SANGRE DE CRISTO

Por tanto, mirad por ustedes, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. Hechos 20:28

En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia. Efesios 1:7

Sabiendo que fueron rescatados de su vana manera de vivir, la cual recibisteis de sus padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación. 1 Pedro 1:18-19

Y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre. Apocalipsis 1:5

Porque el Señor soportó entregar su carne a la destrucción, a fin de que fuéramos nosotros purificados por la remisión de nuestros pecados, lo que se nos concede por la aspersión de su sangre. Bernabé (70-130 d.C.)

Pongamos nuestros ojos en la sangre de Cristo y démonos cuenta de lo precioso que es para su Padre, porque habiendo sido derramada por nuestra salvación, ganó para todo el mundo la gracia del arrepentimiento. Clemente de Roma (30-100 d.C.)

Por el amor que sintió hacia nosotros, Jesucristo nuestro Señor dio su sangre por nosotros por la voluntad de Dios, y su carne por nuestra carne, y su vida por nuestras vidas. Clemente de Roma (30-100 d.C.)

No tengo deleite en el alimento de la corrupción o en los deleites de esta vida. Deseo el pan de Dios, que es la carne de Cristo, que era del linaje de David; y por bebida deseo su sangre, que es amor incorruptible. Ignacio (105 d.C.)

Sean cuidadosos, pues, observando una eucaristía (porque hay una carne de nuestro Señor Jesucristo y una copa en unión en su sangre; hay un altar, y hay un obispo, junto con el presbiterio y los diáconos mis consiervos), para que todo lo que hagan sea según Dios. Ignacio (105 d.C.)

Como la sangre de la pascua salvó a los que estaban en Egipto, así mismo la sangre de Cristo salva de la muerte a los que creen. Justino Mártir (160 d.C.)

(Dios envió a) su Hijo Jesucristo, el cual nos rescató de la apostasía mediante su sangre a fin de que fuésemos el pueblo santo, el mismo que un día volverá de los cielos con el poder del Padre para juzgar a todos y para dar los bienes divinos a cuantos observen sus mandatos. Ireneo (180 d.C.)

En otro pasaje subraya que Cristo sufrió, y que él mismo es el Hijo de Dios que por nosotros murió y nos redimió con su sangre… ¡Con mayor razón, ahora que estamos justificados en su sangre, seremos salvados por él de su ira! Si, en efecto, cuando aún éramos enemigos, nos hemos reconciliado con Dios por la sangre de su Hijo, con mayor razón, ahora que estamos reconciliados, seremos salvados en su vida.” Pablo declara con precisión que el mismo que ha sufrido y derramado su sangre por nosotros es Cristo, el Hijo de Dios. Ireneo (180 d.C.)

Así pues, el Señor nos redimió con su propia sangre, dando su vida por la nuestra y su carne por nuestra carne, y derramando el Espíritu del Padre para la unidad y comunión entre Dios y los hombres. Ireneo (180 d.C.)

Porque la sangre no puede provenir sino de las venas y de la carne, y de todo lo que forma la sustancia del hombre, por la cual, habiéndola asumido verdaderamente el verbo de Dios, nos redimió con su sangre. Como dice el apóstol: “En él tenemos la redención por su sangre y la remisión de los pecados.” Ireneo (180 d.C.)

Así salvó a los hijos de Israel, prefigurando de un modo misterioso la pasión de Cristo en la inmolación de un cordero inmaculado y en su sangre, derramada como garantía de inmunidad, para rociar las casas de los hebreos. Este misterio recibe el nombre de “pasión,” manantial de liberación. Ireneo (180 d.C.)

Su vestimenta igual que el manto, son quienes creen en Él, a los cuales también Él purificó con su sangre; y su sangre se dice sangre de la uva, porque así como no es producto del hombre la sangre de la uva, sino de Dios que hace que se alegren aquellos que la beben, de igual forma su cuerpo y su sangre no son obra del hombre sino de Dios. Ireneo (180 d.C.)

Con el Verbo alimentaba ella a estos hijos que el mismo Señor dio a luz con dolores de carne, que el Señor envolvió en los pañales de su sangre preciosa. ¡Oh santos alumbramientos! ¡Oh santos pañales! El Verbo lo es todo para el niño: padre, madre, pedagogo y nodriza. “Coman mi carne y beban mi sangre,” dice. Estos son los alimentos apropiados que el Señor nos proporciona generosamente: nos ofrece su carne, y derrama su sangre. Nada falta a los hijos para que puedan crecer. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

“Nosotros no nos pertenecemos; somos comprados con un precio.” ¿Y qué tipo de precio? La sangre de Dios. Tertuliano (197 d.C.)

El que quiera obtener la salvación eterna deberá comprar la perla preciosa, la vida eterna, al precio de la sangre de Cristo. Cipriano (250 d.C.)

VER TAMBIÉN REDENCIÓN; SALVACIÓN

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