OBISPO

I. Su autoridad
II. Requisitos para ser obispo
III. Su responsabilidad y relación personal con la congregación

I. Su autoridad (Volver arriba)

Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos. Filipenses 1:1

Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre ustedes, y os presiden en el Señor, y os amonestan. 1 Tesalonicenses 5:12

Y así, predicando por campos y ciudades (los apóstoles), por todas partes, designaron a las primicias (de sus labores), una vez hubieron sido probados por el Espíritu, para que fueran obispos y diáconos de los que creyeran. Y esto no lo hicieron en una forma nueva; porque verdaderamente se había escrito respecto a los obispos y diáconos desde tiempos muy antiguos; porque así dice la Escritura en cierto lugar: Y nombraré a tus obispos en justicia y a tus diáconos en fe. Clemente de Roma (30-100 d.C.)

Sí, y les corresponde a ustedes también no tomarse libertades por la juventud de su obispo, sino, según el poder de Dios el Padre, rendirle toda reverencia, tal como he sabido que los santos presbíteros tampoco se han aprovechado de la evidente condición de su juventud, sino que lo han tenido como prudente en Dios; no ya a él, sino al Padre de Jesucristo, a saber, el obispo de todos. Ignacio (105 d.C.)

Sean obedientes al obispo y los unos a los otros, como Jesucristo lo era al Padre [según la carne], y como los apóstoles lo eran a Cristo y al Padre, para que pueda haber unión de la carne y el espíritu. Ignacio (105 d.C.)

Que nadie se engañe. Si alguno no está dentro del límite del altar, carece de pan [de Dios]. Porque si la oración de uno y otro tiene una fuerza tan grande, ¡cuánto más la del obispo y la de toda la iglesia! Por lo tanto, todo el que no acude a la congregación, con ello muestra su orgullo y se ha separado él mismo; porque está escrito: Dios resiste a los soberbios. Por tanto tengamos cuidado en no resistir al obispo, para que con nuestra sumisión podamos entregarnos nosotros mismos a Dios. Ignacio (105 d.C.)

Es necesario, por tanto, como acostumbran hacer, que no hagan nada sin el obispo, sino que sean obedientes también al presbiterio, como los apóstoles de Jesucristo nuestra esperanza; porque si vivimos en Él, también seremos hallados en Él. Y estoy persuadido que piensan de esta forma en lo que respecta a estas cuestiones; porque he recibido la muestra de su amor, y la tengo conmigo, en la persona de su obispo, cuyo comportamiento es una gran lección, cuya mansedumbre es poder; un hombre a quien creo que incluso los impíos prestan reverencia. Ignacio (105 d.C.)

Recuerden en sus oraciones a la iglesia que está en Siria, que tiene a Dios como su pastor en lugar mío. Jesucristo sólo será su obispo, Él y su amor. Ignacio (105 d.C.)

Porque todos los que son de Dios y de Jesucristo están con los obispos; y todos los que se arrepientan y entren en la unidad de la iglesia, éstos también serán de Dios, para que puedan vivir según Jesucristo. Ignacio (105 d.C.)

Sigan todos a su obispo, como Jesucristo siguió al Padre, y al presbiterio como los apóstoles; y respeten a los diáconos, como el mandamiento de Dios. Que nadie haga nada perteneciente a la iglesia al margen del obispo. Consideren como eucaristía válida la que tiene lugar bajo el obispo o bajo uno a quien él la haya encomendado. Allí donde aparezca el obispo, allí debe estar el pueblo; tal como allí donde está Jesús, allí está la iglesia universal. No es legítimo, aparte del obispo, ni bautizar ni celebrar una fiesta de amor; pero todo lo que él aprueba, esto es agradable también a Dios; que todo lo que hagan sea seguro y válido. Ignacio (105 d.C.)

Por este motivo es preciso obedecer a los presbíteros de la iglesia. Ellos tienen la sucesión de los apóstoles, como ya hemos demostrado, y han recibido, según el beneplácito del Padre, el carisma de la verdad junto con la sucesión episcopal… Así son los presbíteros que la iglesia nutre. De éstos dice el profeta: “Te daré príncipes en la paz y guardianes de la justicia.” Ireneo (180 d.C)

II. Requisitos para ser obispo (Volver arriba)

Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar. 1 Timoteo 3:1-2

Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas. Tito 1:7

Para el cargo de obispos y diáconos del Señor, elegirán a hombres humildes, desinteresados, veraces y probados, porque también hacen el oficio de profetas y maestros. No los menosprecien, puesto que son sus representantes, juntamente con sus profetas y maestros. Didaché (80-140 d.C.)

Y nuestros apóstoles sabían por nuestro Señor Jesucristo que habría contiendas sobre el nombramiento del cargo de obispo. Por cuya causa, habiendo recibido conocimiento completo de antemano, designaron a las personas mencionadas, y después proveyeron a continuación que si éstas durmieran, otros hombres aprobados les sucedieran en su servicio. A estos hombres, pues, que fueron nombrados por ellos, o después por otros de reputación, con el consentimiento de toda la iglesia, y que han ministrado intachablemente el rebaño de Cristo, en humildad de corazón, pacíficamente y con toda modestia, y durante mucho tiempo han tenido buena fama ante todos. Clemente de Roma (30-100 d.C.)

Nuestros dirigentes son ancianos de vida probada, que han conseguido este honor, no con dinero, sino con el testimonio de su vida: porque ninguna de las cosas de Dios puede comprarse con dinero. Tertuliano (197 d.C.)

Con toda diligencia hay que guardar la tradición divina y las prácticas apostólicas, y hay que atenerse a lo que se hace entre nosotros que es lo que se hace casi en todas las provincias del mundo, a saber, que para hacer una ordenación bien hecha, los obispos más próximos de la misma provincia se reúnan con el pueblo al frente del cual ha de estar el obispo ordenando, y éste se elija en presencia del pueblo, ya que éste conoce muy bien la vida de cada uno y ha podido observar por la convivencia el proceder de sus actos. Así vemos que se hizo también entre ustedes en la ordenación de nuestro colega Sabino: se le confirió el episcopado y se le impusieron las manos para que sustituyera a Basilides por la elección de toda la comunidad de hermanos y el de los obispos que estuvieron presentes y el de los que enviaron su voto por carta. Cipriano (250 d.C.)

III. Su responsabilidad y relación personal con la congregación (Volver arriba)

Obedeced a sus pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por sus almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso. Hebreos 13:17

(El obispo Ignacio escribe:) No les estoy dando órdenes, como si yo fuera alguien que pudiera hacerlo. Porque aun cuando estoy en cadenas por amor del Señor, no he sido hecho perfecto todavía en Jesucristo. [Porque] ahora estoy empezando a ser un discípulo; y les hablo como a mis compañeros. Porque yo debería ser entrenado por ustedes para la contienda en fe, exhortación, persistencia y longanimidad… Jesucristo, nuestra vida inseparable, es también la mente del Padre, así como los obispos establecidos hasta los extremos de la tierra están en la mente de Jesucristo. Ignacio (105 d.C.)

(El obispo Ignacio escribe:) No les mando nada, cosa que hicieron Pedro y Pablo. Ellos eran apóstoles, yo soy un preso; ellos eran libres, pero yo soy un esclavo en este mismo momento. Con todo, cuando sufra, entonces seré un hombre libre de Jesucristo, y seré levantado libre en Él. Ahora estoy aprendiendo en mis cadenas a descartar toda clase de deseo. Ignacio (105 d.C.)

Y los presbíteros también deben ser compasivos, misericordiosos hacia los hombres, haciendo volver a las ovejas que se han extraviado, visitando a todos los enfermos, sin descuidar una viuda o un huérfano o un pobre: sino procurando hacer siempre lo que es honroso a la vista de Dios y de los hombres, absteniéndose de toda ira, acepción de personas, juicios injustos, apartándose de todo amor al dinero, no prontos a creer nada en contra de un hombre, sin enjuiciar precipitadamente, sabiendo que todos somos deudores de pecado. Policarpo (135 d.C.)

Oye ahora respecto a las piedras que entran en el edificio. Las piedras que son cuadradas y blancas, y que encajan en sus empalmes, éstas son los apóstoles y obispos y maestros y diáconos que andan según la santidad de Dios, y ejercen su oficio de obispo, de maestro y diácono en pureza y santidad para los elegidos de Dios, algunos de los cuales ya duermen y otros están vivos todavía. Y, debido a que siempre están de acuerdo entre sí, tuvieron paz entre sí y se escucharon el uno al otro. Por tanto, sus empalmes encajan en el edificio de la torre (la iglesia). Hermas (150 d.C.)

Ahora, pues, les digo a ustedes los que gobiernan la iglesia y que ocupen sus asientos principales, no sean como los charlatanes. Los charlatanes, verdaderamente, llevan sus drogas en cajas, pero ustedes llevan droga y su veneno en el corazón. Están endurecidos, y no quieren limpiar sus corazones, y mezclar su sabiduría en un corazón limpio, para que puedan conseguir misericordia del gran Rey. Miren, pues, hijos, que estas divisiones no les priven de su vida. ¿Cómo es posible que quieran instruir a los elegidos del Señor, en tanto que ustedes no tienen instrucción? Instrúyanse unos a otros, pues, y tengan paz entre ustedes, que yo también pueda estar contento delante del Padre, y dar cuenta de todos ustedes a su Señor. Hermas (150 d.C.)

Y de la décima montaña, en que había árboles que cobijaban a ciertas ovejas, los que creyeron son así: obispos, personas hospitalarias, que reciben alegremente en sus casas en todo tiempo a los siervos de Dios sin hipocresía. [Estos obispos] en todo tiempo sin cesar dieron albergue a los necesitados y a las viudas en sus administraciones, y se condujeron con pureza en todo momento. A [todos] éstos, pues, les dará asilo el Señor para siempre. Los que han hecho estas cosas, por consiguiente, son gloriosos a la vista de Dios, y su lugar es ahora con los ángeles si siguen hasta el fin sirviendo al Señor. Hermas (150 d.C.)

Pero si halla alguna parte del rebaño desparramada, ¡ay de los pastores! Porque si resulta que los mismos pastores están esparcidos, ¿cómo van a responder de los rebaños? ¿Dirán que fueron hostigados por el rebaño? Nadie los creería. Porque es algo increíble que un pastor sea herido por su rebaño, y aún será castigado más a causa de su falsedad. Y yo soy el pastor, y me corresponde estrictamente rendir cuentas de ustedes. Hermas (150 d.C.)

Pero (los falsos maestros), y a mi juicio con toda razón, no quieren enseñar abiertamente a todos, sino sólo a quienes pueden pagar bien por tales misterios. Pues estas cosas no se parecen a aquéllas de las que dijo el Señor: “Den gratis lo que gratis han recibido.” Ireneo (180 d.C)

En la siguiente cita, Cipriano describe el materialismo que empezó a contaminar la iglesia en el año 250.

Y olvidándose de su fe y de lo que antes se solía practicar en tiempo de los apóstoles y que siempre deberían seguir practicando… Muchos obispos, que debían ser ejemplo y exhortación para los demás, se olvidaban de su divino ministerio, y se hacían ministros de los poderosos del siglo: abandonaban su sede. Dejaban destituido a su pueblo, recorriendo las provincias extranjeras, siguiendo los mercados en busca de negocios lucrativos, con ansia de poseer abundancia de dinero mientras los hermanos de sus iglesias padecían hambre; se apoderaban de haciendas con fraudes y astucias, y aumentaban sus intereses con crecida usura. Cipriano (250 d.C.)

VER TAMBIÉN DIÁCONOS; IGLESIA, EL GOBIERNO DE LA

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