Las leyes del reino sobre el matrimonio y el divorcio

"Bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí.” Jesús dijo esas palabras porque él sabía que la mayoría de las personas que escucharan sus enseñanzas se ofenderían por ellas. Cuando las personas hallan tropiezo en las enseñanzas de Jesús, por lo general responden en una de las dos formas siguientes: Algunos sencillamente deciden que ya no tendrán más nada que ver con Jesús, y regresan al mundo. Y otros de los que se ofenden por las enseñanzas de Jesús se unen a una iglesia con valores mundanos. Ellos sencillamente buscan hasta encontrar una iglesia que enseñe que Jesús realmente no estaba en serio con lo que dijo. Y no es difícil encontrar una iglesia así en estos tiempos. De hecho, es muy difícil encontrar una iglesia que no niegue las enseñanzas de Jesús.

Entre las enseñanzas de Cristo que en la actualidad causan las mayores ofensas están sus estándares sobre las riquezas y el divorcio. Ya hemos visto las enseñanzas de Jesús sobre las riquezas. Así que, veamos lo que él dijo acerca del divorcio:

“También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación [Griego: porneia], hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio” (Mateo 5.31–32).

Eso es muy directo, ¿verdad? El que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación (Griego: porneia), será responsable de causar que ella cometa adulterio si se vuelve a casar. Ya que si ella se vuelve a casar, tanto ella como su nuevo esposo cometerán adulterio.

El divorcio bajo la ley mosaica

Para comprender cabalmente el significado de la ley del reino de Jesús sobre el divorcio, nosotros debemos comprender primero la práctica del divorcio bajo la ley mosaica. Jesús comenzó su declaración sobre el divorcio diciendo: “También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio”. Jesús se estaba refiriendo al pasaje que aparece en Deuteronomio, que dice: “Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa. Y salida de su casa, podrá ir y casarse con otro hombre. Pero si la aborreciere este último, y le escribiere carta de divorcio, y se la entregare en su mano, y la despidiere de su casa; o si hubiere muerto el postrer hombre que la tomó por mujer, no podrá su primer marido, que la despidió, volverla a tomar para que sea su mujer, después que fue envilecida; porque es abominación delante de Jehová” (Deuteronomio 24.1–4).

De modo que bajo la ley mosaica, Dios le permitía al hombre divorciarse de su mujer si él hallaba “en ella alguna cosa indecente”. Pero, ¿qué quiso decir Dios por “alguna cosa indecente [en ella]”? Algunos maestros de la ley decían que esto significaba casi cualquier cosa. Pero Jesús le permitía al hombre divorciarse de su mujer sólo por causa de porneia.

Pero, ¿qué tal si una mujer quería divorciarse de su marido? Lo cierto es que Dios nunca le permitió a una mujer divorciarse de su marido. Si esto es algo nuevo para usted, por favor, saque la Concordancia Exhaustiva de la Biblia, STRONG y busque la palabra “divorcio”. Usted hallará que toda referencia a divorcio en el Antiguo Testamento trata con un marido que se divorcia de su mujer. No hay excepción.

El profesor judío Israel Abrahams, de la Universidad de Cambridge, dijo lo siguiente acerca del divorcio judío en el Antiguo Testamento: “En la ley judía, el divorcio siempre fue, de principio a fin, el acto del marido. El término común usado en la Biblia para divorcio es shilluach ‘ishshah, ‘el despido de una esposa’. Nunca leemos acerca de ‘el despido de un marido’. El participio femenino, gerushah, ‘la repudiada’, es el término que se aplica a la mujer divorciada. La forma masculina no aparece.”1

¿Amplió Jesús la ley de Dios sobre el divorcio?

Ahora, permítame hacerle una pregunta, y no es una pregunta caprichosa. Al decir lo que les dijo a los fariseos, ¿estaba Jesús ampliando la ley sobre el divorcio, o la estaba restringiendo?

Creo que todos podemos ver que él la estaba restringiendo, ¿verdad? En lugar de permitirle al hombre divorciarse de su mujer por “alguna cosa indecente [en ella]”, Jesús sólo le permite divorciarse de su mujer por causa de porneia. Además, mientras que la ley mosaica le permitía a una mujer divorciada volverse a casar, Jesús lo prohibió completamente al decir: “El que se casa con la repudiada, comete adulterio” (Mateo 5.32).

Así que, Jesús de ninguna manera amplió lo que Moisés había permitido. Él restringió la ley mosaica considerablemente. Una de las cosas que yo encuentro tan increíblemente extraña es que la Iglesia de hoy enseña que Jesús amplió la ley sobre el divorcio. ¿De veras? ¿Cómo es eso?, podría preguntarse uno. Prácticamente toda Iglesia convencional que conozco enseña que un hombre puede divorciarse de su mujer por causa de inmoralidad sexual; además, que una mujer puede divorciarse de su marido por la misma causa. Pero, ¿fue eso lo que Jesús dijo? ¿Acaso amplió él la ley mosaica para que ahora las esposas puedan divorciarse de sus maridos? Él no hizo nada de eso. Él no abrió más la puerta para el divorcio. No, él más bien casi la cerró completamente, dejando una excepción estrecha sólo para el marido.

Las mujeres y el divorcio

Pero, usted pudiera estar pensando, quizá Jesús le habría permitido a la mujer divorciarse de su marido si él hubiera vivido en otra cultura que les permitía a las mujeres divorciarse de sus maridos. Bueno, nosotros no tenemos que especular acerca de eso. Eso se debe a que tanto bajo la ley romana como la griega, una esposa podía divorciarse de su marido. Y había muchos romanos y griegos que vivían en Judea y Galilea, algunos de los cuales eran prosélitos judíos.

Por esa razón, en otra ocasión, Jesús se refirió al tema de una mujer que se divorcia de su marido. Él dijo: “Y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio” (Marcos 10.12). Jesús no hace excepción.

¿Por qué es importante esto? Porque la gran mayoría de los divorcios que se presentan en la actualidad son entablados por las esposas, no por los maridos. En los Estados Unidos, de 67% a 75% (variando según el estado) de todos los divorcios son entablados por las mujeres.2 En Inglaterra, 70% de todos los divorcios son entablados por las esposas.3

Sin embargo, esas estadísticas se aplican a todos los divorcios, hayan o no niños menores de edad involucrados. Cuando sólo consideramos los divorcios que involucran a niños menores de edad, el porcentaje de divorcios entablados por mujeres es considerablemente mayor.

Durante los últimos veintidós años de mi carrera como abogado, he ejercido en materia de propiedades y títulos. Como parte de la examinación de los títulos de propiedad, he leído los expedientes de varios miles de casos de divorcio. Y he observado que fácilmente nueve de cada diez de estos casos de divorcio fueron iniciados por esposas. ¿Por qué este porcentaje de divorcios entablados por esposas es tan alto en comparación con el promedio a nivel nacional? La razón es que yo sólo reviso expedientes de divorcio en el caso de personas que son dueñas de bienes inmuebles. Por lo general, estos propietarios son personas arriba de los veinticinco años, y la mayoría de ellos tienen hijos menores de edad.

En el artículo, These Boots Are Made for Walking: Why Most Divorce Filers Are Women (“Estas botas están hechas para caminar: Por qué la mayoría de quienes entablan el divorcio son mujeres”), Margaret Brining escribe: “Los hijos son “los bienes” más importantes en un matrimonio, y la parte que espera lograr la custodia exclusiva es la más propensa a presentar el divorcio”.4 Las mujeres están más dispuestas a divorciarse porque rara vez temen perder la custodia de sus hijos.

Con todo, la Iglesia institucional ha cerrado sus ojos a este mal. Hace varios años, recibí una carta formal de un ministro de Texas. Él denunciaba nuestras leyes en favor del “divorcio-derecho” (que permiten el divorcio sin necesidad de causa) en Texas. Me alegré al ver a un ministro pronunciarse contra el divorcio, ya que la mayoría de las llamadas iglesias bíblicas han permanecido muy calladas sobre este tema. Pero luego la carta continuaba diciendo que nuestras leyes, por hacer tan fácil el divorcio, discriminan a mujeres y niños.

¿Discriminar a mujeres y niños? Este Don Quijote moderno creía que las miles de mujeres divorciadas en nuestras iglesias hoy día están en esa situación porque sus maridos las han repudiado. Sin hacer ninguna investigación, él trató el tema como si los hombres estuvieran echando a sus esposas a diestro y siniestro para luego continuar en su juerga.

Sin embargo, esa parece ser la actitud general de la mayoría de las iglesias hacia el divorcio; ignoran completamente la realidad de los divorcios de nuestros días. He escuchado a pastores regañando a los padres que “repudian a sus esposas e hijos”, como si fueran los padres quienes generalmente inician el divorcio. En cambio, tratan a “las madres solteras” como mártires, víctimas heroicas y viudas espirituales… cuando por lo general son ellas las que se divorcian de sus maridos.

El divorcio es un pecado que deja víctimas a su paso. Y es lo mismo cuando son los maridos los que se llevan a los hijos, arrebatándolos de sus esposas. En la actualidad, hay millones de padres y madres que se duelen profundamente porque sus hijos les han sido arrebatados. No obstante, muy pocas iglesias tienen la valentía de denunciar este fruto malvado del divorcio.

¿Contradijo Pablo a Jesús?

Algunos comentaristas contemporáneos de la Biblia afirman que, contrario a Jesús, Pablo permitió el divorcio. Lo que es más, ellos sostienen que Pablo amplió el divorcio aun más allá de la ley mosaica, permitiéndoles a las esposas divorciarse de sus maridos. Ellos basan sus afirmaciones en 1 Corintios 7.10–13:

Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer. Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone.

¿Acaso dice Pablo algo en este pasaje que contradiga a Jesús? ¿Autoriza Pablo el divorcio en alguna manera? No, por supuesto que no. Está bien claro que Pablo está hablando de abandonar a un cónyuge, no de divorciarse del mismo. Pero aun así, él dice que los cristianos no deben ni siquiera abandonar a sus cónyuges.

La palabra griega que Pablo usa es afíemi, que por lo general se traduce como “dejar” en otros pasajes, pero nunca como “repudiar”. Afíemi es una palabra completamente diferente a apolúo, el término que Jesús usó en Mateo 5.32 cuando habló acerca del repudio. No hay justificación histórica o bíblica para traducir afíemi como “repudiar” en el pasaje de Pablo.

En el versículo 15 de este pasaje, Pablo dice: “Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios” (1 Corintios 7.15). En este versículo, ¿acaso Pablo autoriza a los cristianos a divorciarse de sus cónyuges incrédulos? No, él no dice nada del divorcio. A través de este pasaje, Pablo ha estado hablando de abandonar a un cónyuge y permanecer sin casarse. Él dice que el cónyuge creyente no debe ser el que abandone al otro. Él concluye el pasaje diciendo que si el incrédulo se separa, sepárese. El creyente no tiene que seguir al cónyuge incrédulo.

En el reino de Dios, Jesús es el Rey y Juez. Sus apóstoles nunca contradicen los mandamientos que su Rey les ha transmitido. Jesús sólo permitió una excepción muy estrecha para los maridos, y sus apóstoles enseñaron de acuerdo con eso.

Los dos serán una sola carne

Cuando Jesús nos da leyes, él no está obligado a explicarnos el porqué. Sin embargo, en uno de sus debates sobre el divorcio, Jesús sí nos da una explicación de su enseñanza estricta sobre este tema: “¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mateo 19.4–6).

Actualmente, yo veo muchos libros cristianos que comparan el matrimonio con una “asociación”. Pero Jesús nunca se refirió al matrimonio como una asociación. Él se refirió al matrimonio como “una sola carne”, y eso es muy diferente. Conforme a derecho, cuando dos personas forman una asociación, sus identidades separadas aún existen. Si alguien es perjudicado por negligencia, estando en propiedad de la asociación, la persona perjudicada puede demandar a cualquiera de las partes individualmente. La ley considera a la asociación simplemente como dos individuos que trabajan juntos.

Sin embargo, si dos individuos crean una sociedad anónima, el caso es diferente. Según la ley, cuando dos personas convierten su asociación en una sociedad anónima, sus identidades individuales son disueltas. Si alguien es perjudicado estando en propiedad de la sociedad anónima, generalmente el perjudicado no puede demandar a las dos personas que forman la sociedad anónima. Él sólo puede demandar a la sociedad anónima como tal. La ley considera a la sociedad anónima como una nueva “persona”. La sociedad anónima puede demandar o ser demandada como una entidad autónoma.

Igualmente, el matrimonio es como una sociedad anónima, no una asociación. Cuando un hombre y una mujer se casan se forma una nueva entidad. Ellos no son socios; ellos se han unido en “una sola carne”. El mundo puede tratar al marido y a la esposa como socios, pero Jesús no. Según Jesús, ¿quién une a un hombre y a una mujer en matrimonio? Dios. De manera que en el matrimonio, el hombre y la mujer pasan al ámbito de la eternidad. Con esto no quiero decir que el matrimonio es eterno, pero hay realidades eternas que se atribuyen al matrimonio. El matrimonio no es una institución humana; es una institución celestial. Es Dios quien lleva a cabo la unión, pero es el hombre quien trata de hacer la separación.

El divorcio a través de los siglos

Lo que estoy compartiendo con usted no es nada nuevo. Es el cristianismo histórico. Es la manera en que los primeros cristianoscomprendieron las enseñanzas de Jesús, y es como prácticamente todos los primeros cristianos comprendieron los mandamientos de Jesús hasta la época de la Reforma. Desafortunadamente, algunos de los reformistas obraron para sacar el matrimonio y el divorcio fuera de la jurisdicción de la iglesia y ponerlos en manos de los jueces civiles. Sin embargo, incluso después de la Reforma, el divorcio entre los cristianos creyentes de la Biblia era algo poco frecuente en los EE.UU. hasta las décadas de los cincuenta y los sesenta. Luego todo cambió.

¿Qué sucedió en las décadas de los cincuenta y los sesenta? Los mundanos cambiaron su actitud y leyes hacia el divorcio. Varios estados de los EE.UU. cambiaron sus leyes para que los divorcios fueran más fáciles de obtener. El divorcio dejó de acarrear consigo un estigma social. Y cuando los mundanos cambiaron, la Iglesia institucional cambió también. Es decir, si el César dice que el divorcio es incorrecto y lo prohíbe, es incorrecto. Pero si Jesús dice que el divorcio es incorrecto y lo prohíbe… bueno, en ese caso tal vez no sea tan malo en realidad. Las iglesias han demostrado muy claramente quién verdaderamente es su amo, y no es Jesús.

El divorcio en la Iglesia evangélica de hoy

En 1999, George Barna, presidente y fundador del famoso Barna Research Group (“Grupo de Investigación Barna”), se dio a la tarea de investigar la incidencia de divorcios entre varios grupos religiosos. Él descubrió que el índice de divorcios entre los cristianos norteamericanos nacidos de nuevo era mayor que entre los norteamericanos en conjunto.5 La verdad es que muchas parejas no cristianas viven juntas sin casarse. Y por lo tanto las estadísticas de divorcios no reflejan la ruptura de ese tipo de relaciones. Sin embargo, cuando las parejas mundanas hacen su voto “hasta que la muerte nos separe”, tienen tantas probabilidades (¡y hasta más!) de guardar ese voto como los cristianos “creyentes de la Biblia”.

Aunque el “Grupo de Investigación Barna” es una organización cristiana, sus conclusiones provocaron protestas y críticas de otros cristianos. Sin embargo, el señor Barna ha apoyado sus datos. Él respondió a sus críticos: “Si bien puede resultar alarmante descubrir que los cristianos nacidos de nuevo son más propensos que otros a experimentar un divorcio, ese patrón ha permanecido así por mucho tiempo”.6 El Director de Proyectos de Barna, Meg Flammang, destacó: “Nos encantaría poder informarles que los cristianos están viviendo vidas muy distintas y que están impactando a la comunidad, pero (…) en el área de los índices de divorcios ellos continúan siendo iguales a los demás”.7

Las estadísticas de las agencias del gobierno corroboran los descubrimientos del “Grupo de Investigación Barna”. Por ejemplo, en los EE.UU., el índice de divorcios en los estados del sur, ultra protestantes, es mayor que en cualquier otra parte del país, excepto en el estado de Nevada.8 De hecho, el índice de divorcios en los estados ultra protestantes del sur es significativamente mayor que en Nueva Inglaterra, región donde hay marcadamente menos cristianos fundamentalistas.9

Lo que realmente debe avergonzar a los cristianos norteamericanos evangélicos es el hecho de que el índice de divorcios entre los llamados cristianos nacidos de nuevo es significativamente mayor que el índice de divorcios entre los norteamericanos que dicen ser ateos.10 Irónicamente, aunque el índice de divorcios entre los cristianos evangélicos es básicamente el mismo o mayor que el de la sociedad norteamericana en general, el índice de divorcios entre los americanos asiáticos (ya sean cristianos o no) es significativamente menor que el de la sociedad norteamericana en general.11 Y las parejas americanas de origen asiático rara vez viven juntas sin casarse. De una u otra manera, ¡la cultura asiática está haciendo lo que la presencia del Espíritu Santo no ha podido! O quizá el problema sea que el Espíritu Santo no está morando en la mayoría de las personas que profesan ser cristianos nacidos de nuevo…

Aun más vergonzoso es que el índice de divorcios entre los cristianos evangélicos en los Estados Unidos es dos veces mayor que el índice de divorcios de toda la nación de Canadá (la cual no es lo que podríamos llamar un baluarte del cristianismo bíblico).12 ¡Lo que es peor es que el índice de divorcios entre los evangélicos norteamericanos es seis veces mayor que el de China, 18,5 veces mayor que el de Italia y más de 33 veces mayor que el índice de Sri Lanka!13

El divorcio es tan aceptable entre los cristianos evangélicos en el sur de los Estados Unidos que los abogados especialistas en estos trámites a veces ponen el logotipo del pez cristiano en sus anuncios en las Páginas Amarillas. ¡Eso equivale a que un judío monte una procesadora de jamón y ponga la estrella de David en sus anuncios!

Muy a menudo, cuando hablo sobre el tema del divorcio, los cristianos me preguntan: “¿Pero qué tal de una situación donde…?” Sí, hay muchas situaciones difíciles que pueden convertir el matrimonio en una verdadera cruz. Pero las cosas no eran diferentes en el primer siglo, ni en el siglo diez, ni en el diecinueve. ¿Por qué tantos cristianos del siglo veintiuno creen que tienen derecho a una excepción especial cuando los cristianos de otros siglos se apegaron a las enseñanzas de Jesús sobre el matrimonio y el divorcio?

¿Lo he ofendido?

Estoy consciente de que las cosas que he estado diciendo en este capítulo no se apegan a las tendencias modernas en el mundo religioso. No dudo que muchos de ustedes ahora estén tan enojados conmigo que estuvieran a punto de tirar este libro. Pero antes de hacerlo, por favor, haga su propia investigación concienzuda de lo que he dicho. No estoy diciendo que salga y busque un libro que diga que el divorcio es correcto. Eso sería muy fácil.

No, quiero decir: haga una investigación concienzuda. Compruebe lo que he dicho acerca del divorcio en el Antiguo Testamento. Luego lea todos los pasajes donde Jesús habla del divorcio. ¿Amplió él la ley de Dios sobre el divorcio, o la restringió considerablemente?

Si lo que he dicho es cierto, no soy yo quien lo ha ofendido. Es Jesucristo. Tal vez el Jesús que usted creía amar no es el verdadero Jesús. Pero si no servimos al verdadero Jesús, no heredaremos la verdadera vida eterna. Como él dijo: “Bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí”.

Notas finales

1  Testimonio de Israel Abrahams ante la London Divorce Commission, 21 de noviembre de 1910, citado en “Divorce in the Old Testament,” International Bible Encyclopedia (online) http://www.studylight.org.

2  “Divorce Facts,” en http://wheres-daddy.com.

3  “Divorces: 1858–2000” en http://www.statistics.gov.uk.

4  Margaret F. Brinig, “These Boots Are Made for Walking: Why Most Divorce Filers Are Women,” American Law and Economics Review 2–1 (2000) 126–129.

5  Fuente: Barna Research Group, citado por B. A. Robinson en “U. S. Divorce Rates for Various Faith Groups,” marzo de 2002, en (http://www.religioustolerance.org/chr_dira.htm).

6  Barna Research Group.

7 Barna Research Group.

8  Fuente: National Center for Health Statistics. Citado en “U.S. Divorce Statistics,” Divorce Magazine.com, en http://www.divorcemag.com/ statistics/statsUS2.shtml.

9  National Center for Health Statistics.

10  Barna Research Group.

11  David Knox y Caroline Schacht, Marriage and the Family: A Brief Introduction, (Belmont, California: Wadsworth Publishing Company, 1999). Citado en “Asian-American Couples,” en http://www.uwyo.edu.

12  Fuente: Institute for Divorce Reform, citado en Divorce Magazine.com

13  “Divorce Rates of All Countries, Compared to the U.S.,” citado en http://www.divorcereform.org/nonus.html.

Leer Capítulo 8 -- ¿Amar a mis enemigos?

  • volver al indice