PROSPERIDAD Y POBREZA

Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme. Lucas 18:22

No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté su tesoro, allí estará también su corazón. Mateo 6:19-21

El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa. Mateo 13:22

Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. Lucas 12:15

A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo. 1 Timoteo 6:17

Les había sido concedida toda gloria y prosperidad, y así se cumplió lo que está escrito: Mi amado comió y bebió y prosperó y se llenó de gordura y empezó a dar coces. Por allí entraron los celos y la envidia, la discordia y las divisiones, la persecución y el tumulto, la guerra y la cautividad. Clemente de Roma (30-100 d.C.)

Porque la felicidad no consiste en enseñorearse del prójimo, ni en desear tener más que el débil, ni en poseer riqueza y usar fuerza sobre los inferiores; ni puede nadie imitar a Dios haciendo estas cosas; sí, estas cosas se hallan fuera de su majestad. Epístola a Diogneto (125-200 d.C.)

Pero el amor al dinero es el comienzo de todos los males. Sabiendo, pues, que no trajimos nada a este mundo ni tampoco nos llevaremos nada de él, aprestémonos con la armadura de la justicia, y enseñémonos primero a andar en el mandamiento del Señor. Policarpo (135 d.C.)

No permitas tampoco que esto turbe tu mente, al ver que los impíos poseen riquezas, y los siervos de Dios sufren. Tengamos fe, hermanos y hermanas. Estamos militando en las filas de un Dios vivo; y recibimos entrenamiento en la vida presente, para que podamos ser coronados en la futura. Ningún justo ha recogido el fruto rápidamente, sino que ha esperado que le llegue. Porque si Dios hubiera dado la recompensa de los justos inmediatamente, entonces nuestro entrenamiento habría sido un pago constante y sonante, no un entrenamiento en la piedad; porque no habríamos sido justos yendo en pos de lo que es piadoso, sino de las ganancias. Y por esta causa el juicio divino alcanza al espíritu que no es justo, y lo llena de cadenas. Segunda de Clemente (150 d.C.)

“Pero, ¿quiénes son, señora, las piedras blancas y redondas que no encajaron en el edificio (la iglesia)?” Ella me contestó: “¿Hasta cuándo vas a seguir siendo necio y sin entendimiento, y lo preguntarás todo, y no entenderás nada? Éstos son los que tienen fe, pero también tienen las riquezas de este mundo. Cuando viene la tribulación, niegan a su Señor por razón de sus riquezas y sus negocios.” Y yo contesté y le dije: “¿Cuándo serán, pues, útiles en el edificio?” Ella me contestó: “Cuando les sean quitadas las riquezas que hacen descarriar sus almas, entonces serán útiles a Dios. Porque tal como la piedra redonda, a menos que sea cortada y pierda alguna parte de sí misma, no puede ser cuadrada, del mismo modo los que son ricos en este mundo, a menos que sus riquezas les sean quitadas, no pueden ser útiles al Señor.” Hermas (150 d.C.)

Miren, pues, los que se alegran en su riqueza, que los que están en necesidad no giman, y su gemido se eleve al Señor, y ustedes con su [abundancia de] cosas buenas hallen cerrada la puerta de la torre (la iglesia). Hermas (150 d.C.)

Los que nunca han investigado respecto a la verdad, ni inquirido respecto a la divinidad, sino sólo han creído, y se han mezclado en negocios y riquezas y amigos paganos y muchas otras cosas de este mundo; cuantos se dedican a estas cosas, no comprenden las parábolas de Dios; porque han sido entenebrecidos por sus acciones, y se han corrompido y hecho infructuosos. Hermas (150 d.C.)

El rico tiene mucha riqueza pero en las cosas del Señor es pobre, pues las riquezas le distraen y su confesión e intercesión al Señor es muy escasa; y aun cuando da, es poco y débil, y no tiene poder de arriba. Hermas (150 d.C.)

Éstos son los que han sido creyentes, pero se hicieron ricos y tuvieron renombre entre los gentiles. Se revistieron de gran orgullo y se volvieron arrogantes, y abandonaron la verdad y no se juntaron con los justos, sino que vivieron del todo a la manera de los gentiles, y su camino les pareció más placentero a ellos. Hermas (150 d.C.)

Y de la tercera montaña, la que tiene espinos y zarzas, los que han creído son así: algunos de ellos son ricos, y otros están enzarzados en muchos asuntos de negocios. Las zarzas son los ricos, y los espinos son los que están mezclados en varios asuntos de negocios. Estos [pues, que están mezclados en muchos y varios asuntos de negocios] no se juntan con los siervos de Dios, sino que se descarrían, siendo ahogados por sus asuntos; por su parte, los ricos no están dispuestos a unirse a los siervos de Dios, no sea que se les pueda pedir algo. Estos hombres, pues, difícilmente entrarán en el reino de Dios. Porque tal como es difícil andar entre espinos con los pies descalzos, también es difícil que estos hombres entren en el reino de Dios. Hermas (150 d.C.)

Yo no deseo ser un rey. No anhelo ser rico… No soy llevado por un amor insaciable de ganancias [financieras] para hacerme a la mar. No compito por una corona… ¡Mueran al mundo, repudiando la locura que hay en él! ¡Vivan para Dios! Taciano (160 d.C.)

(Escrito por un crítico pagano del cristianismo) Porque este mismo Dios, según dicen, había prometido las mismas cosas y aún más extraordinarias a sus fieles en otro tiempo (en el Antiguo Testamento). Ahora ven qué servicios prestó a los judíos y a ustedes mismos (los cristianos). Aquellos, en vez del Imperio del mundo, ni siquiera tienen un hogar ni terruño propio. Y, en cuanto a ustedes, si hay aún cristianos errantes y escondidos, procuran aplicarles la pena capital. Celso (178 d.C.)

(Escrito por un crítico pagano del cristianismo) Una última observación se impone: suponiendo que Jesús, en conformidad con los profetas de Dios y de los judíos, fuese el hijo de Dios, ¿cómo es que el Dios de los judíos les ordenó, por medio de Moisés, que procurasen las riquezas y el poder… ¿Por qué los amenaza él, si desobedecieron sus mandamientos, de tratarlos como enemigos declarados, mientras que el Hijo, el Nazareno, formula preceptos completamente opuestos: el rico no tendrá acceso hasta el Padre, ni el que ambiciona el poder, ni el que ama la sabiduría y la gloria; no nos debemos inquietar con las necesidades de subsistencia más que los cuervos; es necesario preocuparnos menos de la vestimenta que los lirios; si les diesen una bofetada es preciso aprestarse a recibir una segunda? ¿Quién miente entonces: Moisés o Jesús? ¿Será que el Padre, cuando envió al Hijo, se olvidó de lo que le había dicho a Moisés? ¿Habrá cambiado de opinión, renegado de sus propias leyes y encargado a su mensajero el promulgar otras completamente contrarias? Celso (178 d.C.)

Lo que (Cristo) quiere es que desterremos de nuestra alma la primacía de las riquezas, la desenfrenada codicia y fiebre de ellas, las solicitudes, las espinas de la vida, que ahogan la semilla de la verdadera vida. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

De no tener nadie nada, ¿qué comunión de bienes podría darse entre los hombres? ¿Cómo dar de comer al hambriento, de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al desamparado, cosas por las que, de no hacerse, amenaza el Señor con el fuego eterno y las tinieblas exteriores, si cada uno empezara por carecer de todo eso? De suerte que lo que hay que destruir no son las riquezas, sino las desordenadas pasiones del alma que no permiten hacer mejor uso de ellas. De este modo, convertido el hombre en bueno y noble, puede hacer de las riquezas uso bueno y generoso. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Es monstruosidad que una persona viva en lujo, mientras otras viven en necesidad. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

No tenemos nación alguna en la tierra. Por tanto, podemos despreciar las posesiones terrenales. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

La riqueza puede, sin la ayuda de nada, corromper al alma de aquellos que la poseen y extraviarlos del camino de la salvación. Cristo describió la riqueza como “un peso del que debemos despojarnos,” el cual debemos echar de nosotros como una enfermedad peligrosa y fatal. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

No debe emplearse la riqueza para satisfacer nuestros propios placeres, sino para compartirla con los demás. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

La mejor riqueza es la pobreza de deseo y el verdadero orgullo no consiste en vanagloriarse de las riquezas, sino en despreciarlas. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

El hombre bueno, si es prudente y justo, atesora riquezas en el cielo. Éste, vendiendo los bienes terrenales y repartiéndolos a los necesitados, encuentra un tesoro imperecedero, “donde no existe polilla ni ladrón.” Este hombre realmente bienaventurado, por más insignificante, enfermo y despreciable que parezca, posee, en verdad, el mayor de los tesoros. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

De modo que no es rico el que tiene dinero y lo guarda, sino el que lo reparte. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Nosotros que caminamos hacia la verdad, debemos estar preparados… No se provean de yuntas, ni de servidores, como lo son los calzados de viaje de los ricos, que son demasiado pesados… Las riquezas y los bienes de los ricos son una carga. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Si alguien se encuentra turbado por la pérdida de los bienes materiales, le aconsejamos con múltiples lugares de la Sagrada Escritura a despreciar el siglo. No puede encontrarse mejor exhortación al desprendimiento de las riquezas que el ejemplo de Jesucristo, que no poseyó ningún bien temporal. Siempre defendió a los pobres y condenó a los ricos. Inspirándonos el despego de los bienes de este mundo, nos exhorta a la paciencia, demostrándonos que si despreciamos las riquezas no debemos apurarnos de perderlas. De ninguna manera hemos de codiciarlas, pues el Señor no estuvo apegado a ellas, y si disminuyen o llegamos a perderlas totalmente, hemos de soportarlo con paz. Tertuliano (197 d.C.)

A lo menos aprendan de su situación actual, gente miserable, que es lo que en verdad les espera después de la muerte. En verdad, según ustedes mismos dicen, la mayoría de ustedes (los cristianos)… están en necesidad, soportando frío y hambre, y trabajando en trabajos agotadores. Pero su dios lo permite. O él no quiere ayudar a su pueblo, o él no puede ayudarlos. Por tanto, o él es dios débil, o es injusto… ¡Fíjense! Para ustedes no hay sino amenazas, castigos, torturas, y cruces… ¿Dónde está su dios que los promete ayudar después de resucitar de entre los muertos? El ni siquiera los ayuda ahora y aquí. Y los romanos, sin la ayuda del dios de ustedes, ¿no gobiernan todo el mundo, incluso a ustedes también, y no disfrutan los bienes de todo el mundo? Mientras tanto, ustedes viven en incertidumbre y ansiedades, absteniéndose aun de los placeres decentes. Marco Minucio Félix, citando a un pagano antagonista (200 d.C.)

Por lo tanto, así como quien recorre un camino avanza más a gusto cuanto más ligero va, del mismo modo es más feliz en este camino de la vida quien marcha aliviado por la pobreza y no agobiado bajo el peso de las riquezas. Además, si considerásemos útiles las riquezas, se las pediríamos a Dios, pues bien aquel a quien todo le pertenece, podría concedernos bastante. Pero nosotros preferimos despreciar las riquezas que abrazarlas, anhelamos más la inocencia. Marco Minucio Félix (200 d.C.)

¿Eres rico? No conviene fiarse de la riqueza y, además, las muchas provisiones no son una ayuda para el breve camino de la vida, sino una carga. Marco Minucio Félix (200 d.C.)

Los lujos y los goces pasajeros del mundo te arruinarán. Comodio (240 d.C.)

Un amor ciego a las posesiones ha engañado a muchos. ¿Cómo podrán los ricos estar preparados o dispuestos a partir de esta tierra [en la persecución] cuando sus riquezas los encadenan aquí? . . . Por eso, el Señor, el Maestro del bien, les advierte de antemano (a los ricos), diciendo: ‘Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme’. El que no tuviera nada en este mundo no sería vencido por el mundo. Seguiría al Señor, sin cadenas, libre, como hicieron los apóstoles... Pero ¿cómo podrán seguir a Cristo cuando la cadena de la riqueza los estorba? … Ellos creen que poseen, pero en realidad son ellos una posesión. No son los señores de su riqueza, sino los esclavos de ella. Cipriano (250 d.C.)

En la siguiente cita Cipriano describe el materialismo que empezó a contaminar la iglesia en el año 250.

Cada uno se preocupaba de aumentar su hacienda, y olvidándose de su fe y de lo que antes se solía practicar en tiempo de los apóstoles y que siempre deberían seguir practicando, se entregaban con codicia insaciable y abrasadora a aumentar sus posesiones… Muchos obispos, que debían ser ejemplo y exhortación para los demás, se olvidaban de su divino ministerio, y se hacían ministros de los poderosos del siglo: abandonaban su sede. Dejaban destituido a su pueblo, recorriendo las provincias extranjeras siguiendo los mercados en busca de negocios lucrativos, con ansia de poseer abundancia de dinero mientras los hermanos de sus iglesias padecían hambre; se apoderaban de haciendas con fraudes y astucias, y aumentaban sus intereses con crecida usura. Cipriano (250 d.C.)

El que desea obtener a Dios, la justicia y la luz, la vida eterna y todas aquellas cosas que Dios promete a los hombres, tendrá que despreciar las riquezas, los honores, las órdenes y el gobierno de sí mismo. Lactancio (304-313 d.C.)

Satanás, habiendo inventado las religiones falsas, vuelve a los hombres del camino al cielo y los guía en el de la destrucción. Este camino parece plano y espacioso, lleno de los deleites de las flores y los frutos. Satanás coloca todas estas cosas en el camino, las cosas estimadas como buenas en este mundo: la riqueza, la honra, la diversión, el placer, y todas las demás seducciones. Pero escondidos entre estas cosas vemos también la injusticia, la crueldad, el orgullo, la lascivia, las contenciones, la ignorancia, las mentiras, la necedad y otros vicios. El fin de este camino es lo siguiente: Cuando hayan avanzado tanto que no puedan volver, el camino se desaparece junto con todos sus deleites. Esto sucede sin advertencia de manera que nadie puede prever el engaño del camino antes de caer en el abismo...

Por contraste, el camino al cielo parece muy dificultoso y montañoso, lleno de espinos y cubierto de piedras dentadas. Por eso, todos los que andan en él tienen que usar mucho cuidado para guardarse de no caer. En este camino Dios ha colocado la justicia, la abnegación, la paciencia, la fe, la pureza, el dominio propio, la paz, el conocimiento, la verdad, la sabiduría, y otras virtudes más. Pero estas virtudes van acompañadas de la pobreza, la humildad, los trabajos, los sufrimientos y muchas penas y pruebas. Porque el que tiene una esperanza para el porvenir, el que ha escogido las cosas mejores, será privado de los bienes terrenales. Por llevar él poco equipo y estar libre de las distracciones, él puede vencer las dificultades en el camino. Porque es imposible que el rico encuentre este camino, o que persevere en él, ya que se ha rodeado de las ostentaciones reales, o se ha cargado de las riquezas. Lactancio (304-313 d.C.)

VER TAMBIÉN MATERIALISMO

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