MATRIMONIO

Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. Mateo 19:4-6

Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; prohibirán casarse. 1 Timoteo 4:1

Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios. Hebreos 13:4

Es apropiado que todos los hombres y mujeres, también, cuando se casan, se unan con el consentimiento del obispo, para que el matrimonio sea según el Señor y no según concupiscencia. Que todas las cosas se hagan en honor de Dios. Ignacio (105 d.C.)

Por tanto, no contraemos matrimonio sino para la procreación y educación de los hijos o, si renunciamos a él, vivimos en perpetua continencia. Justino Mártir (160 d.C.)

Teniendo, pues, esperanza de la vida eterna, despreciamos las cosas de la vida presente y aun los placeres del alma: cada uno de nosotros tiene por mujer a la que tomó según las leyes que nosotros hemos establecido, y aun ésta en vistas a la procreación. Porque así como el labrador, una vez echada la semilla a la tierra, espera la siega y no sigue sembrando, así para nosotros la medida del deseo es la procreación de los hijos… O hay que permanecer tal como uno nació, o hay que casarse una sola vez. El segundo matrimonio es un adulterio decente. Dice la Escritura: “el que deja a su mujer y se casa con otra, comete adulterio” no permitiendo abandonar a aquella cuya virginidad uno deshizo, ni casarse de nuevo. Atenágoras (175 d.C.)

El fin más inmediato del matrimonio es el de procrear hijos, aunque el fin más pleno sea el de procrear buenos hijos… El matrimonio ha de tenerse por cosa legítima y bien establecida, pues el Señor quiere que los hombres se multipliquen. Pero no dice el Señor “entréguense al desenfreno,” ni quiso que los hombres se entregaran al placer, como si hubieran nacido sólo para el sexo. Oigamos la amonestación que nos hace el Cristo por boca de Ezequiel, cuando grita: “Circunciden su fornicación.” Hasta los animales irracionales tienen su tiempo establecido para la inseminación. Unirse con otro fin que el de engendrar hijos es hacer ultraje a la naturaleza. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

¿Quiénes son los dos o tres, reunidos en nombre de Cristo, en medio de los cuales está el Señor? ¿No son quizá el hombre, la mujer y el niño, ya que el hombre y la mujer están unidos por Dios? Clemente de Alejandría (195 d.C.)

(El cristiano) come, bebe y toma mujer, no por sí mismo, sino por necesidad. Digo tomar mujer cuando se hace según la razón y como conviene. El que quiere ser perfecto tiene como modelos a los apóstoles, y el verdadero varón no se muestra en la vida del que escoge vivir solo, sino que aquél se muestra superior a los hombres que lucha en el matrimonio, en la procreación de los hijos, en la preocupación por su familia, sin dejarse arrebatar ni por los placeres ni por las penas, sino que en medio de las preocupaciones familiares permanece incesantemente en el amor de Dios. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Si en efecto debemos ejercitarnos en un cierto control (de nuestros deseos sexuales), como es verdad, hay que mostrarlo sobre todo a la propia esposa, evitando las uniones inconvenientes; y hay que dar en la propia casa la prueba segura de que uno es casto con los vecinos… Hay permiso para sembrar, para uno que está casado, como para un cultivador, solamente en el momento en que la semilla puede ser recibida con oportunidad. Para el resto del tiempo hay una excelente medicina para la incontinencia, y es el ser razonable; y también uno es ayudado evitando la saciedad, que infla los deseos sensuales. Clemente de Alejandría (195 d.C.

En la siguiente cita se describe un matrimonio cristiano.

¿Cómo podré expresar la felicidad de aquel matrimonio que ha sido contraído ante la iglesia, reforzado por la ofrenda eucarística, sellado por la bendición, anunciado por los ángeles y ratificado por el Padre? Porque, en efecto, tampoco en la tierra los hijos se casan recta y justamente sin el consentimiento del padre. ¡Qué yugo el que une a dos fieles en una sola esperanza, en la misma observancia, en idéntica servidumbre! Son como hermanos y colaboradores, no hay distinción entre carne y espíritu. Más aún, son verdaderamente dos en una sola carne, y donde la carne es única, único es el espíritu. Oran juntos, juntos se arrodillan, juntos practican el ayuno. Uno enseña al otro, uno honra al otro, uno sostiene al otro.

Unidos en la iglesia de Dios, se encuentran también unidos en el banquete divino, unidos en las angustias, en las persecuciones, en los gozos. Ninguno tiene secretos con el otro, ninguno esquiva al otro, ninguno es gravoso para el otro. Libremente hacen visitas a los necesitados y sostienen a los indigentes. Las limosnas que reparten, no les son reprochadas por el otro; los sacrificios que cumplen no se les echan en cara, ni se les ponen dificultades para servir a Dios cada día con diligencia. No hacen furtivamente la señal de la cruz, ni las acciones de gracias son temerosas ni las bendiciones han de permanecer mudas. El canto de los salmos y de los himnos resuena a dos voces, y los dos entablan una competencia para cantar mejor a su Dios. Al ver y oír esto, Cristo se llena de gozo y envía sobre ellos su paz. Tertuliano (197 d.C.)

Nosotros, en cambio, mostramos el pudor no en el rostro, sino en el alma: de buena gana permanecemos unidos con el vínculo de un único matrimonio y ejercemos el deseo de engendrar con una sola mujer, o con ninguna. Marco Minucio Félix (200 d.C.)

Si estas cosas son así, ciertamente los creyentes que se casan con los incrédulos son culpables de fornicación y deben ser excluidos de toda comunicación de la hermandad de acuerdo con la carta del apóstol. Porque dice que con tales personas ni debemos comer. (Tertuliano 205d.C.)

Incluso en la tierra, los hijos no contraen matrimonio sin el consentimiento de sus padres. Tertuliano (205 d.C.)

No se debe contraer matrimonio con los incrédulos. En Tobit (4:12) dice: “Evita toda inmoralidad sexual, hijo mío; y ante todo, escoge una esposa de tu misma parentela.” Y también en la epístola de Pablo a los corintios, dice: “Si el marido muere, ella es libre de casarse… sólo en el Señor.” Y también en la segunda carta a los corintios, dice: “No se unan en unión desigual con los incrédulos.” Cipriano (250 d.C.)

VER TAMBIÉN CELIBATO; DIVORCIO; ESPOSOS Y ESPOSAS; RECASAMIENTO

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