPO; PROFETAS (III. Los profetas del Antiguo Testamento)