SALVACIÓN

I. La salvación solamente por medio de Cristo
II. El papel de la gracia y fe en la salvación
III. El papel de la obediencia en la salvación
IV. La justicia de Dios vs. la justicia de la ley
V. ¿Es posible perder la salvación?
VI. Confesando a Cristo como salvador
VII. El mensaje de salvación de los cristianos primitivos
VIII. El mensaje de salvación de los herejes
IX. Los violentos que arrebatan el reino

I. La salvación solamente por medio de Cristo (Volver arriba)

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Juan 14:6

Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. Hechos 4:12

Tú escapaste… dijo ella, porque pusiste en Dios todos tus cuidados, y abriste tu corazón al Señor, creyendo que puedes ser salvo sólo por medio de su nombre grande y glorioso. Hermas (150 d.C.)

“Pero la puerta, ¿por qué es reciente, señor?,” le pregunté. “Porque,” dijo él, “El Cristo fue manifestado en los últimos días de la consumación; por tanto, la puerta es hecha recientemente, para que los que son salvos puedan entrar por ella (por Cristo) en el reino de Dios. Hermas (150 d.C.)

¿En quién era posible que nosotros, impíos y libertinos, fuéramos justificados, salvo en el Hijo de Dios?… Habiéndose demostrado, pues, en el tiempo antiguo la incapacidad de nuestra naturaleza para obtener vida, y habiéndose ahora revelado un Salvador poderoso para salvar incluso a las criaturas que no tienen capacidad para ello, Él quiso que, por las dos razones, nosotros creyéramos en su bondad y le consideráramos como cuidador, padre, maestro, consejero, médico, mente, luz, honor, gloria, fuerza y vida. Epístola a Diogneto (125-200 d.C.)

Sigue que hay un solo don inmutable de salvación dado por un Dios, por medio de un Señor, pero ese don abarca muchos beneficios. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

II. El papel de la gracia y fe en la salvación (Volver arriba)

Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. Juan 6:44

Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Romanos 5:1

¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? Romanos 6:1-2

Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios. 2 Corintios 6:1

Porque por gracia son salvos por medio de la fe; y esto no de ustedes, pues es don de Dios. Efesios 2:8

Quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos. 2 Timoteo 1:9

Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Santiago 2:14

Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente. Tito 2:11-12

Por su fe y su hospitalidad fue salvada Rahab la ramera. Clemente de Roma (30-100 d.C.)

Y así nosotros, habiendo sido llamados por su voluntad en Cristo Jesús, no nos justificamos a nosotros mismos, o por medio de nuestra propia sabiduría o entendimiento o piedad u obras que hayamos hecho en santidad de corazón, sino por medio de la fe, por la cual el Dios Todopoderoso justifica a todos los hombres que han sido desde el principio; al cual sea la gloria para siempre jamás. Clemente de Roma (30-100 d.C.)

Esforcémonos, pues, para que podamos ser hallados en el número de los que esperan pacientemente en Él, para que podamos ser partícipes de los dones prometidos. Pero, ¿cómo será esto, amados? Si nuestra mente está fija en Dios por medio de la fe; si buscamos las cosas que le son agradables y aceptables; si realizamos aquí las cosas que parecen bien a su voluntad infalible y seguimos el camino de la verdad, desprendiéndonos de toda injusticia, iniquidad, avaricia, contiendas, malignidades y engaños, maledicencias y murmuraciones, aborrecimiento a Dios, orgullo y arrogancia, vanagloria e inhospitalidad. Porque todos los que hacen estas cosas son aborrecidos por Dios. Clemente de Roma (30-100 d.C.)

Ustedes saben que es por gracia que somos salvos, no por obras, sino por la voluntad de Dios por medio de Jesucristo. Policarpo (135 d.C.)

Esta torre (la iglesia) es sostenida por ellas, según la orden del Señor. Oye ahora sus ocupaciones. La primera, la mujer de las manos fuertes, se llama Fe, por medio de la cual son salvados los elegidos de Dios. Y la segunda, la que está ceñida y tiene el aspecto enérgico de un hombre, se llama Continencia; es la hija de la Fe. Todo el que la sigue, pues, será feliz en su vida, porque se abstendrá de todo acto malo, creyendo que, si se abstiene de todo mal deseo, heredará la vida eterna. Hermas (150 d.C.)

Veamos a otro pasaje: ‘Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia’ [Romanos 9.16]. Aquí Pablo no niega que los humanos tenemos que hacer algo. Sino alaba la bondad de Dios, quien lleva lo que se hace a su fin deseado. El sencillo deseo humano no basta para alcanzar el fin. Solo el correr no basta para que el atleta gane el premio. Tampoco basta para que los cristianos ganemos el premio que da Dios por Cristo Jesús. Estas cosas se llevan a cabo sólo con la ayuda de Dios. Justino Mártir (160 d.C.)

Hemos sido enseñados. . . que si los hombres por sus obras se muestran dignos de su gracia, son tenidos por dignos de reinar con él en su reino, habiendo sido liberados de la corrupción y los sufrimientos. Justino Mártir (160 d.C.)

A este Hijo el Padre ha revelado para manifestarse a sí mismo por él, y para recibir en el eterno refrigerio a los justos que creen en él, pues creer en él significa hacer su voluntad. Ireneo (180 d.C.)

Dios… con toda bondad otorga la luz de la incorrupción a aquellos que la buscan; en cambio aparta de sí a quienes la desprecian y rechazan, huyendo por su cuenta y cegándose. Ireneo (180 d.C.)

Por todo lo anterior queda claro que Dios no les exigía sacrificios y holocaustos, sino la fe, la obediencia y la justicia para su salvación. Ireneo (180 d.C.)

Así pues, por temor a cosa semejante, nosotros debemos mantener inalterada la regla de la fe, y cumplir los mandamientos de Dios creyendo en Él, temiéndole como a Señor y amándole como a Padre. Ireneo (180 d.C.)

Y otra vez: “Abraham no fue justificado por obras, sino por la fe.” Por eso, aunque hicieran buenas obras ahora, de nada les servirá después de la muerte, si no tienen fe… Una persona que no hace lo que Dios ha ordenado revela que realmente no tiene fe en Dios. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

No podemos justificarnos nosotros mismos. No por nuestra sabiduría, ni entendimiento, ni piedad, ni nuestras obras nacidas de la santidad del corazón. Sino por la fe por medio de la cual el Dios Todopoderoso ha justificado a todos los hombres desde el principio. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Un hombre que trabaja solo para libertarse de sus deseos pecaminosos nada logra. Pero si él manifiesta su afán y su deseo ardiente de eso, lo alcanza por el poder de Dios. Dios colabora con los que anhelan su ayuda. Pero si pierden su anhelo, el Espíritu de Dios también se restringe. El salvar al que no tiene voluntad es un acto de obligación, pero el salvar al que sí tiene voluntad es un acto de gracia. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

La gracia de Dios y la fe del hombre rompen con fuerza estas ataduras y nuestros pecados son lavados por el único remedio saludable: el bautismo en Cristo. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Los gentiles, por la fe en Cristo, preparan para sí la vida eterna mediante las buenas obras. Hipólito (200 d.C.)

III. El papel de la obediencia en la salvación (Volver arriba)

No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Mateo 7:21

Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis. Mateo 25:33-35

Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. Lucas 13:24

Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si ustedes permaneciereis en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos. Juan 8:31

De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte. Juan 8:51

Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Juan 15:10

El cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad. Romanos 2:6-7

Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia. Hebreos 4:11

Ustedes veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Santiago 2:24

Estén atentos, pues, hermanos, para que sus beneficios, que son muchos, no se vuelvan en juicio contra nosotros, si no andamos como es digno de El, y hacemos las cosas que son buenas y agradables a su vista, de buen grado. Veamos cuán cerca está, y que ninguno de nuestros pensamientos o planes que hacemos se le escapa. Por tanto, es bueno que no nos apartemos de su voluntad. Clemente de Roma (30-100 d.C.)

Hemos visto que todos los justos estaban adornados de buenas obras. Sí, y el mismo Señor, habiéndose adornado Él mismo con obras, se gozó. Viendo, pues, que tenemos este ejemplo, apliquémonos con toda diligencia a su voluntad; hagamos obras de justicia con toda nuestra fuerza. Clemente de Roma (30-100 d.C.)

Con toda seguridad el que, con humildad de ánimo y mansedumbre haya ejecutado, sin arrepentirse de ello, las ordenanzas y mandamientos que Dios ha dado, será puesto en la lista y tendrá su nombre en el número de los que son salvos por medio de Jesucristo. Clemente de Roma (30-100 d.C.)

El buen obrero recibe el pan de su trabajo con confianza, pero el holgazán y descuidado no se atreve a mirar a su amo a la cara. Es, pues, necesario que seamos celosos en el obrar bien, porque de Él son todas las cosas; puesto que Él nos advierte de antemano, diciendo: He aquí, el Señor, y su recompensa viene con él; y su paga va delante de él, para recompensar a cada uno según su obra. Clemente de Roma (30-100 d.C.)

En cuanto esté en nuestra mano, meditemos en el temor de Dios y luchemos por guardar sus mandamientos, a fin de regocijarnos en sus justificaciones… El Señor juzgará al mundo sin acepción de personas: Cada uno recibirá conforme obró. Si el hombre fue bueno, su justicia marchará delante de él; si fuere malvado, la paga de su maldad irá también delante de él. Bernabé (70-130 d.C.)

Ahora bien, el camino de la luz es como sigue: Si alguno quiere andar en este camino hacia el lugar determinado, apresúrese por medio de sus obras. Bernabé (70-130 d.C.)

Sean discípulos de Dios, inquiriendo qué busca el Señor de ustedes, y obren de manera que sean hallados en el día del juicio. Bernabé (70-130 d.C.)

La fe no puede realizar las obras de un incrédulo; ni el no creyente las obras de la fe. Ignacio (105 d.C.)

Ahora bien, el que le levantó a Él de los muertos nos levantará también a nosotros; si hacemos su voluntad y andamos en sus mandamientos. Policarpo (135 d.C.)

Por esta causa, si hacen estas cosas, el Señor dice: Aunque estén unidos a mí en mi propio seno, si no hacen mis mandamientos, yo les echaré y les diré: Apártense de mí, no sé de dónde son, obradores de maldad. Segunda de Clemente (150 d.C.)

Porque si hacemos la voluntad de Cristo hallaremos descanso; pero si no la hacemos, nada nos librará del castigo eterno si desobedecemos sus mandamientos. Y la escritura dice también en Ezequiel: Aunque Noé y Job y Daniel se levanten, no librarán a sus hijos de la cautividad. Pero si ni aun hombres tan justos como éstos no pueden con sus actos de justicia librar a sus hijos, ¿con qué confianza nosotros, si no mantenemos nuestro bautismo puro y sin tacha, entraremos en el reino de Dios? O ¿quién será nuestro abogado, a menos que se nos halle en posesión de obras santas y justas? Segunda de Clemente (150 d.C.)

Por tanto pongamos en práctica la justicia, para que podamos ser salvos hasta el fin. Segunda de Clemente (150 d.C.)

Por lo tanto, hermanos, si hemos hecho la voluntad del Padre, y hemos mantenido pura la carne, y hemos guardado los mandamientos del Señor, recibiremos la vida eterna. Segunda de Clemente (150 d.C.)

Pero ahora te digo: si no los guardas, sino que los descuidas, no tendrás salvación, ni tus hijos ni tu casa, puesto que ya has pronunciado juicio contra ti que estos mandamientos no pueden ser guardados por el hombre. Hermas (150 d.C.)

Estando sentado en mi casa, y glorificando a Dios por todas las cosas que había visto; y considerando, respecto a los mandamientos, que eran hermosos y poderosos y gozosos y gloriosos y capaces de salvar el alma de un hombre, dije para mí: “Bienaventurado seré si ando en estos mandamientos; sí, y todo el que ande en ellos será bienaventurado.” Hermas (150 d.C.)

Suplicamos que, puesto que hemos conocido la verdad, seamos en nuestras obras hombres de buena conducta, cumplidores de los mandamientos, y así alcancemos la salvación eterna. Justino Mártir (160 d.C.)

Sabiendo por los profetas que las penas y los suplicios, lo mismo que los premios, se dan por las buenas obras de cada uno, confirmamos que esto es verdadero. Justino Mártir (160 d.C.)

Y como la ley desde tiempos antiguos había enseñado a los seres humanos que debían seguir a Cristo, éste lo aclaró a aquel que le preguntaba qué debía hacer para heredar la vida, respondiendo: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.” Ireneo (180 d.C.)

Todos esos mandatos no contradicen ni anulan los antiguos, como andan vociferando los marcionitas; sino que los amplían y perfeccionan, como él dijo: “Si su justicia no fuese mejor que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el reino de los cielos” ¿Qué significaba mejor? En primer lugar, no creer sólo en el Padre, sino también en el Hijo que ya se había manifestado: pues éste es el que conduce al ser humano a la comunión y unidad con Dios. En segundo lugar, no sólo decir, sino actuar, pues ellos decían y no hacían, y no sólo abstenerse de obrar mal, sino también de desearlo. Ireneo (180 d.C.)

Ni nos mandó seguirlo porque necesitase de nuestro servicio, sino para procurarnos a nosotros mismos la salvación. Porque seguir al Salvador es lo mismo que participar de la salvación, así como seguir la luz es recibirla. Pues los que están en la luz no la iluminan, sino que ella los ilumina y los hace resplandecer; no le dan nada a ella, sino que reciben de la luz el beneficio de estar iluminados. De modo semejante, quien sirve al Señor nada le añade, ni a Dios le hace falta el servicio humano. Sino que El concede la vida, la incorrupción y la vida eterna a quienes le siguen y le sirven. Ireneo (180 d.C.)

Y así como el hombre desobedeciendo se atrajo para sí la muerte, así, el que quiera, obedeciendo a la voluntad de Dios, puede ganar para sí la vida eterna. Porque Dios nos ha dado una ley y unos mandamientos santos, y todo el que los cumpla puede salvarse y, alcanzada la resurrección, obtener como herencia la incorrupción. Teófilo (180 d.C.)

Debemos corresponder con el amor a quien amorosamente nos guía hacia una vida mejor y vivir de acuerdo con lo que su voluntad dispone, no sólo limitándose a cumplir lo que manda y evitar lo que prohíbe, sino también apartándonos de ciertos ejemplos e imitando otros lo mejor que podamos, a fin de realizar por imitación las obras de (Cristo). Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Quien obtiene [la verdad] y se distingue en las buenas obras. . . ganará el premio de la vida eterna… Algunas personas entienden correcta y adecuadamente que [Dios provee el poder necesario], pero menospreciando la importancia de las obras que conducen a la salvación, dejan de hacer los preparativos necesarios para alcanzar la meta de su esperanza. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

El alma será recompensada de acuerdo a lo que merece. O será destinada a obtener la herencia de la dicha y la vida eterna, si es que sus obras hayan ganado ese premio, o será entregada al fuego y los castigos eternos, si la culpa de sus delitos le hayan condenado a eso. Orígenes (225 d.C.)

El Hijo de Dios tomando la forma de un siervo fue obediente hasta la muerte para que pudiera enseñar la obediencia a quienes de ningún modo podrían hallar la salvación, sino por la obediencia. Orígenes (245 d.C.)

Soportando el sufrimiento y siguiendo a Cristo por el camino estrecho en el que Cristo anduvo, podemos recibir el premio de la vida eterna. Cipriano (250 d.C.)

El que sigue a Cristo, se para en sus mandamientos, va por el camino de sus enseñanzas, sigue sus pasos y sus caminos, imita lo que Cristo hizo y enseñó… Llevar el nombre de Cristo y no ir por el camino de Cristo, (qué otra cosa es, sino) una burla al nombre divino. Es igual que abandonar el camino de la salvación. Pues Él mismo enseña y dice que cualquiera que guarda sus mandamientos entrará a la vida. Cipriano (250 d.C.)

El espíritu debe ganar la inmortalidad por medio de las obras de justicia. Lactancio (304-313 d.C.)

Conduciéndose en el camino de la justicia y siguiendo a su Maestro, el hombre puede alcanzar la vida eterna. Lactancio (304-313 d.C.)

Un hombre no puede alcanzar la inmortalidad por medio de un estilo de vida delicado y fácil. Al contrario, él puede obtener ese premio inefable de la vida eterna sólo con labores dificultosas en extremo. Lactancio (304-313 d.C.)

IV. La justicia de Dios vs. la justicia de la ley (Volver arriba)

Porque ignorando la justicia de Dios y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios… Porque de la justicia que es por la ley, Moisés escribe así: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas. Romanos 10:3,5

Cristo no catalogó la ley dada por Moisés como ‘mandamientos de hombres.’ Más bien, los mandamientos de hombres fueron las tradiciones de los líderes que ellos habían inventado. Al conservar aquellas tradiciones, los judíos hicieron que la ley de Dios quedara sin efecto. Y en este punto tampoco se sometieron a la Palabra de Dios. Pues, a esto se refiere Pablo concerniente a estos hombres, cuando dice: “Porque ellos, ignorando la justicia de Dios y procurando establecer su propia justicia, no se han sujetado a la justicia de Dios.” Ireneo (180 d.C.)

Por “justicia de Dios,” él quiere decir el juicio al que nosotros tendremos que someternos como recompensa de nuestras acciones. Tertuliano (210 d.C.)

V. ¿Es posible perder la salvación? (Volver arriba)

Y salió al encuentro de Asa, y le dijo: Oídme, Asa y todo Judá y Benjamín: Jehová estará con ustedes, si ustedes estuviereis con él; y si le buscareis, será hallado de ustedes; mas si le dejareis, él también os dejará. 2 Crónicas 15:2

La justicia del justo no lo librará el día que se rebelare; y la impiedad del impío no le será estorbo el día que se volviere de su impiedad; y el justo no podrá vivir por su justicia el día que pecare. Ezequiel 33:12

Y serán aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Mateo 10:22

Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios. Lucas 9:62

Si sufrimos, también reinaremos con él; Si le negáremos, él también nos negará. 2 Timoteo 2:12

Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados. Hebreos 10:26

Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. 2 Pedro 2:20-21

Ver también Mat 24:13; Lucas 17:31-32; Juan 8:31-32; 15:1,6, Gal 6:9; Santiago 1:12; He 6:4-6; 10:36

Con toda seguridad el que, con humildad de ánimo y mansedumbre haya ejecutado, sin arrepentirse de ello, las ordenanzas y mandamientos que Dios ha dado, será puesto en la lista y tendrá su nombre en el número de los que son salvos por medio de Jesucristo. Clemente de Roma (30-100 d.C.)

Por su hospitalidad y piedad Lot fue salvado de Sodoma, cuando todo el país de los alrededores fue juzgado por medio de fuego y azufre; el Señor con ello anunció que no abandona a los que han puesto su esperanza en Él, y que destina a castigo y tormento a los que se desvían. Clemente de Roma (30-100 d.C.)

Debemos, entonces, hermanos, andar con toda diligencia en lo que respecta a nuestra salvación, no sea que el maligno, logrando infiltrarse por el error, nos arroje, como la piedra de una honda, lejos de nuestra vida. Bernabé (70-130 d.C.)

Por lo tanto, atendamos a los últimos días, pues de nada nos servirá todo el tiempo de nuestra fe, si ahora, en el tiempo inicuo y en los escándalos que están por venir, no resistimos como conviene a hijos de Dios, a fin de que el Negro no se nos infiltre. Bernabé (70-130 d.C.)

(Dirigido a los cristianos) Recordémoslo, no sea que, echándonos a descansar como llamados, nos durmamos en nuestros pecados, y el príncipe malo, tomando poder sobre nosotros, nos empuje lejos del reino del Señor. Además, hermanos míos, consideren este punto: cuando estén viendo que, después de tantos signos y prodigios sucedidos en medio de Israel y que, sin embargo, han sido de este modo abandonados, andemos alerta, no sea que, como está escrito, nos encontremos muchos llamados y pocos escogidos. Bernabé (70-130 d.C.)

Velen por su vida; procurando que estén ceñidos sus lomos y sus lámparas encendidas, y estén dispuestos, porque no saben la hora en que vendrá el Señor. Reúnanse a menudo para buscar lo que convenga a sus almas, porque de nada les servirá el tiempo que han profesado la fe, si no fueren hallados perfectos el último día. Didaché (80-140 d.C.)

El árbol es manifestado por su fruto; así también los que profesan ser de Cristo se manifiestan por medio de sus acciones. Porque la obra no es una cuestión de profesar ahora, sino que se ve cuando uno es hallado (continuando) en el poder de la fe hasta el fin. Ignacio (105 d.C.)

Por esta causa, si hacen estas cosas, el Señor dice: Aunque estén unidos a mí en mi propio seno, si no hacen mis mandamientos, yo les echaré y les diré: Apártense de mí, no sé de dónde son, obradores de maldad. Segunda de Clemente (150 d.C.)

La escritura dice también en Ezequiel: Aunque Noé y Job y Daniel se levanten, no librarán a sus hijos de la cautividad. Pero si ni aun hombres tan justos como éstos no pueden con sus actos de justicia librar a sus hijos, ¿con qué confianza nosotros, si no mantenemos nuestro bautismo puro y sin tacha, entraremos en el reino de Dios? O ¿quién será nuestro abogado, a menos que se nos halle en posesión de obras santas y justas? Segunda de Clemente (150 d.C.)

Practiquemos, entonces, la justicia para que podamos ser salvos hasta el fin. Segunda de Clemente (150 d.C.)

Porque yo también, siendo un pecador extremo y aún no libre de la tentación, sino en medio de las añagazas del diablo, procuro con diligencia seguir la justicia, para poder prevalecer consiguiendo llegar por lo menos cerca de ella, en tanto que temo el juicio venidero. Segunda de Clemente (150 d.C.)

Éstos son los que han creído, pero por razón de su corazón indeciso han abandonado el verdadero camino. Hermas (150 d.C.)

Si después de este llamamiento grande y santo, alguno, siendo tentado por el diablo, comete pecado, sólo tiene una (oportunidad de) arrepentirse. Pero si peca nuevamente y se arrepiente, el arrepentimiento no le aprovechará para nada; porque vivirá con dificultad. Hermas (150 d.C.)

Aparta de ti todo ánimo indeciso y no dudes en absoluto de si has de hacer suplicar a Dios, diciéndote a ti mismo: “¿Cómo puedo pedir una cosa del Señor y recibirla siendo así que he cometido tantos pecados contra Él?” No razones de esta manera, sino vuélvete al Señor de todo corazón, y no le pidas nada vacilando, y conocerás su gran compasión, pues Él, sin duda, no te abandonará, sino que cumplirá la petición de tu alma. Porque Dios no es como los hombres que guardan rencores. Hermas (150 d.C.)

No aflijas al Espíritu Santo que mora en ti, para que no suceda que interceda a Dios [contra ti] y se aparte de ti. Hermas (150 d.C.)

Las ovejas que viste contentas y juguetonas, son las que se han apartado de Dios por completo, y se han entregado a sus propios deleites y deseos de este mundo. En ellas, pues, no hay arrepentimiento para vida. Hermas (150 d.C.)

Pese a todo, éstos también, cuando oyeron mis mandamientos, siendo buenos, se purificaron a si mismos y se arrepintieron rápidamente. Tienen, por tanto, su habitación dentro de la torre (la iglesia). Pero si alguno vuelve otra vez a la disensión, será echado fuera de la torre y perderá su vida. Hermas (150 d.C.)

Les exhorto a que se entreguen con gran diligencia al gran combate de su salvación. Justino Mártir (160 d.C.)

Temamos, no sea que después de conocer a Cristo hagamos lo que no agrada a Dios, y en consecuencia no se nos perdonen ya nuestros pecados, sino que se nos excluya de su reino. Pablo dijo a este propósito: “Si no perdonó las ramas naturales, él quizá tampoco te perdone, pues eres olivo silvestre injertado en las ramas del olivo y recibes de su savia.” Ireneo (180 d.C.)

De modo semejante quienes no obedecen a Dios y reniegan de él, dejan de ser sus hijos. Ireneo (180 d.C.)

Cristo no volverá a morir por aquellos que cometen pecado, pues la muerte no se enseñorea más de él… Por eso no debemos jactarnos… Pero sí debemos cuidarnos, para que no dejemos de alcanzar el perdón de pecados y seamos excluidos de su reino. Esto pudiera sucedernos, aunque hubiéramos llegado a conocer a Cristo, si hiciéramos lo que a Dios no le agrada. Ireneo (180 d.C.)

No es la fe, el amor, la esperanza ni el sufrimiento de un día; sino “el que persevera hasta el fin será salvo.” Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Nadie ha de hacerse malo porque Dios sea bueno, ni piense que cuantas veces es perdonado, tantas puedes pecar. Porque habrá un límite para el perdón, mientras que no habrá un límite en el pecar. Tertuliano (197 d.C.)

Pero Dios, que preveía todos estos venenos, aun cuando hubiere quedado ya cerrada la puerta del perdón con el cerrojo del bautismo, quiso que quedara todavía algún camino abierto: y así dejó en la entrada la puerta de la segunda penitencia, que pudiera abrirse para los que llaman a ella: pero ésta se abre ya una sola vez, pues es ya la segunda puerta. Después ya no podrá ser abierta de nuevo, si una vez hubiere sido abierta en vano. Tertuliano (197 d.C.)

Nadie es un cristiano, sino el que persevera hasta el fin. Tertuliano (197 d.C.)

Está escrito: ‘El que persevere hasta el fin, éste será salvo’. Lo que precede el fin no es más que un paso en la subida a la cumbre de la salvación. Cipriano (250 d.C.)

“He aquí yo la arrojo en cama y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella.” Ciertamente, el Señor no les habría llamado al arrepentimiento, sino prometiera misericordia a los que se arrepienten. Cipriano (225 d.C.)

Ciertos hombres (los herejes) que sostienen ideas contrarias, malinterpretan estos pasajes. Ellos destruyen el libre albedrío al introducir (la idea) de una naturaleza pecaminosa incapaz de salvación, y sostienen que otros pueden ser salvos de tal forma que no pueden perder la salvación. Orígenes (225 d.C.)

VI. Confesando a Cristo como salvador (Volver arriba)

No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. Mateo 7:21-23

Sí, Él mismo dijo: Al que me confesare, yo también le confesaré delante del Padre. Esta es, pues, nuestra recompensa si verdaderamente confesamos a Aquel por medio del cual hemos sido salvados. Pero, ¿cuándo le confesamos? Cuando hacemos lo que Él dijo y no somos desobedientes a sus mandamientos, y no sólo le honramos con nuestros labios, sino con todo nuestro corazón y con toda nuestra mente. Por tanto, no sólo le llamemos Señor, porque esto no nos salvará; porque Él dijo: No todo el que me llama Señor, Señor, será salvo, sino el que obra justicia. Así pues, hermanos, confesémosle en nuestras obras, amándonos unos a otros, no cometiendo adulterio, no diciendo mal el uno del otro, y no teniendo celos, sino siendo templados, misericordiosos y bondadosos. Y teniendo sentimientos amistosos los unos hacia los otros, y no siendo codiciosos. Con estas obras le hemos de confesar, y no con otras. Segunda de Clemente (150 d.C.)

[Por lo tanto] si tú llevas el nombre del Señor, y no llevas su poder, llevarás el nombre sin ningún resultado. Hermas (150 d.C.)

Confesamos que somos cristianos, aunque sabemos que semejante confesión lleva consigo la pena de muerte. Justino Mártir (160 d.C.)

Y los que evidentemente no viven como Él enseñó no son de ninguna manera cristianos, aunque con su lengua confiesen la doctrina de Cristo. Porque Él dijo que se salvarían no los que se limitaban a decir, sino los que, además, practicaban obras. Justino Mártir (160 d.C.)

Y si ustedes quisieran decir la verdad, habrán de confesar que somos más fieles para Dios los que hemos sido llamados por Él por el despreciado y lleno de oprobio misterio de la cruz; por cuya confesión y obediencia y piedad somos condenados a tormentos hasta la muerte. Justino Mártir (160 d.C.)

Aquella poderosa doctrina, que sus apóstoles, partiendo de Jerusalén, habían de predicar por todo el mundo, y que nosotros, aunque está decretada y preparada la muerte para todos los que enseñan o confiesan resueltamente el nombre de Cristo, la abrazamos y la enseñamos por todo el mundo. Justino Mártir (160 d.C.)

Y dijo a los discípulos: ¡Si alguno quiere venir detrás de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga! Pues quien quisiere salvar su vida la perderá, y quien la perdiere por mí la salvará. Esta es la predicación abierta de Cristo: que él es el Salvador de quienes por confesarlo serán entregados a la muerte y perderán su vida. Ireneo (180 d.C.)

Los mártires confesaban a Cristo por medio de la muerte.

La multitud de los presentes contempló admirada la batalla celestial por Dios y el combate espiritual por Cristo, vio cómo sus siervos confesaban abiertamente su fe con gran libertad, sin ceder en lo más mínimo, con la fuerza de Dios, enteramente desprovistos de las armas de este mundo, pero armados, como creyentes, con las armas de la fe. Cipriano (250 d.C.)

VII. El mensaje de salvación de los cristianos primitivos (Volver arriba)

Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. Venid luego, dice Jehová: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos. Isaías 1:16-18

Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Él le dijo: …Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Mateo 19:16-17

Ver Mateo capítulos 5, 6 y 7

Existen dos caminos, entre los cuales, hay gran diferencia; el que conduce a la vida y el que lleva a la muerte. He aquí el camino de la vida: en primer lugar, amarás a Dios que te ha creado; y en segundo lugar, amarás a tu prójimo como a ti mismo; es decir, que no harás a otro, lo que no quisieras que se hiciera contigo. La enseñanza (del camino de la vida) es ésta: Bendigan a los que les maldicen, rueguen por sus enemigos, ayunen para los que les persiguen. Si aman a los que los aman, ¿qué gratitud merecerán? Lo mismo hacen los paganos. Al contrario, amen a los que los odian, y no tendrán ya enemigos. Absténganse de los deseos carnales y mundanos. Si alguien te abofeteare en la mejilla derecha, vuélvele también la otra, y entonces serás perfecto. Si alguien te pidiere que le acompañes una milla, ve con él dos. Si alguien quisiere tomar tu capa, déjale también la túnica. Si alguno se apropia de algo que te pertenezca, no se lo vuelvas a pedir, porque no puedes hacerlo. Debes dar a cualquiera que te pida, y no reclamar nada, puesto que el Padre quiere que los bienes recibidos de su propia gracia, sean distribuidos entre todos… Sé humilde, porque los humildes heredarán la tierra. Sé magnánimo y misericordioso, sin malicia, pacífico y bueno, poniendo en práctica las enseñanzas que has recibido. No te enorgullezcas, ni dejes que la presunción se apodere de tu alma. No te acompañes con los orgullosos, sino con los justos y los humildes. Acepta con gratitud las pruebas que sobrevinieren, recordando que nada nos sucede sin la voluntad de Dios. Didaché (80-140 d.C.)

Por tanto, no sólo le llamemos Señor, porque esto no nos salvará; porque Él dijo: No todo el que me llama Señor, Señor, será salvo, sino el que obra justicia. Así pues, hermanos, confesémosle en nuestras obras, amándonos unos a otros, no cometiendo adulterio, no diciendo mal el uno del otro, y no teniendo celos, sino siendo templados, misericordiosos y bondadosos. Y teniendo sentimientos amistosos los unos hacia los otros, y no siendo codiciosos. Con estas obras le hemos de confesar, y no con otras. Y no hemos de tener temor de los hombres, sino de Dios. Por esta causa, si hacen estas cosas, el Señor dice: Aunque estén unidos a mí en mi propio seno, si no hacen mis mandamientos, yo les echaré y les diré: Apártense de mí, no sé de dónde son, obradores de maldad. Segunda de Clemente (150 d.C.)

Habiendo, pues, Cristo limpiado a su pueblo, les mostró los caminos de vida, dándoles la ley que Él recibió de su Padre. Hermas (150 d.C.)

Los cristianos afirman que los perversos y lujuriosos serán atormentados con eterno fuego y que, en cambio, los que practican la virtud y viven imitando la conducta de Cristo irán a vivir con Dios, sin que tengan ya que sufrir dolor alguno; los que se han hecho cristianos deben exceptuarse. Justino Mártir (160 d.C.)

Y dijo a los discípulos: ¡Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga! Pues quien quisiere salvar su vida la perderá, y quien la perdiere por mí la salvará. Esta es la predicación abierta de Cristo: que Él es el Salvador de quienes por confesarlo serán entregados a la muerte y perderán su vida. Ireneo (180 d.C.)

Ésta es, mi querido amigo, la predicación de la verdad y la imagen de nuestra salvación: así es el camino de la vida que los profetas anunciaron, el que Cristo instituyó, que los apóstoles señalaron, que la iglesia transmite a sus hijos a través de toda la tierra. Debe ser guardado con voluntad decidida para agradar a Dios con las buenas obras y con un modo sano de pensar. Ireneo (180 d.C.)

¿Qué médico, si quiere curar al enfermo, le da la medicina que a éste le gusta y no la adecuada para devolverle la salud? Y que el Señor vino como médico de los enfermos, él mismo lo dijo: “No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. No vine a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se arrepientan.” ¿Cómo se aliviarán estos enfermos? ¿Y cómo se arrepentirán los pecadores? ¿Acaso manteniéndose en su estado? ¿No será más bien por un cambio a fondo y alejándose de su anterior modo de vivir en la transgresión, que provocó en ellos esa grave enfermedad y tantos pecados? Ireneo (180 d.C.)

Muéstrame, pues, tú a ti mismo: si no eres adúltero, si no eres deshonesto, si no eres invertido, si no eres rapaz, si no eres defraudador, si no te irritas, si no eres envidioso, si no eres arrogante, si no eres altanero, si no riñes, si no amas el dinero, si no desobedeces a tus padres, si no vendes a tus hijos. Porque Dios no se manifiesta a quienes cometen estas acciones, a no ser que antes se purifican de toda mancha. Teófilo (180 d.C.)

¿Cómo podré subir hasta los cielos? El camino es el Señor. Es un camino estrecho, pero viene del cielo y lleva al cielo. Un camino estrecho, que es despreciado en la tierra, pero un camino ancho que es adorado en los cielos. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Las cuatro citas siguientes es una referencia clara de cómo predicaban la salvación al mundo:

No obstante, debo exponer bien claramente el amor de Cristo a los hombres, valiéndome de abundantes y salvadores preceptos, a fin de que, gracias a una amplia distribución de los textos de las Escrituras, podamos encontrar más fácilmente la salvación. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

He aquí, pues, un precepto capital y un consejo práctico que lo abarca todo: “Todas las cosas que quisieran que los hombres hiciesen con ustedes, así también hagan ustedes con ellos.” Es posible resumir en dos los preceptos, como dice el Señor: “Amarás a tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza, y al prójimo como a ti mismo.” Luego añade: “De estos dos mandamientos dependen la ley entera y los profetas.” Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Y así, al que le preguntaba: “¿Qué debo hacer pare heredar la vida eterna?” le respondió: “¿Sabes los mandamientos?” Y habiendo dicho que sí, le dijo: “Haz eso y serás salvo.” Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Nos ordena por boca de Isaías: “Lávense, límpiense; quiten la iniquidad de sus obras delante de mis ojos; dejen de hacer lo malo; aprendan a hacer bien: busquen juicio, restituyan al agraviado, oigan en derecho al huérfano, amparen a la viuda. Vengan luego, dirá el Señor, y estemos a cuenta.” Clemente de Alejandría (195 d.C.)

VIII. El mensaje de salvación de los herejes (Volver arriba)

Sin embargo, así se encuentra estampado en sus escritos (de Carpócrates, un maestro gnóstico del segundo siglo) y así lo predican, diciendo que Jesús enseñó a sus discípulos cosas secretas, y les pidió que se las transmitieran sólo a los que fuesen dignos y estuviesen abiertos a acogerlas. Porque somos salvos sólo por la fe y la gracia; todo el resto es indiferente, pues que unas cosas sean buenas y otras se llamen malas, es asunto de la opinión humana, ya que nada es malo por naturaleza. Ireneo (180 d.C.)

También dijo Simón (un hereje) que los ángeles constructores del mundo habrían inspirado a los profetas las profecías. Por eso, quienes creían en Simón y Elena (su mujer) no debían preocuparse mucho de ellos ni poner en ellos su esperanza; sino, como hombres libres, podían hacer lo que quisieran; porque lo que salva a los hombres sería la gracia que él les concedía, y no las obras buenas. También enseñaba que no había obras buenas por naturaleza. Ireneo (180 d.C.)

Al mismo tiempo, los valentinianos (un grupo herético del segundo siglo) niegan que jesús tomó algo material (en su naturaleza), debido a que la materia es incapaz de salvación. Más bien sostienen que la consumación de todas las cosas tomará lugar cuando todo lo espiritual haya sido formado y perfeccionado por medio de el gnosis (conocimiento). Y con esto, ellos se refieren al hombre espiritual que ha alcanzado el conocimiento perfecto de… Y ellos se consideran este tipo de hombres… Por otro lado, afirman que los hombres carnales son instruídos en cosas carnales. Tales “hombres carnales” son reconocidos por sus obras y su fe simple; porque ellos no tienen el conocimiento perfecto (gnosis). Los valentinianos afirman que nosotros que pertenecemos a la iglesia somos personas carnales. Y es por esta razón, ellos sotienen, que las buenas obras son necesarias para nosotros. Pues de otro modo sería imposible para nostros ser salvos. Pero sostienen con seguridad que serán salvos, no por medio de sus obras, sino porque ellos son espirituales por naturaleza. Ireneo (180 d.C.)

Es por esta razón que ellos (los herejes valentinianos) no observan las obras como necesarias para ellos, ni le dan importancia a los deberes. E incluso evitan la necesidad del martirio sobre cualquier pretensión que satisfaga sus fantasías. Tertuliano (197 d.C.)

Ciertos hombres (los herejes) que sostienen ideas contrarias, malinterpretan estos pasajes. Ellos destruyen el libre albedrío al introducir (la idea) de una naturaleza pecaminosa incapaz de salvación, y sostienen que otros pueden ser salvos de tal forma que no pueden perder la salvación. Orígenes (225 d.C.)

IX. Los violentos que arrebatan el reino (Volver arriba)

Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Mateo 11:12

Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. Lucas 13:24

Por eso el Señor dice que el reino de los cielos es de los violentos: “Los violentos lo arrebatan,” quiere decir aquellos que se esfuerzan, luchan y continuamente están alerta: éstos lo arrebatan. Por eso el apóstol Pablo escribió a los corintios: “¿No saben que en el estadio son muchos los que corren, pero sólo uno recibe el premio? Corran de modo que lo alcancen…” Siendo un buen atleta, nos exhorta a competir por la corona de la incorrupción; y a que valoremos esa corona que adquirimos con la lucha, sin que nos caiga desde afuera. Cuanto más luchamos por algo, nos parece tanto más valioso; y cuanto más valioso, más lo amamos. Pues no amamos de igual manera lo que nos viene de un modo mágico, que aquello que hemos construido con mucho esfuerzo. Y como lo más valioso que podía sucedernos es amar a Dios, por eso el Señor enseñó y el apóstol transmitió que debemos conseguirlo luchando por ello. Ireneo (180 d.C.)

“Los violentos que arrebatan el reino” no son quienes argumentan discursos. Más bien se dice de aquellos que “lo toman por la fuerza,” pues ellos permanecen en una vida recta y en oraciones incesantes. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

El reino de los cielos no pertenece a los dormilones y holgazanes. Al contrario, los violentos “lo toman por la fuerza.” Pues esta violencia es la única recomendable: luchar con Dios y tomar de Dios la vida por la fuerza. Y Él sabe quiénes perseveran firmes, o más aún, violentos; y Él se rinde y otorga. Pues Dios se deleita en ser conquistado en tales cosas. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Elevamos nuestra oración a Dios como una fuerza unida, luchamos con Él en nuestras súplicas. Dios se deleita en este tipo de violencia. Tertuliano (197 d.C.)

VER TAMBIÉN HEREJES, HEREJÍAS; HOMBRE, DOCTRINA DEL; LIBRE ALBEDRÍO Y PREDESTINACIÓN; REDENCIÓN; SANGRE DE CRISTO; SERMÓN DEL MONTE

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