VIDA DE LOS CRISTIANOS, EL ESTILO DE

Por tanto os digo: No os afanéis por su vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por su cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mateo 6:25

Quítense de ustedes toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Efesios 4:31

Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Filipenses 4:8

Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. 1 Timoteo 6:8

Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en su ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también ustedes santos en toda su manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. 1 Pedro 1:14-16

No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. 1 Juan 2:15-16

Sabemos que muchos entre nosotros (los cristianos) se han entregado a la esclavitud, para poder rescatar a otros. Muchos se han vendido como esclavos y, con el precio recibido que se ha pagado por ellos, han alimentado a otros. Muchas mujeres, fortalecidas por la gracia de Dios, han ejecutado grandes hechos. Clemente de Roma (30-100 d.C.)

(Dirigido a la iglesia de Corinto) Y eran todos humildes en el ánimo y libres de arrogancia, mostrando sumisión en vez de reclamarla, más contentos de dar que de recibir, y contentos con las provisiones que Dios les proveía. Y prestando atención a sus palabras, las depositaban diligentemente en sus corazones, y tenían los sufrimientos de Cristo delante de los ojos. Así se les había concedido una paz profunda y rica, y un deseo insaciable de hacer el bien… Eran sinceros y sencillos, y libres de malicia entre ustedes… No se cansaban de obrar bien, sino que estaban dispuestos para toda buena obra. Estando adornados con una vida honrosa y virtuosa en extremo, ejecutaban todos sus deberes en el temor de Dios. Los mandamientos y las ordenanzas del Señor estaban escritos en las tablas de su corazón. Clemente de Roma (30-100 d.C.)

Mostremos que somos sus hermanos con nuestra mansedumbre; pero seamos celosos en ser imitadores del Señor, animándonos unos a otros para lograr ser el que sufre la mayor injusticia, el que es más defraudado, el que es más destituido, para que no quede ni una brizna del diablo entre ustedes, sino que en toda pureza y templanza permanezcan en Jesucristo con su carne y con su espíritu. Ignacio (105 d.C.)

Por tanto, es apropiado que no sólo seamos llamados cristianos, sino que lo seamos… Nada visible es bueno… La obra no es ya de persuasión, sino que el Cristianismo es una cosa de poder, siempre que sea aborrecido por el mundo. Ignacio (105 d.C.)

Con todo, cuando sufra, entonces seré un hombre libre de Jesucristo, y seré levantado libre en Él. Ahora estoy aprendiendo en mis cadenas a descartar toda clase de deseo. Ignacio (105 d.C.)

Hagamos todas las cosas considerando que el Señor vive en nosotros, para que podamos ser sus templos. Ignacio (105 d.C.)

Un cristiano no tiene autoridad sobre sí mismo, sino que da su tiempo a Dios. Ignacio (105 d.C.)

A continuación una cita en la que se describe la vida de los cristianos en el Imperio romano.

Porque los cristianos no se distinguen del resto de la humanidad ni en la localidad, ni en el habla, ni en las costumbres. Porque no residen en ciudades propias, ni usan una lengua distinta, ni practican alguna clase de vida extraordinaria... Pero si bien residen en ciudades de griegos y bárbaros, según ha dispuesto la surte de cada uno, y siguen las costumbres nativas en cuanto a alimento, vestido y otros arreglos de la vida, pese a todo, la constitución de su propia ciudadanía, que ellos nos muestran, es maravillosa (paradójica), y evidentemente desmiente lo que podría esperarse. Residen en sus propios países, pero sólo como transeúntes; comparten lo que les corresponde en todas las cosas como ciudadanos, y soportan todas las opresiones como los forasteros. Todo país extranjero les es patria, y toda patria les es extraña. Se casan como todos los demás hombres y engendran hijos; pero no se desquitan de su descendencia. Celebran las comidas en común, pero cada uno tiene su esposa. Se hallan en la carne, y, con todo, no viven según la carne. Su existencia está en la tierra, pero su ciudadanía está en el cielo. Obedecen las leyes establecidas, y sobrepasan las leyes con sus propias vidas. Aman a todos los hombres, y son perseguidos por todos. No se hace caso de ellos, y, pese a todo, se les condena. Se les da muerte, y aun así están revestidos de vida. Piden limosna, y, con todo, hacen ricos a muchos. Se les deshonra, y, pese a todo, son glorificados en su deshonor. Se habla mal de ellos, y aún así son reivindicados. Son escarnecidos, y ellos bendicen; son insultados, y ellos respetan. Al hacer lo bueno son castigados como malhechores; siendo castigados se regocijan, como si con ello se les volviera a dar vida. Los judíos hacen guerra contra ellos como extraños, y los griegos los persiguen, y, pese a todo, los que los aborrecen no pueden dar razón de su odio. Epístola a Diogneto (125-200 d.C.)

Saben, hermanos, que la estancia de esta carne en este mundo es despreciable y dura poco, pero la promesa de Cristo es grande y maravillosa, a saber, el reposo del reino que será y la vida eterna. ¿Qué podemos hacer, pues, para obtenerlos, sino andar en santidad y justicia y considerar que estas cosas del mundo son extrañas para nosotros y no desearlas? Porque cuando deseamos obtener estas cosas nos descarriamos del camino recto. Segunda de Clemente (150 d.C.)

Los que tenemos, socorremos a todos los necesitados y nos asistimos siempre los unos a los otros. Por todo lo que comemos, bendecimos siempre al Hacedor del universo. Justino Mártir (160 d.C.)

Los que antes nos complacíamos en la disolución, ahora sólo amamos la castidad; los que nos entregábamos a las artes mágicas, ahora nos hemos consagrado al Dios bueno e ingénito; los que amábamos por encima de todo el dinero y el beneficio de nuestros bienes, ahora, aun lo que tenemos lo ponemos en común, y de ello damos parte a todo el que está necesitado; los que nos odiábamos y matábamos, y no compartíamos el hogar con nadie de otra raza que la nuestra, por la diferencia de costumbres, ahora, después de la aparición de Cristo, vivimos juntos y rogamos por nuestros enemigos, y tratamos de persuadir a los que nos aborrecen injustamente para que, viviendo conforme a los claros consejos de Cristo, tengan la esperanza de alcanzar, junto con nosotros, los bienes de Dios, soberano de todas las cosas. Justino Mártir (160 d.C.)

Yo no deseo ser un rey. No anhelo ser rico. Rechazo toda posición militar. Detesto la fornicación. No soy llevado por un amor insaciable de ganancias [financieras] para hacerme a la mar. No compito por una corona. Estoy libre de una sed excesiva por la fama. Desprecio la muerte. Soy superior a todo tipo de placeres. Mi alma no es consumida por la pesadumbre. Si soy esclavo, soporto la servidumbre; si soy libre, no me jacto de mi buen nacimiento. ¡Mueran al mundo, repudiando la locura que hay en él! ¡Vivan para Dios! Taciano (160 d.C.)

Entre nosotros fácilmente podrán encontrar personas sencillas, y artesanos, que si de palabra no son capaces de mostrar con razones la utilidad de su religión, muestran con las obras que han hecho una buena elección. Porque no se dedican a aprender discursos de memoria, sino que manifiestan buenas acciones: no hieren al que los hiere, no llevan a los tribunales al que les despoja, dan a todo el que pide y aman al prójimo como a sí mismos… estando persuadidos que de toda esta vida presente hemos de dar cuenta al Dios que nos ha creado a nosotros y que ha creado al mundo, escogemos la vida moderada, piadosa y despreciada. Atenágoras (175 d.C.)

Teniendo, pues, esperanza de la vida eterna, despreciamos las cosas de la vida presente y aun los placeres del alma. Atenágoras (175 d.C.)

También Santos (un cristiano que enfrentaba el martirio), cuando sus verdugos esperaban que a fuerza de torturas conseguirían hacerle confesar algún crimen, no dijo su nombre ni el de su nación, ni el de su ciudad, ni aun si era esclavo o libre, sino que a todas las preguntas respondía en latín: “Soy cristiano.” Esto era para él su nombre, su patria y su raza, y los gentiles no pudieron hacerle pronunciar otras palabras. Los mártires de Lyon, Francia (177 d.C.)

Si alguien te obliga a caminar con él una milla, acompáñalo otras dos,” de manera que no lo sigas como un esclavo, sino que tomes la delantera como un hombre libre. De este modo te harás siempre útil en todo a tu prójimo, no mirando su malicia sino sólo tratando de ejercitar la bondad, para hacerse semejante al Padre, “el cual hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Ireneo (180 d.C.)

Cuantos sin letras creyeron en esta fe, son bárbaros según nuestro modo de hablar; pero en cuanto a su juicio, costumbres y modo de vivir, son sabios en la fe y agradan a Dios, al vivir con toda justicia, castidad y sabiduría. Ireneo (180 d.C.)

Mantengámonos alejados de hacer burlas de otros. Pues la burla origina los insultos… Por tanto, el hombre no es juzgado sólo por sus acciones, sino también por sus palabras. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Aquellos cuyas palabras son malas no son mejores que aquellos cuyas acciones son malas. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

No deberíamos remorder y consumir nuestras almas por la ociosidad, ni molestarnos cuando las cosas no suceden como deseamos. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Persuadidos que Dios está presente en todo lugar, cultivamos nuestros campos, orando. Navegamos en el mar, cantando himnos. Y en todos los aspectos de la vida nos conducimos de acuerdo a la disciplina. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Sin duda, el hombre espiritual alivia a las personas afligidas, ayudándolas con consolaciones y ánimos y supliéndoles las necesidades de la vida. Él da a todo el que necesita… Incluso da a los que le persiguen y le odian. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

El hombre espiritual se regocija grandemente. Todo el día y toda la noche habla y hace los mandamientos del Señor. Él hace esto en la mañana cuando amanece, mientras camina… Él es inseparable de los mandamientos y la esperanza. Siempre se muestra agradecido a Dios. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

El elegido (el cristiano) vive como un extranjero, sabiendo que todo lo tiene a su disposición, pero lo ha de dejar todo... Ciertamente tiene cuidado de las cosas del mundo, pues es el lugar donde ha de hacer posada; pero cuando ha de dejar esta morada y esta posesión y el uso de ella, sigue de buena gana al que le saca de esta vida, sin volverse jamás a mirar hacia atrás bajo ningún pretexto. Da gracias de verdad por la posada recibida, pero bendice el momento de salir de ella, pues anhela como su única mansión la celestial. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Pero nos enseña también a ser suficientes a nosotros mismos, a no apreciar lo innecesario y a llevar la clase de vida sencilla y libre de preocupaciones que conviene al viajero que quiere llegar a la vida eterna y feliz, y nos enseña que cada uno de nosotros debe ser la despensa de sus provisiones: “No se preocupen por el día de mañana.” El que se ha comprometido a seguir a Cristo, debe elegir una vida sencilla, sin necesidad de servidores, y vivir el día. Porque no somos educados para la guerra, sino para la paz. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Somos cándidos cuando somos dóciles y moldeables en la bondad, y la cólera no ocupa lugar en nosotros, ni el rencor, ni el menor sentimiento de maldad ni de perversidad. La generación pasada era falsa y tenía el corazón duro, pero nosotros, formamos un coro de recién nacidos y un pueblo nuevo, somos delicados como niños. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Por amor a otro el cristiano se hace pobre a sí mismo, para que no pase por alto ningún hermano que tenga necesidad. Comparte, especialmente si cree que él puede soportar la pobreza mejor que su hermano. También considera que el sufrir de otro es su propio sufrir. Y si sufre algo por haber compartido de su propia pobreza, no se queja. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Para la guerra hay que hacer muchos preparativos, y una vida de bienestar necesita abundantes provisiones; mas la paz y el amor, hermanas sencillas y tranquilas, no necesitan armas ni provisiones extraordinarias; su alimento es Cristo, el que tiene la misión de guiarnos y educarnos; de Él aprendemos la simplicidad, la modestia, todo el amor a la libertad, a los hombres y al bien. Solamente por Él y la práctica de la virtud nos hacemos semejantes a Dios. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Nuestro deber es llenar nuestra vida con buenas acciones. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

La sencillez es la más rica de las posesiones. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

En una palabra: es natural al cristiano una vida apacible, tranquila, serena y pacífica. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Nosotros somos los mismos frente a los emperadores que ante nuestros vecinos. Pues, nos es prohibido igualmente desear, hacer, hablar o pensar mal de cualquier persona. Las cosas que no haríamos contra el emperador, no las hacemos con nadie. Tertuliano (197 d.C.)

No tenemos otro refugio sino acudir a la inocencia de la vida. Tertuliano (197 d.C.)

No hablamos grandes cosas, ¡las vivimos! Marco Minucio Félix (200 d.C.)

Así pues, para terminar, (los cristianos) nos distinguimos fácilmente no por una marca corporal, como creen, sino por el signo de la inocencia y de la modestia; nos amamos unos a otros, lo cual les aflige, porque no sabemos odiar; y nos llamamos hermanos, cosa que les produce envidia, como es propio de hombres que tienen a un único Dios por padre, que son partícipes de la misma fe y coherederos de la esperanza. Marco Minucio Félix (200 d.C.)

Cristo es “objeto de envidia” o emulación para los santos. Pues ellos aspiran seguir sus pasos y conformarse a su divina belleza. Ellos aspiran a hacer de Él el modelo de su conducta y de este modo ganar su más grande gloria. Hipólito (205 d.C.)

Jesús sigue siempre siendo objeto de falsos testimonios, y mientras exista el mal entre los hombres no deja de ser acusado. Y también ahora calla él ante todas estas cosas, y no quiere responder palabra. Su única defensa son sus discípulos auténticos, la vida de los cuales proclama a gritos que la realidad es distinta y tiene más fuerza que cualquier falso testimonio. Esto es lo que refuta y destruye las calumnias y las acusaciones. Orígenes (225 d.C.)

Este camino es verdaderamente estrecho; pues la mayoría de las personas son amantes de su carne y no pueden soportar caminar en él. Orígenes (228d.C.)

El que imita con fervor la vida de los profetas y logra obtener el espíritu que estuvo en ellos, será deshonrado en el mundo y ante la vista de los pecadores. Para ellos, la vida del hombre justo es una carga. Orígenes (245 d.C.)

Desde el principio esto fue dado como un mandato de Jesús a sus oidores: que los hombres desprecien la vida que las multitudes buscan con avidez y que sean diligentes en vivir la vida que se asemeja a la de Dios. Orígenes (248 d.C.)

Los cristianos antes vendían sus casas y terrenos para así almacenar tesoros en el cielo. Ellos presentaron el dinero de las ventas a los apóstoles para ser repartidos entre los pobres. Sin embargo, ahora ni siquiera damos la decima parte de nuestros bienes. Y mientras el Señor nos manda a vender, preferimos comprar y aumentar nuestras provisiones. De esta manera la fuerza de la fe ha disminuido entre nosotros. Así la fuerza de los creyentes se ha vuelto débil. Por eso el Señor dice: “¿Cuando venga el Hijo del Hombre encontrará fe en la tierra?” Vemos que Él ha predicho lo que había de suceder. Cipriano (250 d.C.)

El reino de Dios no está en la sabiduría del mundo ni en la elocuencia, sino en la fe de la cruz y en una vida virtuosa. Cipriano (250 d.C.)

El que escoge vivir bien en la eternidad, vivirá en la incomodidad aquí. Será oprimido por muchas clases de problemas y cargos mientras viva en el mundo, para que en el fin reciba la consolación divina y celestial. De la otra manera, el que escoge vivir bien aquí, sufrirá en la eternidad. Lactancio (304-313 d.C.)

El cristiano no perjudica a nadie. Él no desea la propiedad de los demás. De hecho, él ni siquiera defiende la suya propia si se la quitan por medio de la violencia. Por cuanto él sabe cómo soportar pacientemente un mal hecho en su contra. Lactancio (304-313 d.C.)

Las cosas verdaderas deben ser preferidas a la falsas; las cosas eternas, a aquellas que son temporales; las cosas útiles, a aquellas que son agradables. Que nada sea agradable a la vista, sino aquello que sea hecho con piedad y justicia. Que nada sea agradable a los oídos, sino aquello que abriga el alma y te hace un hombre mejor… Pues el que escoge las cosas temporales, no alcanzará las eternas. Y el que prefiere las cosas terrenales, no obtendrá las celestiales. Lactancio (304-313 d.C.)

VER TAMBIÉN CRISTIANISMO (I. Descripción de los cristianos); MUNDO, SEPARACIÓN DEL; NO RESISTENCIA; PERFECCIÓN CRISTIANA; SERMÓN DEL MONTE; VIDA PRESENTE Y EL REINO CELESTIAL, LA

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