Libros, Tradados , y Lecturas demostrando las doctrinas y practicas de la Iglesia Primitiva

¿SUPERAN LAS ENSEÑANZAS DEL NUEVO TESTAMENTO A LAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO?

 
  

 ¿Son en verdad los fundamentos morales del Nuevo Testamento diferentes de los del Antiguo Testamento? La mayoría de las iglesias evangélicas creen que hay muy poca diferencia entre las leyes morales del Antiguo Testamento y las de Nuevo Testamento—excepto por las leyes sobre la dieta y las ceremonias religiosas. Lo cierto es que a menudo citamos el Antiguo Testamento para apoyar nuestras normas para la vida cristiana.    

  No obstante, los primeros cristianos creían que las enseñanzas morales de Cristo sí superaban a las del Antiguo Testamento. No creían que Dios había cambiado. Creían más bien que las enseñanzas de Cristo penetraban al corazón de la ley y le daban su verdadero significado espiritual. Además, creían que los mandamientos del Antiguo Testamento pertenecían a un reino terrenal, mientras que los del Nuevo Testamento pertenecen a los ciudadanos de un reino celestial. Como resultado de esto, aplicaban las enseñanzas morales de Cristo bastante literalmente. Eso los conducía a ciertas actitudes y prácticas muy diferentes de las iglesias actuales.

Muchos teólogos hoy para apoyar ideas y doctrinas (tales como diezmar, involucrarse en la política, el evangelio de prosperidad, etc), contrarias a lo que se enseñaba en las iglesias del tiempo de los apóstoles, se basan en el Antiguo Testamento dejando de lado el Nuevo. Una razón porque hay muchas divisiones y confusión en las iglesias actuales es porque no hacen una diferencia clara entre los dos testamentos, ni consideran que el Nuevo Testamento es superior al Antiguo.

Consideremos el siguiente tema: Si seguimos hoy el ejemplo del pueblo de Israel del Antiguo Testamento, como cristianos, podríamos participar en la guerra en obediencia al gobierno. Pero antes, prestemos atención a lo que dijeron los primeros cristianos al respecto.     

 

¿Puede el cristiano participar en la guerra?

En sus escritos, los primeros cristianos claramente dicen que se oponían al servicio militar porque tomaban muy literalmente los mandamientos de Jesús de amar a los enemigos y de volver la otra mejilla (Mateo 5.39, 44). Ellos entendían que la guerra violaba la ley de Cristo, y que sería pecado participar en ella.    

  Justino escribió en su apología a los romanos: “Nosotros que en otro tiempo nos matábamos ahora rehusamos hacer guerra contra nuestros enemigos.” (150 d.C)     

Tertuliano hace la siguiente pregunta acerca de la guerra: “Será lícito seguir una profesión que emplea la espada, cuando el Señor proclama que ‘todos los que tomen la espada, a espada perecerán’? ¿Participará el hijo de la paz en la batalla, cuando ni siquiera conviene que lleve sus pleitos ante la ley?  ¿Podrá usar la cadena, la cárcel, la tortura y el castigo, cuando ni siquiera se venga de la injusticia?” (200-230 d.C) (Mateo 26.52; 1 Corintios 6.1-8).     

Cuando los paganos circularon el rumor que el cristianismo había roto con el judaísmo por medio de la revolución armada, Orígenes respondió a tales acusaciones falsas con las siguientes palabras: “En ningún lugar enseñó [Cristo] que sus discípulos tienen el derecho de hacer violencia a nadie, por impío que fuera. El dice que el matar a cualquier persona es contrario a sus leyes, las cuales son de origen divino. Si los cristianos hubieran surgido por medio de la revolución armada, no hubieran adoptado leyes tan clementes. [Estas leyes] ni siquiera permiten que resistan a sus perseguidores, ni cuando se los lleva al matadero como si fueran ovejas.”

Cipriano observó lo siguiente en cuanto a la guerra: “El mundo entero está mojado con sangre. El homicidio se considera un delito, cuando lo comete un individuo; pero se considera una virtud cuando muchos lo cometen. Los hechos impíos [de la guerra] no se castigan, no porque no inculpan, sino porque la crueldad es cometido por muchos.” (215-255 d.C). Arnobio, un apologista del tercer siglo, explicó la posición de los cristianos a los romanos de la siguiente manera: “Hemos aprendido de sus enseñanzas y de sus leyes que el mal no se paga por el mal [Romanos 12.17]; que es mejor sufrir el mal que hacer el mal; que es mejor darnos para que se derrame nuestra sangre que mancharnos las manos y la conciencia al derramar la sangre de otros. Como resultado de esto, un mundo ingrato desde hace tiempo ha disfrutado de un beneficio provisto por Cristo. Porque por medio de su enseñanza la ferocidad violenta ha sido ablandada, y el mundo ha empezado a retraer sus manos hostiles de la sangre de sus compañeros humanos.” (290-303 d.C)

Describiendo la manera en que la iglesia debía evaluar a los que querían ser bautizados, una obra de los primeros cristianos titulada La tradición apostólica, compilado por Hipólito, dice: “Un soldado de la autoridad civil tiene que ser enseñado a no matar a ningún hombre y rehusar matar si se le ordena hacerlo, y también rehusar prestar el juramento. Si no está dispuesto a cumplir con esto, tiene que ser rechazado [para el bautismo]. Un comandante militar o un magistrado civil que se viste de púrpura tiene que renunciar o ser rechazado. Si un candidato para el bautismo o un creyente procura hacerse soldado, tiene que ser rechazado, porque ha despreciado a Dios.”

En una época cuando la valentía militar se estimaba muy en alto, los primeros cristianos, sin el apoyo de nadie, decían que la guerra no era sino homicidio a gran escala. Qué ironía entonces que los cristianos evangélicos de hoy en día o apoyan la guerra o tienen pensamientos confusos al respecto.    

  Otra vez, los primeros cristianos se muestran ciudadanos del reino celestial, un pueblo de otra cultura. Y otra vez hallamos que los evangélicos de hoy están muy alejados del cristianismo de los primeros siglos.     

  Aquí doy otros pasajes que citaban los primeros cristianos cuando escribían contra la participación en la guerra: “Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán” (Mateo 26.52). “Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí” (Juan 18.36). “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios” (2 Corintios 10.3-4). “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades... Por tanto, tomad toda la armadura de Dios” (Efesios 6.12-13). “Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis... No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios... No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Romanos 12.14-21). “Nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos” (1 Corintios 4.12).