NUEVO NACIMIENTO

Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios… Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Juan 3:3,5

No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos. Colosenses 3:9

Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él. 1 Juan 2:29

Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. 1 Juan 4:7

Habiéndonos renovado por el perdón de nuestros pecados, hizo de nosotros una forma nueva, hasta el punto de tener un alma de niños, como que de veras El nos ha formado de nuevo. Bernabé (70-130 d.C.)

Nosotros somos los creados de nuevo, al modo como, a su vez, lo dice en otro profeta: Mira, dice el Señor, que voy a quitar de éstos, es decir, de aquellos que previó el Espíritu del Señor, los corazones de piedra y les meteré dentro corazones de carne. Y es que Él había de manifestarse en carne y habitar en nosotros. Bernabé (70-130 d.C.)

Después de recibido el perdón de los pecados, y por nuestra esperanza en el Nombre, fuimos hechos nuevos, creados otra vez desde el principio. Por lo cual, Dios habita verdaderamente en nosotros, en la morada de nuestro corazón. Bernabé (70-130 d.C.)

(Ignacio al enfrentar la muerte escribió:) Los dolores de un nuevo nacimiento están sobre mí. Tengan paciencia conmigo, hermanos. No me impidan el vivir; no deseen mi muerte. No concedan al mundo a uno que desea ser de Dios, ni le seduzcan con cosas materiales. Permítanme recibir la luz pura. Ignacio (105 d.C.)

A quienes se convencen y aceptan por la fe que es verdad… se someten al baño por el agua, (el bautismo) en el nombre del Padre de todas las cosas y Señor Dios, y en el de nuestro salvador Jesucristo y en el del Espíritu Santo. Porque Cristo dijo: “Si no vuelven a nacer, no entrarán en el reino de los cielos,” y es evidente para todos que no es posible volver a entrar en el seno de nuestras madres una vez nacidos. Y también está dicho en el profeta Isaías el modo como podían librarse de los pecados aquellos que habiendo pecado se arrepintieran: “Lávense, vuélvanse limpios, quiten las maldades de sus almas, aprendan a hacer el bien.” Justino Mártir (160 d.C.)

La razón que para esto aprendimos de los apóstoles es la siguiente: En nuestro primer nacimiento no teníamos conciencia, y fuimos engendrados por necesidad por la unión de nuestros padres, de un germen húmedo, criándonos en costumbres malas y en conducta malvada. Ahora bien, para que no sigamos siendo hijos de la necesidad y de la ignorancia, sino de la libertad y del conocimiento, alcanzando el perdón de los pecados que anteriormente hubiéramos cometido, se invoca sobre el que ha determinado regenerarse y arrepentirse de sus pecados, estando él en el agua, el nombre del Padre de todas las cosas y Señor Dios, el único nombre que invoca el que conduce a este lavatorio al que ha de ser lavado. Justino Mártir (160 d.C.)

Porque vino a salvar a todos: y digo a todos, es decir a cuantos por él renacen para Dios, sean bebés, niños, adolescentes, jóvenes o adulto. Ireneo (180 d.C.)

Nosotros, los que hemos nacido recientemente, recibimos el crecimiento del que es perfecto y anterior a toda la creación, y el único bueno y excelente; y a semejanza de aquél, para obtener de él el don de la incorrupción. Ireneo (180 d.C.)

Por eso el que fue engendrado es santo e Hijo de Dios Altísimo, Padre de todas las cosas, el cual, llevando a cabo la encarnación, reveló un nuevo nacimiento. Pues así como por el viejo nacimiento heredamos la muerte, así por este nacimiento heredamos la vida. Ireneo (180 d.C.)

Están enteramente locos quienes rechazan toda la economía de Dios, al negar la salvación de la carne y despreciar su nuevo nacimiento, pues dicen que ella no es capaz de ser incorruptible. Ireneo (180 d.C.)

El bautismo es el sello de la vida eterna, el nuevo nacimiento de Dios, de tal modo que no seamos ya más hijos de los hombres mortales, sino de Dios, eterno e indefectible. Ireneo (180 d.C.)

Por eso el bautismo, nuestro nuevo nacimiento… nos concede renacer a Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Ireneo (180 d.C.)

Él dice: “Todo el que hace justicia es nacido de Dios,” siendo regenerado, es decir, de acuerdo a la fe. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

“Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos.” Es evidente que lo que Pablo llama perfección es la liberación del pecado, el renacimiento de la fe en aquel que es el único perfecto, olvidando los pecados anteriores. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

El apóstol tenía presente la clara palabra del Señor: “Si uno no nace del agua y del Espíritu, no entrará en el reino de Dios.” Por tanto, toda alma ha de considerarse incluida en el estado de Adán en tanto no es incluida en el nuevo estado de Cristo. Hasta que no adquiere este nuevo estado, es inmunda, siendo objeto de ignominia en asociación con la carne… Por esto, cuando el alma se convierte a la fe y es restaurada en su segundo nacimiento por el agua y por el poder de arriba, se le quita el velo de su corrupción original y logra ver la luz en todo su esplendor. Entonces es recibida por el Espíritu Santo, de la misma manera que en el primer nacimiento había sido acogida por el espíritu inmundo. Tertuliano (197 d.C.)

Ya no hay ahora posibilidad de evitar su ley, porque, en efecto, la ley del bautismo ha sido impuesta y su forma ha sido prescrita cuando se dice: “Recorran y enseñen a toda persona, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.” Esta ley se relaciona con aquella declaración: “Si uno no renaciera del agua y del Espíritu Santo no entrará en el reino de los cielos,” la cual somete la fe a la necesidad del bautismo. Tertuliano (197 d.C.)

Cristo es Dios sobre todo, y se ha dispuesto a lavar los pecados de los seres humanos regenerando el viejo hombre. Hipólito (205 d.C.)

Cristo se llama la resurrección, porque Él hace que todos los que se aferran a Él dejen su mortalidad y se levanten de nuevo con nueva vida. Orígenes (248 d.C.)

Cuando yo me encontraba sumido en las tinieblas… me parecía que según era en aquel momento mi modo de vida había de serme sumamente difícil y duro lo que la misericordia divina me prometía para mi salvación, a saber, poder renacer de nuevo y con el lavatorio del agua salvadora comenzar una nueva vida, deshaciéndome de todo lo de antes y cambiar el modo de sentir y de entender del hombre, aunque el cuerpo permaneciera el mismo. ¿Cómo puede ser posible, me decía, una conversión tan grande, por la que de repente y en un momento se despoje uno de aquellas cosas congénitas que han adquirido la solidez de la misma naturaleza, o de aquellas cosas adquiridas desde largo tiempo y que han arraigado y envejecido con los años? … Pero cuando la suciedad de mi vida anterior fue lavada por medio del agua regeneradora, una luz de arriba se derramó en mi pecho ya limpio y puro. Después que hube bebido del Espíritu celeste, me encontré rejuvenecido con un segundo nacimiento y hecho un hombre nuevo: de manera milagrosa desaparecieron de repente las dudas, se abrió la cerrazón, se iluminaron las tinieblas, se hizo posible lo que antes parecía imposible... Reconocí que mi anterior vida carnal y entregada al pecado era cosa de la tierra, mientras que la que ya había empezado a vivir del Espíritu Santo era cosa de Dios. Cipriano (250 d.C.)

VER TAMBIÉN BAUTISMO; HOMBRE, DOCTRINA DEL; SALVACIÓN

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