REDENCIÓN

I. Redención por medio de Cristo
II. Recapitulación en Cristo

I. Redención por medio de Cristo (Volver arriba)

Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa. Mateo 12:29

Como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. Mateo 20:28

Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Juan 10:11

Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. 2 Corintios 5:19

Y a ustedes también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en su mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él. Colosenses 1:21-22

Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre. Hebreos 2:14-15

Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios. Hebreos 10:12

Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. 1 Juan 2:2

Por el amor que sintió hacia nosotros, Jesucristo nuestro Señor dio su sangre por nosotros por la voluntad de Dios, y su carne por nuestra carne, y su vida por nuestras vidas. Clemente de Roma (30-100 d.C.)

Por tanto, mantengámonos sin cesar firmes en nuestra esperanza y en las arras de nuestra justicia, que es Jesucristo, el cual tomó nuestros pecados en su propio cuerpo sobre el madero, y no pecó, ni fue hallado engaño en su boca, sino que por amor a nosotros sufrió todas las cosas, para que pudiéramos vivir en Él. Policarpo (135 d.C.)

Dios por compasión hacia nosotros tomó sobre sí nuestros pecados, y Él mismo se separó de su propio Hijo como rescate por nosotros, el santo por el transgresor, el inocente por el malo, el justo por los injustos, lo incorruptible por lo corruptible, lo inmortal por lo mortal. Porque, ¿qué otra cosa aparte de su justicia podía cubrir nuestros pecados? ¿En quién era posible que nosotros, impíos y libertinos, fuéramos justificados, salvo en el Hijo de Dios? ¡Oh dulce intercambio, oh creación inescrutable, oh beneficios inesperados; que la iniquidad de muchos fuera escondida en un Justo, y la justicia de uno justificara a muchos que eran inicuos! Epístola a Diogneto (125-200 d.C.)

Y el Hijo colocó a los ángeles a cargo de los hombres, para que velaran sobre ellos; y el Hijo mismo limpió sus pecados, trabajando mucho y soportando muchas labores. Habiendo, pues, Él limpiado a su pueblo, les mostró los caminos de la vida, dándoles la ley que Él recibió de su Padre. Hermas (150 d.C.)

(Dios envió a) su Hijo Jesucristo, el cual nos rescató de la apostasía mediante su sangre a fin de que fuésemos el pueblo santo el mismo que un día volverá de los cielos con el poder del Padre para juzgar a todos y para dar los bienes divinos a cuantos observen sus mandatos. Ireneo (180 d.C.)

Convenía, pues, que aquel que estaba por matar el pecado y por redimir al hombre reo de muerte, se hiciese lo mismo que es éste, o sea el hombre que por el pecado había sido sometido a la servidumbre y estaba bajo el poder de la muerte , para que el pecado fuese arrancado por un hombre a fin de que el hombre escapase de la muerte. Ireneo (180 d.C.)

Cristo, se hizo hombre en los últimos tiempos para luchar en favor del género humano, para vencer y destruir al enemigo del hombre y para dar a su obra la victoria contra el adversario. Ireneo (180 d.C.)

¿Como habría podido (Cristo) derrotar a aquel que era más fuerte que el hombre y lo tenía sujeto, de vencer al vencedor para liberar al ser humano vencido, si no hubiese sido superior al hombre vencido? Ireneo (180 d.C.)

El es completo en todo, como Verbo poderoso y hombre verdadero, y nos compró con su sangre a la manera propia del Verbo, dándose a sí mismo en rescate por los que habíamos sido hechos cautivos. Y como de modo injusto dominaba sobre nosotros la apostasía, y siendo nosotros, por naturaleza, propiedad de Dios todopoderoso, nos enajenó contra la naturaleza y nos hizo sus discípulos; como el Dios Verbo es poderoso y no falla en la justicia, justamente se volvió contra esa apostasía, para redimir de ella lo que era suyo; no por la fuerza, como aquélla había dominado nuestros inicios arrebatando insaciablemente lo que no era suyo; sino por persuasión, como convenía a un Dios que persuade y que no nos fuerza a recibir lo que él quiere; de modo que ni se destruyese lo que es justo ni se perdiese la antigua criatura de Dios. Ireneo (180 d.C.)

(Cristo) habiéndolo vencido (a Satanás) por tercera vez, lo rechazó como a un derrotado legítimamente. De este modo se disolvió la transgresión de Adán al mandato de Dios, por la fidelidad del Hijo de Dios al precepto de la ley, no desobedeciendo al mandato de Dios. Ireneo (180 d.C.)

El ángel apóstata (Satanás) de Dios queda desenmascarado al declararse su nombre, derrotado como fue y vencido por el Hijo del Hombre obediente al mandamiento divino. Como al principio persuadió al hombre a transgredir el mandamiento del Creador, y así lo sometió a su poder, que consiste en la transgresión y apostasía, con las cuales ató al hombre, era preciso que fuese vencido por el hombre mismo, y atado con las mismas cuerdas con las que él había amarrado al hombre. De esta manera el hombre, desatado, se podía volver a su Señor, abandonando al diablo los lazos con los que éste lo había ligado, o sea la transgresión. El encadenamiento de éste fue la liberación del hombre, pues “nadie puede penetrar en la casa del fuerte y robarle sus bienes, si primero no atare al fuerte”… cuando el Verbo lo encadenó fuertemente, como a su propio fugitivo, y le arrebató los bienes, o sea los hombres de quienes él se había apoderado e injustamente se servía. Así fue justamente mantenido cautivo aquel que injustamente había tenido prisionero al hombre; en cambio quedó libre el hombre sometido al poder de este amo, según la misericordia de Dios Padre. Ireneo (180 d.C.)

Y cuando (Cristo) iba a ser derramado en libación, ofreciéndose a sí mismo como rescate, nos dejó un nuevo testamento: “Yo les doy mi amor.” Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Y el hombre que en su simplicidad vivía en libertad, se encontró encadenado por sus pecados. Pero entonces el Señor quiso liberarlo de estas cadenas, y haciéndose él prisionero de la carne, eso sí que es un misterio divino, domó a la serpiente y esclavizó al tirano, es decir a la muerte, y, cosa increíble, al hombre extraviado por el placer y encadenado a la corrupción, con sus manos extendidas (en la cruz) lo puso en libertad. He aquí una maravilla llena de misterios. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Cristo se entregó voluntariamente al sufrimiento, para destruir la muerte y romper las cadenas del diablo, aplastar el infierno e iluminar a los justos, establecer la alianza y manifestar la resurrección. Hipólito (200 d.C.)

Cristo es “rescate para muchos.” ¿A quién se pagó este rescate? Ciertamente no a Dios. Tal vez se hubiera pagado a Satanás. Porque éste tenía poder sobre nosotros hasta que le fue dado el rescate en favor nuestro, es decir, la vida de Jesús. Y en esto quedó el diablo engañado, pues creía que podría retener el alma de Jesús en su poder, sin darse cuenta de que él no tenía poder suficiente para ello. O también, la muerte creyó que podría retenerle en su poder; pero en realidad no tuvo poder sobre aquél que se hizo libre de entre los muertos, y más poderoso que todo el poder de la muerte, tan poderoso que todos los que quieran seguirle en esto, pueden hacerlo por más que sean atrapados por la muerte, puesto que ahora la muerte ya no tiene poder sobre ellos. Porque, en efecto, nadie que está en Jesús puede ser arrebatado por la muerte. Orígenes (225 d.C.)

II. Recapitulación en Cristo (Volver arriba)

Recapitulación se trata de restituir todas las cosas por medio de la encarnación. Cuando Cristo se hizo hombre y vivió una vida perfecta, restituyó a la humanidad caída a la comunión con Dios, deshaciendo el mal causado por Satanás en el Edén. Ireneo sobre todo resaltó este tema en sus escritos.

En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia… dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo de reunir (recapitular) todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. Efesios 1:7, 9-10

El Señor sufrió para devolverles la verdad a quienes habían errado respecto al Padre, y para conducirlos a él… El Señor con su pasión destruyó la muerte, corrigió el error, eliminó la corrupción, acabó con la ignorancia, reveló la vida, mostró la verdad y donó la incorrupción; al revés, mediante su pasión. Ireneo (180 d.C.)

Pero si no se hizo carne sino apariencia de carne, entonces no era verdadera su obra. ¡No! Lo que parecía, eso era: el Dios del hombre recapitulaba en sí su antigua creación, para matar por cierto el pecado, dejar vacía la muerte y dar vida al hombre. Por eso “sus obras son verdaderas.” Ireneo (180 d.C.)

Pero cuando se hizo hombre recapituló en sí mismo toda la historia de los seres humanos y asumiéndonos en sí nos concede la salvación; de manera que, cuanto habíamos perdido en Adán (es decir el haber sido hechos “a imagen y semejanza de Dios”), lo volviésemos a recibir en Jesucristo. Ireneo (180 d.C.)

Por eso nuestro Dios en los últimos tiempos, para recapitular todas las cosas en sí mismo, vino a nosotros, no tal como podía mostrarse, sino como nosotros éramos capaces de mirarlo. Ireneo (180 d.C.)

Porque el enemigo (Satanás) no sería justamente vencido si el que lo venciese no fuese un hombre nacido de mujer. Porque por una mujer había dominado sobre el hombre y se había opuesto desde el principio al hombre. Por eso el Señor mismo se confiesa Hijo del Hombre, para recapitular en sí a aquel hombre viejo del cual él mismo se hizo criatura mediante la mujer; para que así como por un hombre vencido nuestra raza descendió hasta la muerte, así también por un hombre victorioso ascendamos a la vida; y como la muerte recibió la victoria contra nosotros por un hombre, así también nosotros por un hombre recibamos la victoria contra la muerte. Ireneo (180 d.C.)

Y porque, envueltos todos en la creación originaria de Adán, hemos sido vinculados a la muerte, por causa de su desobediencia, era conveniente y justo que, por obra de la obediencia de quien se hizo hombre por nosotros, fueran rotas las [cadenas] de la muerte. Y porque la muerte reinaba sobre la carne, era preciso que fuera abolida por medio de la carne, y que el hombre fuera liberado de su opresión. El Verbo se hizo carne para destruir por medio de la carne el pecado que por obra de la carne había adquirido el poder, el derecho de propiedad y dominio; y para que no existiese más entre nosotros. Por esta razón nuestro Señor tomó un cuerpo idéntico al de la primera criatura para luchar en favor de los primogénitos y vencer en Adán a quien en Adán nos había herido (a Satanás). Ireneo (180 d.C.)

Y así como por obra de una virgen desobediente fue el hombre herido y, precipitado, murió, así también, reanimado el hombre por obra de una virgen, que obedeció a la Palabra de Dios, recibió él en el hombre nuevamente reavivado, por medio de la vida, la vida. Pues el Señor vino a buscar la oveja perdida, es decir, el hombre que se había perdido. De donde no se hizo el Señor otra carne, sino de aquella misma que traía origen de Adán y de ella conservó la semejanza. Porque era conveniente y justo que Adán fuese recapitulado en Cristo, a fin de que fuera abismado y sumergido lo que es mortal en la inmortalidad. Y que Eva fuese recapitulada en María, a fin de que una virgen, venida a ser abogada de una virgen [Eva], deshiciera y destruyera la desobediencia virginal mediante la virginal obediencia. El pecado cometido a causa del árbol fue anulado por la obediencia cumplida en el árbol, obediencia a Dios por la cual el Hijo del hombre fue elevado en el árbol, aboliendo la ciencia del mal y aportando y regalando la ciencia del bien. El mal es desobedecer a Dios; el bien, en cambio, es obedecerlo. Ireneo (180 d.C.)

Así pues, por la obediencia a que (Cristo) se sometió hasta la muerte, pendiente del madero, destruyó la desobediencia antigua cometida en el árbol. Ireneo (180 d.C.)

Nosotros estábamos encadenados por el pecado, y destinados a nacer a través del régimen del pecado y a caer bajo el imperio de la muerte… Dios Padre, por su inmensa misericordia, envió a su Verbo creador, el cual, venido para salvarnos, estuvo en los mismos lugares, en la misma situación y en los ambientes donde nosotros hemos perdido la vida. Y rompió las cadenas que nos tenían prisioneros. Apareció su luz e hizo desaparecer las tinieblas de la prisión y santificó nuestro nacimiento y abolió la muerte, desligando aquellos mismos lazos en que nos habían encadenado. Ireneo (180 d.C.)

VER TAMBIÉN SALVACIÓN; SANGRE DE CRISTO

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