MATERIALISMO
Por tanto, el Señor, Jehová de los ejércitos, llamó a este día a llantos y endechas… y he aquí gozo y alegría, matando vacas y degollando ovejas, comiendo carne y bebiendo vino, diciendo: Comamos y bebamos, porque mañana moriremos… este pecado no les será perdonado hasta que mueran, dice el Señor. Isaías 22:12-14
Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. Mateo 6:24
Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. 1 Timoteo 6:8-10
Sean sus costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré. Hebreos 13:5
No concedan al mundo a uno que desea ser de Dios, ni le seduzcan con cosas materiales. Permítanme recibir la luz pura. Cuando llegue allí, entonces seré un hombre. Pónganse de mi lado, esto es, del lado de Dios. No hablen de Jesucristo y a pesar de ello deseen el mundo… Mis deseos personales han sido crucificados, y no hay fuego de anhelo material alguno en mí, sino sólo agua viva que habla dentro de mí, diciéndome: Ven al Padre. No tengo deleite en el alimento de la corrupción o en los deleites de esta vida. Ignacio (105 d.C.)
Ante todo, el deseo de la esposa o marido de otro, y riquezas, y de muchos lujos innecesarios, y de bebidas y otros excesos, muchos y necios. Porque todo lujo es necio y vano para los siervos de Dios. Estos deseos, pues, son malos, y causan la muerte a los siervos de Dios. Porque este mal deseo es un hijo del diablo. Hermas (150 d.C.)
(Dirigido a los cristianos) ¿Por qué adquieren campos aquí, y hacen costosos preparativos, y acumulan edificios y habitaciones innecesarios? Por tanto, el que prepara estas cosas para esta ciudad (el mundo) no tiene intención de regresar a su propia ciudad (el cielo). ¡Oh hombre necio, de ánimo indeciso y desgraciado!, ¿no ves que todas estas cosas son extrañas, y están bajo el poder de otro?... ¿Por amor a tus campos y al resto de tus posesiones repudiarás tu ley y andarás conforme a la de esta ciudad? Vigila, pues; como residente en una tierra extraña no prepares más para ti, como no sea lo estrictamente necesario y suficiente, y está preparado para que, cuando el señor de esta ciudad desee echarte por tu oposición a su ley, puedas partir de esta ciudad e ir a tu propia ciudad, y usar tu propia ley gozosamente, libre de toda ofensa. Hermas (150 d.C.)
Ahora nos hemos consagrado al Dios bueno e ingénito; los que amábamos por encima de todo el dinero y el beneficio de nuestros bienes, ahora, aun lo que tenemos lo ponemos en común, y de ello damos parte a todo el que está necesitado. Justino Mártir (160 d.C.)
Cristo no nos ha relatado simplemente la parábola del hombre pobre y el rico. Él nos ha enseñado que nadie debe llevar una vida lujosa. Nadie debe vivir en los placeres de este mundo y banquetes sin fin. Nadie debe ser esclavo de sus deseos y olvidar a Dios. Ireneo (180 d.C.)
No tenemos nación alguna en la tierra. Por tanto, podemos despreciar las posesiones terrenales. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
No es humano ni equitativo decir palabras como estas: “Está en mi mano y me sobra ¿Por qué no disfrutar?” En cambio, es más conforme al amor: “Está a mi disposición, ¿Por qué no repartirlo entre los necesitados?” Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Con toda claridad, el Señor en el evangelio, llama necio al rico que atesoraba en sus graneros y que se decía a sí mismo: “Tienes muchos bienes guardados para muchos años; come, bebe, date a la buena vida,” pero aquella misma noche le pidieron el alma; y lo que había dispuesto, ¿de quién será? Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Una vida de lujo entregada a los placeres es para los hombres un terrible naufragio. En efecto, esta vida placentera y mezquina que muchos llevan es ajena al verdadero amor a la belleza y a los nobles placeres. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
La avaricia no sólo consiste en la concupiscencia de lo ajeno. Aun lo que nos parece ser nuestro es en realidad ajeno, ya que nada es nuestro, sino que todas las cosas son de Dios a quien pertenecen aun nuestras personas. Si por haber sufrido alguna pérdida caemos en impaciencia, doliéndonos de haber perdido lo que en realidad no es nuestro, mostramos con ello que no estamos libres aún de la avaricia. Amamos lo ajeno, cuando soportamos difícilmente la pérdida de lo ajeno. Quien se deja llevar de la impaciencia, anteponiendo los bienes terrenos a los celestiales, peca directamente contra Dios, pues aniquila el espíritu que recibió de Dios entregándose a los bienes de este siglo. Tertuliano (197 d.C.)
Los paganos cenan como si hubiesen de morir mañana, y edifican como si nunca hubieran de morir. Tertuliano (197 d.C.)
Dicen que muchos de nosotros (los cristianos) somos pobres, lo cual no es desgracia, sino gloria. De la manera que nuestra mente se debilita por la riqueza, también se fortalece por la pobreza. Mas, ¿quién es pobre si nada desea?, ¿si no codicia lo que tienen otros?, ¿si es rico para con Dios? Al contrario, el pobre es aquel que desea más, aunque tenga mucho. Minucio Félix (200 d.C.)
Las palabras el evangelio, aunque probablemente contienen un significado más profundo, pueden ser entendidas en su significado más simple y obvio, las cuales nos enseñan a no turbarnos con ansiedades por el alimento y la ropa. Más bien, mientras vivimos con sencillez y procurando sólo lo que es necesario, debemos poner nuestra confianza en la providencia de Dios. Orígenes (248 d.C.)
En la siguiente cita, Cipriano describe el materialismo que empezó a contaminar la iglesia en el año 250.
Cada uno se preocupaba de aumentar su hacienda, y olvidándose de su fe y de lo que antes se solía practicar en tiempo de los apóstoles y que siempre deberían seguir practicando, se entregaban con codicia insaciable y abrasadora a aumentar sus posesiones. En los obispos ya no había religiosa piedad, no había aquella fe íntegra en el desempeño de su ministerio, aquellas obras de misericordia, aquella disciplina en las costumbres. Los hombres se corrompían cuidando de su barba, las mujeres preocupadas por su belleza y sus maquillajes: se adulteraba la forma de los ojos, obra de las manos de Dios; los cabellos se teñían con colores falsos. Cipriano (250 d.C.)
La única tranquilidad verdadera y de confianza, la única seguridad que vale, que es firme y nunca cambia, es ésta: que el hombre se retire de las distracciones de este mundo, que se asegure sobre la roca firme de la salvación, y que levante sus ojos de la tierra al cielo… El que es en verdad mayor que el mundo nada desea, nada anhela de este mundo. Cuán seguro, cuan inmovible es aquella seguridad, cuan celestial la protección de sus bendiciones sin fin, ser libre de las trampas de este mundo engañador, ser limpio de la hez de la tierra y preparado para la luz de la inmortalidad eterna. Cipriano (250 d.C.)
Satanás, habiendo inventado las religiones falsas, vuelve a los hombres del camino al cielo y los guía hacia el camino de la destrucción. Este camino parece plano y espacioso, lleno de los deleites de las flores y los frutos. Satanás coloca todas estas cosas en el camino, las cosas estimadas como buenas en este mundo: la riqueza, la honra, la diversión, el placer, y todas las demás seducciones. Pero escondidos entre estas cosas vemos también la injusticia, la crueldad, el orgullo, la lascivia, las contenciones, la ignorancia, las mentiras, la necedad y otros vicios. El fin de este camino es lo siguiente: Cuando hayan avanzado tanto que no pueden volver, el camino se desaparece junto con todos sus deleites. Esto sucede sin advertencia de manera que nadie puede prever el engaño del camino antes de caer en el abismo. Lactancio (304-313 d.C.)
Por contraste, el camino al cielo parece muy dificultoso y montañoso, lleno de espinos y cubierto de piedras dentadas. Por eso, todos los que andan en él tienen que usar mucho cuidado para guardarse de no caer. En este camino Dios ha colocado la justicia, la abnegación, la paciencia, la fe, la pureza, el dominio propio, la paz, el conocimiento, la verdad, la sabiduría, y otras virtudes más. Pero estas virtudes van acompañadas de la pobreza, la humildad, los trabajos, los sufrimientos y muchas penas y pruebas. Porque el que tiene una esperanza para el porvenir, el que ha escogido las cosas mejores, será privado de los bienes terrenales. Por llevar él poco equipo y estar libre de las distracciones, él puede vencer las dificultades en el camino. Porque es imposible que el rico encuentre este camino, o que persevere en él, ya que se ha rodeado de las ostentaciones reales, o se ha cargado de las riquezas. Lactancio (304-313 d.C.)
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