SERMÓN DEL MONTE
Ver Mateo capítulos 5, 6 y 7
La enseñanza (del camino de la vida) es esta: Bendigan a los que los maldicen, oren por sus enemigos, ayunen por los que los persiguen. Si aman a los que les aman, ¿qué gratitud merecerán? Lo mismo hacen los paganos. Al contrario, amen a los que los odian, y no tendrán ya enemigos. Absténganse de los deseos carnales y mundanos. Si alguien te abofeteare en la mejilla derecha, vuélvele también la otra, y entonces serás perfecto. Si alguien te pidiere que le acompañes una milla, ve con él dos. Si alguien quisiere tomar tu capa, déjale también la túnica. Si alguno se apropia de algo que te pertenezca, no se lo vuelvas a pedir, porque no puedes hacerlo. Debes dar a cualquiera que te pida, y no reclamar nada, puesto que el Padre quiere que los bienes recibidos de su propia gracia, sean distribuidos entre todos. Dichoso aquel que da conforme al mandamiento; el tal, será sin falta. Desdichado del que reciba. Didaché (80-140 d.C.)
El que le levantó a Él de los muertos nos levantará también a nosotros; si hacemos su voluntad y andamos en sus mandamientos y amamos las cosas que El amó, absteniéndonos de toda injusticia, codicia, amor al dinero, hablar con malicia, falso testimonio; no devolviendo mal por mal o burlas por burlas, o golpe por golpe, o maldición por maldición; sino recordando las palabras que dijo el Señor cuando enseñó: No juzguen, para que no sean juzgados. Perdonen, y serán perdonados. Tengan misericordia, para que puedan recibir misericordia. Con la medida que miden, se les medirá a ustedes; y también: Bienaventurados los pobres y los que son perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de Dios. Policarpo (135 d.C.)
Ustedes (los judíos) le están maldiciendo sin cesar y a los que de Él venimos, siendo así que todos nosotros rogamos por ustedes y por los hombres todos en general, como nos enseñó a hacer nuestro Cristo y Señor, quien nos mandó orar por nuestros enemigos, amar a los que nos aborrecen y bendecir a los que nos maldicen. Justino Mártir (160 d.C.)
Sus palabras sobre el ejercicio de la paciencia, y sobre el estar prontos a servir y ajenos a la ira, son éstas: a quien te golpee en una mejilla, preséntale la otra, y a quien quiera quitarte la túnica o el manto, no se lo impidas. Mas quienquiera que se irrite, es reo del fuego. A quien te contrate para una milla, acompáñale dos. Brillen, pues, sus obras delante de los hombres, para que viéndolas admiren a su Padre que está en los cielos. No debemos, pues, ofrecer resistencia. Justino Mártir (160 d.C.)
Usando la enseñanza del Señor: según su palabra, no sólo serán echados de su presencia quienes pequen, sino también quienes quieran pecar. No sólo el que asesina merecerá el castigo del asesino, sino también aquel que, sin motivo, se enoje contra su hermano. No sólo prohibió odiar a los demás, sino que ordenó amar a los enemigos. No únicamente prohibió hablar mal del prójimo, sino que mandó no llamar al otro vacío o estúpido, bajo pena de caer en el fuego de la gehenna. No sólo enseñó no golpear a otro, sino que, si alguien nos pega, a presentarle la otra mejilla. No se limitó a disponer que no hemos de robar lo ajeno, sino también a no reclamarle al otro que nos ha quitado lo nuestro; y no únicamente prohibió hacer el mal o herir al prójimo, sino que mandó hacer el bien con generosidad a quienes nos tratan mal y orar por ellos para que se conviertan y se salven: no hemos de imitar, pues, a los otros en las ofensas, los apetitos y el orgullo. Ireneo (180 d.C.)
Por eso el Señor… en vez de simplemente pagar el diezmo, ordenó repartir los bienes entre los pobres; no amar sólo al prójimo, sino también al enemigo; y no únicamente estar dispuestos a dar y compartir, sino también a dar generosamente a aquellos que nos arrebatan nuestros bienes: “Si alguien te quita la túnica, dale también el manto; no le reclames al otro lo que te arrebata; y trata a los demás como quieres que ellos te traten.” De modo que no debemos entristecernos de mala gana cuando algo nos quitan, sino que lo demos voluntariamente, incluso que nos alegremos más dando al prójimo por gracia que cediendo a la necesidad: “Si alguien te obliga a caminar con él una milla, acompáñalo otras dos,” de manera que no lo sigas como un esclavo, sino que tomes la delantera como un hombre libre. De este modo te harás siempre útil en todo a tu prójimo, no mirando su malicia sino sólo tratando de ejercitar la bondad, para hacerse semejante al Padre, “el cual hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.” Ireneo (180 d.C.)
(Cristo) ordena amar a los enemigos y bendecir a los que nos maldicen y rogar por los que nos calumnian. Dice: “Al que te hiera en la mejilla, preséntale también la otra; y si alguien te quita la túnica, no le impidas tomar la capa.” Clemente de Alejandría (195 d.C.)
¿Y qué decir de que no debes jurar, ni hablar mal, ni exigir lo que te han quitado; lo de ofrecer la otra mejilla después de recibir la bofetada; que debes perdonar a tu hermano que te ha ofendido no sólo setenta veces siete, sino todas las ofensas; que debes amar a tus enemigos y rogar por los adversarios y perseguidores? Cipriano (250 d.C.)
VER TAMBIÉN PERFECCIÓN CRISTIANA; VIDA DE LOS CRISTIANOS, EL ESTILO DE