MUNDO, SEPARACIÓN DEL
No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Juan 17:16
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de su entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Romanos 12:2
Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré. 2 Corintios 6:17
La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo. Santiago 1:27
!Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. Santiago 4:4
No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. 1 Juan 2:15-16
Ver también Juan 17:14; 1 Corintios 7:31; 2 Timoteo 4:10; 2 Pedro 2:20
Siendo así que todas las cosas tienen un final, y estas dos, la vida y la muerte, están delante de nosotros, y cada uno debe ir a su propio lugar, puesto que sólo hay dos monedas, la una de Dios y la otra del mundo, y cada una tiene su propia estampa acuñada en ella, los no creyentes la marca del mundo, pero los fieles en amor la marca de Dios el Padre por medio de Jesucristo, si bien, a menos que aceptemos libremente morir en su pasión por El, su vida no está en nosotros. Ignacio (105 d.C.)
Nada visible es bueno. La obra no es ya de persuasión, sino que el cristianismo tiene más poder, siempre que sea aborrecido por el mundo. Ignacio (105 d.C.)
Los confines más alejados del universo no me servirán de nada, ni tampoco los reinos de este mundo. Es bueno para mí el morir por Jesucristo, más bien que reinar sobre los extremos más alejados de la tierra… No concedan al mundo a uno que desea ser de Dios, ni le seduzcan con cosas materiales. Permítanme recibir la luz pura… Pónganse de mi lado, esto es, del lado de Dios. No hablen de Jesucristo y a pesar de ello deseen el mundo. Ignacio (105 d.C.)
Porque los cristianos no se distinguen del resto de la humanidad ni en la localidad, ni en el habla, ni en las costumbres. Porque no residen en ciudades propias, ni usan una lengua distinta, ni practican alguna clase de vida extraordinaria… Pero si bien residen en ciudades de griegos y bárbaros, según ha dispuesto la suerte de cada uno, y siguen las costumbres nativas en cuanto a alimento, vestido y otros arreglos de la vida, pese a todo, la constitución de su propia ciudadanía, que ellos nos muestran, es maravillosa (paradójica), y evidentemente desmiente lo que podría esperarse. Residen en sus propios países, pero sólo como transeúntes; comparten lo que les corresponde en todas las cosas como ciudadanos, y soportan todas las opresiones como los forasteros. Todo país extranjero les es patria, y toda patria les es extraña... Se hallan en la carne, y, con todo, no viven según la carne. Su existencia está en la tierra, pero su ciudadanía está en el cielo. Obedecen las leyes establecidas, y sobrepasan las leyes con sus propias vidas. Aman a todos los hombres, y son perseguidos por todos. No se hace caso de ellos, y, pese a todo, se les condena. Se les da muerte, y aun así están revestidos de vida. Epístola a Diogneto (125-200 d.C.)
En una palabra, lo que el alma es en el cuerpo, esto son los cristianos en el mundo. El alma se desparrama por todos los miembros del cuerpo, y los cristianos por las diferentes ciudades del mundo. El alma tiene su morada en el cuerpo, y, con todo, no es del cuerpo. Así los cristianos tienen su morada en el mundo, y aun así no son del mundo. El alma que es invisible es guardada en el cuerpo que es visible; así los cristianos son reconocidos como parte del mundo, y, pese a ello, su religión permanece invisible. La carne aborrece al alma y está en guerra con ella, aunque no recibe ningún daño, porque le es prohibido permitirse placeres; así el mundo aborrece a los cristianos, aunque no recibe ningún daño de ellos, porque están en contra de sus placeres. El alma ama la carne, que le aborrece y (ama también) a sus miembros; así los cristianos aman a los que les aborrecen. El alma está aprisionada en el cuerpo, y, con todo, es la que mantiene unido al cuerpo; así los cristianos son guardados en el mundo como en una casa de prisión, y, pese a todo, ellos mismos preservan el mundo. El alma, aunque en sí inmortal, reside en un tabernáculo mortal; así los cristianos residen en medio de cosas perecederas, en tanto que esperan lo imperecedero que está en los cielos. El alma, cuando es tratada duramente en la cuestión de carnes y bebidas, es mejorada; y lo mismo los cristianos cuando son castigados aumentan en número cada día. Epístola a Diogneto (125-200 d.C.)
Por tanto, hermanos, no apreciemos nuestra vida en este mundo y hagamos la voluntad del que nos ha llamado, y no tengamos miedo de apartarnos de este mundo. Porque el Señor ha dicho: “Serán como corderos en medio de lobos…” Saben, hermanos, que la vida de la carne en este mundo es despreciable y dura poco, pero la promesa de Cristo es grande y maravillosa, a saber, el reposo del reino que será y la vida eterna. ¿Qué podemos hacer, pues, para obtenerlos, sino andar en santidad y justicia y considerar las cosas de este mundo son extrañas para nosotros y no desearlas? Porque cuando deseamos obtener estas cosas nos descarriamos del camino recto. Pero el Señor dijo: Nadie puede servir a dos señores. Si deseamos servir a la vez a Dios y a riquezas, no sacaremos ningún beneficio: Porque ¿qué ganará un hombre si consigue todo el mundo y pierde su alma? Ahora bien, este mundo y el futuro son enemigos. El uno habla de adulterio y contaminación y avaricia y engaños, en tanto que el otro se despide de estas cosas. Por tanto, no podemos ser amigos de las dos, sino que hemos de decir adiós a uno y tener amistad con el otro. Consideremos que es mejor aborrecer las cosas que están aquí, porque son despreciables, duran poco y perecen, y amar las cosas de allí, que son buenas e incorruptibles. Segunda de Clemente (150 d.C.)
Los que nunca han investigado respecto a la verdad, ni inquirido respecto a la divinidad, sino meramente creído, y se han mezclado en negocios y riquezas y amigos paganos y muchas otras cosas de este mundo; cuantos se dedican a estas cosas, no comprenden las parábolas de la deidad; porque han sido entenebrecidos por sus acciones, y se han corrompido y hecho infructuosos. Hermas (150 d.C.)
Saben que ustedes los siervos de Dios están viviendo en un país extranjero (el mundo); porque su ciudad (el cielo) está muy lejos de esta ciudad. Así pues, si conocen su ciudad, en la cual vivirán, ¿por qué adquieren campos aquí, y hacen costosos preparativos, y acumulan edificios y habitaciones innecesarios? Por tanto, el que prepara estas cosas para esta ciudad no tiene intención de regresar a su propia ciudad. ¡Oh hombre necio, de ánimo indeciso y desgraciado!, ¿no ves que todas estas cosas son extrañas, y están bajo el poder de otro? Porque el señor de esta ciudad dirá: “No quiero que éste resida en mi ciudad; vete de esta ciudad, porque no te conformas a mis leyes.” Tú, pues, que tienes campos y moradas y muchas otras posesiones, cuando seas echado por él, ¿qué harás con tu campo y tu casa y todas las otras cosas que has preparado para ti? Porque el señor de este país te dice con justicia: “O bien te conformas a mis leyes, o abandonas mi país.” ¿Qué harás, pues, tú que estás bajo la ley de tu propia ciudad? ¿Por amor a tus campos y al resto de tus posesiones rechazarás tu ley y andarás conforme a la de esta ciudad? Vigila que no te sea inconveniente el despreciar tu ley; porque si quieres regresar de nuevo a tu propia ciudad, con toda seguridad no serás recibido [porque has despreciado la ley de tu ciudad], y se te excluirá de ella. Vigila, pues; como residente en una tierra extraña no prepares más para ti, como no sea lo estrictamente necesario y suficiente, y estés preparado para que, cuando el señor de esta ciudad desee echarte por tu oposición a su ley, puedas partir de esta ciudad e ir a tu propia ciudad, y usar tu propia ley gozosamente, libre de toda ofensa. Hermas (150 d.C.)
Yo no deseo ser un rey. No anhelo ser rico. Rechazo toda posición militar. Detesto la fornicación. No soy llevado por un amor insaciable de ganancias [financieras] para hacerme a la mar. No compito por una corona. Estoy libre de una sed excesiva por la fama. Desprecio la muerte. Soy superior a todo tipo de placeres. Mi alma no es consumida por la pesadumbre. Si soy esclavo, soporto la servidumbre; si soy libre, no me jacto de mi buen nacimiento. ¡Mueran al mundo, repudiando la locura que hay en él! ¡Vivan para Dios! Taciano (160 d.C.)
Si eres superior a las pasiones, despreciarás todas las cosas terrenales. Taciano (160 d.C.)
Cristo no nos ha relatado simplemente la historia del hombre pobre y el rico. Él nos ha enseñado que nadie debe llevar una vida lujosa. Nadie debe vivir en los placeres de este mundo y banquetes sin fin. Nadie debe ser esclavo de sus deseos y olvidar a Dios. Ireneo (180 d.C.)
A los que progresan en el conocimiento de Cristo el Señor, les habla con este lenguaje: les ordena despreciar las cosas de este mundo y les exhorta a fijar su atención solamente en el Padre. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Desprendiéndonos del mundo y de los pecados, “apenas tocando la tierra con la punta del pie,” aunque parezca que estamos en este mundo, perseguimos la santa sabiduría. Mas esto parece una locura para quienes tienen el alma dirigida hacia la maldad. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
(Los cristianos como) corceles corren veloces hacia la verdad, prontos a alcanzar la salvación; y pisotean y golpean contra el suelo las cosas del mundo. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
¿Quiénes son estos “dioses”? Aquellos que son superiores al placer, quienes se levantan por encima de las pasiones… Aquellos son más grandes que el mundo. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Todo celo en la búsqueda de gloria y honor está muerto en nosotros… Entre nosotros nunca se dice, ve o escucha nada que tenga algo en común con la locura del circo, la deshonestidad del teatro, las atrocidades de la arena o el ejercicio inútil del campo de lucha libre. ¿Por qué se ofenden con nosotros si diferimos de ustedes en cuanto a sus placeres? Tertuliano (197 d.C.)
(Dirigido a los cristianos) En lo que a ustedes respecta, ustedes son extranjeros en este mundo, ciudadanos de Jerusalén, la ciudad que está en el cielo. Nuestra ciudadanía, dice el apóstol, está en los cielos… Ustedes no tienen nada que ver con los deleites de este mundo. Tertuliano (197 d.C.)
Las siguientes cuatro citas son fragmentos de una carta dirigida a cristianos encarcelados en tiempos de persecución.
Los demás impedimentos y aun sus mismos parientes les han acompañado tan sólo hasta la puerta de la cárcel. En ese momento han sido separados del mundo. ¡Cuánto más de sus cosas y afanes! ¡No se aflijan por haber sido sacados del mundo! Tertuliano (197 d.C.)
Si con sinceridad reflexionamos que este mundo es una cárcel, fácilmente comprenderíamos que no han entrado en la cárcel sino que han salido. Porque mucho mayores son las tinieblas del mundo que entenebrecen la mente de los hombres. Más pesadas son sus cadenas, pues oprimen a las mismas almas. Más repugnante es la fetidez que exhala el mundo porque emana de la lujuria de los hombres. En fin, mayor número de presos encierra la cárcel del mundo, porque abarca todo el género humano, amenazado no por el juicio del procónsul, sino por la justicia de Dios. Tertuliano (197 d.C.)
En la cárcel se entristece el que suspira por las dichas del mundo; pero el cristiano, que afuera había renunciado al mundo, en la cárcel desprecia a la misma cárcel. En nada les preocupe el rango que ocupan en este siglo, puesto que están fuera de él. Si algo de este mundo han perdido, gran negocio es perder, si perdiendo han ganado algo mucho mejor. Y ¡cuánto habrá que decir del premio destinado por Dios para los mártires! Tertuliano (197 d.C.)
Porque en la cárcel ustedes no ven dioses extraños, ni se cruzan con sus imágenes, ni se encuentran mezclados con sus celebraciones, ni son castigados con la fetidez de sus sacrificios inmundos. En la cárcel no les alcanzará la gritería de los espectáculos, ni las atrocidades, ni el furor, ni la obscenidad de actores y espectadores. Sus ojos no chocarán con los sucios lugares de libertinaje público. Tertuliano (197 d.C.)
No es posible para nadie entrar en el reino de los cielos sin haberse apartado de los asuntos de este mundo. Orígenes (245 d.C.)
La única tranquilidad verdadera y de confianza, la única seguridad que vale, que es firme y nunca cambia, es ésta: que el hombre se retire de las distracciones de este mundo, que se asegure sobre la roca firme de la salvación, y que levante sus ojos de la tierra al cielo… El que es en verdad mayor que el mundo nada desea, nada anhela de este mundo. Cuán seguro, cuan inmovible es aquella seguridad, cuan celestial la protección de sus bendiciones sin fin, ser libre de las trampas de este mundo engañador, ser limpio de la hez de la tierra y preparado para la luz de la inmortalidad eterna. Cipriano (250 d.C.)
(Los mártires) rechazaron con firmeza al mundo… y dieron a los hermanos ejemplo para seguirlo. Cipriano (250 d.C.)
De una vez y por todas debemos recordar que hemos renunciado al mundo, y que mientras tanto vivimos aquí como extranjeros y peregrinos. Cipriano (250 d.C.)
Quien ha puesto a un lado al hombre viejo, debe reflejar solamente cosas espirituales y celestiales. No debe poner atención al mundo al cual ya ha renunciado. Cipriano (250 d.C.)
VER TAMBIÉN CARGOS PÚBLICOS; CRISTIANISMO; ESPECTÁCULOS; VIDA DE LOS CRISTIANOS, EL ESTILO DE; VIDA PRESENTE Y EL REINO CELESTIAL, LA