11
La gran sorpresa
Mi Padre estaba en la fuerza aérea, y crecí en las bases militares. Como resultado, casi nunca pudimos tener un huerto. Así que desde niño nunca había comido tomates maduros de un huerto. Más bien, todos los tomates que comía de niño provenían de un supermercado. Eran tomates verdes recién cosechados, guardados en una caja hasta madurar, medio rosados, pálidos y duros. También eran un poco crocantes como un pepino. ¡Y así me gustaban! Por lo que yo sabía, eso era lo que un verdadero tomate debía ser.
Un día, después de salir de la casa, unos amigos me invitaron a su casa para almorzar. Ellos vivían en el campo, y la mayor parte de sus alimentos provenían del huerto. Sentados en medio de la mesa, había un plato de tomates frescos en tajadas que habían madurado en el huerto. Los miré con desconfianza. Eran de color rojo oscuro como sangre. No eran del color de tomates normales. Tuve la impresión de que estaban podridos.
Yo era un joven delgado de dieciocho años, y teniendo hambre no quería ofender a mis amigos (y perder otra oportunidad de ser invitado a un almuerzo), así que con cortesía recibí unas tajadas de tomate cuando me las ofrecieron. Sintiendo que todos me estaban mirando, probé una tajada de los tomates extraños sin demorar. Pude notar que el tomate se deshacía en mi boca. No era para nada crocante como yo creía que debía ser un tomate. Ni siquiera tenía el sabor correcto. “Definitivamente están podridos,” pensaba. “Que bueno que no tuve que vivir en el campo y ser forzado a comer tomates podridos como estos pobres campesinos.”
Poco a poco, después de varios años, llegué a darme cuenta que estos tomates “podridos” eran en verdad tomates verdaderos. Lo que yo me había acostumbrado desde niño estaba lejos de ser la verdad. Más bien comenzaron a gustarme los tomates maduros del huerto tanto que ahora me disgustan los tomates del supermercado. Mi esposa y yo no sembramos muchas cosas, pero siempre tratamos de tener unas pequeñas parcelas donde podamos sembrar tomates para comerlos maduros.
Cuando se trata del cristianismo, todos nosotros hemos crecido con el tipo que se “compra en el supermercado.” Es el único que hemos conocido y nos hemos acostumbrado. Para nosotros, el cristianismo verdadero tiene el sabor y la apariencia al que nosotros nos hemos acostumbrado. Y cuando por primera vez nos encontramos frente a frente con el cristianismo genuino, primitivo, “del huerto,” no nos parece correcto. No tiene el sabor que deseamos. Y a no ser que seamos motivados por una profunda hambre espiritual, rápidamente lo rechazamos y volvemos a la gran variedad de cristianismo que se vende en los supermercados del mundo.
Prepárate por una sacudida inesperada
Creo que la sacudida más grande para los evangélicos y protestantes es que cuando leemos los escritos de la iglesia primitiva, descubrimos que la Reforma no fue un retorno al cristianismo primitivo. Muchas de las doctrinas principales de los reformadores no cuentan con ningún apoyo en el registro histórico del cristianismo primitivo.
De hecho, probablemente todos los que leen hoy los escritos de los primeros cristianos, encuentran que sus doctrinas no tienen apoyo en el cristianismo histórico, independientemente a cual denominación pertenezcan. Al mismo tiempo, todos encuentran que algunas de sus creencias son precisamente lo que la iglesia enseñaba en los primeros siglos. De hecho, algunos pocos grupos hallan que la mayoría de sus creencias son las mismas. Pero no es así para la mayoría de nosotros. Yo encontré que sólo la mitad de mis doctrinas concordaban con las de la iglesia primitiva.
Pero ésta no es la única sacudida que recibimos. La mayoría de nosotros también descubre que los primeros cristianos no son para nada como habíamos imaginado. Es así porque hemos occidentalizado, modernizado, “protestantizado,” y acomodado a los apóstoles que llegamos a sacarlos fuera de su contexto histórico. Cuando volvemos al escenario de su vida real, encontramos un cristianismo notablemente diferente que el nuestro.
Déjame aclarar. En primer lugar, verás que los cristianos del segundo siglo no tenían el conocimiento de la ciencia y medicina del siglo veintiuno. También descubrirás que la iglesia primitiva usaba la Septuaginta como su Antiguo Testamento en lugar del texto masorético.28 Y muchas veces también citaron de obras espirituales que la mayoría de nosotros nunca hemos leídos, como el libro de Enoc y la Sabiduría de Salomón. Descubrirás que ellos vieron en la ley mosaica varias verdades espirituales en las cuales nunca habríamos pensado. Y no sólo descubrirás que muchas de sus creencias y prácticas son diferentes que las nuestras, sino que también sus patrones de razonamiento son bastante distintos. De hecho, a veces su lógica no tiene sentido para nosotros.
Pero quizá lo que nos ofende principalmente acerca del cristianismo primitivo es que era un tipo de cristianismo que crucificó la carne, en lugar de consentirla. Fue un cristianismo ya quitado del evangelio de hoy de la “creencia fácil.”
¿Cuál debería ser nuestra respuesta?
Por tanto, ¿cuál debería ser nuestra respuesta frente a todas estas cosas “extrañas”? Puedo decirte cuál era mi respuesta inicial: dejé de leer los escritos de los primeros cristianos. Después de leer por un par de noches Los padres ante-nicenos 29, me decía a mí mismo: “Basta ya. Estos tipos están equivocados y no necesito escucharlos más.” Devolví los volúmenes de sus escritos a mi biblioteca y traté de echarlos de mi mente.
Creo que era el impulso del Espíritu Santo que me indujo a volver a ellos. Así que, unos meses después, les di otra oportunidad. Esta vez empecé a leer a otro escritor. Pero los resultados fueron los mismos. “Esto no puede ser correcto,” me decía una y otra vez. “La iglesia primitiva no pudo haber sido así.” Decepcionado, eché los libros sobre el estante y decidí otra vez abandonarlos.
Pero, llegué a darme cuenta que yo no podía cambiar la verdad sobre el cristianismo histórico, sin tomar en cuenta las evidencias. Incluso si no hubiese llegado a descubrir lo que creían los primeros cristianos, sus creencias aún permanecerían allí. No podía cambiarlas, cerrando mis ojos a ellas. Me di cuenta que por el bien de mí y de mi familia tenía que investigar lo que realmente era el cristianismo primitivo.
Así que, en la tercera oportunidad tomé estos escritos históricos con una actitud diferente. Las primeras dos veces estuve en desacuerdo con ellos y, mientras leía, decía cosas como éstas: “¡No puedes decir así!” o “¿Nunca han leído lo que Pablo decía?” y cosas por el estilo.
Esta vez me di cuenta que si iba a investigar de qué manera la segunda generación de cristianos entendió a los apóstoles, tendría que poner a un lado temporalmente todas mis creencias y sólo debería escucharlos. Yo sabía que no estaba obligado a adoptar sus doctrinas. Pero yo debía saber con honestidad cuáles eran aquellas doctrinas. “Al fin de todo,” pensaba yo, “estaré libre para volver a todas mis creencias presentes.”
Así que empecé a leer con una actitud diferente. Esta vez, sólo escuchaba lo que ellos tenían que decir en lugar de discutir con ellos. Gradualmente me acostumbré a su modo de pensar. Finalmente, después de leer todos sus escritos todas las noches durante seis meses, estaba abrumado con una sed de volver a leer el Nuevo Testamento. Y leí todo el Nuevo Testamento en unas pocas noches, tomando de sus aguas espirituales.
Antes ya había leído el Nuevo Testamento docenas de veces de principio a fin. Pero cuando lo leí esta vez era algo maravillosamente diferente. Tenía la impresión de que nunca antes había leído muchas de sus palabras. Mis ojos estaban abiertos a todos los versículos que antes no podía entenderlos. Sobre todo, noté una increíble similitud entre las enseñanzas y los razonamientos de los escritores del Nuevo Testamento y los cristianos del segundo siglo.
Repentinamente me di cuenta cómo mis ojos y mis oídos habían permanecido cerrados a muchas cosas de la Biblia por toda mi vida. Entonces percibí en qué grado hemos occidentalizado, modernizado y acomodado al Nuevo Testamento. Muchas cosas extrañas que encontré en los escritos de los primeros cristianos habían estado en todo el Nuevo Testamento. Sencillamente nunca las había notado. Permíteme ilustrarte.
Notas:
28. El texto masorético es el texto hebreo del Antiguo Testamento que llegó a ser estandarizado, reconocido y autorizado por los judíos después de la caída de Jerusalén en el año 70 d.C. Y llegó a ser el texto usado por los judíos y católicos durante la Edad Media. La Septuaginta fue la primera traducción griega del Antiguo Testamento. Es nuestro principal testimonio del texto más antiguo usado por los judíos en los siglos II y III a.C. La Septuaginta era la versión principal del Antiguo Testamento usada por la iglesia primitiva y sigue siendo el texto usado por las iglesias orientales hasta el día de hoy.
29. Son los escritores anteriores al concilio de Nicea (325 d.C). A todos éstos se les considera dentro del periodo de existencia de la iglesia primitiva. Han sido publicados en inglés en 10 tomos por Eerdmans Publishing Company, a los cuales se refiere el autor.
Leer el proximo Capítulo --12. La Septuaginta olvidada de los primeros cristianos