PERSECUCIÓN

Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y serán aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Mateo 24:9

No paguéis a nadie mal por mal; procuren lo bueno delante de todos los hombres… No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal. Romanos 12:17,21

Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución. 2 Timoteo 3:12

Persecución de los cristianos bajo los emperadores Diocleciano y Maximiliano, 301 d.C.

A estos hombres de vidas santas se unió una vasta multitud de los elegidos, que en muchas indignidades y torturas, víctimas de la envidia, dieron un valeroso ejemplo entre nosotros. Por razón de los celos hubo mujeres que fueron perseguidas, después de haber sufrido insultos crueles e inicuos, como Danaidas y Dirces, alcanzando seguras la meta en la carrera de la fe, y recibiendo una recompensa noble, por más que eran débiles en el cuerpo. Clemente de Roma (30-100 d.C.)

A continuación una cita de Tácito, un historiador romano no cristiano, describe los tormentos de la primera persecución imperial contra los cristianos llevada a cabo por Nerón:

A fin de contrarrestar el rumor (que señalaba a Nerón como el culpable del incendio de Roma), él acusó a personas llamadas por la gente “cristianos” y quienes eran odiados por sus fechorías, culpándolos y condenándolos a los mayores tormentos. El Cristo de quien habían tomado el nombre, había sido ejecutado en el reino de Tiberio por el procurador Poncio Pilatos; pero aunque esta superstición había sido abandonada por un momento, surgió de nuevo, no sólo en Judea, el país original de esta plaga, sino en la misma Roma, en cuya ciudad cada ultraje y cada vergüenza encuentra un hogar y una gran diseminación. Primeros unos fueron detenidos y confesados, y, después, basándose en su denuncia, un gran número de otros, quienes no eran acusados del crimen del incendio sino del odio a la humanidad. Su ejecución (la muerte de los cristianos) constituyó una diversión pública; fueron cubiertos con las pieles de fieras y después devorados por perros, crucificados o llevados a la pira y quemados al venir la noche, iluminando la ciudad. Para este espectáculo Nerón facilitó sus jardines, y hasta preparó juegos de circo en los cuales se mezcló con el pueblo con el traje de carretero, o montado en un carro de carrera. Tácito (100 d.C.)

La carne aborrece al alma y está en guerra con ella, aunque no recibe ningún daño, porque le es prohibido permitirse placeres; así el mundo aborrece a los cristianos, aunque no recibe ningún daño de ellos, porque están en contra de sus placeres. Epístola a Diogneto (125-200 d.C.)

Los cristianos aman a todos los hombres, y son perseguidos por todos. No se hace caso de ellos, y, pese a todo, se les condena. Se les da muerte, y aun así están revestidos de vida. Piden limosna, y, con todo, hacen ricos a muchos. Se les deshonra, y, pese a todo, son glorificados en su deshonor. Se habla mal de ellos, y aún así son reivindicados. Son escarnecidos, y ellos bendicen; son insultados, y ellos respetan. Al hacer lo bueno son castigados como malhechores; siendo castigados se regocijan, como si con ello se les reavivara. Los judíos hacen guerra contra ellos como extraños, y los griegos los persiguen, y, pese a todo, los que los aborrecen no pueden dar razón de su odio. Epístola a Diogneto (125-200 d.C.)

Y cosa patente es que nadie hay capaz de intimidarnos ni someternos a servidumbre a los que en toda la tierra creemos en Jesús. Se nos decapita, se nos crucifica, se nos arroja a las fieras, a la cárcel, al fuego, y se nos somete a toda clase de tormentos; pero a la vista de todos está que no apostatamos de nuestra fe, antes bien, cuanto mayores son nuestros sufrimientos, tanto más se multiplican los que abrazan la fe y adoran a Dios en el nombre de Jesús. Justino Mártir (160 d.C.)

Llegó a tal extremo (el odio hacia los cristianos) que ni en las casas, ni en los baños, ni aun en el foro, se toleraba nuestra presencia; en ningún lugar nos podíamos presentar. Los mártires de Lyon, Francia (177 d.C.)

Éstos, sorprendidos de improviso, soportaron toda suerte de ultrajes y tormentos que a otros hubieran parecido demasiado largos y dolorosos, pero a ellos les perecían ligeros y suaves: tal era su deseo de unirse con Cristo. Nos mostraron con su ejemplo que no hay comparación entre los dolores de esta vida y la gloria que en la otra hemos de poseer. En primer lugar, hubieron de sufrir todos los insultos y blasfemias que el pueblo en masa les prodigó, gritos, golpes, detenciones, confiscaciones de bienes, lapidaciones y, por fin, la cárcel. Los mártires de Lyon, Francia (177 d.C.)

Los profetas, en efecto, junto con muchas otras profecías también anunciaron este hecho: que aquellos sobre los cuales reposara el Espíritu de Dios, obedecieran a la Palabra del Padre y lo sirvieran según sus fuerzas, habrían de sufrir la persecución, serían lapidados y asesinados. Y los profetas mismos se convirtieron en una figura de todo esto, por el amor a Dios y por su Palabra. Ireneo (180 d.C.)

Ustedes piensan que el cristiano es un hombre que comete todos los crímenes, un enemigo de los dioses, del Emperador, de las leyes de la moralidad y de toda la naturaleza. Sin embargo, lo obligan a negarse (de ser cristiano) para absolverlo, sin lo cual no podrían hacerlo. Por tanto ustedes juegan de manera rápida y libre con las leyes. Tertuliano (195 d.C.)

Ellos nos persiguen, no porque hacemos el mal; sino por el sólo hecho de ser cristianos, ellos piensan que pecamos contra la vida. Esto se debe a la manera como nos conducimos en este mundo y porque les exhortamos a adoptar una vida similar. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

¡Diariamente estamos rodeados de enemigos! ¡Diariamente somos delatados! A menudo somos sorprendidos en nuestras reuniones y congregaciones. Tertuliano (195 d.C.)

He aquí una ley decretada por el gobierno romano contra los cristianos:

“No es lícito que los cristianos vivan en el mundo.” Tertuliano (197 d.C.)

Fatíguennos, atorméntennos, condénennos, descuartícennos, que su maldad es la prueba de nuestra inocencia. Tertuliano (197 d.C.)

Ustedes ponen a los cristianos sobre cruces y estacas. Con uñas de hierro aran los costados de los cristianos… Nos arrojan a las fieras. Somos abrasados en fuego vivo. Somos también condenados a las minas. Somos desterrados a las islas. Tertuliano (197 d.C.)

Porque la persecución es un acto libre de Dios que quiere probar la fe, y se sirve de la iniquidad del diablo para llevarla a cabo. Por esto decimos, si acaso, que la persecución viene por el diablo, pero no viene del diablo. Nada puede el diablo contra los siervos del Dios vivo, si no es por permiso de Dios, el cual, o quiere destruir al diablo por medio de la fe de los elegidos que sale victoriosa en la tentación, o quiere mostrar que son del diablo aquellos que se pasan a sus filas. Tertuliano (197 d.C.)

Sólo a los cristianos se les prohíbe decir algo en su defensa. Lo único que les importa es la exigencia del odio del público. Tertuliano (195 d.C.)

Trajano (un emperador romano) contestó diciendo que no hay que buscar a los cristianos, pero si son entregados a él, deben ser castigados. Tertuliano (195 d.C.)

Las asambleas paganas tienen todos sus circos donde están prestos para gritar con alegría: “Muerte para la tercera clase (refiriéndose a los cristianos).” Tertuliano (213 d.C.)

Cuando Dios permite que el tentador nos persiga, padecemos persecución. Y cuando Dios desea librarnos de la persecución, disfrutamos de una paz maravillosa, aunque nos rodea un mundo que no deja de odiarnos. Confiamos en la protección de aquel que dijo: ‘Confíen, yo he vencido al mundo.’ Orígenes (225 d.C.)

Los cristianos no pueden dar muerte a sus enemigos, ni condenar a aquellos que quebrantan la ley, quemándolos o apedreándolos como manda Moisés. Orígenes (248 d.C.)

Valeriano (emperador romano que persiguió a los cristianos) dio una carta al Senado, ordenando que los obispos y ancianos y diáconos fueran ejecutados al instante, que… deben ser despojados de sus bienes, además de la dignidad, y, si perseveraren en su cristianismo, después de despojados de todo, sean decapitados… Estamos esperando cada día que llegue esta carta, manteniéndonos en pie con la firmeza de la fe dispuestos al martirio, y esperando de la ayuda y misericordia del Señor la corona de la vida eterna. Cipriano (248 d.C.)

El Señor ha querido que su familia sea puesta a prueba. Porque una paz prolongada ha corrompido la disciplina que una vez fue entregada a nosotros. La reprensión ha despertado nuestra fe, porque nuestra fe estaba fallando y durmiendo. Aunque nuestros pecados merecen algo peor, el Señor ha moderado todo, de modo que lo que nos ha sucedido, parece más bien una prueba que una persecución. Cipriano (250 d.C.)

Algunos todavía están en calabozos o minas y en cadenas, demostrando por sus castigos prolongados mayores ejemplos para fortalecer la fe de sus hermanos. En las minas no se descansa sobre colchones y sofás, sino en el consuelo de Cristo. El cuerpo cansado se acuesta en el suelo, pero no hay vergüenza en acostarse con Cristo. Sus miembros sucios apestan en medio de tierra y suciedades, pero por dentro son limpios en espíritu. Allí el pan es escaso, pero no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra de Dios. Temblando de frío les falta ropa, pero el que se viste de Cristo se halla bien adornado y vestido. El cabello de su cabeza media rapada parece repugnante, pero Cristo es la cabeza de cada hombre; así que todo se ve atractivo por causa del nombre de Cristo. Cipriano (250 d.C.)

Había cierto hombre en Frigia que quemó una asamblea entera de cristianos juntamente con el lugar donde se reunían. Lactancio (304-313 d.C.)

Nuestro número no se disminuye incluso en medio de la persecución. La verdad prevalece por su propio poder. Lactancio (304-313 d.C.)

Para que no sean corrompidos por una vida suave como sus antepasados, ha sido la voluntad de Dios que sean oprimidos por quienes bajo cuyo poder estaban puestos. Hay otra razón porqué Él permite la persecución en contra de nosotros. Es para que el pueblo de Dios crezca en número. Y no es difícil demostrar cómo ocurre esto. Primero, grandes multitudes dejan de adorar a los dioses falsos, viendo la crueldad de éstos. Segundo, ¿quién no desearía saber que cosas tan nobles tenemos para estar dispuestos a defenderlas hasta la muerte? ¿Qué cosas valen más que todas las cosas agradables y apreciadas en esta vida? Porque ni la pérdida de sus bienes, ni el ser privados de la luz, ni el dolor corporal, ni las torturas de sus miembros internos, pueden apartar a los cristianos de las cosas (que éstos aman). Estas cosas tienen gran efecto, y siempre resultan en el aumento del número de nuestros seguidores. Lactancio (304-313 d.C.)

(Uno de los emperadores romanos) prohibió la matanza de los siervos de Dios, pero no prohibió que sean torturados. Así que sus orejas y narices les fueron cortadas juntamente con las manos y los pies, y también los ojos les fueron arrancados. Lactancio (304-313 d.C.)

Ellos torturan, dan muerte y destierran a los que adoran al Dios Altísimo, es decir, a la Justicia. Sin embargo, aquellos que nos odian con tanta vehemencia, no pueden dar razón de su odio. Lactancio (304-313 d.C.)

La tortura y la piedad son muy diferentes. No es posible que la verdad esté unida con la violencia ni la justicia con la crueldad. Lactancio (304-313 d.C.)

VER TAMBIÉN MÁRTIRES, MARTIRIO; NO RESISTENCIA; PROFETAS (III. Los profetas del Antiguo Testamento)

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