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¿Qué harías en la vida real?
Supongamos por un momento que no estamos hablando sobre cómo entender la Biblia, sino la carta que recibiste de un amigo. ¿Cómo resolverías las ambigüedades que hubiera en su carta? Yo sé lo que haría. Yo le preguntaría qué quiere decir. ¿No harías tú lo mismo?
Ahora, la Biblia es un libro real escrito para personas reales que viven en un mundo real. Pablo era un hombre real y los corintios eran personas reales. ¿Qué crees que habrían hecho los corintios si algunas cosas en la carta de Pablo no hubieran sido claras para ellos? ¿Qué habríamos hecho tú y yo? Le habríamos preguntado a Pablo qué era lo que quiso decir, ¿verdad?
En el transcurso de mi trabajo de títulos de propiedad frecuentemente leo escrituras y otros documentos ambiguos o contradictorios. ¿Qué crees tú que hago para interpretar dichos documentos? Bueno, si los litigantes del documento aún viven, usualmente pido a mi cliente contactarme con los que iniciaron la escritura y les pregunto lo que quieren decir. Es sencillamente el sentido común. Una persona no necesita graduarse en leyes para saber qué hacer en este caso. Es lo que tú harías en la misma circunstancia.
Por consiguiente, si los corintios no entendieron lo que Pablo quiso decir, ellos pidieron a Pablo que les explicara. Pero más que probable, ellos entendieron exactamente lo que Pablo estaba hablando. ¿Por qué? Porque Pablo estaba comunicándose con ellos, no con nosotros.
Para que exista comunicación entre dos personas, debe haber lo que los abogados llaman “un encuentro de mentes.” Es decir, la mente del que habla debe estar unida a la mente del que escucha. Usando la etimología moderna, deben estar en la misma longitud de onda y sincronizados.
Cuando Pablo escribió a los corintios, había un encuentro de mentes. Sin embargo, las mentes que se encontraron no eran las nuestras y la de Pablo. Quizá Pablo no tenía idea de que tú y yo leyéramos su carta mil novecientos años después. No, las mentes que se encontraron eran las de los corintios y la de Pablo. Pablo estaba comunicándose con un propósito con los corintios, no con nosotros.
La Biblia no fue escrita en un “vacío”
La carta de Pablo a los corintios no fue escrita en un vacío. Una considerable cantidad de información de antecedentes rodeaba la carta. Primero, Pablo había vivido en Corinto un año y medio, fundando y pastoreando la congregación allí (Hechos 18:1,11). En 1 Corintios 11:2, Pablo asevera: “Os alabo, hermanos, porque en todo os acordáis de mí y retenéis las instrucciones tal como os las entregué.”
En consecuencia, los corintios habían recibido numerosas tradiciones orales directamente de Pablo. Por lo visto, su enseñanza sobre el velo fue una de aquellas tradiciones. Pablo no tuvo que explicar todo a los corintios, como lo haría si él hubiese escrito la carta a nosotros. Los corintios ya sabían de lo que Pablo estaba hablando. Los corintios no sólo habían oído enseñar a Pablo por dieciocho meses, sino que le habían visto vivir su cristianismo. Por eso Pablo pudo decirles: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1). Cuando Pablo dijo: “Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza.” (v. 3 la cursiva es mía), los corintios sabían lo que Pablo quiso decir, porque ellos le habían visto orar. Sabían si Pablo estaba hablando de un cabello largo o de un velo, pues ellos lo habían visto.
Mientras Pablo se encontraba en Corinto, vivió con los fieles discípulos Aquila y Priscila. Creo que podemos asumir con seguridad que Aquila y Priscila siguieron en obediencia la enseñanza de Pablo en cuanto al velo. Por tanto, otra vez, los corintios eran testigos oculares de la práctica aprobada por Pablo sobre dicho asunto en ambos casos: en la mujer (Priscila) y en el hombre (Pablo y Aquila).
Ellos fueron testigos oculares de muchas cosas. Vieron a Pablo bautizar a muchas personas y otros bautismos realizados con su aprobación. Por tanto, sabían sin duda alguna cómo bautizaba Pablo a la gente. Personalmente habían participado de la comunión con él y comido las fiestas de amor (ágapes) con él. Por consiguiente, sabían con qué frecuencia y de qué modo se practicaban aquellas ordenanzas.
Además de estas cosas, después que Pablo hubo salido de Corinto, él les había escrito una carta que precedía a la que nosotros llamamos “1 Corintios” (1 Cor. 5:9-11). Entonces, en este sentido, lo que llamamos “1 Corintios” es en verdad “2 Corintios”. Los corintios habían leído una carta previa de Pablo a la cual no tenemos acceso. Algunos asuntos tocados en nuestra 1 Corintios son una continuación de las cosas que previamente ya les había escrito.
Además, los corintios ya le habían escrito una carta a Pablo (1 Cor. 7:1). Por tanto, parte de su carta a ellos es una respuesta a la carta previa de ellos. Finalmente, Pablo había recibido algunos informes de lo que sucedía en la congregación de Corinto (1 Cor. 1:11; 11:18). Por tanto, 1 Corintios no fue escrita en un vacío. Había mucha interacción entre Pablo y los corintios. Hubo un encuentro de mentes.
Si eso no fuera suficiente, Pablo dijo a los corintios que él estaría de regreso allí para detallar su carta: “Las demás cosas las pondré en orden cuando yo fuere” (1 Cor. 11:34). ¿Y regresó allí? Aparentemente sí, pues parece que escribió su carta a los romanos desde Corinto.12 Por tanto, incluso si algo en la carta de Pablo no hubiese sido claro a los corintios, ellos habrían sido capaces de pedir a Pablo que les aclarase aquellas cosas.
Entonces, podemos decir con seguridad que los corintios entendieron exactamente lo que Pablo estaba diciendo en su carta. Después de todo, si ellos no lo entendieron, entonces ¿qué esperanza hay para nosotros?
Pero, ¿qué de nosotros?
“Todo eso puede ser bueno,” podrías estar pensando, “pero, ¿cómo nos ayuda eso a nosotros? Nosotros no hemos oído enseñar a Pablo. Ni siquiera hemos visto a Pablo en vida. No hemos tenido ninguna correspondencia con Pablo, y no somos capaces de pedirle que nos aclare su carta.”
Todo ello es cierto. Preguntar a Pablo sería el mejor método. Pero ya que no podemos hacer eso, necesitamos mirar el segundo mejor método. ¿Cuál podría ser? Consultar con los corintios originales que recibieron la carta de Pablo. Como hemos visto, ellos entendieron sin duda casi todo lo que Pablo estaba diciendo. Desafortunadamente, no podemos preguntar a los corintios más de lo que podemos preguntar a Pablo. No, pero ahora nos aceramos aún más. Lo que nosotros podemos hacer es mirar lo que los abogados llamamos “el curso de acción.” Déjame ilustrarte.
El curso de acción
Ezra Mast, un diestro artesano amish, fabricaba a mano sillas hermosas. Aunque su taller se ubicaba en Ohio, su fama traspasó las fronteras por su trabajo de alta calidad. Santiago Butler, quien era dueño de una tienda de muebles de alta calidad en Topeka, Kansas, vio una de las sillas de Ezra. Impresionado por el trabajo, se contactó con Ezra y pronto ambos hicieron un contrato. Los términos básicos del contrato consistía en que Ezra entregaría diez sillas cada mes a la tienda de muebles de Butler, y que el Sr. Butler compraría las sillas a un precio fijo que se ajustara periódicamente por la inflación.
Durante veinte años, ambos permanecieron en esta relación de negocio. Y el mismo contrato les sirvió todo aquel tiempo. Cuando Ezra Mast murió, su familia vendió su taller y negocio a Bob Thompson. Por el mismo tiempo, Santiago Butler se jubiló y vendió su tienda de muebles a Tom Cook, y se mudó al extranjero. Los nuevos propietarios llegaron a ser sucesores del contrato original Mast-Butler.
Era la quincena del mes y Tom Cook aún no había recibido sus sillas. Algo impaciente, llamó a Bob Thompson y le preguntó: “¿Dónde están las sillas de este mes?”
“Bueno, las sillas están aquí,” respondió Bob. “Yo me estaba preguntando por qué demorabas mucho para venir y recogerlas.”
“¿Recogerlas? Yo creí que tú las traerías aquí.”
“No. Yo creí que tú vendrías a recogerlas.”
¿Cuál fue el problema? Fue que el contrato no hacía mención para nada sobre el tema de la entrega.
¿Cómo crees que ambos resolvieron este punto muerto? ¿Qué sería lo más lógico hacer? Por sentido común, sería “preguntar al Sr. Butler y al Sr. Mast cómo hicieron ellos,” podrías responder. Pero el Sr. Mast está muerto y el Sr. Butler se encuentra en el extranjero. “Entonces sería cuestión de preguntar a sus familiares y empleados.” ¡Exacto! Y si no es posible preguntar a los familiares y empleados, tenemos que mirar otra evidencia, tales como los cuadernos de apuntes y el testimonio de la gente en la comunidad.
En Leyes nos referimos a esto como “el curso de acción.” El mismo principio se aplica a la Escritura, este es nuestro quinto principio de interpretación.
Principio Nº 5 Cuando la Escritura es ambigua, mirar el curso de acción de los discípulos de los apóstoles.
En Leyes, si una porción de un contrato es ambigua, entonces miramos cómo interpretaron ese contrato los mismos litigantes. Pues ellos saben mejor lo que querían decir. Y sus acciones mientras duraba el contrato son la mejor evidencia del significado que dieron al contrato.
De manera similar, cuando leemos la Escritura, si no podemos preguntar a Pablo o a los corintios sobre 1 Corintios, podemos ver su curso de acción. Nosotros podemos averiguar cómo entendieron los corintios la carta de Pablo, mirando su acción y prácticas.
Pero, ¿dónde conseguimos la evidencia de su curso de acción?
Notas:
12. Las referencias a Macedonia, Acaya y Cencrea, lugares geográficos cercanos a Corinto, señalan a Corinto como el lugar probable donde fue escrita la carta a los romanos (Romanos 15:26; 16:5).
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